No sé dónde pueden estar con
anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.
Pero, si yo no soy responsable, ¿quién
lo es? Buscando información sobre si los pensamientos ya moran en algún lugar
en nosotros o se van generando de manera espontánea, llegue a un libro que lo
explica, al menos para mí, de manera clara. Artur Powell explica en sus libros
“El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como
nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental que es la tercera capa del
aura y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro,
para su manifestación.
Las razones para la activación de los
pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una
canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido,
etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la
responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.
La manera de eliminar un pensamiento es
quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente, se
cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad
La
segunda es que podía estar de compadreo con el pensamiento, durante un buen rato, y necesitaba de toda mi atención para darme cuenta de que me estaba llevando,
una vez más, a su terreno y terminar la conversación. Era cuando el pensamiento
me arrastraba tras de sí, cuando me empezaba a sentir mal emocionalmente.
Dice
Artur Powell que “el pensamiento repetido
en una determinada acción, la hace a esta inevitable”. Ahí fui consciente
de la fuerza del pensamiento y de lo que decía Ángel de que el miedo atrae al
miedo. Ahora, aun lo tengo más claro. De mucho pensar que soy bajito, acabaré
sintiéndome una pulga.
Podía
estar en un estado de tranquilidad absoluta hasta que aparecía algún
pensamiento amargo y, rápidamente, cambiaba mi estado emocional. Por lo tanto,
para estar bien solo tenía que erradicar los pensamientos negativos.
Y,
además, cuando un pensamiento se repite, una y otra vez, deja de ser la simple
nubecilla que es, para convertirse en algo con entidad propia que se denomina
“entidad de pensamiento”.
La
entidad de pensamiento es como un pequeño diablillo, porque tiene vida propia y
una única finalidad: quiere vivir. Para eso va a tratar de descargarse en el
cerebro cuantas más veces mejor, ya que cada vez que se manifiesta se genera la
energía que, a él, le mantiene con vida. Estas son las obsesiones que tenemos
todos los seres humanos, en mayor o menor medida.
La
tercera era, efectivamente, la atención. Si era capaz de no iniciar la
conversación con el pensamiento, este no solo no tenía tanto poder, sino que lo
perdía por completo y desaparecía si yo, de manera consciente, iniciaba un
nuevo pensamiento. Era un trabajo agotador.
Y, por
último, estaba la voluntad como decía Ángel. Voluntad para mantener la atención
en los pensamientos conscientes deseados, para evitar que llegaran los no
deseados.
Llevaba trabajando en esto diez días, con más pena
que gloria, pero no desfallecía. Si alguien lo había conseguido, yo, con mi
terquedad, estaba convencido de que, también, podría.
No había vuelto a sentarme a
meditar desde el día de mi conversación con Dios. Creo que me asustaba, un
poco, la idea de volver a encontrarme con Él, o con lo que fuera. En realidad,
no sabía que había pasado.
Tienes completos los capítulos I y II en la página NOVELA: Ocurrió en Lima
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