Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
“Rasgar el velo
de la soledad” es el diario de un peregrino en el Camino de Santiago. Es el
diario de la transformación de Gonzalo, un hombre que tenía una vida normal o,
mejor, más que normal, porque podía considerarse un hombre feliz, algo que
pocas personas pueden pregonar, como él, en voz alta.
Casado desde
hacía veinte años con Natalia, se amaban con más intensidad que el primer día.
Habían aprendido a amarse, desde el enamoramiento inicial, a través del respeto
mutuo.
Tenían una hija
de dieciséis años a la que habían enseñado el valor de la familia y a la que
habían contagiado su felicidad.
Eran una
familia feliz. Una familia de cuento de hadas.
Pero todo se
acabó, un día, en un abrir y cerrar de ojos.
Como cada día,
Natalia fue a buscar en coche a su hija al instituto. Nunca más regresaron a
casa. Un conductor borracho se las llevó por delante muriendo, al instante, en
el brutal impacto.
La vida de
Gonzalo terminó también en ese instante y si no lo fue de manera real, si lo
fue emocionalmente. Él pensaba que no podía seguir viviendo con tanto dolor,
con tanta tristeza, con tanta ira contenida, sin apego a la vida y renegando de
Dios, porque si realmente existiera no podía permitir tantas injusticias.
Después de casi
un año desde que ocurrió el accidente seguía manteniendo el mismo dolor. Se
acercaba la Navidad. No le apetecía ni la compañía ni amargar las navidades a
su familia, por lo que decidió pasarlas
solo y para que no le molestaran no se le ocurrió mejor idea que hacer el
Camino de Santiago.
En realidad, la
idea de hacer el Camino nació en él a raíz de un sueño muy vívido que tuvo con
su esposa y su hija, el primero desde el accidente. En el sueño él estaba
realizando el Camino de Santiago y se encontraron en León, que es una de las
etapas del Camino. En la despedida de ese sueño su esposa dijo “Nos volveremos
a encontrar. Te esperaremos en este mismo sitio”. Esa despedida fue interpretada
por Gonzalo como que tenía que realizar el Camino de Santiago.
Desde la
primera etapa en Francia hasta su llegada a Santiago, casi un mes y medio desde
la partida, dos encuentros en el Camino, con la Virgen María y con una madre que,
como él, había perdido a su hijo, resultarán sanadores para Gonzalo
efectuándose en él una transformación total.
Del hombre
triste y apagado que renegaba de Dios, al hombre que llegó a Santiago terciaba
un abismo. Porque a Santiago llegó un hombre renovado, un hombre diferente que
comprendió en su peregrinaje cual era la razón de la vida.
Gonzalo en este
diario cuenta su experiencia, convencido de que puede resultar también sanador
para todos aquellos que se enfrentan a una vida de dolor, de insatisfacciones,
de tristeza o infelicidad.
Kepha, que fue Pedro, el primer discípulo de Jesús en una de sus vidas, necesitaba volver a realizar un nuevo periplo en la Tierra porque aún no había finalizado su aprendizaje, aún le faltaban décimas en la calidad de su amor.
En su Plan de Vida será Fran, y a través de la vida de Fran, a través de sus pensamientos, de sus emociones, de sus sentimientos y de sus vivencias, podrá recorrer el lector las diferentes etapas por las que todos los seres humanos han de transitar para alcanzar la serenidad, la alegría, la paz y la felicidad, que son un derecho de vida que pocos recuerdan y, a pesar de desearlo vehementemente, pocos logran llegar a vivir una vida plena.
La vida de Fran es la misma vida que la del resto de los seres humanos, con las mismas situaciones, los mismos sufrimientos, los mismos deseos y las mismas carencias.
Fran sabe que puede llegar a vivir una vida diferente basada en el amor, en la comprensión, en el respeto y en la ayuda, con un objetivo cada vez más claro: llegar a Dios viviendo una vida de alegría, de paz y de felicidad. Si Fran sabe que puede, y ¡puede!, tú también puedes. Solo necesitas, primero, desearlo y, a continuación, intentarlo. Ahora es el momento
Un
día un niño quiso saber quién era Dios, así que fue a preguntarle al sacerdote
de su tribu, pero este no pudo darle una respuesta satisfactoria.
Apenado
el niño por no encontrar una verdadera respuesta, decidió ir a recorrer el
mundo para encontrar la verdad
Dejando
atrás su pequeña aldea, se fue, muy decidido a no volver, hasta encontrar lo
que andaba buscando.
Recorrió
muchos lugares, valles y desiertos, tuvo que afrontar diversos peligros, y se
encontró con mucha gente culta, pero nadie sabía con certeza como responder a
la pregunta: “¿Sabes quién es Dios?”
Un
día llegó a los pies de una montaña en donde vivía un viejo y sabio ermitaño
Agotado
por su búsqueda sin respuesta, el niño que ahora era un joven alto y fornido;
decidió hacer un último intento y le pregunto al sabio: “¿Sabes quién es
Dios?”, a lo que el sabio respondió: “Dios es esa energía vital de la cual
todos nacemos, Dios es esa fuerza de amor y felicidad que ríe junto a nosotros,
Dios es ese espíritu de rocío que llora a nuestro lado cuando nos sentimos más
desolados. Algunos piensan que es quién nos ilumina y nos permite conocernos a
nosotros mismos a través del yoga, la meditación, la oración y el silencio;
otros creen que es un padre creador, que nos quiere y nos ama; y hay quienes
están convencidos que Dios es un juez implacable y que necesitan complacerlo,
para que no deje caer sobre ellos el peso de su cólera”.
La
verdad es que para descubrir quién es Dios, tienes que escuchar la voz de tu
corazón, ya que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser, y a cada uno se nos
presenta de una forma única e íntima, por lo que solamente tú puedes descubrir
a Dios.
Feliz
el joven, porque finalmente encontró la respuesta que andaba buscando, dio
gracias al ermitaño y volvió a su aldea, sabiendo quien era Dios, y que cuando
lo necesitara, solo tenía que buscar dentro de sí, y ponerse en contacto con lo
más íntimo de su ser.
¾Señor, a pesar de saber que no interfieres para nada
en los asuntos humanos, a veces, siguiendo la onda de otras personas, me
pregunto ¿cómo puede ser que permitas tanto sufrimiento?
¾Antay, ¿cómo puede ser que te preguntes eso sabiendo
perfectamente que siempre permanezco neutral ante cualquier situación humana?
¾Es que Señor, es mucho el sufrimiento. Las personas
mueren en soledad, sin la compañía de sus seres queridos, después de haber
pasado su enfermedad y su agonía, también, completamente solos. La pobreza está
creciendo de manera exponencial por todo el planeta, ¿no hay nada que puedas
hacer?
¾Todos los que estáis encarnados ahora mismo sabíais,
de antemano, que os ibais a encontrar con esto y, aun así, elegisteis nacer y
lo hicisteis con alegría porque, muchos de vosotros, teníais fundadas
esperanzas de que esta situación llevaba implícito un avance importante en
vuestro crecimiento, un incremento en vuestra vibración.También sabes que nadie ha muerto en soledad.
Todos han estado más acompañados que nunca. ¿Se te ha olvidado que no eres ese
cuerpo?
¾No se me ha olvidado. Pero muchos piensan que podrías
hacer algo para aliviar tanto dolor.
¾No soy yo el
que tiene que hacer. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que tenéis el
mando. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que estáis en un ciclo
determinado de vuestro aprendizaje. Sois vosotros, las almas encarnadas, las
que habéis atraído al virus. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que tenéis
que aprovechar el magnífico momento que habéis creado. Vuestro es el poder ¿Podría
el rector de una universidad anular un examen, cuyas preguntas aparecen en los
libros de texto, solo porque los alumnos lo consideran difícil?
¾Pero, ¿hay algo que podamos hacer?
¾Si. Amaros, respetaros, ayudaros.
¾No has dicho orar. ¿Es qué orar no sirve de nada?
¾Sirve de mucho. Pero recuerda el refrán: “A Dios
rogando y con el mazo dando”. Cuando oras estás elevando tu vibración, te
acercas a Mi y te pones en contacto con tu misión en estos momentos. No reces
para que yo extermine el virus, sabes que no lo voy a hacer. Pero no olvides
que después de orar tienes que amar y respetar al otro para no contagiarle y al
que no tiene, le tienes que ayudar.
¾¿Puede ser que el virus haya sido creado por otros
hombres?
¾Puede ser.
¾Y te quedas tan tranquilo.
¾Si fuera así, esos otros hombres también son Mi Creación.
¾Pero son hombres que están dirigidos por Lucifer.
¾Lucifer también es Mi Creación.
¾Perdón Señor. A veces mi mente me juega malas pasadas
y me hace creer que soy uno de tus hijos favoritos.
¾Si que lo eres, pero hay otros miles de millones que
también lo son.
Este es
el inicio de un largo camino. “Yo Soy” el cambio
Ya
estamos viendo en los países en los que se están empezando a relajar las
medidas de confinamiento cual es la preocupación de los dirigentes que son los
que tendrían que liderar el tan ansiado cambio: Que la economía, tal como la
conocemos, no termine de hundirse y que todo vuelva a la normalidad económica
lo antes posible. Justo a esa normalidad basada en la desigualdad que no
queremos.
Es
posible que se den algunos cambios, sobre todo, alguna mejora de la sanidad,
que está siendo el pilar de contención de la pandemia. Países que estaban
desmantelando su sanidad pública intentarán detener su deterioro y otros que
tienen una sanidad del siglo XIX intentarán adecuarse al siglo XXI. Pero poco
más.
La
pandemia, para los que sobrevivan, no va a servir más que para empobrecer a la
clase media y terminar de hundir a la clase baja. La clase súper alta, que es
la que realmente organiza el mundo a su antojo para su propio beneficio, no se
va a ver afectada en lo más mínimo, salvo que va a enriquecerse un poco más. Incluso
pueden salir mejor parados porque algunos, puede ser que les idolatren aún más
porque donan millones para ayudar a frenar la pandemia. ¿Qué es un millón o dos
o veinte comparado con lo que tienen?, es como para el resto de nosotros dar un
dólar a un pobre a la puerta de una iglesia. Una limosna.
Lo que esta
pandemia ha vuelto a dejar al descubierto es la solidaridad de muchísimas
personas en cualquier parte del mundo. La solidaridad siempre emerge en las
catástrofes, lo cual es fantástico, pero se reduce cuando la situación vuelve a
la normalidad. Y mientras no se consiga una igualdad real, en la que no pase
hambre ni un solo ser humano, la solidaridad va a seguir siendo necesaria.
Por lo
tanto, los que tenemos claro que el orden mundial debería de cambiar tenemos
que liderar el cambio. O, mejor, más que liderar el cambio tenemos que comenzar
a abrir la puerta para que este se realice, porque va a ser una lucha sin
cuartel, silenciosa y larga, muy larga, posiblemente nos lleve más de un siglo.
A no ser que tengamos en unos años una nueva pandemia que mate a dos millones
de personas y se lleve por delante la economía tal como la conocemos.
Casi
todos los que creemos que vivimos en una sociedad injusta e iniciemos ahora la
lucha o, mejor, que seguimos en la lucha que iniciamos hace algún tiempo, es
seguro que volveremos a la vida dentro de cien o doscientos años y, es posible,
que entonces sigan las desigualdades pero tendremos ya un terreno preparado y
abonado por nosotros en esta vida, para que sea más fácil la batalla final, ya
que nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y tataranietos habrán seguido la
estela que ahora iniciamos nosotros.
¿Cómo
tiene que ser esa lucha? Ahora tiene que ser espiritual, porque nosotros no
podemos cambiar el sistema económico, pero si podemos cambiar la
espiritualidad. Tampoco podemos salir a las calles siete mil quinientos
millones de seres a reclamar un cambio de orden cuando cada uno de los siete
mil quinientos millones tiene una idea de orden diferente en su cabeza. Si no
fuera así, no habría tanto voto disperso. Personalmente nunca he entendido como
un obrero puede votar a la derecha. Pero aunque se vote a la izquierda, da lo
mismo. Son los mismos con una corbata de distinto color. Y lo que necesitamos
no son líderes de derecha o de izquierda, necesitamos lideres humanos, que se
sientan iguales, que amen a sus conciudadanos, que lloren con ellos, que rían
con ellos, que el sufrimiento de uno sea su propio sufrimiento, que no sepan de
economía, que no sepan de leyes, que sepan de justicia humana, de igualdad, de
compasión y de humildad.
Por lo
tanto, hemos de dejar de lado, aunque sigamos en la lucha por reducir la
desigualdad, las batallas política y económica para centrarnos en la batalla
espiritual.
Así como hay diferentes sistemas
políticos y económicos y diferentes religiones, en lo referente a la
espiritualidad, no hay dudas, solo existe un orden, el orden del Amor, que
conlleva inherente todos sus atributos: alegría, fe, igualdad, humildad,
comprensión, justicia social, tolerancia, paz, serenidad, misericordia,
felicidad, generosidad, compasión, libertad, aceptación, bondad, honestidad,
fortaleza, respeto, servicio.
Porque
el cambio, el auténtico cambio, es actuar desde el Amor. El Amor solo tiene una
regla, la Regla de Oro: Trata a los demás como tú mismo quieres ser tratado.
Tenemos que ser el cambio que
propugnamos realizando nuestro propio trabajo interior para ser el Amor que
demandamos al mundo, porque al final de todo el camino, dentro de uno, cinco o
mil años, la energía que va a mover el mundo es el Amor. Ese es el cambio, ese
es el final del camino. Empecemos en nosotros mismos y hagámoslo ya, no
esperemos a mañana.
Nuestro
objetivo tiene que ser elevar nuestra vibración en el Amor para ir influyendo
en los que nos rodean y estos a su vez influir en otros y estos en otros y así
sucesivamente hasta llegar al poder. Es un trabajo lento ¿verdad? Y más lento
porque es una batalla con uno mismo y, aunque sea incruenta, es la más
terrorífica de las batallas.
Para
eso lo mejor es comenzar por el principio. Saber de dónde partimos cada uno de
nosotros, porque el final del camino es el mismo para todos: aprender a Amar.
Como
pasar de donde estamos al Amor no es tarea fácil, mejor vayamos ganando cada
una de las partes, subiendo un peldaño tras otro, que no son otros que las
cualidades del Amor, para llegar al Todo. Hoy trabajo la paciencia, el mes que
viene la tolerancia, al otro el perdón y, así, un día tras otro llegaremos a la
cima.
Voy a
terminar esta entrada con unas preguntas. A partir de la próxima intentaré
desgranar como ganar cada una de las etapas que nos van a llevar a la cumbre.
Podéis
escribir y contestar para unificar ideas.
¿Tenemos
claro que todos SOMOS UNO, que somos lo mismo, todos con el mismo origen, todos
con el mismo fin?
¿Tenemos
claro que somos más que un cuerpo?
¿Tenemos
claro para que venimos a la vida?
¿Tenemos
claro que organizamos nuestra vida antes de encarnar?
¿Tenemos
claro que la pandemia estaba contemplada en nuestro Plan de Vida?
Si
tenemos claro que está contemplada en nuestro Plan de Vida y, por lo tanto,
aceptada por nuestra alma ¿Qué esperábamos ganar con ella?
La
contestación a estas preguntas y, algunas más, lleva implícito el trabajo a
realizar.
Cuídense,
todos somos necesarios, ya que si falta uno tendremos que suplir su vibración
entre los demás.
El
confinamiento se alarga y se estira como si fuera chicle.
He
dejado de ver noticias, son un poco cansinas, como lo son también las
informaciones que van apareciendo por las redes sociales.
He
leído casi diez millones de causas por las que este virus ha mutado para
apoderarse del género humano. Pero sea cual sea la causa, ¿qué más da? Está
aquí y hay que lidiar con él. Desde luego si la causa fuera la nueva tecnología
5G no deberíamos de permitir su expansión, aunque, de ser esta la razón, ya se
encargarán los “auténticos poderes”, que usan a los presidentes de los países y
organizaciones como títeres, para hacernos creer lo contrario.
Pero
hemos de tener presente que nada ocurre por casualidad, y que todos y cada uno
de los seres humanos que habitamos en esta época el planeta ya teníamos
contemplada esta circunstancia en nuestro Plan de Vida y, por supuesto, la
hemos elegido voluntariamente. Somos unos héroes.
Unos
para morir, otros para enfermar y sanar, otros para ayudar a todos a dejar
atrás la enfermedad, otros para vigilar el orden, otros para poner palos en las
ruedas, otros para arrimar el hombro, pero casi todos para sufrir que es la
espoleta del cambio. Unos para encumbrarse y otros para hundirse, Pero todos
para crecer, y para aumentar nuestra vibración y la vibración del planeta. Porque
no existe nada, absolutamente nada, contemplado en el Plan de Vida de cada alma,
que no sea para su crecimiento, para su aprendizaje, para su acercamiento a
Dios.
Terminaba
la entrada anterior diciendo “…. si de esta crisis no sacamos la enseñanza de
que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy
ayudando y respetando yo, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor,
tanta carencia y tanto sufrimiento”.
Pero
ahora ya sé que todo va a seguir igual.
Es muy
difícil cambiar un régimen capitalista que es el que impera en nuestras
sociedades, ya que son auténticos genios para atontar a los millones de
súbditos que con unas migajas hacen al “gran capital” cada día más y más rico.
De esta
crisis, todos, menos “ellos”, vamos a salir maltrechos, más pobres, más
controlados y, sobre todo, con más miedo, que es la herramienta principal que
utilizan para subyugarnos.
Bueno,
en realidad, todo no va a seguir igual. Algo habrá cambiado, pero será a nivel
individual. Tendrá que ser uniendo esas individualidades como se comience a
gestar el cambio. Ahí es donde radica la posibilidad de cambio. Pero, aunque no
se produzca, no importa, como género humano, nosotros o nuestros descendientes,
tendremos nuevas pandemias, y así será hasta que el cambio se materialice. El
cambio se tiene que realizar sí o sí.
Ya
hemos comprobado que se puede vivir sin futbol, sin toros, sin misas, sin
procesiones, sin políticos, pero no se puede vivir sin un hospital
perfectamente equipado, con un personal dignamente tratado y sobre todo, no se
puede vivir sin una barra de pan o sin un plato de lentejas. Por lo tanto, el
cambio lo tenemos que hacer no haciendo manifestaciones salvajes para conseguir
un día más de vacaciones, o un incremento de sueldo miserable, sino dando la
espalda, todos unidos, a todo lo superfluo que el gran capital ha hecho que
consideremos esencial. Porque si nos manifestamos para conseguir tal o cual
cosa, nos la van a dar para que volvamos a trabajar, pero ya se encargaran de
sacárnosla de otro sitio. Son listos, son muy listos, y nosotros somos tontos,
muy tontos.
Cuando
no vaya gente a los eventos deportivos, no se gastarán millones y millones de
dólares en sueldos para los jugadores. Todos los sueldos deberían oscilar en
una banda de entre 1 como mínimo y 5 como máximo. Es decir, que, si el sueldo
más bajo son 1.000 dólares, el más alto no debería ser superior a 5.000. En
ningún lugar del planeta.
Cuando
nadie vote a los ineptos que se enriquecen a nuestra costa enfrentándonos a los
unos contra los otros, podremos cambiar nuestro sistema político, porque los
políticos, sea cual sea su insignia y su doctrina, enfrentan a los ciudadanos
del norte con los del sur, favoreciendo a los cada vez más ricos y
defenestrando, engañando y manipulando a los cada vez más pobres.
Cuando
los lugares de culto se encuentren vacíos un día sí y otro también, es posible
que los líderes de las religiones reflexionen y se unan para ayudar a hacer un
mundo igualitario y no condenar ni discriminar a nadie, porque entenderán
realmente lo que significa ser hijos de Dios y apostarán por una sola religión:
La religión del Amor.
Cuando
nadie mire la basura televisiva, la cambiarán para enriquecer nuestra alma y no
embrutecer nuestros egos. Y así sucesivamente con cualquiera de los métodos de
atontamiento que utilizan contra la población.
Todos
somos uno, todos somos lo mismo y nos enfrentan los políticos, las religiones,
los deportes, los programas de televisión. Lo único que buscan es la
separación. Divide y vencerás.
Somos
nosotros los que tenemos que comenzar a gestar el cambio. Todos unidos.
Ayudándonos. Vibrando al unísono en el Amor. Hasta entonces todo seguirá igual.
La energía de la bendición es una de las más poderosas
que existe, junto a las energías del amor y del perdón.
Ahora parece ser un buen momento para hacer uso de esa
energía enviándosela a los enfermos del coronavirus para reforzar los
tratamientos médicos y las cadenas de meditación y de oración que se estén
realizando.
Cada bendición puede durar menos de medio minuto. Por
lo que puedes bendecir a más de un enfermo. En un cuarto de hora se puede
enviar la energía de la bendición a treinta personas.
Teniendo en cuenta que todos estamos en casa y tenemos
tiempo, más que de sobra, se puede dedicar un cuarto de hora en la mañana y
otro en la tarde.
¿Cómo hacerlo teniendo en cuenta que no conocemos a
las personas enfermas, a no ser que tengamos algún conocido con el virus?
Se puede hacer visualizando, pensando o imaginando la
silueta de una persona con un número delante. Si vas a enviar la energía a
treinta personas, piensa en un país y vete cambiando el número del 1 al 30, por
ejemplo. Y en la tarde sigue desde el número 31 en adelante, y así cada día.
Alguien puede pensar, ¿cómo va a llegar la energía a
una persona de esa manera que parece tan sutil? No te preocupes, ya se
encargará la energía, que es más inteligente que tú, de llegar a la persona que
la envías.
Para
realizar la bendición:
-Siéntate
con las plantas de los pies bien apoyadas en el piso.
-Levanta
las manos a la altura de los hombros con las palmas dirigidas al frente. Los brazos
cómodos al lado del cuerpo.
-Con
los ojos cerrados imagina a la persona delante de ti.
-Pide
a Dios que abra tu canal de Luz.
-Imagina
que llega una energía a ti por tu chakra corona.
-Esa
energía baja hasta tu corazón y se reparte por tus brazos para salir por tus
manos.
-Visualiza
esa energía saliendo de tus manos y llegando a la persona que tienes delante.
- Repite
en tu interior: Yo te bendigo, yo te bendigo con salud, yo te bendigo con paz,
con amor, con serenidad, con abundancia y prosperidad. Yo te bendigo. Te amo.
Cambias la imagen de la persona que tienes delante y
vuelves con la bendición. Cuando digo cambias la persona, en realidad, lo que
tienes que cambiar es el número. Así hasta que te canses.
Si esto te resulta difícil, puedes visualizar un país
y enviar la bendición a los enfermos de todo el país. Puedes hacerlo como te
apetezca, pero aprovecha parte de este tiempo de ocio con el que nos hemos
encontrado.
He
vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de
una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande,
comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente
en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra
también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra
mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.
Todos los
cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás,
sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por
lo nuevo que estaba entrando en mi vida.
No
tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno
cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a
vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran
más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por
delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando
haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de
blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.
El otro,
treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui
cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro
muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que
disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir,
sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya
que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que
una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido
más llevadera.
Tengo
claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego
aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el
apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis
compañeros de viaje por la vida.
El
diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una
inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien
puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera
encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor.
Creo
que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos
grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué
venimos a la vida.
Afortunadamente
solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos
últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.
Vivo
independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos
hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma
edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.
Estoy a
punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en
cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con
sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he
programado para vivir 92 años.
Reflexionando
sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera
vivido, al menos, cinco vidas en una.
Cuento
como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné
el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a
novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.
La
segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi
independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.
Es
curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene
una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme
por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.
La
cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de
yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba
cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.Este ciclo fue más corto, de tan solo diez
años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.
Y, por
último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años,
lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa,
a la sanación y la escritura.
En
plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo,
¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que
está iniciando una nueva etapa?
Hace
tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando
un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos
y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no
sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando
al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas
muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.
¡Cuídense
y así cuidarán al otro!
¡Bendiciones!
CONTINUARÁ
Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.
Hoy he
sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o
cinco años En el sueño, que tengo una o dos veces por semana, estoy preparando,
o estoy a punto de realizar, un viaje que casi siempre es de vuelta a casa
después de trabajar una temporada en otro lugar. En el sueño siempre existe
algún contratiempo. He perdido los billetes o no encuentro el pasaporte o se
rompen las maletas o está cortada la carretera. El caso es que no puedo viajar,
lo que me causa un sufrimiento importante. Estoy seguro de que podría
calificarlo como pesadilla porque es un alivio cuando despierto y soy
consciente de que estoy en la cama de mi casa sin tener ningún viaje pendiente.
Últimamente
el sueño ha comenzado a presentar algunas variaciones. Sigo sin poder viajar
por los mismos problemas que en los sueños anteriores, pero a última hora,
justo antes de despertarme, el problema que me impedía realizar el viaje se
soluciona. Aparecen los billetes o encuentro de manera milagrosa el pasaporte
en algún cajón o miro hacia abajo y allí están mis maletas que hace un momento
no estaban. Sigo sin viajar porque no me da tiempo, ya que me despierto cuando
se soluciona mi problema, pero el alivio, en lugar de sentirlo en el momento de
ser consciente de que era un sueño, lo siento unos instantes antes con lo que
el despertar es más agradable.
No
entiendo nada de sueños ni de su interpretación, pero hoy, con la alegría de
haber encontrado el pasaporte en el último momento, nada más despertar, me fui
directo a la computadora. Busqué el significado, algo que nunca había hecho, y cuando
leí la interpretación que aparecía resonó en mi interior con la misma fuerza
que las campanadas de una catedral. Decía que soñar con un viaje es la
necesidad de realizar un cambio en la vida, y que si no se puede realizar el
viaje por problemas que puedan surgir en el sueño, es una resistencia a dicho
cambio.
En ese
momento me vino a la mente que hace casi dos años me rompí la tibia y el peroné
de la pierna derecha. Califiqué, entonces, ese hecho como un accidente fortuito,
sin prestar demasiada atención a una amiga que me dijo que era un mensaje de
que tenía que hacer un cambio de rumbo en mi vida. Así que parece claro que
estaba necesitando ese cambio de rumbo, y si me atengo al tiempo de duración de
los sueños este debería estar gestándose desde hace casi cinco años. Debo de
haber comenzado a dar tímidos pasos para ese cambio de rumbo, teniendo en
cuenta que en el sueño empiezan a aparecer los billetes o el pasaporte, pero
todavía no consigo viajar lo cual quiere decir que aún no he tomado el nuevo
rumbo.
Son
cinco años que, si bien, puede parecer un tiempo largo en la vida terrenal, no
lo son para la vida inmortal del alma. No hay tiempo para el alma que, como no
tiene prisa, puede esperar años y años sin cansarse de patrocinar sueños
recurrentes, un día tras otro, enviando en ellos mensajes subliminales para
que, algún día, el ego deje caer la venda de sus ojos y se haga consciente de
lo que le está demandando el alma que, a fin de cuentas, es la única razón para
estar vivo.
Una vez
entendido, (todo lo que se puede entender con una información tan volátil), que
se ha de realizar un cambio, aparece, de inmediato, una segunda cuestión ¿cuál
es el cambio de rumbo que se ha de realizar? Es lógico pensar que el cambio
puede estar relacionado con el trabajo, con el lugar, con las relaciones o
hasta podría ser cambiar el lugar donde se realizan las compras, ¿por qué no?, es
decir, todo relacionado con cuestiones de la vida o, mejor, con cuestiones
externas, ¿qué otra cosa podría ser protagonista de un cambio de rumbo?
Pero
si, si que hay otro protagonista, el más importante: La propia persona, sus
pensamientos, sus creencias, su actitud, su propia valoración, el amor hacia sí
misma.
Este
era exactamente el cambio que estaba demandando mi alma. No se trataba de
cambiar nada del exterior, se trataba de realizar un cambio interior. Se
trataba de reconocer y aceptar, sin soberbia y sin falsa modestia mi propio
poder, que no es que fuera ni mucho ni poco, era el mío, y punto. Y no solo no
lo aceptaba sino que tampoco lo reconocía, ya que me parecía que no podía ser,
teniendo en cuenta, además, que yo suspiraba por un poder diferente.
Pero
no. Ahí estaba la herramienta que yo mismo había elegido al otro lado de la
vida para realizar, con éxito, el trabajo, también, elegido por mí que me iba a
permitir acercarme al final de mi meta, que no es otra que el mismo Dios.
Este
diario íntimo es un reflejo de mis luchas internas, de mis pensamientos, mi
soberbia, mis miedos, mis dudas y mi trabajo interior para salir del pozo en el
que me encuentro, parece ser que muy cómodo, y encaminar mis pasos hacia ese
cambio de rumbo que no es otro que poner la directa hacia Dios dejando de esconderme,
de dar tumbos, de hacer piruetas y de justificar mis miserias.
Soy un
ser humano que, como todos, está aprendiendo a amar.