“Rasgar el velo
de la soledad” es el diario de un peregrino en el Camino de Santiago. Es el
diario de la transformación de Gonzalo, un hombre que tenía una vida normal o,
mejor, más que normal, porque podía considerarse un hombre feliz, algo que
pocas personas pueden pregonar, como él, en voz alta.
Casado desde
hacía veinte años con Natalia, se amaban con más intensidad que el primer día.
Habían aprendido a amarse, desde el enamoramiento inicial, a través del respeto
mutuo.
Tenían una hija
de dieciséis años a la que habían enseñado el valor de la familia y a la que
habían contagiado su felicidad.
Eran una
familia feliz. Una familia de cuento de hadas.
Pero todo se
acabó, un día, en un abrir y cerrar de ojos.
Como cada día,
Natalia fue a buscar en coche a su hija al instituto. Nunca más regresaron a
casa. Un conductor borracho se las llevó por delante muriendo, al instante, en
el brutal impacto.
La vida de
Gonzalo terminó también en ese instante y si no lo fue de manera real, si lo
fue emocionalmente. Él pensaba que no podía seguir viviendo con tanto dolor,
con tanta tristeza, con tanta ira contenida, sin apego a la vida y renegando de
Dios, porque si realmente existiera no podía permitir tantas injusticias.
Después de casi
un año desde que ocurrió el accidente seguía manteniendo el mismo dolor. Se
acercaba la Navidad. No le apetecía ni la compañía ni amargar las navidades a
su familia, por lo que decidió pasarlas
solo y para que no le molestaran no se le ocurrió mejor idea que hacer el
Camino de Santiago.
En realidad, la
idea de hacer el Camino nació en él a raíz de un sueño muy vívido que tuvo con
su esposa y su hija, el primero desde el accidente. En el sueño él estaba
realizando el Camino de Santiago y se encontraron en León, que es una de las
etapas del Camino. En la despedida de ese sueño su esposa dijo “Nos volveremos
a encontrar. Te esperaremos en este mismo sitio”. Esa despedida fue interpretada
por Gonzalo como que tenía que realizar el Camino de Santiago.
Desde la
primera etapa en Francia hasta su llegada a Santiago, casi un mes y medio desde
la partida, dos encuentros en el Camino, con la Virgen María y con una madre que,
como él, había perdido a su hijo, resultarán sanadores para Gonzalo
efectuándose en él una transformación total.
Del hombre
triste y apagado que renegaba de Dios, al hombre que llegó a Santiago terciaba
un abismo. Porque a Santiago llegó un hombre renovado, un hombre diferente que
comprendió en su peregrinaje cual era la razón de la vida.
Gonzalo en este
diario cuenta su experiencia, convencido de que puede resultar también sanador
para todos aquellos que se enfrentan a una vida de dolor, de insatisfacciones,
de tristeza o infelicidad.
¡Buen camino,
peregrinos de la vida!
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