El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 13 de agosto de 2022

Mi propio pensamiento me boicotea

 

 

De la novela "Ocurrió en Lima" (Capítulo II, parte 4)

Con el incipiente trabajo que estaba realizando sobre mi inteligencia y mi aspecto físico empecé a ser consciente de algunas cuestiones relativas a mi pensamiento:

La primera, y más importante, es que yo no soy responsable de ninguno de los pensamientos que llegan a mi cerebro, estos llegan y punto. Yo no soy consciente de traerlos, salvo esos pensamientos que yo busco, con los que intento solucionar algún problema o planificar algún aspecto de mi vida. El resto de pensamientos, el 99%, aparecen de manera atropellada, uno tras otro, sin dejarse espacio entre ellos hasta que, ¡incauto de mí!, me quedo enganchado a alguno, -casi siempre negativo- y comienzo con él una relación de camaradería, como si fuera mi confidente o mi amigo del alma, con el objetivo, creo yo, de buscar alguna solución que mejore la situación presentada por el pensamiento y, sin embargo, lo que se genera en una condición más abrupta y negativa que la que el pensamiento había presentado en su primera aparición.

No sé dónde pueden estar con anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.

Pero, si yo no soy responsable, ¿quién lo es? Buscando información sobre si los pensamientos ya moran en algún lugar en nosotros o se van generando de manera espontánea, llegue a un libro que lo explica, al menos para mí, de manera clara. Artur Powell explica en sus libros “El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental que es la tercera capa del aura y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro, para su manifestación.

Las razones para la activación de los pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido, etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.

La manera de eliminar un pensamiento es quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente, se cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad 

La segunda es que podía estar de compadreo con el pensamiento, durante un buen rato, y necesitaba de toda mi atención para darme cuenta de que me estaba llevando, una vez más, a su terreno y terminar la conversación. Era cuando el pensamiento me arrastraba tras de sí, cuando me empezaba a sentir mal emocionalmente.

Dice Artur Powell que “el pensamiento repetido en una determinada acción, la hace a esta inevitable”. Ahí fui consciente de la fuerza del pensamiento y de lo que decía Ángel de que el miedo atrae al miedo. Ahora, aun lo tengo más claro. De mucho pensar que soy bajito, acabaré sintiéndome una pulga.

Podía estar en un estado de tranquilidad absoluta hasta que aparecía algún pensamiento amargo y, rápidamente, cambiaba mi estado emocional. Por lo tanto, para estar bien solo tenía que erradicar los pensamientos negativos.

Y, además, cuando un pensamiento se repite, una y otra vez, deja de ser la simple nubecilla que es, para convertirse en algo con entidad propia que se denomina “entidad de pensamiento”.

La entidad de pensamiento es como un pequeño diablillo, porque tiene vida propia y una única finalidad: quiere vivir. Para eso va a tratar de descargarse en el cerebro cuantas más veces mejor, ya que cada vez que se manifiesta se genera la energía que, a él, le mantiene con vida. Estas son las obsesiones que tenemos todos los seres humanos, en mayor o menor medida.

La tercera era, efectivamente, la atención. Si era capaz de no iniciar la conversación con el pensamiento, este no solo no tenía tanto poder, sino que lo perdía por completo y desaparecía si yo, de manera consciente, iniciaba un nuevo pensamiento. Era un trabajo agotador.

Y, por último, estaba la voluntad como decía Ángel. Voluntad para mantener la atención en los pensamientos conscientes deseados, para evitar que llegaran los no deseados.

Llevaba trabajando en esto diez días, con más pena que gloria, pero no desfallecía. Si alguien lo había conseguido, yo, con mi terquedad, estaba convencido de que, también, podría.

No había vuelto a sentarme a meditar desde el día de mi conversación con Dios. Creo que me asustaba, un poco, la idea de volver a encontrarme con Él, o con lo que fuera. En realidad, no sabía que había pasado.

Tienes completos los capítulos I y II en la página NOVELA: Ocurrió en Lima

jueves, 11 de agosto de 2022

Cambio de modelo



Como no sabía muy bien por donde comenzar. Para aprender a amarme, decidí hacerlo en las partes visibles de mi anatomía, es decir, en mi aspecto físico.

Siempre me comparaba con personas que eran más altas, más atractivas o más inteligentes, según mi criterio. El resultado era claro, siempre me veía más bajo, menos atractivo y menos inteligente, que el modelo elegido, lo cual hacía que me sintiera mal. Era lógico. Si me comparaba con alguien más alto, siempre me iba a ver más bajo. Si el modelo era más rico, siempre me iba a ver más pobre. Eso me llevó a pensar que para estar satisfecho conmigo tenía que cambiar el modelo, porque siempre iba a haber alguien más alto, más atractivo y más inteligente que yo.

Y cambié el modelo. Me comencé a comparar con quien era más bajo, menos atractivo y menos inteligente que yo. El resultado fue espectacular. Comencé a sentirme orgulloso de mi aspecto. Teniendo en cuenta que había nacido en Cusco y, seguro que por mis venas corre sangre inca, medir un metro setenta y dos centímetros parece una altura más que considerable. Lo que se espera de un descendiente de los incas es que sea moreno de ojos oscuros, y hubiera podido explicar muy mal mi ascendencia de haber salido blanquito, de cabello rubio y con ojos azules. Más que descendiente de los incas hubiera parecido descendiente de los vikingos. Si estaba orgulloso de mis padres, también, tenía que estarlo de los genes que hicieron que fuera tal como soy. En ese momento pensé en algo que había dicho Dios, y era que yo había hecho una primera elección antes de venir a la vida. Por lo tanto, si yo era moreno y con ojos negros debía de haberlo elegido. Me sigue pareciendo una tontería, pero…

Y, aún comencé a hacer algo más. No compararme. Con independencia de si lo había elegido o no. A fin de cuentas yo no sabía nada de otras vidas. Lo único de lo que podía dar fe era de esta vida y empezaba a tener claro que cada uno es como es y punto. Si no me comparo, ni gano ni pierdo, todo está bien, todo está como tiene que ser. Yo voy a seguir siendo el mismo. Seguro que Ángel, con su filosofía, me habría dicho que soy como soy por alguna determinada razón. ¿Quién era yo para desear cambiar una razón que, aunque desconocida, debía de existir? 

En cuanto a la inteligencia, estaba claro que nunca iba a ganar un Nobel, en ninguna especialidad, pero cuando me sentaba delante de una computadora esta no tenía ningún secreto para mí, ni en cuanto al software, ni en lo que respecta al hardware. ¿Para qué necesitaba más? era suficiente.

Fui consciente de que compararme con los demás siempre hacía que me sintiera frustrado, triste, infeliz y, además, generaba en mí un sentimiento de envidia que no podía ser bueno para mi estabilidad emocional.

Un nuevo pensamiento comenzó a hacerse un lugar en mi mente, comenzando con una pregunta: “¿Si tanto me gusta compararme, por qué no lo hago conmigo mismo?, ¿por qué no retarme a ser mejor cada día?, ¿por qué no trato de vencer mis propios miedos, que es algo consustancial conmigo?

Este sería un nuevo trabajo, además de aceptar la vida, y vivir con atención, ahora, tenía que observarme para comprobar de donde procedían mis miedos para erradicarlos. ¡Tremendo trabajo!

Sin embargo, mis pensamientos antiguos trataban de engañarme y llevarme a su terreno con demasiada frecuencia. Sin ser consciente de cómo llegaban esos pensamientos, estos se encargaban de ir disparando dardos venenosos que iban dejando su poso: “Lo único que estás intentando es engañarte a ti mismo para estar bien, pero esa no es la realidad. La realidad es que te gustaría ser rubio, con ojos azules y eres moreno con ojos negros”. Recordé entonces que este pensamiento era exactamente igual al pensamiento sobre el dinero muy arraigado en mí: “El dicho de que el dinero no da la felicidad es solo un slogan para que los pobres se conformen con su mala suerte”.

De nuevo recordé las palabras de Ángel: “Como decía Buda: Somos lo que pensamos. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz”.

Ahora no solo lo entendía, sino que lo estaba comprobando en mí mismo. Mi propio pensamiento me estaba boicoteando, trataba de desequilibrarme y, bastantes veces, lo conseguía. Debía permanecer muy atento y, una vez consciente del pensamiento, poner la voluntad para cambiarlo. ¡Era un ingente trabajo!, porque cuando menos lo esperaba ya estaba el pensamiento diciéndome muy bajito al oído: “Ese que acaba de pasar es más alto que tú. La verdad es que no eres tan alto”. Y cuando pasaba uno más bajito, se callaba, el muy…, a pesar de que pasaban un buen número de personas más bajas que yo.

Era como si conviviera con un demonio en mi interior que además actuaba sin ningún tipo de control por mi parte. Estaba completamente desatado, estaba como loco, aprovechaba cualquier resquicio para maltratarme. ¡Parece mentira que fuera mío!, más parecía un enemigo. Aparecía en cualquier momento, ante cualquier situación y, un gran porcentaje de veces, me encontraba tan indefenso que me ponía a conversar con él dándole la razón y sintiéndome muy mal por lo bajito y lo morenito que era. 

Me preguntaba ¿por qué sería el pensamiento tan malvado?, ¿por qué solo llegaban esos pensamientos malignos y no aparecía ningún pensamiento contrario, algo más benévolo, sobre algo que me hiciera sentir bien?, ¿de dónde procedían? Si es Dios quien habita en nuestro interior y no el demonio, todos los pensamientos deberían ser positivos, creados por Él y, sin embargo, todos son negativos, como si fuera el mismo Lucifer quien ocupara nuestro corazón.

Hasta el momento no había sido consciente de lo perverso del pensamiento porque mi actitud, cuando aparecía, era seguirle la corriente, darle conversación, seguir sus normas y, así, parecía que nos llevábamos bien. Solo discutíamos de alguna nimiedad, porque en las cuestiones importantes él guiaba y organizaba mi vida.

lunes, 8 de agosto de 2022

¿Hay alguien ahí?


De la novela "Ocurrió en Lima" (Capítulo II, parte 2) 

He hice algo que no había hecho nunca. Me senté a meditar como aconsejaban los autores en sus escritos. Lo hice, más que nada, para ver de qué se trataba. Comencé sintiendo la respiración, aunque no sabía muy bien si lo que respiraba era aire o tristeza. Y, después, de un rato viajando en ese aire o en esa tristeza, llevé la atención a mi corazón y se me ocurrió preguntar:

-    ¿Hay alguien ahí?

-    Si –me pareció escuchar-, estoy contigo –aunque no fueron palabras, ya que fue más un pensamiento que apareció muy rápido, casi de inmediato, después de formular la pregunta.

-    Y ¿por qué no te siento? –pregunté, embargado por la tristeza, sin ser consciente de que podía haber entablado una conversación con, no sabía muy bien si podía ser Dios o con una parte de mi mente que se encargaba de pensamientos elevados.

-    Imagina que un mediodía de verano, cuando más luce el sol, te encierras en un cuarto sin ventanas y cierras la puerta, ¿verías el sol?, ¿sentirías su calor?

-    No –contesté-, todo sería oscuridad.

-    Pues eso es lo que te ocurre a ti. Estas en un cuarto sin ventanas con la puerta cerrada. Tu pena, tu tristeza, tu rabia y tu dolor, son como esa oscuridad y te envuelven, por completo, sin dejarte, ya no digo disfrutar, sino, ni tan siquiera ser consciente de que, en el exterior, hay algo más que tu tristeza, hay vida.

>>Estás encogido, echado en el suelo, creyendo que estás siendo apaleado por la vida, cuando la realidad es que si te levantas y sales de tu oscuridad verás lucir el sol –concluyó.

-    Sí, claro. Suena muy bonito. Pero la vida, esa que dices, es una auténtica desgracia, porque es mi vida y soy yo el que cada día tiene que sufrir esperando que no me falte la comida y llegue una llamada ofreciéndome trabajo –y lo dije con tristeza, sin rabia, como justificando la razón de mi oscuridad.

-    ¿Sabes que a Mi Hijo no solo le faltó la comida, sino que le quitaron la vida?

-    Si, tienes razón, perdón –entonces fui consciente de mi egoísmo y me sentí mal.

-    No te sientas mal, hijo mío. No añadas más oscuridad a tu vida. Te voy a decir lo que tienes que hacer:

>>Ha estado muy bien que hoy te hayas sentado a meditar porque así has podido establecer contacto conmigo. Pero no es suficiente porque yo, a fin de cuentas, siempre estoy, aunque tú no me sientas. Tan importante como sentirme a mí, sería aceptar la vida.

-    ¡Cómo se nota que tú no tienes que comer cada día ni pagar ningún recibo! –surgió mi ironía.

-    Tú eres mi familia y el resto de seres humanos también, pero no puedo intervenir para darte ni un mendrugo de pan porque tú has elegido, exactamente, que comer, como comer y cuando comer.

-    Yo no recuerdo haber elegido nada –En ese momento pensé que me estaba comenzando a cansar de una conversación tan ridícula.

-    No es ridícula nuestra conversación.

Sentí como se me subían los colores. “¡Qué vergüenza!, pensé, pero… si no he dicho nada como sabe mi pensamiento. Bueno, en realidad, no he dicho ni una sola palabra, en ningún momento. Todo ha sido un pensamiento hablando con otro pensamiento, por lo tanto, no tendría que extrañarme que el pensamiento que responde lo haga, no solo, al pensamiento que habla, sino al pensamiento que piensa”. Porque somos cuatro, un pensamiento que piensa, otro que habla, otro que contesta y yo.

-    Y siguió Dios, o el pensamiento que habla, con su exposición- Hiciste una primera elección para venir a la vida, pero podemos olvidarnos de esa porque, para ti, es muy lejana, Podemos recordar otras más cercanas: Cada día eliges. Cada día tomas decisiones Y esas decisiones tienen unas consecuencias. Y esas consecuencias es lo que estás viviendo.

>>La vida, tu vida, lo has oído no hace mucho, es como un río. El agua siempre fluyendo, nunca se detiene. Pero, a veces, por cualquier circunstancia, el agua deja de correr y se estanca. Entonces se pudre y huele mal.

-    ¡Oh!, cómo se nota que eres Dios. Lo has descrito muy bien. Mi vida está detenida creo que hace mucho tiempo y huele muy mal.

-    Pues eres tú el que la ha detenido. Eres tú el que con tus pensamientos ha puesto una barrera infranqueable para que tu vida no avance.

>>Empieza aceptando la vida. No te quejes, no te lamentes. Da las gracias por lo que tienes, sea poco o mucho. Ayuda, dentro de tus posibilidades a otros que lo necesitan más que tú.

-    ¿Y si hago eso y la vida no cambia? –La verdad es que tenía todas las dudas del mundo. En realidad, eran más que dudas, no me creía nada.

-    Si haces eso esperando que tu vida cambie, no va a cambiar. Hazlo porque sí. Si lo haces porque sí, sin esperar que cambie, cambiará. Y, además, te encontrarás conmigo cada día.

-    Te repito, ¡cómo se nota que eres Dios! Perdona si te digo, con todo respeto, que estoy haciendo muchas cosas para que mi vida cambie y no cambia, ¿cómo va a cambiar sin hacer nada?, ¿cómo no voy a quejarme cuando veo como disminuyen mis ahorros?, ¿cómo no voy a lamentarme por mi mala suerte? Y ¿qué gano con encontrarme contigo?, nada va a cambiar por mucho que hables.

-    Eres libre de hacer lo que te parezca. Pero podrías intentarlo. ¡Acepta tu vida con alegría! Reflexiona sobre esto.

Después de eso, el silencio. Volví a quedarme solo sintiendo mi respiración y como un payaso se me ocurrió decir “Gracias”.

Pero… “¿a quién doy las gracias?”, pensé. “Es como un chiste, hablo conmigo y me lo agradezco porque… supongo que no habrá sido Dios, o ¿sí?”.

¡Qué curioso!, de no existir, para mí, la reflexión sobre sentimientos o emociones me he encontrado, sin saber cómo, en el lapso de una semana, con dos trabajos que parecen ser importantes: Amarme a mí mismo y aceptar la vida.

Supongo que se podrán realizar las dos al unísono ya que en la aceptación de la vida se tiene que encontrar integrada la aceptación a uno mismo y, aceptarme a mí ya es una forma de amarme.

A mi pensamiento o a Dios no le había prometido nada, pero a Ángel sí que le dije que las dificultades no me asustaban y que iba a intentarlo. Como no sabía muy bien por donde comenzar, para aprender a amarme, decidí hacerlo en las partes visibles de mi anatomía, es decir, en mi aspecto físico. 

domingo, 7 de agosto de 2022

Dios se encarga

 Del libro Ocurrió en Lima. Capítulo II, parte 1

Habían pasado diez días desde el extraño encuentro que tuve con Ángel en el malecón y todavía le daba vueltas a su misteriosa desaparición y al todavía más extraño comentario del camarero insinuando que yo había estado solo, sin más compañía que la de un café. No quise investigar más, ¿para qué?, me daba igual la forma en que se había evaporado porque había sido real para mí y, con eso, era suficiente. Si algún día tengo nietos, será una de las anécdotas que les cuente de manera repetida, porque no creo que vaya a olvidarlo el resto de mi vida.

El mismo día del encuentro tuve una reunión con Pablo, ex compañero de trabajo y uno de mis pocos amigos, para tratar la posibilidad de iniciar un negocio juntos, pero fuimos conscientes de que no podíamos, casi ni pensarlo, con el poco dinero de que disponíamos, ya que, juntando los ahorros de los dos, no teníamos ni para alquilar el local y, endeudarnos con un préstamo, para algo que no sabíamos cómo iba a funcionar, no nos parecía lo más lógico a ninguno de los dos. Así que descartamos la idea y los dos coincidimos en que lo mejor sería iniciar la búsqueda de trabajo en alguna empresa del sector informático, por ser el ramo conocido por nosotros. Y a eso estoy dedicado una buena parte de mi tiempo. Buscando empresas y enviando o entregando, personalmente, el curriculum.

Sin embargo, creo que me falta fe. No me veo trabajando en ninguna empresa haciendo el trabajo que hacía. Cuando dejo el curriculum algo en mi interior implora para que no me den el trabajo. Está claro que si no consigo cambiar esa falta de fe no voy a conseguir que ninguna empresa me contrate. En realidad, creo que, aunque sea muy bueno en mi trabajo, me gustaría cambiar de actividad o hacer algo relacionado con la informática, pero de manera diferente. Podría, por ejemplo, diseñar páginas web o reparar computadoras en casa, sin tienda, sin taller, sin jefe. Sin embargo, cuando hablo conmigo mismo, para concretar a qué me gustaría dedicarme, no tengo respuestas claras. 

También hice algo que no había hecho, y que parecía necesario, un presupuesto de gastos para saber cuánto tiempo podía subsistir con mis ahorros. El resultado fue esperanzador. Podía aguantar sin tener ingresos durante los próximos 12 meses. Hay que tener en cuenta que mis únicos gastos son, por un lado, los derivados de la alimentación y limpieza, en el supermercado y, por otro, los gastos fijos de la casa, agua, luz, gas, teléfono y mantenimiento. El pequeño departamento, donde vivo, es de mi propiedad y no genera más gastos que el mantenimiento. Soy un poco huraño y mi diversión es la lectura y alguna película romántica en la tele, por lo que mis gastos extraordinarios se reducen a la mínima expresión.

Sin embargo, encontrarme sin trabajo y sentir en mi interior la falta de fe para conseguirlo, hacía que, de vez en cuando, me embargara la tristeza, la frustración y la impotencia y, en medio de ese estado, que podría calificar como deplorable, sobre todo por no estar acostumbrado a él, comencé a pensar que la vida era un escenario lleno de injusticias. Pensaba que no merecía vivir una situación como esa, y menos una carestía de dinero, como en la que me encontraba inmerso, cuando siempre, durante toda mi vida, la generosidad había sido mi bandera.

Bien es cierto que nunca ayudé a nadie pensando en ninguna recompensa, pero, ahora, sí que venía a mi mente recordando la tontería de que “por cada céntimo que se da se recibe diez veces más”. Estaba más que claro que solo era una bonita frase con la que algunos podrían encontrar alivio en su pobreza.

Recordé, entonces, un comentario que mi madre siempre decía cuando se presentaba algún acontecimiento difícil: “Dios se encarga”. No recuerdo que Dios se encargara de solucionar a allanar el camino por el que transitábamos entonces. Y, ahora, tampoco, ya que pasaba el tiempo y, por supuesto, Dios no terminaba de encargarse. No le recriminaba a Dios, pero sí que me preguntaba ¿por qué?, ¿por qué de la nada me había quedado sin trabajo?

Cuando veía pedir limosna a ancianos o a mamás con niños, o cuando veía a personas rebuscando en las basuras que esperaban, a las puertas de los edificios, ser recogidas por el personal de limpieza de la municipalidad, algo para comer o vender, llegaba a la comprensión de que, a fin de cuentas, yo era un afortunado porque tenía una casa donde vivir y comía cada día, a pesar de no tener ningún ingreso.

 Pero vivir así, cada día, era como una gota que va cayendo inexorable en el vaso, con lo que este no solo se iba a llenar, sino que comenzaría, más pronto que tarde, a rebosar.

Para completar las enseñanzas de Ángel comencé a buscar por internet artículos sobre el amor y la energía y, entonces, fui consciente de que estaba muy relacionado con la espiritualidad.

Nunca había leído nada parecido. Sabía algo, muy poco, de religión, lo que había ido aprendiendo en el colegio, pero nunca alguien me había hablado de espiritualidad. Según iba saltando de una página a otra me topé con escritos de los autores de la espiritualidad en los que afirmaban que Dios vivía en el interior del ser humano y que no era necesario levantar los ojos al cielo para implorar un milagro, ya que con recogerse hacia el interior, hacia el corazón, era suficiente, ahí estaba Dios.

He hice algo que no había hecho nunca. Me senté a meditar como aconsejaban los autores en sus escritos. Lo hice, más que nada, para ver de qué se trataba. Comencé sintiendo la respiración, aunque no sabía muy bien si lo que respiraba era aire o tristeza. Y, después, de un rato viajando en ese aire o en esa tristeza, llevé la atención a mi corazón y se me ocurrió preguntar:

-    ¿Hay alguien ahí?

sábado, 6 de agosto de 2022

Ocurrió en Lima (Capítulo I, parte 4)

 

Por un momento pensé en mis padres. Siempre ocupándose de mí, siempre privándose de cosas que les gustaban para satisfacerme, siempre pendientes el uno de otro y los dos pendientes de mí. Y yo, en reciprocidad, tratando de satisfacerles para que estuvieran contentos y orgullosos de mí. Fue un duro golpe su perdida. Durante mucho tiempo permanecí sumido en una profunda tristeza. La razón de mi soltería es porque estoy convencido de que nuestra familia era algo especial y no quiero algo diferente para mi vida.

-    Ángel prosiguió- Tu tenías confianza en ellos porque les amabas, para ti eran los más guapos, los más listos, se merecían lo mejor del mundo y solo querías verles felices y contentos, ¿es correcto?

-    Completamente, -contesté con una cierta mirada de tristeza.

-    Pues si te amaras a ti mismo, como les amabas a ellos, serías para ti el más guapo, el más listo, merecedor de lo mejor del mundo, estarías, siempre, feliz y contento, sin preocupaciones y, no solo, sin ocuparte de lo que el resto del mundo pudiera pensar de ti, sino de lo que tu creerías que ellos esperan de ti.

-    ¿Seguro que eso no es egoísmo?, -insistí.

-    No hijo. Estar bien no tiene precio. No es cuestión de suerte y no depende de tener más o menos posesiones, no depende de otros, ni tan siquiera de la salud. Solo depende de uno mismo. –se mantuvo unos instantes en silencio para continuar- Y, además, si estas perfecto podrás dar lo mejor de ti, porque si estas mal, con miedo, con alguna preocupación, no te podrás dar al ciento por ciento, no trabajarás dando lo mejor de ti, no estarás completamente presente con las personas con las que interactúas, porque estarás pensando en tu problema, y serás tú quién necesite ayuda para salir de la situación caótica en la que te pudieras encontrar.

Estaba comenzando a entender la filosofía de Ángel. Cada uno depende de sí mismo y depende para todo, para estar bien y para estar mal. Era la primera vez que escuchaba algo parecido. Tenía toda la lógica del mundo.

Los seres humanos se pasan la vida cargando sus penas, sus dudas, sus miserias, sus miedos y los descargan sobre todo aquel que se cruza en su camino, que en la primera pausa que haga, para tomar aire, en el relato de sus penas, va a comenzar a relatar las suyas propias, porque, prácticamente, todos están en la misma situación, todos embarcados en el mismo barco, todos librando las mismas batallas.

-    Ángel, ¿por qué me estás contando todo esto?, –y no pude resistirme sin hacer un comentario- solo somos dos desconocidos.

-    Si, tienes razón, es posible que me esté poniendo un poco pesado. Tómalo como una compensación o un intercambio por tu buena acción. Disculpa si te estoy haciendo sentir un poco incómodo.

No sé por qué, pero no le creí. Tuve la sensación de que pedía disculpas como si me hablara del tiempo. Además, si antes dijo que todo está programado, estaba claro que este encuentro entraba en esa programación y si estaba programado el encuentro, lo lógico es que, también, lo estuviera el tema a tratar.

-    No me siento incómodo Ángel, me siento raro, porque nunca antes había hablado de estos temas. Son desconocidos para mí, aunque empiezo a entender lo que me explicas. Y me pregunto cómo incrementar el amor por uno mismo, aparte de la voluntad que decías antes que, por cierto, tampoco sé cómo aplicar.

-    Primero: Graba a fuego, en tu mente y en tu corazón, esta frase: “Todo está bien”. Y aplícala siempre, para ti y para los demás. Sobre todo, para ti que vas a iniciar el trabajo de incrementar el amor. Acuérdate de esto: Todo tiene su momento, todo ocurre cuando tiene que ocurrir, todo está bien. El ser humano, lo que tiene que hacer es aceptar la vida, es aceptar su vida.

-    No entendía nada y pregunté- Entonces, ¿eso quiere decir que hemos de permanecer sentados esperando que vaya pasando la vida?

-    No hijo mío, -contestó Ángel- eso no quiere decir que te quedes sentado de brazos cruzados sin hacer nada esperando que la vida siga, no. Eso quiere decir que se han de tomar decisiones, y aceptar las consecuencias, y si no te gustan, pues cambia a otras decisiones, pero sin lamentarte de las anteriores, ni permaneciendo ansioso, para ver los resultados de las nuevas.

>> La vida es, las cosas son, las personas, también, son como son. Hay que aceptarlo todo, porque todo está bien.

-      Y ¿lo que no está bien?, por qué no todo está bien. No está bien por ejemplo que un loco te apunte con un arma y te robe todo lo que llevas encima.

-    Lo que no está bien, también está bien –concluyó Ángel-. Nadie gana nada por mantener en su mente, la rabia, el rencor, la ira, el odio, porque nada cambia, todo sigue igual, y esas emociones afectan negativamente a la persona que las siente, mientras que aquel que ha hecho el mal sigue tan feliz. Tú perdona al ladrón y luego pon en conocimiento de la ley el hecho, pero sin esperar el veredicto de la justicia.

>> La vida no es ni buena ni mala. Los acontecimientos que van ocurriendo en la vida, tampoco son ni buenos ni malos, solo “son”, como la propia vida, porque la vida “es”.

>> La vida no es nada tangible. La vida es para ti y si no estás, para ti, no hay vida. No hay una vida en la que todos los seres humanos están inmersos, como los peces están en el agua. La vida es un continuo de tiempo que nunca se detiene y, aunque parezca que van sucediendo acontecimientos que, se alargan en el tiempo y, van dejando a las personas atadas a sus consecuencias, no es tal. Sí que van ocurriendo eventos, pero suceden en un instante y no llevan un lastre que les deje amarrados a los efectos. El amarre lo realiza el pensamiento que se queda dando vueltas y vueltas a eso que él mismo califica como bueno o malo, perdiéndose la vida que sigue pasando por delante.

>> Y, mientras tanto, el pensamiento, regodeándose con la alegría o apenándose por la desgracia, va generando esa energía que se va acumulando en el aura.

>> ¿Alguna vez te has detenido a pensar en cuanta vida vives en realidad? Porque cuando le estás dando vueltas a un pensamiento una y otra vez, ¿tú crees que estás viviendo? No, no hace falta que me contestes, -me dijo Ángel viendo mi intención de decir algo- ya contesto yo: No vives, porque la vida, tu vida, sigue pasando sin que seas consciente.

>> Imagina un corcho flotando en la corriente de un río. Podemos pensar que el agua es la vida. Y tú eres el corcho que nunca se detiene y va a flotar, más suave o más bronco, según sea el lecho del río. Pero cuando pasa el accidente del rio, el corcho, a diferencia de ti, vuelve a seguir su camino, sin volver sobre sus pasos, que es lo que tú haces cada vez que vuelves a pensar en un suceso pasado.

-    Pero eso es muy difícil, -No me quedó más remedio que quejarme.

-    Nadie ha dicho que sea fácil.  

>> Sigo con los puntos para incrementar el amor por uno mismo. Segundo: Destierra las frases “no sé”, “no puedo”, “no tengo”.

>> Decir “no sé”, “no puedo”, “no tengo”, es dar una orden muy poderosa a la vida. La orden de que, aunque no lo tengas, no lo vas a conseguir porque no puedes y, además, no sabes. Así se cierra la puerta a cualquier “don” del Universo. No puedes desear durante 10 minutos y pasar el resto del día pensando que es imposible que ese deseo te llegue.

>> Recuerda: Dios puede hacer lo que quiera, cualquier cosa, por imposible que pueda parecer al entendimiento de los hombres. Pero si tú niegas el milagro con “no sé” o “no puedo”, Dios, con su infinito amor hacia ti, no va a ir en tu contra y darte eso que pides 10 minutos y niegas 20 horas.

>> En esos momentos, en los que no sabes qué hacer con tu pensamiento o, cuando él solo se va a cualquier acontecimiento pasado o cualquier sueño de futuro, vete repitiendo en tu interior “yo sé”, “yo puedo”, “yo tengo”. Así se lo pones más fácil a Dios.

>> Tercero: No deposites tu felicidad o tu bienestar en manos de otros. Todo depende de ti. No esperes que otros te den amor. Tú solo te tienes que ocupar de dar amor, no de suplicarlo.

>> Estarás conmigo que para tener un cuerpo atlético haces deporte, o para saber más de cualquier materia estudias, o cuando tienes sueño te acuestas y duermes. Nadie va a conseguir músculos para ti, ni va a estudiar para que tú aprendas, ni va a dormir para que a ti se te quite el sueño. Entonces, ¿por qué depositas la consecución de tu felicidad en otros, por ejemplo, una pareja, en lugar de tratar de conseguirla por ti mismo, como en los casos anteriores?

>> La felicidad es un estado interior. Es un estado de serenidad y de paz. Y nada que provenga del exterior va a hacer que lo consigas. Conseguirás alegría o euforia, pero será algo pasajero, mientras la felicidad, la auténtica felicidad es un estado permanente y se llega a ella cuando aceptas cada una de las situaciones que se van presentando.

-    Todo lo que dices suena muy bien Ángel, pero ya me dirás como se consigue.

-    Viviendo el momento presente. Sabiendo que todo está bien. No preocupándote o sufriendo por un pasado que ya pasó o por un hipotético futuro que no sabes si llegará.

>> Sigo con el cuarto punto: Nunca te juzgues ni te critiques. Recuerda “todo está bien”. Si eres consciente de que has hecho algo mal, no te recrimines, porque no lo hiciste de mala fe. Eso en ti no cabe. Que sea un aprendizaje para que no vuelva a pasar.

>> ¿Qué ganas con fustigarte por algo que ya pasó?, no puedes volver atrás. Aprende de la experiencia para que no la vuelvas a repetir.

-    Pero el pensamiento es muy tenaz y por mucho que yo no quiera volver a ese suceso, el pensamiento me va a llevar una y otra vez. ¿Qué hago?, -Necesitaba algo concreto. No parecía de mucha utilidad el decir que eso sea un aprendizaje y ya está.

-    Cada vez que aparezca el pensamiento devolviéndote al pasado tienes que cambiar ese pensamiento, y lo puedes hacer generando un pensamiento consciente contrario al pensamiento que te arrastra al pasado. Puedes evadirte de ese pensamiento cantando. Puedes repetir pensamientos positivos conscientes, como, por ejemplo, Yo Soy paz, Yo Soy amor. ¿Lo entiendes? -quiso saber Ángel.

-    Si. Entiendo.

>> Quinto: Los demás no tienen la culpa de lo que te va sucediendo en la vida. Ni tan siquiera de la pérdida del empleo.

>>  Recuerda también esto: “todo pasa por algo, para todo existe una razón, aunque pase inadvertida”.

>>  Y a partir de aquí, vive con atención para no repetir nunca más frases como las anteriores y aplica tu voluntad para ir mejorando. En menos tiempo del que te imaginas notarás cambios importantes en ti. ¿Qué opinas?

-    Me parece lógico. Me parece difícil. Pero nunca me han asustado las dificultades y soy muy terco, además, de constante. Voy a hacerlo, pero si en un lapso prudencial de tiempo no noto esas mejoras, te buscaré y te diré que te has equivocado.

-    Perfecto, -y concluyó- sé que lo lograrás.

Fue entonces cuando fui consciente de la hora y nos despedimos, sin fijar un nuevo encuentro.