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¿Hay alguien ahí?
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Si –me pareció escuchar-, estoy contigo
–aunque no fueron palabras, ya que fue más un pensamiento que apareció muy
rápido, casi de inmediato, después de formular la pregunta.
-
Y ¿por qué no te siento? –pregunté, embargado
por la tristeza, sin ser consciente de que podía haber entablado una
conversación con, no sabía muy bien si podía ser Dios o con una parte de mi
mente que se encargaba de pensamientos elevados.
-
Imagina que un mediodía de verano,
cuando más luce el sol, te encierras en un cuarto sin ventanas y cierras la
puerta, ¿verías el sol?, ¿sentirías su calor?
-
No –contesté-, todo sería oscuridad.
-
Pues eso es lo que te ocurre a ti.
Estas en un cuarto sin ventanas con la puerta cerrada. Tu pena, tu tristeza, tu
rabia y tu dolor, son como esa oscuridad y te envuelven, por completo, sin
dejarte, ya no digo disfrutar, sino, ni tan siquiera ser consciente de que, en
el exterior, hay algo más que tu tristeza, hay vida.
>>Estás
encogido, echado en el suelo, creyendo que estás siendo apaleado por la vida,
cuando la realidad es que si te levantas y sales de tu oscuridad verás lucir el
sol –concluyó.
-
Sí, claro. Suena muy bonito. Pero la
vida, esa que dices, es una auténtica desgracia, porque es mi vida y soy yo el
que cada día tiene que sufrir esperando que no me falte la comida y llegue una
llamada ofreciéndome trabajo –y lo dije con tristeza, sin rabia, como
justificando la razón de mi oscuridad.
-
¿Sabes que a Mi Hijo no solo le faltó
la comida, sino que le quitaron la vida?
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Si, tienes razón, perdón –entonces fui
consciente de mi egoísmo y me sentí mal.
-
No te sientas mal, hijo mío. No añadas
más oscuridad a tu vida. Te voy a decir lo que tienes que hacer:
>>Ha
estado muy bien que hoy te hayas sentado a meditar porque así has podido
establecer contacto conmigo. Pero no es suficiente porque yo, a fin de cuentas,
siempre estoy, aunque tú no me sientas. Tan importante como sentirme a mí,
sería aceptar la vida.
-
¡Cómo se nota que tú no tienes que
comer cada día ni pagar ningún recibo! –surgió mi ironía.
-
Tú eres mi familia y el resto de seres
humanos también, pero no puedo intervenir para darte ni un mendrugo de pan
porque tú has elegido, exactamente, que comer, como comer y cuando comer.
-
Yo no recuerdo haber elegido nada –En
ese momento pensé que me estaba comenzando a cansar de una conversación tan
ridícula.
-
No es ridícula nuestra conversación.
Sentí
como se me subían los colores. “¡Qué vergüenza!, pensé, pero… si no he dicho
nada como sabe mi pensamiento. Bueno, en realidad, no he dicho ni una sola
palabra, en ningún momento. Todo ha sido un pensamiento hablando con otro
pensamiento, por lo tanto, no tendría que extrañarme que el pensamiento que
responde lo haga, no solo, al pensamiento que habla, sino al pensamiento que
piensa”. Porque somos cuatro, un pensamiento que piensa, otro que habla, otro
que contesta y yo.
-
Y siguió Dios, o el pensamiento que
habla, con su exposición- Hiciste una primera elección para venir a la vida,
pero podemos olvidarnos de esa porque, para ti, es muy lejana, Podemos recordar
otras más cercanas: Cada día eliges. Cada día tomas decisiones Y esas
decisiones tienen unas consecuencias. Y esas consecuencias es lo que estás
viviendo.
>>La
vida, tu vida, lo has oído no hace mucho, es como un río. El agua siempre fluyendo,
nunca se detiene. Pero, a veces, por cualquier circunstancia, el agua deja de
correr y se estanca. Entonces se pudre y huele mal.
-
¡Oh!, cómo se nota que eres Dios. Lo
has descrito muy bien. Mi vida está detenida creo que hace mucho tiempo y huele
muy mal.
-
Pues eres tú el que la ha detenido.
Eres tú el que con tus pensamientos ha puesto una barrera infranqueable para
que tu vida no avance.
>>Empieza
aceptando la vida. No te quejes, no te lamentes. Da las gracias por lo que
tienes, sea poco o mucho. Ayuda, dentro de tus posibilidades a otros que lo
necesitan más que tú.
-
¿Y si hago eso y la vida no cambia? –La
verdad es que tenía todas las dudas del mundo. En realidad, eran más que dudas,
no me creía nada.
-
Si haces eso esperando que tu vida
cambie, no va a cambiar. Hazlo porque sí. Si lo haces porque sí, sin esperar
que cambie, cambiará. Y, además, te encontrarás conmigo cada día.
-
Te repito, ¡cómo se nota que eres Dios!
Perdona si te digo, con todo respeto, que estoy haciendo muchas cosas para que
mi vida cambie y no cambia, ¿cómo va a cambiar sin hacer nada?, ¿cómo no voy a
quejarme cuando veo como disminuyen mis ahorros?, ¿cómo no voy a lamentarme por
mi mala suerte? Y ¿qué gano con encontrarme contigo?, nada va a cambiar por
mucho que hables.
-
Eres libre de hacer lo que te parezca.
Pero podrías intentarlo. ¡Acepta tu vida con alegría! Reflexiona sobre esto.
Después
de eso, el silencio. Volví a quedarme solo sintiendo mi respiración y como un
payaso se me ocurrió decir “Gracias”.
Pero…
“¿a quién doy las gracias?”, pensé. “Es como un chiste, hablo conmigo y me lo
agradezco porque… supongo que no habrá sido Dios, o ¿sí?”.
¡Qué
curioso!, de no existir, para mí, la reflexión sobre sentimientos o emociones
me he encontrado, sin saber cómo, en el lapso de una semana, con dos trabajos
que parecen ser importantes: Amarme a mí mismo y aceptar la vida.
Supongo
que se podrán realizar las dos al unísono ya que en la
aceptación de la vida se tiene que encontrar integrada la aceptación a uno
mismo y, aceptarme a mí ya es una forma de amarme.
A mi
pensamiento o a Dios no le había prometido nada, pero a Ángel sí que le dije
que las dificultades no me asustaban y que iba a intentarlo. Como no sabía muy
bien por donde comenzar, para aprender a amarme, decidí hacerlo en las partes
visibles de mi anatomía, es decir, en mi aspecto físico.
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