La gran mayoría de la gente se muere
sin haber vivido nunca.
Madre Teresa de Calcuta.
Si la muerte no fuera el preludio a otra vida,
la vida sería una cruel burla.
Mahatma Gandhi.
El miedo
es al amor de la misma manera que la oscuridad es a la luz. Si queremos acabar
con la oscuridad lo único que tenemos que hacer es encender la luz. Si queremos acabar con el miedo, también, lo
único que hemos de hacer es encender el amor, es activar el amor. La diferencia
estriba en que para encender la luz con dar al interruptor es suficiente, y
para activar el amor, no hay interruptor a la vista.
Y mientras
no activemos nuestro amor, vamos a seguir con nuestros miedos: miedo al
rechazo, miedo a la soledad, miedo al amor, miedo a la vida, miedo al miedo. Los
seres humanos tenemos miedo a casi todo, porque no sabemos amar, que es el antídoto
del miedo. Pero existen miedos que son realmente una ironía de la vida. Uno de
ellos es el miedo al rechazo. Los seres humanos tenemos tan poca fe en nosotros
mismos, que necesitamos reafirmarnos constantemente, buscando siempre la
validación externa, buscando la aprobación del exterior. Entregamos nuestro
poder al primero que pasa cerca de nosotros, y esperamos de él que nos diga lo
guapos que somos, y lo bien vestidos que vamos, y lo inteligentes que parecemos,
etc., etc. Pero como casi siempre, el primero que pasa por delante de nosotros,
y el segundo, y el tercero, y el que hace el número quinientos, es tan débil de
carácter como nosotros mismos y también va buscando la aprobación externa. En
lugar de alabarnos, lo que normalmente suele hacer es criticarnos. Somos especialistas
en ver nuestros defectos reflejados en el otro, y rápidamente los criticamos
sin ser conscientes de que estamos agrandando nuestros propios defectos. ¡Qué ironía!
El caso
es que nuestra vida se ha construido se ha construido, de manera inconsciente,
(siempre estamos en piloto automático), sobre ese miedo. Cuando vivimos desde
la mente, que es nuestra manera habitual de vivir, y la mente es nuestro centro,
en lugar del corazón, estamos encogidos por el miedo y eso nos hace estar
constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos
necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más
atenciones. Y como lo normal es que no lo recibamos, no nos queda más remedio
que ser infelices.
Pero el súmmum
de todos nuestros miedos es el miedo a la muerte. No hay un miedo más generalizado,
y me atrevería a decir que más natural, que el miedo a la muerte. A pesar de
las creencias religiosas, en las que nos prometen el cielo, el jardín del Edén,
la reencarnación o la resurrección de los muertos, tenemos miedo a morir.
Son
varias las razones de este miedo: La incertidumbre de cuando y como será, el
desconocimiento de si pasará algo después o no, el temor que causa pensar en
dejar a nuestros seres queridos, la identificación con el cuerpo y el miedo a
perderlo.
Pero
esta es otra ironía. Tenemos miedo a la muerte, pero no cuidamos la vida.
Tenemos miedo a perder el cuerpo, y lo deterioramos permanentemente. Tenemos
miedo a perder a nuestros seres queridos, y no les damos nuestro amor de manera
permanente.
No
sabemos vivir y, sin embargo, no queremos morir. ¡Qué ironía!
Volvamos al principio. Para eliminar
todos nuestros miedos, solo hemos de activar el amor, y el amor se activa
llegando a la comprensión de lo que somos: un alma. El amor se activa cuando
tomamos conciencia de nuestra divinidad, cuando tomamos conciencia de nuestra
condición natural, en la que no existe el tiempo, sin pasado, sin futuro, existiendo
eternamente en el presente. De esa manera podríamos observar a nuestro propio
cuerpo, cumpliendo su papel divino en esta película de la vida en la materia.
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