Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
La enseñanza para la
vida espiritual no debería estar deslindada de la enseñanza para la vida
física, pero desgraciadamente si lo está. En la familia y en la enseñanza para
la vida, enseñan temas religiosos, que no espirituales,es por lo tanto la persona la que una vez
alcanzada la edad adulta tiene que buscar su espiritualidad si es que su alma
así lo demanda.
Toda la enseñanza que recibimos los seres humanos es aquella que es
científicamente demostrable, más o menos necesaria para que nuestra economía
sea rentable, y a todo eso hay que añadir todo lo que nos cause satisfacciones
físicas. En ningún momento nos enseñan los pasos esenciales para conseguir la
felicidad, cuando es el objetivo de búsqueda inconsciente de todos los seres humanos;
en ningún momento nos enseñan cómo vivir en paz, sin estrés, con alegría y sin
sufrimiento. Se supone que con la enseñanza impartida va a ser suficiente para
conseguir todo aquello que sea físico o afecte a este de manera directa, y que
cualquier emoción desbocada ha de ser gestionada por la propia persona, se
supone que a través de ciencia infusa, porque otra no se ha recibido.
El ser humano es
responsable de todos y cada uno de sus pensamientos, de todas y cada una de sus
palabras, de todos y cada uno de sus actos y de todas y cada una de sus
omisiones, nada de esto está en el Plan de Vida. Dios, en su infinito Amor, ha
dejado que el ser humano actúe según su conciencia, sin inmiscuirse para nada
ni en las decisiones ni en las realizaciones de su vida.
Las personas con las
que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por ti, precisamente
para que seas consciente de ese defecto que traes de fabrica, para que seas
consciente de la debilidad de tu carácter, para que seas consciente de la baja
autoestima que sientes por ti, para que seas consciente de tus miedos, de tus
malos hábitos, de tu pereza o tu falta de voluntad, para que seas consciente de
tu falta de respeto y de tu falta de compasión, en suma, esas personas han
pactado contigo en tu Plan de Vida ser un espejo donde aparezcan reflejadas tus
debilidades, para que sea más fácil para ti subsanar todos esos “defectillos”,
y empezar así a amarte para acumular la energía del amor y poder así comenzar a
entregársela a los demás.
Cuanto más seas tu
mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a los demás.
Tienes que aprender a
amarte a ti, ya que si no te amas a ti mismo, difícilmente podrás amar a los
demás. Si no te respetas a ti mismo, difícilmente podrás respetar a los demás.
Si no te valoras a ti mismo, difícilmente podrás valorar a los demás.
A pesar de que tengamos
guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida
de otra manera es personal de cada uno.
Nadie va a decidir en qué momento está
preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta
a Dios, salvo la propia alma.
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y
de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el
sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión,
en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.
El
saber que somos Hijos de Dios, que estamos es la vida porque hemos decidido vivir,
saber que Dios nos vigila, nos cuida, nos Ama y nos mima, poder disfrutar de
los placeres de la vida, de los abrazos, de las caricias y de los besos,
debería ser motivo más que suficiente para estar en la vida alegres y felices,
pero no es así, a pesar de eso no somos felices.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Conozco una persona,
que me permite contar sus vivencias en cuanto a los dones se refiere, pero no
dar pistas sobre su identidad, y que desde que tiene uso de razón ha suspirado
por ver la energía y por escuchar a los maestros, y que no ha conseguido, a
pesar de que parece caminar con paso firme por el camino que conduce a Dios.
Dice que tiene que conformarse con una intuición a la que escucha y sigue como
si de la autentica palabra de Dios se tratara, y algo que define como
clarisensibilidad, que es la base para realizar su trabajo de sanador, que es como
le gusta definirse, pero nada más, a pesar incluso de realizar cursos y
trabajos específicos para activar, al menos, la clarividencia. El dice: “Llegue
a estar obsesionado, cuando veía a otras personas, con dotes de clarividencia o
clariaudiencia a las que yo con mi desmedida soberbia, calificaba como no
merecedores de esos dones”.
Su trabajo personal,
sobre todo para eliminar su orgullo, y sus meditaciones, le fue serenando, y
llegó así a la aceptación de que por alguna razón desconocida él no era merecedor
de tales privilegios.
“La razón desconocida”, cuenta, “era mi Plan
de Vida. En Él aparece contemplado que voy a realizar mi camino de retorno a
Dios y cumplir con mi misión, en solitario, sin ayuda, o al menos sin una ayuda
tan evidente como la que tus guías te puedan prestar sobre como es el camino y
los obstáculos con los que te puedes ir encontrando”.
“A cambio”, prosigue,
“he aprendido a confiar plenamente en la intuición y a traducir las sensaciones
de mi cuerpo físico. Y si bien no me hablan, en muchísimas ocasiones van
poniendo pensamientos en mi mente, que yo sé que no son míos. Pensamientos
necesarios para la realización de las terapias, aunque nunca para algún aspecto
concreto de mi propia vida”.
Este es un magnífico
ejemplo de que no hay dos vidas iguales, ni tan siquiera en el logro de algo
que se encuentra al alcance de todos cuando llegan a cierto punto en su
crecimiento. Es como el montañero que sabe que en lo alto de la montaña hay una
fuente de agua clara, pura, limpia y cristalina, porque todos los que han
llegado a la cima relatan que han bebido, y después de una ascensión a la cima
de la montaña, más o menos penosa, encuentra que debido a las últimas lluvias,
el agua de la fuente sale turbia.
No piensan los que se
inician en el camino de retorno a Dios que van a conseguir este o aquel don, o
al menos no deberían pensarlo. El objetivo del viaje, el objetivo de la vida,
no es conseguir un don, es encontrarse con Dios. Por lo que los que se inician
en el camino, cuando se encuentran con ese don, lo aceptan y siguen su camino
sin darle importancia, ya que cuando han llegado a él, su alma ya sabe que
puede sucederle eso, y aun más cosas, y por sabido no es sorprendente. No es el
objetivo del camino conseguir un don, el objetivo es encontrarse con Dios.
Son
millones las personas que en la actualidad se encuentran desarrollando algún
tipo de trabajo, llamémosle de crecimiento, aunque posiblemente muchas de ellas
no lo califiquen así, bien sea porque su único objetivo es mantener un nivel adecuado
de estrés, o encontrar la paz, o mantener una salud óptima, o adelgazar, o mejorar
las relaciones con su entorno, o vaya usted a saber las razones por las que
cada persona comienza a hacer yoga, a meditar, a leer, o a asistir a cursos,
charlas y conferencias, que tratan de esa otra parte del ser humano que no se
ve, pero que no solo dejan a la persona con una serenidad especial, sino que la
permiten moverse por el mundo con una fuerza emocional desconocida.
Pues aunque no lo sepan, están
creciendo, están madurando, están fortaleciendo su carácter, están expandiendo
su conciencia, o lo que es lo mismo están comenzando a realizar el trabajo para
el que han venido a la vida: conectarse con su alma y comenzar a vivir desde el
corazón. Muchos serán conscientes al cabo de cierto tiempo, otros puede ser que
nunca. Pero es igual, aunque se realice el camino con los ojos vendados se
avanza en el camino, ya se quitarán la venda cuando sea el momento.
Pero aún hay más, con los ojos
vendados, o sin venda en los ojos, creyendo que están creciendo en conciencia o
solo liberando su estrés, avanzando rápido o caminando a paso lento, se van a
topar con Dios. Lo sepan o no, crean en Él o no, ahí está, porque Dios les
envuelve y su crecimiento no es más que comenzar a vibrar de manera más sutil,
no es más que ampliar su campo energético, no es más que agrandar sus chakras,
no es más que sustituir sus energías sucias, lentas y pesadas por otras
energías más limpias, brillantes y luminosas, acercándose, sin ellos saberlo a
la Energía Divina.
A los seres humanos aunque
no nos gustan los exámenes sí que nos gustan las evaluaciones, o sino las
evaluaciones como tal, si nos gusta que alguien nos confirme si estamos en el
camino correcto, si hemos avanzado un tramo importante, y si además nos dijeran
que hemos adelantado a “fulanito”, ya sería increíble.
Pero no, en esta
carrera que todos compartimos de volver al seno de Dios, no hay evaluadores, no
hay adversarios, no hay meta, solo hay destino. El estudiante y el adversario,
el evaluador y el evaluado son la misma persona, es uno mismo. Esta es una
carrera contra nosotros mismos, este es un camino de soledad, es un trabajo de
valientes, es una lucha contra un enemigo invisible, es un camino interminable para
una sola vida, es un sendero lleno de recovecos, es una guerra sin cuartel,
unas veces dura y otras menos dura, pero siempre reconfortante, porque aunque de
la sensación de que no se avanza o que incluso hay días o temporadas en los que
parece que se retrocede, no es tal, siempre se avanza, aunque no se sienta.
El camino que nos
conduce a Dios parece sembrado de obstáculos, pero todos son superables, y en
cada posta vamos recibiendo regalos, vamos recibiendo dones que son producto
del propio crecimiento. Es posible que no se sea consciente de los dones que se
van recibiendo, pero solo es por una razón: Se recibe el regalo o el don cuando
la persona ha dejado de desearlo, cuando no lo espera y para ella la obtención
de ese don es una consecuencia lógica y conocida.
Vamos por un momento
a utilizar la imaginación. Imagina que la distancia que nos separa de Dios es
cuantificable en un millón de kilómetros. Imagina también que cada kilómetro se
corresponde con una determinada vibración de la energía, más rápida y más sutil
cuanto más cerca de Dios, (esto es realidad), y más lenta y pesada cuanto más
cercana a la materia, (esto también es real). Imagina que una persona que vive
una vida total y absolutamente material, sin tener ningún tipo de conocimiento,
y que ni tan siquiera sabe de su divinidad, ni por equivocación cree en ella, y
tampoco sabe el papel que está representando en la materia, se encuentra en el kilómetro cero, es decir un millón de kilómetros separada de Dios. Imagina, por
el contrario, que una persona que se encuentre en su última vida de encuentra
solamente a cien kilómetros de Dios.
En la energía se
encuentra todo el conocimiento. Imagina que podemos cuantificar ese
conocimiento de cero a mil. Cero es el conocimiento que se encuentra en la
energía que compone la materia, y mil es el conocimiento de Dios.
Según se avanza por el
camino que conduce directamente a Dios, va cambiando la vibración, se va
acelerando, se va volviendo más sutil, con la consecuencia lógica de acceder al
conocimiento disponible en esa vibración. De ese conocimiento el caminante
puede ser consciente de varias maneras: Puede comenzar a ver otras energías,
puede comenzar a oír las voces de sus maestros y guías, puede tener sueños
lúcidos, informativos y premonitorios, puede comenzar a tener certeza de cosas,
que no sabe como las sabe, pero las sabe, puede sentir cada vez con más fuerza
el estado físico, mental y emocional de las personas, puede volverse mucho más
sensible a la energía que le rodea, se atreve a seguir con total confianza sus
intuiciones porque tiene la seguridad de que son certeras, de la misma manera que
su eficacia en las sanaciones, si es curador, se incrementa de forma
exponencial, sabiendo las actuaciones que debe realizar el paciente para su
sanación, o para su aceptación de la enfermedad.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Estamos en un viaje de ida y vuelta y nuestras
pertenencias materiales a la vuelta van a ser las mismas que a la ida. Nuestra
maleta de vuelta sólo va a contener las experiencias del alma: más paciencia
que a la ida, más amor, más voluntad, más misericordia, más hermandad.
Seguro
que sabes que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Lo que no
se si sabes es que el camino que te queda por recorrer en la materia es el que aun
te separa de Dios.
Lo sepas o no, lo creas o no, es así,
estamos caminando para volver a Dios. Si lo sabes y lo crees camina en línea
recta, no des vueltas, no pierdas tiempo y visualiza la meta, manteniendo en tu
mente a Dios.
Si no crees en Dios, entonces se supone
que crees en el hombre, pues en lugar de caminar en línea recta, camina
rectamente, manteniendo en tu mente al hombre, respétale, ayúdale, sírvele, trátale
como lo que es para ti, tu ídolo.
Aunque
es conveniente que sepas, que tratando así al hombre también vas a llegar a
Dios.
Podemos
llegar al mandamiento único que nos dio Jesús:
“Amaos
los unos a los otros como yo os he amado”,
con
un pensamiento también único:
“Amo
a Dios y le bendigo con amor”
Decía
que se trata de avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto
trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.
Para esto es imprescindible tener
claras las respuestas a las preguntas del millón: ¿Quién soy?, ¿De dónde
vengo?, y ¿Adónde voy?
Las respuestas quiero suponer que todos
las tenemos claras: Soy hijo de Dios, vengo de Dios y a Él he de retornar.
Es decir, los espacios de vida física no
son más que ese tiempo intermedio entre nuestra llegada desde Dios hasta
nuestro regreso a Él. Ese trayecto, vida tras vida, podemos realizarlo
lentamente con pequeños avances, o podemos hacerlo más rápidamente. Es nuestra
decisión.
Para hacerlo más rápidamente podemos
llevar el enunciado de “energías iguales se atraen” a su máxima expresión.
Hasta ahora tratamos de crear energías positivas con nuestros pensamientos y
nuestra emociones para no atraer cosas malas y para atraer cosas para la vida
física, es decir para vivir en paz y felices y para conseguir nuestros deseos.
Estaréis de acuerdo conmigo que no es
tan fácil como parece, que todo requiere trabajo, voluntad y paciencia.
Pues bien, ¿Por qué no dedicamos
nuestro trabajo, nuestra voluntad y nuestra paciencia para llegar directamente
al final, para llegar directamente a Dios, dejando de caminar por caminos que
serpentean y pasan varias veces por las mismas postas?
Como energías iguales se atraen
trabajemos para generar la energía de Dios y así Su Energía llegará a nosotros a
manos llenas. Pero hará más: En la actualidad trabajamos para que el dinero
llegue a nosotros, pues bien, con Dios seremos tan prósperos como Él, siempre
según esté establecido en nuestro Plan Divino. En la actualidad trabajamos para
tener a determinada pareja y que nuestros hijos tengan unas características determinadas,
pues bien con Dios tendremos la pareja y los hijos que nosotros, junto a ellos,
hemos programado para acelerar nuestro crecimiento, según esté establecido en
nuestro Plan Divino. Y así será cada aspecto de nuestra vida, ya que dejaremos
de vivir contra corriente tratando de tener la vida que nos gustaría vivir, para
vivir según nuestra programación, la vida que hemos venido a vivir, que es, ni
más ni menos, que la que necesitamos para terminar cuanto antes nuestro paso
por la materia.
Vivir en Dios y cumplir en un
porcentaje elevado nuestro Plan de Vida es un salvoconducto para conseguir
reducir a la mínima expresión el número de encarnaciones en la materia.
Como lo que queremos será acercarnos a
Dios, nuestro trabajo solo será generar una energía que vibre como la energía
de Dios. Lo mejor para eso, será mantener en la mente un pensamiento único, el
pensamiento en Dios. Pero no para pedir, ni para suplicar, ni para rogar. Que
sea un pensamiento alegre, un pensamiento de vida, un pensamiento de amor, un
pensamiento de gratitud.
No es necesario orar ni realizar ninguno
de los ritos establecidos por las religiones. No es necesario apartarse del
mundo. Sólo se trata de llegar a Dios de la manera más fácil posible, y que
mejor y más sencillo que hacerlo bendiciendo a Dios, con una fórmula que no tenga ninguna
complicación, que no se olvide, como puede ser: “Dios mío, yo te bendigo con
amor”.
Manteniendo ese pensamiento en la
mente, y repitiendo la bendición, hace que la Energía Divina llegue a nuestro
ser sintiendo tal cantidad de amor, que a veces pudiera parecer que nos
desborda. Inténtalo durante unos días, cuantas más horas mejor.
Seguro que nadie duda ya de esa parte del
Principio de Vibración que dice que “Energías iguales se atraen”, y es este principio
la base de prácticamente todos los cursos, talleres, técnicas y métodos de
crecimiento, de expansión de la conciencia, de construcción del carácter, de
espiritualidad y sanación. Aprendemos a meditar para tratar de vaciar la mente
de tantos y tantos pensamientos negativos con los que convivimos sin ser
realmente conscientes, para que no atraigan la miseria que estamos generando.
Aprendemos técnicas para atraer aquello que deseamos, a base de generar
pensamientos conscientes positivos hasta conseguir la emoción correspondiente.
Realizamos talleres para aprender a liberarnos de nuestros miedos y de nuestras
limitaciones, que son muchas. Asistimos a clases de yoga y similares para
liberarnos del estrés y mantener la serenidad y la calma. Leemos ávidamente un
libro tras otro con lo que nuestra sabiduría en temas de “espiritualidad” se
incrementa después de cada lectura, pero sin hacer prácticamente ningún uso de
esa sabiduría, salvo impresionar a los demás. Y es posible que con todo esto consigamos
algunos pequeños éxitos, es posible que consigamos ganar alguna “batallita”:
Que se serene un poco la mente, que consigamos algunas de las muchas cosas que
deseamos, que desaparezca el terror a la muerte y hasta que consigamos vivir
una vida más serena. Pero… ¿Nos podemos conformar con eso?, y ¿Por qué no
intentamos ganar la “guerra”?
Si nuestra vida se circunscribiera al
espacio de tiempo transcurrido entre el nacimiento y la muerte, sería más que
suficiente, ya que el único objetivo de la vida sería vivir bien, sería vivir
una vida feliz, carente de problemas y preocupaciones, una vida en la que
consiguiéramos satisfacer todos nuestros caprichos.
Pero el espacio de tiempo que
transcurre entre el nacimiento y la muerte solamente es una vida física, es
como esa “batallita” que comentaba en el párrafo anterior. Nuestra vida abarca
más, mucho más, muchísimo más, tanto como una eternidad. Esta es la auténtica “guerra”,
y nuestro objetivo, no es vivir bien, o vivir una vida feliz, o conseguir
nuestros caprichos. Nuestro objetivo es otro, nuestro objetivo es la unión con
Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que renunciar a esos pequeños
placeres.
Los cursos, talleres, técnicas y
métodos de crecimiento y sanación, con los que nos movemos todos en la
actualidad son una excelente herramienta para poder acercarnos a vivir una vida
feliz, para ir vaciando la mente de pensamientos, incluso para realizar un
tímido acercamiento a vivir una vida desde el corazón, una vida basada en el
amor. Pero en caso de conseguirse, lo cual es bastante difícil para un
porcentaje importante del total de personas que tratan de transitar por este
sendero, puede ser válido para la vida actual, pero de poco alcance para
nuestra eternidad, porque el aprendizaje del alma va a ser limitado, ya que se
va a circunscribir a pequeñas ganancias, que si que vamos a mantener para
nuestra siguiente vida, pero que nos va a obligar a volver muchas veces e ir caminando vida tras vida
a paso lento.
Y nuestro avance va a ser tan lento que
nos va a obligar a encarnar un sin fin de vidas más, cuando podríamos intentar,
incluso sin tantas técnicas, avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto
trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.
Me
rebelo contra mí mismo cada vez que un pensamiento de crítica ronda por mi
mente, me rebelo cuando entro con otras personas en el perverso juego de
regodearnos en esa crítica hecha palabra, me rebelo cuando la impaciencia se
asienta en cada célula de mi ser, me rebelo cuando me siento intolerante ante
otros procederes, me rebelo cuando me irrito ante la falta de respeto, me
rebelo cuando piso de puntillas encogido por el miedo, me rebelo ante mi propia
incomprensión, me rebelo cuando soy consciente de que no me he puesto en el
lugar del otro, y así, un día sí y otro también, me rebelo, me rebelo y me
rebelo, mientras me flagelo emocionalmente por haber dejado al pensamiento, una
vez más, campar a sus anchas por el carrusel de la sinrazón sin haberle puesto
coto.
Y todavía rojo por mi propia cólera me
pregunto, ¿Conseguiré realmente algún día mantener la guardia alta y poder así
dominar completamente estos pensamientos?, ¿Conseguiré realmente algún día que
no me afecte la falta de respeto, la incomprensión, la mentira, los políticos,
las religiones, la intolerancia o la injusticia?, ¿Conseguiré colocarme de inmediato
en el lugar del otro y no a toro pasado cuando las emociones ya me han
desbordado?
No
creo que en mi caso sea cuestión de meditar más. Mi trabajo es intervenir en la
sanación de otros meditando. Es cuestión de atención, de más atención, es
cuestión de observar mis pensamientos, observar mis emociones,
observar las distintas reacciones de mi cuerpo, sin juzgar, sin calificar, sin ponerle nombre. Solo atención, solo presencia, solo estar.
A veces mi
dispositivo de vida pasa a “piloto automático” sin que yo sea consciente, y ahí
se acabó todo, y solo soy consciente cuando me encuentro en medio
de la crítica mental, o en medio del miedo, o en medio de la impaciencia, o ...... Entonces me siento mal y me rebelo, con lo cual cometo,
al menos, tres equivocaciones, una, dejar que el pensamiento se ponga el piloto
automático, dos, verme envuelto en mi propia critica mental, y tres, mi
rebelión.
En fin,
seguiré trabajando. Y vosotros ¿Cómo lo lleváis?
Los seres humanos tenemos un punto de masoquismo importante, nos gusta
sufrir, ya que a pesar de que digamos que no, los hechos demuestran lo
contrario: Nuestra felicidad es el sufrimiento, ya que permanecemos anclados en
él un día tras otro, sin hacer absolutamente nada; nuestra felicidad es contar
a diestro y siniestro lo mal que nos encontramos, en lugar de trabajar para
salir de ese dolor; nuestra felicidad es encontrar los fallos de los demás en
lugar de trabajar para eliminar los nuestros. Somos realmente un espécimen
raro.