Hay días en los que me levanto con un pensamiento que se
repite una y otra vez en mi cabeza. Como si fuera el estribillo de una canción pegadiza
de verano. Aunque, si fuera una canción estaría bien, ya que es el recurso que
utilizo cuando algún pensamiento descontrolado toma posesión de mi mente. Pero
hoy no era una canción.
Hoy me he despertado con una pregunta que, me daba la
impresión de estar no solo en el interior sino, también, revoloteando por el
exterior de mi cuerpo. Tocaba en una parte de mi cuerpo y se alejaba rebotando
como una pelota hasta hacer contacto con otra parte. Ahora en el hombro
izquierdo, en el siguiente rebote se iba a la rodilla derecha y, después, a la
frente. Era como una pelota sin fricción, por lo tanto, nada podía frenar sus saltos.
Tenía que detenerlo porque iba a volverme loco escuchando
la misma pregunta una y otra vez: “¿Quién soy?”.
Entre un rebote y el siguiente me preguntaba, conscientemente,
porqué habría despertado con esa pregunta. Es curioso. Es cuando despierto en
las mañanas cuando puedo hacerlo con distintas emociones, y no encuentro una
razón lógica para que eso ocurra. Puedo despertar con miedo, con ansiedad, con
tristeza, con algún pensamiento malévolo o, como hoy con una pregunta, que
parece tonta. Menos mal que no es cada día, ya que puede ser una o dos veces al
mes.
Sé que pueden ser varios los detonantes para que eso pase,
como podría ser por estar pasando un momento complicado en la vida, por un
problema sin resolver, por preocupaciones o, simplemente, por mucho estrés
acumulado a lo largo de un periodo de tiempo.
Es cierto, mi vida no es fácil, pero estoy entrenado, y
el día que despierto con alguna de esas emociones, en media hora consigo
estabilizarme. La meditación hace milagros.
A veces pienso, (pensamientos de babau), que alguna de estas
emociones o pensamientos que siento al despertar tienen su origen en algo que
ocurre durante el sueño. Por alguna, desconocida, razón, en esa doble vida que
tenemos al dormir, sucede algo, en alguna proyección astral, que hace que al
despertar mantengamos la emoción o el pensamiento que teníamos en nuestro
sueño. En el caso de hoy, es posible que alguien me preguntara, al otro lado de
la vida, quien era yo, y ahí quedó la pregunta, volviéndome
loco una vez despierto.
Hoy me pareció que sentarme a meditar no sería una buena
idea, porque lo único que iba a conseguir era dejarle más espacio a la
pregunta. Pensé que lo mejor sería responder.
¿Quién soy?
¡Uf!, Sayri. ¡Que problema! Y ¿quién soy yo?
¿Seré Alfonso?, pensándolo bien no soy Alfonso. Alfonso
es mi nombre o, mejor, el nombre de este cuerpo.
Entonces, ¿seré sanador, escribidor, instructor de yoga o
guía de meditación? No, porque eso, si acaso, sería lo que yo hago, no quien
soy. Y no lo he hecho siempre y, tampoco, durará para siempre. Por lo tanto,
esa respuesta, también, es errónea. Esa es la ocupación de mi cuerpo.
¿Será que soy hijo, padre, hermano, esposo, abuelo? No.
Esto tampoco. Porque eso no es quién soy, eso solo es una condición. Todos
somos hijos porque hemos nacido de una madre. Y podemos tener hermanos,
casarnos y ser padres y abuelos. Pero eso no define, en absoluto, quién soy. Es
algo inherente al cuerpo.
Todas las
respuestas que estoy dando se corresponden con el cuerpo y, ¿por qué lo hago,
si tengo claro que no soy el cuerpo?
Por lo tanto, la respuesta a la pregunta ¿Quién soy? No se
puede responder pensando en el cuerpo. Hay que ir más allá. Y más allá del
cuerpo está el alma. Y el alma si que es eterna, porque no es algo que aparece
un día y desaparece otro día con la muerte, como pasa con el cuerpo. El alma es
inmortal.
Por lo tanto, la respuesta solo puede ser: “Yo Soy el
alma”. Y aún podría añadir algo más: “Yo Soy uno con Dios”, porque como te
contaba el pasado jueves somos un punto de luz desgajado de la Energía Divina.
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