Capítulo VIII, parte 4. NOVELA "Ocurrió en Lima"
Seguimos caminando en silencio y así llegamos cerca de mi departamento.
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¿Te apetece comer algo en el
restaurante que está al lado de tu casa?, te invito. Así te ahorras cocinar.
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Pues sí. Acepto.
Observando
como hablaba con el camarero, sobre el plato del día, se fueron las dudas sobre
si le podían ver el resto de personas.
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Ángel, hice una regresión el sábado y
apareciste tú.
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¡No me digas! –Ángel parecía
sorprendido- y ¿qué pasó?
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Me volviste a hablar del amor. Me
dijiste que no tenía ni idea de lo mucho que Dios me ama y de todo lo que tenía
preparado para mí. ¿Cómo puede ser que estuvieras en este lado y al otro lado
simultáneamente?
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¿No estabas tú? Si estabas tú ¿por qué
no podía estar yo? –era una formulación lógica.
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Si claro, tienes razón. Pero ante un
hecho de esas características se me ocurren algunas preguntas:
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Dando por sentado de que fue real y que no fue una invención de mi mente, ¿cómo
puede ser que estuviéramos en dos formas diferentes, encarnados y sin cuerpo?,
¿cómo se puede obviar o transcender el tiempo?
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Supongo que recuerdas lo que hablamos
de la energía.
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Si, lo recuerdo –como no sabía muy bien
cómo funciona eso de que somos energía, no podía entender por qué comenzaba la
explicación volviendo a la energía.
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Perfecto. Cuando conversábamos sobre la
energía decíamos que todo lo es. Sabes que la energía son átomos vibrando. En
función de la vibración de esos átomos así será la calidad de la energía.
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¿Sabes cuál es la energía más sutil o, si quieres que lo diga de una manera más
entendible, la de mejor calidad?
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¿Dios? –fue más por deducción que otra
cosa.
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Es correcto. Entre nosotros y Dios
existen muchas calidades de energía. Si consigues elevar tu vibración estás
elevando tu nivel de percepción y tu poder personal, en cuanto a temas
espirituales se refiere.
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En cada nivel de energía hay un conocimiento y un poder de sanación.
Dependiendo del grado de vibración que consigas tendrás acceso a ese
conocimiento y a ese poder de sanación.
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Se eleva la vibración de tu campo energético en relajación, meditando, orando,
absorto, observando una puesta de sol, el crepitar del fuego o el batir de las
olas. Es decir, sin pensamientos. Por eso en la regresión pudiste establecer
contacto con otras entidades, porque tu nivel de vibración era mucho más sutil
que es lo mismo que te ocurre cuando meditas.
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Y después, está el tema del tiempo. El tiempo es un concepto ligado a la
materia y, por lo tanto, a energías de baja vibración. Más allá de la materia
no existe el tiempo, por eso se puede tener acceso, en una regresión, a otros
momentos de otras vidas, porque sin materia todo es presente.
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Pero yo seguía teniendo cuerpo. ¿Qué
vibración es la que se hace más sutil?, -la verdad es que no entendía mucho.
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La de la energía que te envuelve, es
decir, tu aura. Tu aura está formada por nueve capas que corresponde cada una a
un plano diferente. Eso es lo que se expande. Lo mismo pasa con los sueños o
los viajes astrales. Por eso, una vez que la vibración vuelve a ser la que
tienes normalmente, al despertar o terminar una meditación, todo se olvida en
un instante. ¿Entiendes un poco más? –quiso asegurarse Ángel.
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Creo que sí, pero me surge otra duda:
Si no existe el tiempo al otro lado de la materia ¿Cómo se van presentando las
distintas situaciones programadas?
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Normalmente no se programan las
situaciones con fecha y hora. Se programan por cumplimientos, por avances, por
aprendizajes. Es decir, cuando haya ocurrido un determinado evento se va a
presentar el siguiente. Y eso puede pasar en un intervalo de un minuto o de
cincuenta años. ¿Lo entiendes?
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Sí. Entiendo, entonces, que yo programé
un mes de agosto muy completo, con eventos muy seguidos. O, mejor dicho, más
que un mes de agosto, un tiempo después de equis tiempo sin trabajo. Me
encuentro contigo, me pones en contacto con Indhira. Trabajo para su papá y,
aquí estoy otra vez hablando contigo.
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¿Te apetece hacer otra regresión? –me
sorprendió la pregunta de Ángel.
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Sí, pero no entiendo.
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Pronto lo entenderás. ¿Me invitas a un
café en tu casa? –este hombre no dejaba de sorprenderme.
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Sí. Vamos.