Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Acuérdate de esto,
-dijo el Maestro- Todo tiene su momento,
todo ocurre cuando tiene que ocurrir, todo está bien. El ser humano, lo que
tiene que hacer es aceptar la vida, es aceptar su vida.
El
discípulo no entendía muy bien y preguntó: Entonces,
¿eso quiere decir que hemos de permanecer sentados esperando que vaya pasando
la vida?
No hijo mío,
-contestó el Maestro- eso no quiere decir
que te quedes sentado de brazos cruzados sin hacer nada esperando que la vida
siga, no. Eso quiere decir que se han de tomar decisiones, y aceptar las
consecuencias, y si no te gustan, pues cambia a otras decisiones, pero sin
lamentarte de las anteriores, ni permaneciendo ansioso para ver los resultados
de las nuevas.
Y
continuó el Maestro: La vida es, las
cosas son, las personas, también, son como son. Hay que aceptarlo todo, porque
todo está bien.
Y ¿lo que no está
bien?, -quiso saber el discípulo. por qué no todo está bien. No está bien por ejemplo que un loco te
apunte con un arma y te robe todo lo que llevas encima.
Lo que no está bien,
también está bien -concluyó el Maestro. Nadie gana nada por mantener en su mente, la
rabia, el rencor, la ira, el odio, porque nada cambia, todo sigue igual, y esas
emociones afectan negativamente a la persona que las siente. Mientras que aquel
que ha hecho el mal sigue tan feliz. Tú perdona al ladrón y luego pon el hecho en
conocimiento de la ley que os habéis dado los hombres, pero sin esperar el
veredicto de la justicia.
Veía hace días uno de esos
videos que corren y van dando vueltas por la red. (En YouTube: Ese pequeño
punto azul pálido). Es el video que encabeza esta entrada, gravado por la sonda espacial
Voyager 1, que a punto de abandonar el Sistema Solar fotografió la Tierra desde
6.000 millones de kilómetros. Desde esa distancia, la Tierra, nuestra Tierra,
se veía como un pálido punto de luz azul. Y sobre las imágenes del vídeo Carl
Sagan que fue astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico
estadounidense, explicaba que justamente ese punto, que es un pequeño grano de
la vasta arena cósmica, es nuestra casa. Ahí nacemos y vivimos, ahí somos
felices y sufrimos, ahí es donde queremos conseguir poder, donde luchamos,
donde nos matamos, sin ser conscientes del espacio tan insignificante que
ocupamos dentro de nuestro Sistema Solar, que es, aún más insignificante dentro
del Universo, o de los cientos, miles, millones, o tal vez infinitos Universos.
A
mí personalmente estas cosas me enganchan desde siempre, porque siempre me ha
parecido increíble que podamos vivir en una bola, en la que tres cuartas partes
de su superficie es agua, sin caernos de cabeza, (si, conozco la ley de la
gravedad), teniendo en cuenta que la bola está girando sobre sí misma, y a su
vez gira alrededor de una bola de fuego, acompañada en perfecto orden por otras
bolas, algunas muchísimo más grandes que nuestro planeta. Y todo ese conjunto
girando a su vez, suspendido sin ningún tipo de soporte en la nada, o en la inmensidad
de un espacio que parece ser que es infinito, y que si que lo es porque tampoco
sé cómo se podría delimitar.
Ante
tanta grandeza, a mí no me cabe ninguna duda de que tiene que haber un Orden
Superior que mantenga cada cosa en si sitio, ya que de no existir se generaría
un caos, o mejor, no se generaría nada, porque nada existiría, ya que ese Orden
Superior que mantiene todo en perfecto orden ha tenido que ser el Creador de
todo lo que existe.
No sé si alguna vez han pensado
en esto, o si se han planteado que somos nosotros, los seres humanos, y que
hacemos subidos en esa bola viajando alrededor de esa bola de fuego.
Para mí, que no soy científico,
todo esto es una prueba evidente de la existencia de Dios.
Pero en mi reflexión, aun voy
un poco más atrás: ¿Qué había antes del Universo?, antes del famoso Big Bang.
Nada. Antes del Universo había
Nada. Pensando en el “antes de”, se me ocurre pensar en ¿cuánto antes? y
¿Cuándo sería el principio de ese Nada? Y resulta que no hay principio, que ese
Nada existe desde siempre. Algo inconcebible para la pobre limitación de la
mente humana, porque podemos entender intelectualmente que algo exista desde
siempre, que no tenga principio ni fin, es decir, que sea eterno, Pero a pesar
de ese entendimiento intelectual, casi nos surge la pregunta: “Ya, pero ¿Cuándo
comienza ese infinito?”.
Después de entender, aunque
solo sea de manera intelectual, el “antes”, aun queda otro concepto de
reflexión. Ese concepto es “Nada”. ¿Qué es “Nada”’, y sobre todo ¿cómo a partir
de esa Nada se crean los Universos?, con todo lo que albergan?”.
La
“Nada” es la Energía origen de todo lo creado. Se podría seguir llamando
Energía, pero alguien, no sabemos ni quien, ni cuando, la denominó Dios.
Por
lo tanto, podemos decir, sin temor a equivocarnos que todo es Dios, y no es que
Él creara el mundo, es que el mundo es Él mismo. El mundo es Dios. El Universo
es Dios y todo lo que en él existe es Dios.
Dios
Es. Dios es la vida que cada uno de los
hombres somos, es la tierra que pisamos, es el aire que respiramos, es el color
de la piel y la suavidad del tacto.
Dios es el
viento sobre el agua, es el cambio de hojas, es la simplicidad y la belleza de
la flor.
TODO LO
QUE EXISTE ES DIOS.
Aún nos queda por aclarar otro
concepto y ese concepto es la calidad de la Energía que existía antes de
cualquier manifestación de la Creación. Preguntar por la calidad de la Energía,
es lo mismo que preguntar por la calidad de Dios, y la calidad de Dios no es
otra que Amor.
El Amor es la energía más poderosa
que existe. El Amor es la energía que hemos venido a manifestar los seres
humanos.
Si todo
esto nos parece creíble, es suficiente para desmontarnos todo el conocimiento
que hasta el momento teníamos sobre Dios: Que es un Ser Superior, que quiere
que nos portemos bien. Que si lo hacemos nos habremos ganado el cielo, y si no
iremos de cabeza al infierno. Por supuesto, con los matices de las diferentes
religiones.
El
conocimiento que imparten las diferentes religiones no es que sea un
conocimiento simplista, es un desconocimiento total o, mejor aún, una
manipulación inculcada por grupos que han hecho de Dios su “modus vivendi”,
pero que es muy posible que, a estas alturas, después de años y años manejando
estas enseñanzas, ellos mismos las crean como verdaderas. Por lo que no se
puede hablar de mala fe por su parte. La inmensa mayoría cree lo que predica.
Este
concepto de Dios es el primero que tenemos que tener claro en el inicio de
nuestro viaje, en el inicio del “viaje del alma”.
Nos han
enseñado que Dios es un personaje sombrío, atemorizante, enfadado y
sentencioso. Pero Dios no es ninguna de esas cosas. El dios que sermonea, que
juzga, que persigue, nunca ha existido salvo en las mentes de los hombres. Fue
el hombre el que creó a ese dios que juzga a unos y exalta a otros.
Dios es
Amor. Saint Germain, en el “El libro de oro” dice: “Dios jamás critica ni condena, sino que en cada tropiezo dice dulce y
amorosamente: Levántate hijo y comienza de nuevo, continúa ensayando hasta que
logres la verdadera victoria y la libertad de tu dominio divino”.
Por la muerte de mi esposa -le respondió
el discípulo.
Y ¿crees que tu dolor es una buena
herramienta para devolverle la vida? -siguió el Maestro.
Ya
sé que nada va a devolverle la vida -replicó el discípulo, un poco molesto.
Entonces, ¿por qué sufres? -insistió
el Maestro.
Extraño su presencia, y no quiero
olvidarme de ella -respondió el discípulo.
Te propongo un plan: En lugar de
pensar en su muerte y en que ya no está a tu lado, piensa en los infinitos momentos
de felicidad que pasasteis juntos. Así no la olvidarás, la recordarás con alegría, incrementarás tu amor
por ella y disminuirá tu apego, con lo que dejarás de extrañarla. Y por si eso
fuera poco, piensa que donde está ahora es mucho mejor todavía que eso que los
hombres definís como “Estar en la Gloria” -sentenció el Maestro.
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Mi
hijo acaba de caer rendido en su cama. Hoy ha sido su fiesta de cumpleaños. Ya
tiene seis años.
Hasta
hace seis años, mi vida era tranquila, ordenada, previsible, con un control
absoluto sobre mis tiempos. Casi podría decir que hasta era un poco aburrida.
Hoy, sin embargo, mi vida no tiene nada de tranquila, es totalmente
imprevisible, desordenada en grado sumo, y tratando de aprovechar los tiempos
cuando él está en el colegio, desarrollando sus múltiples actividades, (hoy los
padres les dejamos poco espacio a nuestros hijos para que jueguen), o
descansando como ahora mismo.
Pero
hoy ha sido un día especial. Acabábamos de cantar el cumpleaños feliz, había
soplado sus velas, y los animadores de la fiesta nos ofrecieron a su madre y a
mí el micrófono para decir algo, y él, en medio de nosotros, pidió el micro. Se
lo dimos con un poco de miedo, tengo que reconocerlo, por si soltaba alguna de
las suyas. (Los niños son auténticos y dicen lo que piensan sin ningún
problema, y él suele hacerlo con frecuencia). Lo cogió y lo sostuvo en su mano
con una soltura que a veces no tiene para sostener sus golosinas, y comenzó a
hablar, dejando a todos los que le escuchábamos con la boca abierta y el
corazón henchido de emoción.
Fue
un discurso serio, ordenado y coherente. Comenzó dando las gracias a todos por
haber asistido a “su fiesta”, siguió explicándonos lo feliz que se sentía por
estar con todos sus amigos en un día tan especial, y finalizó anunciando que
después de la torta había preparado una sorpresa para sus amigos.
Después
de él hablé yo. No se ni lo que dije, no era importante, ya que después de su
discurso habría hecho falta ser un magnífico orador para desviar la atención
que él había atraído hacia sí de manera magnética.
Hoy
supe que su discurso solo era el primero de muchos, cientos o miles con los que
va a deleitar a sus audiencias. Hoy supe que soy el padre de un Maestro.
Gracias
por haberme elegido hijo mío. Te quiero. Estoy loco por ti.
Señor, no sé si he
avanzado algo, y cuánto me falta todavía para llegar, no sé …, Tú, mejor que yo lo sabes. Pero
para llegar a ese no sé dónde, yo creo que aún me falta un buen trecho.
Casi sé de dónde
vengo. Es seguro que vengo del miedo, de la tristeza, de la impaciencia, de la
intolerancia, de la vanidad y del orgullo. Es posible que haya dejado atrás
alguna otra estación, no soy muy consciente, pero sí sé de dos estaciones que
aún tengo muy lejos para alcanzar: El Amor y a Ti.
Sé que eres la última
estación, y la ansío, porque cuando llegue a Ti, se habrá acabado el
sufrimiento, en cualquiera de sus formas. También sé que el vehículo para
llegar a Ti sólo es el Amor. ¡Y me falta tanto!
Vivo con toda la
atención posible, para en los casos en que no llegue con el amor, llegar al
menos con el respeto, pero supongo que sabes, que a veces, pierdo la atención,
y entonces, ni respeto ni amor. Es cierto, que cada vez soy más consciente,
pero me pregunto: ¿Por qué no siento lo mismo por todas las personas?
Amo a mi madre, amo a
mi esposa, amo a mis hijos, amo a mis nietos, amo a mis amigos. Por todos daría
la vida, pero creo que, mientras por unos la daría por obligación, por otros la
daría por puro placer.
¿Sabes cómo lo sé?
Bueno ya sé que lo sabes, pero me apetece contártelo. Con frecuencia, pienso en
el amor tan inmenso que siento por mi esposa o por mis hijos, y siento cómo mi
pecho se expande, es como si se desbordara un mar de energía por todo mi
cuerpo, a la vez que mis ojos se llenan de lágrimas. Es amor, es puro amor.
Entonces pienso que
eso es lo mismo que debería de sentir por todos los seres, y me entristece
pensar que no lo siento.
Por eso, sé que me falta
mucho Señor. Y aun siento que me falta mucho más cuando pienso en Ti. Porque
tendría que amarte sobre todas las cosas y siento y pienso que no es así. ¡Me
falta mucho todavía Señor!
Cada vez siento con
más intensidad que tengo que utilizar mi experiencia de vida para enseñar a
otros el camino para llegar a Ti. Pero si yo no he llegado, ¿cómo puedo enseñar
a otros?, ¿no seré un farsante?, ¿no confundiré mis sensaciones con mis
pensamientos o con mis deseos?, ¿estaré en el camino correcto?
Yo sé que me hablas,
pero no te oigo Señor. Me gustaría tanto sentir Tu Palabra, o sentir a los
Maestros. Aunque solo fuera una vez.
Me cansa la vida, me
aburren las personas. No tienen voluntad. No saben que tienen que llegar a Ti,
pero si lo supieran querrían hacerlo con una gragea antes de cada comida. Son
incapaces de buscarte, y yo no sé cómo explicárselo, sé que no se lo creen.
Quieren saber cómo
atraer dinero y poder, quieren tener la certeza de que son eternos, pero en la
forma que tienen. Quieren saber si en otra reencarnación su mamá va a volver a
ser su mamá, y si su hija va a volver a ser su hija.
No tienen tiempo de
entrar en sí mismos, pero sí lo tienen para salir afuera. Miran al diferente
con miedo o por encima del hombro. Envidian el éxito y como no lo consiguen lo
critican sin piedad.
Estoy cansado Señor.
No voy a llegar, no sé muy bien adónde, pero no voy a llegar. Me siento como el
corredor de la maratón al que le fallan completamente las fuerzas a veinte
metros de la llegada.
Es un deporte mundial
vivir anclados en el pasado. Lamentándose por lo que se hizo, por cómo se hizo,
o por no haber hecho. Tenga presente que todo lo que se hace se hace de la
mejor manera que la persona puede. Nadie hace nada mal a conciencia, sobre
todo, si es algo de lo que luego puede arrepentirse.
No se juzguen, no se
critiquen. Todo lo que hacen, por lo menos, para ustedes mismos, lo hacen con
la mejor intención, con la intención de conseguir alcanzar alguna meta. Si no
lo consiguen varíen algún aspecto del camino para conseguir resultados
diferentes, pero no lo conseguirán, seguro, menospreciándose a sí mismos.
Recuerden: energías iguales se atraen. Si piensan que son unos burros, al final
rebuznarán.
Hay
un refrán que dice: “A lo hecho pecho”, que significa que, si lo hecho es
irremediable, y malo, hay que tener fortaleza y valor para aceptarlo.
Que
sirva de lección para rectificar en el futuro, para que no vuelva a suceder.
Pero lamentarse y flagelarse eternamente no cambia el hecho. ¡Para que sufrir!
De
la misma manera, aunque estemos tratando de cuestiones hacia uno mismo, podemos
desviarnos unas décimas, para entender que los otros, también han hecho las
cosas lo mejor que sabían, por lo tanto, eviten cualquier tipo de crítica.
Cada
vez que se rememora un hecho del pasado, la mente siempre lo interpreta como
presente, ya que para ella no existe pasado, siempre existe en presente lo que la
ocupa en cada momento. Por lo tanto, cada vez que rememora un suceso es como si
lo estuviera viviendo en ese momento, generando la misma energía que se generó
entonces, el mismo dolor, el mismo sufrimiento. ¿Merece la pena sufrir
permanentemente por un mismo suceso?
Lo
mejor es aceptarlo.
Si fue por algo que
hicieron y se arrepienten por los resultados, ya no pueden hacer nada más que
extraer la enseñanza, y procurar que no se vuelva a repetir para evitar el
sufrimiento.
Si fue por la pérdida
de un ser querido, tampoco le van a traer de vuelta con su dolor permanente.
Así que acepten el hecho, y si les apetece recordar algo, recuerden los buenos
momentos vividos con esa persona.
Si fue por algo que
les hicieron, pongan los medios para que no vuelva a suceder, como puede ser,
no frecuentar a esa persona.
Sea
cual sea la razón de su viaje al pasado, no consigue más que avivar la llama
del dolor. En sus manos está vivir el dolor o alejarlo de usted.
concédeme la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar
aquellas que puedo,
y sabiduría para reconocer la diferencia.
San Francisco
de Asís
Teniendo
en cuenta que el cuerpo ha sido elegido por cada alma como la mejor opción para
el trabajo a realizar, rechazar el propio cuerpo, o alguna de sus partes,
significa renunciar a aquello que el alma ha preparado con esmero.
Por
lo tanto, si cree que ha venido para realizar una misión, y que para ello el
instrumento que se ha dado es el cuerpo, tiene que aceptar, valorar, respetar,
cuidar y amar su cuerpo.
Si
no cree que ha de realizar un trabajo determinado, es igual, tiene que pasar la
vida con su cuerpo, con cualquiera que sea su creencia. Por lo tanto, acéptelo
también, ya que sufrirá inútilmente si no lo hace.
Así
que, tanto si cree que ha elegido su cuerpo, como si cree que usted es el
resultado del azar, tiene el cuerpo que tiene. Acéptelo, no lo puede cambiar,
salvo los pequeños, o grandes matices de la cirugía.
Aliméntelo
de manera sana, ejercítelo, que no se atrofie antes de tiempo, dele el descanso
que le corresponde. Potencie sus fortalezas y trabaje para mejorar sus
debilidades.
Escuchen
su cuerpo. El cuerpo es sabio y sabe realmente que necesitan, cuando lo
necesitan y como lo necesitan. No maltraten a su cuerpo. Si maltratan a su
cuerpo, no se sorprenda si otros les maltratan, porque es la energía que
desprenden.
Recuerde
que energías iguales se atraen, por lo tanto, si usted no está satisfecho de su
cuerpo, esa energía le rodeará como un anuncio de neón, y todos aquellos que se
crucen en su camino, serán atraídos por su “luz de neón”, y opinarán, (deporte
mundial el de opinar de cuestiones ajenas), que no les gusta el cuerpo que
usted tiene, con lo cual añaden sufrimiento al suyo propio.
Tenga
en cuenta, además, que usted es un ser único. No existe otro igual en todo el
Universo. Y las piezas únicas siempre han sido muy bien valoradas.
No
se lamente de su cuerpo, no le critique. Con los lamentos y con la crítica no
va a conseguir cambiarlo.
Cuando aparece la enfermedad, los seres humanos
suelen preguntar, llevando la mirada al cielo: “¿Por qué a mí Señor?”, pero
casi ninguno lleva la mirada a su interior y se pregunta: ¿Por qué y para qué esta
enfermedad?
Casi
nadie duda, a estas alturas de nuestra evolución, de la conexión entre los
problemas emocionales y las enfermedades físicas, es normal que, si le comentas
a alguien que te duele la rodilla, te diga que busques la razón por la que no
quieres avanzar, o que a las contracturas en los hombros se las asocien con un
exceso de carga emocional. Pero todavía nadie, o muy pocas personas, asocian la
enfermedad física y el problema emocional con el alma, o con la programación de
esa alma para la vida, o con la misión de vida, o con el aprendizaje espiritual
pendiente.
Y
es, justamente el alma la que programa la vida, incluidas las enfermedades del
cuerpo que ocupa, que para el alma solo es un instrumento.
Es muy difícil la vida del ser
humano cuando deja de vivir en la periferia de la conciencia y comienza a darse
cuenta de que la vida no es lo que está viviendo, ni él, ni sus contemporáneos.
Ese espacio y ese tiempo, en el que los hombres creen que están para satisfacer
los caprichos del ego, para sufrir por sus preocupaciones, para luchar por sus
falsas creencias, para llorar por la desaparición de sus seres queridos, para
batallar con las enfermedades, para alargar, lo más posible, la vida.
Y así, hasta que un día, toma
conciencia de que la vida, es más, porque vislumbra, de alguna manera, que las
opciones para satisfacer los sentidos, que antes llenaban su vida, no le garantizan
la felicidad esperada; que sus luchas para cumplir lo que cree que son sus
prioridades no le satisfacen, aunque tengan un éxito efímero; que con sus
enfrentamientos en materias terrenales, como pueden ser las cuestiones políticas,
religiosas, deportivas, no consigue más que añadir dolor, ansiedad, incomodidad
o miedo.
¡Tiene que haber algo más! Y es en
ese momento de duda y de reflexión cuando, realmente, se ve abocado a un sufrimiento
mayor, originado por la impotencia ante la imposibilidad, aparente, para
cambiar la vida que conoce, la vida que vive, la vida que le exigen y que
esperan los demás.
Es entonces cuando sabe que tiene
que vivir la vida del alma, pero no sabe cómo.
En algún momento, después de ser
consciente el ser humano, de que la vida es algo más, tiene que atravesar una línea
de separación, tiene que existir un punto de inflexión, en el que el hombre se
desprenda del ego, y viva, sin ambages desde el alma.
La historia narra estos puntos de
inflexión que existieron en la vida de grandes Maestros y grandes hombres y
mujeres: Jesús se dirigió al desierto, estando cuarenta días y cuarenta noches,
antes de iniciar su vida espiritual. Mikao Usui (monje zen japonés) afirmó
haber redescubierto la técnica de sanación de imposición de manos, (Reiki),
tras alcanzar satori, (estado máximo
de iluminación
y plenitud), durante un retiro espiritual en el monte Kurama de Kioto. Sakhiamuni
Gautama se sentó debajo de una higuera durante semanas, hasta alcanzar la
iluminación. Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer
penitencia, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados, (que todavía hoy
es posible apreciar), practicando un severísimo ascetismo, con corona de
espinas bajo el velo, cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida,
hiel como bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Pero nosotros, hombres y mujeres del
siglo XXI, no necesitamos tanto sacrifico. O ¿sí? Posiblemente lo necesite
alguno, pero serán contados. ¡Bastante tenemos con nuestro dolor! Lo que sí que tiene que existir s ese punto de
inflexión, o esa línea de separación, en la que el ego se retire de sus lindes,
sin ruido, sin lucha, para dejar el camino expedito a los dictados del alma. Ese
punto, ese momento de la vida, en el que el hombre entregue sus miedos, sus
dudas, su dolor y su sufrimiento a Dios.
Ese momento puede ser una enfermedad, la partida
de un ser querido, o cualquier otro acontecimiento que le permita al ser humano
descubrir, en algún resquicio de su dolor, que él no es lo que creía ser, sino
algo mucho más grande. Descubrir e integrar ese conocimiento, hace que se
acaben las preocupaciones, los malentendidos, los sufrimientos.
Esa
es la muerte del ego. Ese es el final del sufrimiento. Esa es la resurrección
del alma.