Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
“La ley del desapego dice que para adquirir
cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella.
Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No
renunciamos a la intención ni al deseo, renunciamos al interés por el resultado”.
(Deepak Chopra).
Pero no se trata solamente de conseguir cualquier cosa
en el universo físico, se trata de más, se trata de ser feliz, se trata de
permanecer serenos y en paz, se trata de no realizar movimientos inútiles en la
vida, se trata de no generarnos falsas expectativas, se trata de no divagar, se
trata de ver la vida en su verdadera perspectiva, se trata de observar a los demás sin
prejuicios, se trata de vivir la realidad y no tener una visión distorsionada
de la vida, se trata de ser solo un observador imparcial, se trata de aceptar
sin más, se trata de ser feliz, se trata de amar porque sí, se trata de no
derrochar fuerzas.
El desapego es una de las cualidades del alma, por
lo tanto, conseguir vivir sin apegos es acercarnos un poco más al alma.
Podremos hablar de misiones para la vida, podemos
hablar de deudas o de activos kármicos, podemos hablar de cerrar círculos con
otros seres que han coincido con nosotros en otras muchas vidas, pero la
verdadera razón de la vida es aprender a vivir desde el alma, es aprender a
vivir en el cuerpo sin identificarnos, ni poco ni mucho, con lo que ocurre en
los planos físico y emocional, es aprender a vivir sin reacciones mentales de
ningún tipo, es aprender a vivir en Dios.
El desapego no significa aislamiento personal. El
desapego soluciona muchos de nuestros problemas, podríamos decir, sin exagerar,
que soluciona todos los problemas que en la actualidad están generando el
sufrimiento en los seres humanos. Y cuando eso se consigue el ser humano
consigue la tan ansiada libertad porque deja de identificarse con las personas,
con las cosas y con las circunstancias, y sobre todo desaparece el miedo de
cualquier tipo.
Es entonces cuando el apego desaparece, cuando el
ser humano se va a acercar a otras almas, que no a otros cuerpos, que no a
otras personas, y eso le va a permitir fusionarse con el alma de su hermano y
conocer y asegurarse el mejor modo de ayudarle. Con el desapego, va a aparecer, poco a poco la humildad, humildad con
la que se va a dar todo lo que se tiene para servir de manera altruista
y luego olvidar lo que cada uno dio de sí mismo. Sólo cuando el desapego y la
humildad están presentes, puede un ser humano servir en realidad.
Pero, a fin de cuentas, todo esto no son más que
palabras, más o menos bonitas. Lo importante es pasar de las palabras a los
hechos. Lo haremos en la próxima entrada.
La historia
que nos cuentan del Paraíso Terrenal no es más que una alegoría de lo que pudo
suceder en los primeros compases del ser humano sobre la Tierra. En esa época
los habitantes de la Tierra eran guiados, protegidos y proveídos por Dios.
Eso era debido
a la Ley de Precipitación. La Ley de Precipitación es la Gran Ley de la
Creación actuando por todo el Universo a cada instante, y se trata de la
manifestación de un deseo espiritual o material en el mundo de la forma. Este
poder fue utilizado por la humanidad en masa en la Atlántida, en Lemuria y en
la civilización en el continente Hiperbóreo. Era la manera original en que a toda la
humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en
su actividad física en este planeta.
Jesús precipitó cuando multiplicó los
panes y los peces, cuando convirtió el agua en vino, cuando sacó el pescado con
una moneda de oro en la boca, para pagar sus impuestos.
Jesús dijo: "Lo que Yo he hecho, TODOS los
hombres harán, y aún obras mayores harán."
¿Por qué no hacemos las mismas obras que Jesús?, ¿Por qué los seres humanos, en la
actualidad, no podemos disfrutar de los beneficios de esta Ley? No podemos
disfrutar de ella por la sencilla razón de que desperdiciamos, a tontas y a
locas, nuestra energía: el miedo, la ira, los pensamientos desbocados, la
envidia, la crítica, y muchos sentimientos destructivos más, que lo único que
hacen es enfermar el cuerpo emocional, y por ende, a la misma persona.
El derecho a utilizar y disfrutar del
Poder de Precipitación es algo que hemos perdido hace miles de años, pero nadie
ha dicho que no podamos recuperar ese Poder. Para ello, solo hemos de eliminar
cualquier sentido de discordia, de limitación, de carencia. Hemos de recuperar
la pureza, el desprendimiento, la armonía, el servicio, el amor divino, la
sabiduría y el perfecto equilibrio.
Parece difícil, y posiblemente lo
sea, pero la Ley de Precipitación está ahí, en el Universo, y está actuando en
todo momento para traer bendiciones a la humanidad; y ningún ser humano podrá
sacarla del mundo ni detener su acción para aquellos que alcanzan a vivir su
divinidad en la Tierra.
No hay razón alguna para que la
humanidad experimente privaciones. Los seres humanos no lo sabemos, pero somos
nosotros mismos los que atraemos las privaciones a nuestra vida.
Podemos seguir viviendo una vida de
carencias y lamentándonos por ello, lo hacemos muy bien, es lo que mejor
sabemos hacer, lo cual es normal, ya que son cientos, o miles de vidas haciendo
lo mismo. Me atrevería a decir que no es nuestra culpa, nadie nos ha enseñado a
vivir de otra manera, Pero se puede vivir de manera distinta. Nunca es tarde,
no tenemos prisa, tenemos toda la eternidad para aprender y tantas vidas por
delante como consideremos oportuno. Sin embargo, para que seguir sufriendo, si
nuestro deseo es vivir una vida de felicidad, una vida sin limitaciones, una
vida de amor, está en nuestras manos conseguirlo.
Podemos volver al Paraíso recordando
como vivíamos cuando permitíamos que la Ley de Precipitación funcionara para
nosotros. Entonces éramos conscientes de nuestra divinidad, y actuábamos en esa
conciencia. Empecemos ahora, cada segundo de retraso es un segundo más de dolor
y sufrimiento. Empecemos a recordar que somos hijos de Dios, que todos somos lo
mismo, que todos estamos embarcados en la misma empresa, que todos caminamos de
vuelta de a Dios.
Sé que solamente parecen palabras, y en
palabras se van a quedar si no conseguimos que esas palabras latan a unísono
del corazón, que es el punto de partida para entender, para aceptar y para
actuar desde nuestra divinidad.
Puedes comenzar de una manera
sencilla. Imagina, piensa y siente que cada persona que se cruza en tu camino,
eres tú mismo. Cuando critiques piensa como recibes tu las críticas, cuando
desprecies a alguien piensa como recibes tu los desprecios, cuando engañas
piensa como recibes tu la mentira, cuando maltratas piensa en cómo recibes tu
los maltratos, y así en cada pensamiento, en cada palabra, en cada acción de tu
vida. Piensa también en Dios, en cuantas veces te ha engañado, te ha
maltratado, te ha ofendido. Si Él no lo hace, que tiene todo el poder, porque
nosotros, que no somos nada, lo hacemos de manera permanente con nuestros
hermanos.
Cada uno de nosotros somos una Chispa
de Fuego Divino, todas iguales. Piensa, habla y actúa desde esa divinidad y esa
igualdad, y eso te acercará al Paraíso.
Ustedes dirán que aislamiento y soledad es lo mismo, pero según mis
conocimientos científicos en la materia, aislada estaba yo por mis miedos, era
como un hueco vacio, era extraña para mí misma, era algo impuesto por mi mente.
En cambio la soledad consciente o medio consciente es de una tremenda paz, es belleza,
es en el silencio donde se encuentra la verdadera felicidad, bueno, y de vez en
cuando, un rock buena onda.
Antes tenía miedo de estar sola, hoy se que nunca estoy sola, que hay
millones de seres, maestros ascendidos, arcángeles, angeles y miles de seres
celestiales haciéndome compañía.
Felizmente, en la vida de todo ser humano hay angeles terrenales y eso
fueron para mi misamigas Francy y Diana.
Decidí abrirme al mundo a través de ella y les conté la verdad del mal de esta
parte de mi ser.
Al contrario de lo que me imaginaba me aceptaron tal cual soy, no sé
porque pensaba que me iban a dar la espalda, porque en ese tiempo sentía que
las había decepcionado. Ahora sé que nadie decepciona a nadie, se decepcionan
ellos solos, porque simplemente nadie debe de esperar nada de nadie. Si lo
sientes hazlo, si quieres a alguien abraza, pero no esperes que te abracen a
ti, si lo hacen bien, si no lo hacen bien también.
Así, después de dejar la pastilla, después de contarles a mis dos
mejores amigas mi“dramática historia”,
ellas, comoguerreras que son, comenzaron
a sacarme a la calle. Era la primera vez que salía sin pastilla.
Como mis piernas casi nunca se ejercitaban naturalmente, sino
artificialmente, casi no podía caminar más de cinco minutos sin detenerme para descansar.
Así, después de mucho tiempo vi de nuevo la calle. Era como un nuevo comienzo
para mí, y de hecho lo era. Todo era nuevo, más interesante, me sentía como un
bebe que recién descubre el mundo y, crean o no, vi por vez primera vez la
belleza del mundo, la belleza de la vida y me sentí súper bien. Para cualquier
persona “salir a la calle”, es normal, es algo insignificante, pero para mí,
ese tiempo, en esas circunstancias, era como si hubiera ganado un premio.
Ahora bendigo todo ese
sufrimiento, soy un poquito, creo que mejor, o ¿soy peor?, bueno, en realidad
no sé si mejor o peor, en realidad no sé quién soy.
Muchas personas dicen que el cuerpo físico no es importante, eres el cuerpo,
por supuesto eres más que solo el cuerpo, tu cuerpo es como un puente para
tomar conciencia de si estas dormida o no, tu cuerpo es tu templo sagrado, todo
eso lo tuve que aprender con la enfermedad.
Salí a la calle después de mucho tiempo, y así me ejercitaba cada tarde,
porque cada tarde salíamos a pasear. Nunca
antes había entrado a una pollería con mucha gente, y lo hice, y cada vez que hacia algo sentía que era una
atleta saltando obstáculos.
Encontré muchas personas entre videntes, parapsicólogos, brujos. De
todos ellos aprendí muchas cosas: los videntes decían una cosa, los otros otra
cosa, así es como estuve en tratamiento tras tratamiento. ¡Ahora veo todo tan
claro!
No sabía que creer y así deje de buscar, me convencí de que el único que
me puede curar es Dios por medio de alguien. Ahora sé que todos podemos
equivocarnos de diagnostico y por ende de tratamiento.
De
un sueño
Quiero contarles algo que soñé hace exactamente una semana, solo espero
que no crean que estoy loquita, aunque de loco y poeta dicen que todos tenemos
un poco, bueno les cuento: Estaba en una casa, no era mi casa, mas parecía un
hotel o algo asi, estaba con toda mi familiacreo que retrocedí en el tiempo porque éramos niños mis hermanos y yo.
Luego vi otra escena, creo que avance en el tiempo porque vi a una amiga
que hace poco dio a luz a su bebe, el niño estaba más grande de lo que es en
realidad, posteriormente yo corría muy asustada, estaba en medio de una guerra,
podía sentir las granadas, balas, explosiones, pude aguantar el horror ycomo dicen que al tener una pesadilla lo
primero que hayque hacer es desear
estar en tu cuerpo, desee eso y desperté. Al despertar me acorde que alguien
dijo “estamos en Ayacucho” coincidentemente hubo no recuerdo en qué año la
batalla de Ayacucho, recuerdo claramente que las escopetas eran de esas
antiguas que hay en los museos.
Últimamente no me cuestiono mucho sobre mis sueños pues los sueños, sueños
son. Simplemente estuve en la máquinadel tiempo, todavía chismeando aquí y allá.
Antes de enfermar tenia sueños muy raros, ahora si van a creer que me
patina el coco, una noche mientras dormía se ilumino la habitación de muchos
colores pero el que más resaltaba era el color violeta, en eso siento que
levantan las frazadas y aparezco en una especie de hospital, todo era de un
color humo medio blanco, de un momento a otro me veo rodeada de unos hombres
blancos altos, podía entender lo que decían, pero ellos no se comunicaban con
palabras. No sé cómo explicarlo pero no hacían ruido era una comunicación de
mente a mente.
A veces me hacían cortes en la espalda, cuello y cabeza. No sentía
ningún dolor, eran sueños muy reales me sentía un conejillo de indias.
Parecía una clase de practicantes,
sentía voces muy jóvenes y había siempre algo así como un profesor, sentía las
voces es mi cerebro, era una comunicación telepática y me operaron un montón de
veces.
No había contado a nadie estos sueños tan raros, es más, hasta hora no
me había acordado de ellos.
Aunque mi
memoria siempre ha sido un poco débil, olvidando caras, nombres, lugares,
situaciones, y también muy selectiva, recordando, supongo, sólo aquello que era
bueno para mi propia evolución, sí que hay algún recuerdo que creo que me
acompaña desde siempre, casi desde que tengo uso de razón. Y ese algo son mis
pensamientos relacionados con la muerte. La muerte siempre me ha parecido
apasionante, y aunque en las primeras etapas de mi vida, el contacto con la
muerte, de personas conocidas, me producía
cierto temor, era algo que me atraía de manera poderosa, buscando lecturas
sobre ella y sobre lo que podría haber al otro de la vida.
Siempre me
ha parecido que la vida, la vida física, a pesar de su grandeza y su hermosura,
es algopesada, rutinaria, repetitiva, lenta
y muchas veces aburrida. Aunque por supuesto tiene grandes excepciones como la
paternidad, la abuelidad, el enamoramiento o los cambios. Por eso siempre he
pensado en la muerte como una gran liberación, ya que seguimos viviendo una
vida sin cuerpo, dejando atrás todo aquello que es inherente a este: la edad,
el sexo, la necesidad de comer y dormir, la enfermedad y el dolor.
Pero por si
fuera poco pasar toda una eternidad sin los problemas que genera el cuerpo, yo
le añadía una razón de peso, de mucho peso: al otro lado de la vida yo suponía
que estaríamos más cerca de Dios, más cerca de Su Amor, más cerca de Su Paz, más
cerca de Su Armonía, con lo cual pensaba que la vida al otro lado debía de ser
la perfección total, debía de ser esa felicidad total y permanente que buscamos
cuando estamos en el cuerpo a este lado de la vida.
Aquí tenía
un error, y el error consistía en pensar que los que ya no tienen cuerpo están
más cerca de Dios, cuando todos, con cuerpo o sin cuerpo, estamos a la misma
distancia de Dios. La sensación de lejanía de Dios en los que vivimos en la materia
solo viene dada por la barrera, muchas veces infranqueable, que coloca nuestra
mente, pero Dios, siempre está con nosotros.
Hasta no
hace mucho tiempo, sentía cierto reparo en hablar de Dios, o al menos en
hacerlo directamente, y Lo sustituía por palabras más o menos cercanas. Hoy no,
hoy sé que Dios es Dios, hoy se que Dios lo es Todo, y que el reparo que sentía
solo era una debilidad de mi propio carácter, porque influenciado por nuestra
cultura, asociaba a Dios con alguna religión, y pensaba, erróneamente, que
podía ser señal de debilidad.
Dios es tan cercano en la vida física
como en la otra, aunque podamos pensar que no es así, y que sólo está bien
visto acercarnos a Él o invocarle cuando las cosas se ponen difíciles esperando
que nuestros pedidos o nuestras súplicas sean escuchados, esperando que se
produzcan los milagros.
Se nos
olvida que somos los seres humanos los únicos responsables de lo que nos
sucede, se nos olvida que nuestra vida solo es el resultado de nuestra
programación mental, se nos olvida que nuestra vida solo es nuestra propia
elección y que hemos elegido también los medios y herramientas en cada caso, se
nos olvida que cada problema, cada situación difícil o inclusive las
equivocaciones han de aceptarse como lecciones, peldaños para aprender,
oportunidades obsequiadas por Dios para que podamos recordar nuestra propia
Divinidad y perfección.
Toda esta entrada es un extracto,
ínfimo, del libro “Misterios desvelados”, en el que aparecen reflejadas algunas
de las enseñanzas del Maestro Saint Germain:
La Eterna Ley de la Vida es: “LO QUE
TÚ PIENSES Y SIENTES LO TRAES A LA FORMA”. Dónde está tu pensamiento, allí
estás tú. Lo que tú medites, en ello te convertirás, ya que tú eres tu conciencia.
Cuando uno permite a su mente
permanecer en pensamientos de odio, de condenación, de crítica, de lujuria,
envidia, celos, temor, dudas o sospechas, y permite que esos pensamientos y sentimientos
generen irritación dentro de él, es absolutamente seguro que tendrá discordia, fracaso,
desastres en su cuerpo, su mente y su mundo. Mientras él permita que su atención
se detenga en tales pensamientos, bien sea respecto a naciones, personas,
lugares, condiciones o cosas, estará absorbiendo esas actividades en la
substancia de su mente, su cuerpo o sus asuntos. De hecho, estará forzando,
impeliéndolas a que entren en su experiencia.
Esto ocurre porque los seres humanos no
se aceptan ni se reconocen ellos mismos como lo que son. Templos del Dios
Viviente. Tampoco saben que este reconocimiento debe mantenerse eternamente. La
Humanidad en su presente y aparente limitación de tiempo, espacio y actividad,
está en el caso de la persona que necesita, y si alguien le extiende lo que
necesita, y ella no se acerca a recibirlo, ¿Cómo va a gozar del beneficio?
La masa humana está en este grado de
conciencia hoy, y continuará en ella hasta que acepte que el Dios que lleva en
su corazón es el Dueño, el Dador y el Hacedor de todo el Bien que puede entrar en
sus vidas y mundos.
Tanto más intenso es el sentimiento dentro del
deseo, tanto más rápido se cumplirá.
Sin embargo, si se tiene la temeridad
de desear algo que dañe a otro hijo de Dios, o a cualquier parte de Su
Creación, ese pagará con discordia y fracaso en alguna experiencia de su vida.
Es muy importante realizar plenamente
que la intención de Dios para cada uno de sus hijos es la abundancia de toda
cosa buena y perfecta. Él creó la Perfección y revistió o invistió a cada hijo
con ese mismo Poder. Todos podemos crear y mantener la Perfección, y expresar
Dominio Divino sobre la Tierra y todo lo que ella contiene. La Humanidad fue
creada a imagen y semejanza del Padre, y la única razón por la cual no
manifiesta su Dominio es porque no usa su autoridad Divina.
La actividad sensorial de la Vida es
el punto más abandonado, menos custodiado en la humana conciencia.
La necesidad de controlar y vigilar
los sentimientos no puede ser subrayada demasiado, pues el dominio de las
emociones juega el papel más importante en la Vida, para mantener el equilibrio
mental, salud en el cuerpo, éxito y logros en los asuntos mundanos o del ser
personal de cada individuo.
Al principio esta disciplina requiere
esfuerzo continuo, porque los pensamientos y sentimientos del 95% de la
humanidad andan tan libres e incontrolados como un perrito callejero. Pero no importa
cuánto esfuerzo sea necesario traer para estas dos actividades a un control
absoluto, vale la pena todo el tiempo, la energía y el esfuerzo, pues no se
puede tener ningún dominio permanente de nuestra propia vida y mundo sin ello.
Meditación para el control de uno mismo
- El primer paso hacia el control de
uno mismo es el de aquietar toda actividad exterior, tanto de la mente como del
cuerpo. De quince a veinte minutos antes de recogerte a dormir, y por la mañana
antes de comenzar tu día, haciendo el ejercicio siguiente: hace prodigios para
todo el que haga el esfuerzo necesario.
- El segundo paso es asegurarte de no
ser perturbado y después de haberse tranquilizado y estar muy quietos,
visualizar y sentir el cuerpo envuelto en una Luz radiante, blanca. En los
primeros cinco minutos mientras se visualiza este cuadro, sentir intensamente
la conexión entre el ser exterior y el Magno Dio Interno, enfocando la atención
en el corazón y visualizándolo como un Sol Dorado.
- El tercer paso es el reconocimiento:
“YO ACEPTO GOZOSO LA PLENITUD DE MI MAGNA PRESENCIA DE DIOS, EL CRISTO PURO”.
Siente el gran brillo de la Luz e intensifícala en cada célula de tu cuerpo
durante unos diez minutos más.
- Ahora cierra la meditación ordenando:
“YO SOY HIJO DE LA LUZ, AMO LA LUZ, VIVO EN LA LUZ, SOY PROTEGIDO, ILUMINADO,
PROVISTO Y MANTENIDO POR LA LUZ Y BENDIGO LA LUZ”.
Recuerda siempre que uno se
convierte, se transforma en aquello que medita, y puesto que de la Luz salimos,
la Luz es suprema perfección y el control de todas las cosas.
Si practicas este ejercicio fielmente
y lo sientes en cada átomo de tu mente y cuerpo con profunda intensidad,
recibirás abundante prueba de la tremenda Actividad, Poder y Perfección que
existe y está siempre activa en la Luz. Cuando hayas experimentado esto, aunque
no sea sino por un corto tiempo, no necesitarás pruebas adicionales. Te
conviertes en tu propia prueba. “LA LUZ ES EL REINO. ENTRA EN EL Y ESTARÁS EN
PAZ”. Regresa a la casa del Padre. Después de diez días de hacer este
ejercicio, es bueno hacerlo tres veces diarias: Mañana, tarde y noche.
A menudo oigo la queja: “Ay, yo no
puedo dedicar todo ese tiempo”. Para aquellos que sean de esa opinión, deseo decirles:
El tiempo que gasta la persona corriente en criticar, condenar y culpar a los
demás por ser diferentes, si fuera dedicado al uso y reconocimiento de la Luz,
les sería manifestado el Cielo en la Tierra. Para el individuo que se atreve a
comprobarlo y tiene suficiente determinación para continuarlo, nada le es
imposible. La Luz jamás falla.
La condición desafortunada en la
conciencia humana, que mantiene a los individuos en sus limitaciones
autoimpuestas, es la actitud de la mente que, o teme, ridiculiza lo que no
comprende, o lo que es peor, en su ignorancia dice: “ESO ES UN IMPOSIBLE”.
Una cosa puede no ser probable bajo
ciertas condiciones; pero el Ser Divino Interior, que es la Gran Luz, puede
cambiar todas las condiciones humanas, de manera que nada le es imposible.
Todo ser humano posee la Divina Llama
de la Vida dentro de él, y ese Ser, Dios, tiene dominio donde quiera que se
mueva el Universo. Si el hombre por su inercia mental no hace el esfuerzo suficiente
para reorganizar sus antiquísimos hábitos de mente y cuerpo, continuará atado
por las cadenas que él mismo se forjó. Pero si él decide conocer al Dios
Interior y tiene la osadía de darle a ese Ser Divino el control de sus
actividades exteriores, recibirá de nuevo el conocimiento de su dominio sobre
todas las substancias, lo cual le pertenece desde el principio.
La Ley de la Reencarnación es la
actividad del crecimiento humano que le concede al individuo la oportunidad de restablecer
un equilibrio condicional que él mismo, conscientemente desajustó.
Esto es sólo unas de las actividades
de la Ley de Compensación, la Ley de Causa y Efecto, o lo que se puede llamar
el proceso balanceador automático que gobierna todas las fuerzas del Universo,
en todas partes. La comprensión correcta de esta Ley da la explicación de
muchas condiciones en la experiencia humana, que sin ella parecen totalmente
injustas. Es la única explicación lógica de la infinidad de complejidades y
experiencias humanas que revelan la operación y la Ley sobre la cual descansa
toda manifestación. Esto hace comprender que no existe lo que llaman
“casualidad o accidente”. Todo tiene una causa interior, y todo es la causa de un efecto futuro en el mismo
instante que se efectúa la causa. Si un hombre ha dañado a una mujer en una vida, es seguro que
reencarnará en forma femenina y pasará por la experiencia similar, hasta que
sufra aquello que le hizo soportar a otro. Lo mismo ocurre a toda mujer que
lastime o dañe a un hombre. Esta es la única forma en que cada uno se obliga a
experimentar tanto la causa como el efecto de todo lo que genera el mundo.
El individuo puede experimentar y crear
lo que se le antoje en su propio mundo, pero si a él se le antoja hacer aquello
que le haga a otros experimentar discordia, él se obliga a experimentar la misma
condición hasta que comprenda lo que es el efecto de su propia creación sobre
la vida ajena en el Universo.
El tiempo transcurre, va pasando la
vida. Veremos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los
abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontraremos en primera
línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno
tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros
inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por
crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaron el relevo, como un
día lo harán nuestros nietos y biznietos.
Pero según vamos creciendo, hasta
envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra
cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones, y
nuestro trabajo sagrado y grandioso en la tierra.
Lo triste, es que muchos de los que
crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Llegamos a la vida porque así lo
hemos decidido, nacemos por propia decisión, y lo hacemos para cumplir ese
trabajo sagrado, nuestro trabajo, nuestra misión. Trabajo del que no nos
acordamos ni poco ni mucho. Por no acordarnos ni tan siquiera recordamos de dónde
venimos y hacia dónde vamos.
Nos olvidamos de Dios, nuestro Padre,
nos olvidamos de su Amor, nos olvidamos que Él es nuestro origen y nuestro
destino. A veces me pregunto, ¿Cómo será el momento en el que dejemos el cuerpo
y nos encontremos nuevamente cara a cara con Dios? Es claro que nos está esperando,
con paciencia, con alegría. Él mejor que nadie sabe que todos nuestros momentos
de sufrimiento y soledad, son ilusión vivida por la mente, y sabe que pasarán a
formar parte del aprendizaje y bagaje del alma, como sabe que desaparecerán de
inmediato en el momento que volvamos a poner nuestros pies en casa, en la casa
del Padre.
Y para Él, para el Padre, no
importará cuales hayan sido nuestros comportamientos, no importará si nos
sentimos culpables, Él nos ha perdonado antes incluso de cometer el mal. ¿Qué
padre no perdona a su hijo?, ¿Qué padre no recibe con los brazos abiertos al
hijo pródigo? Porque eso es lo que somos, como el hijo prodigo, nos fuimos de
casa y nos olvidamos. Pero para Él somos sus bebés aprendiendo a vivir, aprendiendo
a amar, en esta escuela que es la vida.
Nuestra vida
es un conjunto de elecciones. Nosotros elegimos nuestros pensamientos, de la
misma manera que elegimos nuestros sentimientos. Nadie crea nuestros
pensamientos, lo hacemos nosotros mismos, por lo tanto, teniendo en cuenta que el
pensamiento es creador, es con ese pensamiento elegido por nosotros mismos como
vamos elaborando nuestra vida. Nuestra vida es nuestra propia elección, y no
podemos hacer responsable de ella a nada ni a nadie.
No vale, por
lo tanto, decir que con lo que te han llegado a hacer, o con lo que te ha
llegado a suceder, es imposible dejar de pensar en eso, es imposible no darle
vueltas, es imposible no atesorar ira en el interior, es imposible no sentir
ansiedad. De nada sirve todo eso que te hayan podido hacer, porque al final
todo queda reducido a un simple pensamiento, a un pensamiento elegido por ti,
que va a ser el responsable de tus sensaciones y de tus emociones.
Está claro, entonces, que podemos
elegir la alegría o la tristeza, podemos elegir la esperanza o la desconfianza,
podemos elegir el amor o el miedo, podemos elegir celebrar nuestra vida o
llevar una vida miserable, podemos elegir la oscuridad o la luz, podemos elegir
el odio o el perdón, podemos elegir la felicidad o la depresión, podemos elegir
la paz o la guerra, podemos elegir detener la vida para revivir una y otra vez
algún acontecimiento pasado o sencillamente vivir el momento.
A pasar que esta teoría es conocida
por muchísimas personas, pocas son las que intentan dominar el pensamiento, el
resto dejan vagar la mente a su antojo, con el resultado ya conocido.
Utilizando el dicho popular, lo que hacen es esconder la cabeza para no
percatarse del peligro, como los avestruces. Bueno en realidad solo es un
dicho, los avestruces no son tan tontos como los seres humanos, lo que hacen en
realidad, cuando localizan un foco de peligro, es lo contrario, es agacharse,
ya que al tener el cuello tan alto serían fácilmente localizables y su objetivo
es totalmente lo contrario. Colocan la cabeza pegada a la tierra reduciendo así
su altura considerablemente, pero no la introducen debajo de ella. La única explicación de que el
avestruz “esconda” su cabeza en la tierra se basa en la excavación de agujeros
para introducir sus huevos.
Si el avestruz escondiera la cabeza
sin ser consciente del peligro: “ojos que no ven corazón que no siente”, hace
tiempo que se habría extinguido. Los seres humanos, sin embargo, a pesar de
conocer que mantener un proceso de pensamiento erróneo y negativo es nocivo
para su salud emocional, y a la larga física, siguen manteniéndolo. La voluntad
en los seres humanos es una de las carencias más acusadas. Prefieren acudir a
los médicos a paliar los efectos, que trabajar, con un poco de voluntad, para
eliminar las causas.
Negarse, por cobardía o por falta de
voluntad a reconocer la verdad, a aceptar los hechos, por negativos o adversos
que sean, lleva a los seres humanos al desastre. Cuando es imprescindible para sanar sus vidas
la conciencia de lo que son y de donde están, aceptar la situación, admitir lo
que de negativo tienen sus pensamientos, y llegar a comprender que pueden
intervenir para invertir su situación es siempre el primer paso, paso
imprescindible, para trabajar y conseguir lo que realmente todos buscamos: La
felicidad.
Para todo en
la vida física necesitamos la mente, ya que es el recurso más importante que
tenemos. Pero no solo es necesaria para la vida física, es imprescindible para
la salud emocional y espiritual.
Tenemos una mente concreta que realiza los procesos básicos del pensamiento:
Observación, comparación, relación, clasificación. La mente es el testigo invisible,
la mente es el observador interesado.
También
tenemos una mente práctica que
es la que realiza procesos no tan básicos de pensamiento, ya que ella la que relaciona
las causas con los efectos y los medios con los fines. Es la base de la
inteligencia.
Y
disponemos de una mente abstracta
que es la que realiza los procesos de reflexión consciente, pues accede a sus
propias representaciones y las modifica. La razón es la facultad superior de
conocimiento.
La mente ordena, ansía, impulsa e
insiste en el esfuerzo y en la acción. La mente activa el ojo, el oído, la
lengua, la nariz y cada órgano de percepción y de acción. La mente causa el
renacimiento, la victoria y la liberación de los seres. Con la mente se
consigue la iluminación, y con la mente los iluminados pueden conseguir la
ascensión.
Necesitamos a la mente para almacenar
la ira, el odio, el miedo y la preocupación. Necesitamos a la mente para mantener
nuestras creencias. Necesitamos a la mente para ser felices.
La mente enferma al cuerpo físico y ella
misma lo sana. La mente hace que
la persona esté alegre y animosa, y a su vez hace que entristezca. La mente
hace que se establezcan hábitos nocivos, pero es ella la que consigue que se
eliminen esos hábitos.
La mente es causa de desgracias y
alegrías. Cualquier proceso comienza en la mente.
Cuando decimos que “hay que detener
la vorágine de la mente”, lo hemos de hacer a través de la propia mente. Es de
ella de donde va a surgir el impulso y la fuerza para propiciar su silencio. La
mente debe fagocitarse a sí misma para facilitar su silencio, y además ha de
ser consciente del proceso de su pérdida de poder y del otorgamiento del poder
al corazón.
“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces
la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige
el corazón. Cuando se corrige el corazón, entonces se cultiva la vida personal;
cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando
se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la
vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador
hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida
personal como la raíz o fundamento”.
Confucio
Nuestros
progenitores y nuestros educadores se encargan de prepararnos para la vida
física. Lo hacen con fe, con dedicación, con ilusión, llegando al éxito en
muchísimas ocasiones, ya que consiguen que sus hijos y alumnos sean, al menos
visto desde el exterior, según el dicho: “personas de provecho”. Han conseguido
finalizar unos estudios, más o menos avanzados, en función de su valía y
dedicación, tienen un trabajo, han conseguido formar una familia y llegan a
tener una vida más o menos holgada. En resumen se podría calificar como una
vida de éxito, dentro de la normalidad.
Pero
detrás de esta vida visible que parece una vida de éxito, existe otra vida, no
tan visible, en la que se esconden otras condiciones, que hacen que la vida que
hacia el exterior parece una vida normal y de éxito, sea un rotundo fracaso.
Fracaso
que puede ser por múltiples razones: Bien podría ser porque no utilizan el
aprendizaje obtenido en los estudios, por no haber estudiado lo que realmente
les atraía, sino que estudiaron lo que decidieron sus padres. Bien podría ser
porque no consiguen estabilidad en sus trabajos, al trabajar en algo que no les
atrae, ni poco ni mucho. Bien podría ser porque la pareja en la que habían
volcado todas sus expectativas de felicidad, se desploma como muñeco de paja.
¿Cómo
puede ser que personas, en teoría, preparadas para la vida, fracasen tan
estrepitosamente?
Si,
están preparadas para la vida, pero ¿Para qué vida están preparadas?, ¿Para la vida del cuerpo o para la
vida del alma? Pues están preparadas, perdón, mal preparadas para la vida del
cuerpo, olvidándose completamente de la vida del alma.
Nos
preparan y preparamos a nuestros hijos para competir, para defender su espacio,
para acumular, sin ser conscientes de que, casi nadie, por no decir nadie, con
este aprendizaje, no está consiguiendo algo que parece básico, por ser
justamente lo que busca todo el mundo: La felicidad.
Casi
todos tenemos claro que no solamente somos un cuerpo, también somos un alma. Otra
cosa sería si la enseñanza, que en la actualidad solamente está centrada en
las, llamemos necesidades del cuerpo, incluyera también las necesidades del
alma. Y las necesidades del alma no son otras que el aprendizaje y la consecución
de los valores. Los valores, que son las cualidades o las aptitudes de las
personas, son la guía de conducta de las personas. Algunos de esos valores son:
Amor, espiritualidad, libertad, respeto, tolerancia, responsabilidad, justicia,
solidaridad, humildad, honestidad, amistad, perdón, bondad, moderación,
gratitud.
¿En qué
escuela o universidad se enseñan esos valores? Podemos estar completamente
seguros de que si a la enseñanza actual, se le añadiera la enseñanza de los
valores, el resultado sería completamente diferente, ya que las personas no sólo
tendrían éxito en la vida de la materia, sino que además estarían alimentando a
su alma, que a la postre es la única finalidad del viaje a la materia: el aprendizaje
del alma, y centrándolo aún más, el aprendizaje del amor.
Sin
embargo, como esas enseñanzas no se dan en ninguna escuela especializada, no
nos queda más remedio a todos los adultos que enseñar los valores a nuestros
hijos, sobrinos, nietos y educandos. Y recordar que el ejemplo es el mejor
método de aprendizaje. Si quieres que tu hijo aprenda a amar, ama tú; si
quieres que sea tolerante, tolera; si quieres que sea honesto, lleva tú la
bandera de la honestidad; si quieres que sea humilde no le trates con orgullo;
si quieres que respete, respétale a él; y así con todos y cada uno de los
valores.
Cualquier acción que llevemos a cabo
debe estar ejecutada con la certidumbre de que Dios nos escucha y también debe estar
guiada por la fe, sino es así, perdemos el horizonte y todas nuestras acciones
estar condenadas a no tener propósito.
no se lo
impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
Yo os
aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Marcos
10:14
En el último mensaje canalizado, el
Maestro nos decía: “El corazón de Dios es un mar de infinita bondad que espera
por Vds. No es necesario que Le invoquen en oración, ni tan siquiera que digan
su nombre. Él está con Vds. en todo momento y en todo lugar”.
¡Dios nos espera!, pero en las
condiciones en que se encuentra la humanidad, ¿Cuánto tiempo tendrá que
esperar? Los seres humanos ni tan siquiera somos conscientes de que Dios nos
está esperando, porque no sabemos que Él es el final de nuestra carrera, Él es
la meta, pero también es el inicio, de la misma manera que es el camino, o si
lo sabemos no actuamos desde ese conocimiento.
Los seres humanos buscamos a Dios,
sin aceptar que Dios ya está en nosotros, y disfrazamos esa búsqueda, que es la
búsqueda autentica, la búsqueda definitiva, con pequeñas búsquedas, con
jueguecitos, con pequeñeces.
Viajamos a lugares recónditos de la
Tierra en busca de espacios fantásticos de energía. Energía que despilfarramos
nada más llegar a casa, cuando no por el camino, juzgando situaciones,
criticando personas, no aceptando nuestra vida o parte de ella, siendo
deshonestos con nosotros mismos y los demás, manteniendo rincones de ira o de
rencor en nuestro corazón, desaprovechando las oportunidades para ayudar y
servir a los demás.
Podemos retirarnos del mundo durante
unos días para mantenernos en silencio y meditar. Y al llegar a casa, volvemos
a hablar por los codos, volvemos a dejar que la meditación se convierta en algo
que hacemos el día que “tenemos tiempo”, o el día que estamos bajos
anímicamente.
Podemos asistir a conferencias y
cursos de crecimiento personal, para ser un poco más conscientes ya que
proliferan como setas. Cursos que serán olvidados a los pocos días de su
realización, sin haber puesto en práctica nada de lo aprendido en ellos.
Somos especialistas en frases
bonitas, que ninguno pone en práctica, pero que quedan bien en el muro de
nuestras redes sociales.
¿De qué sirve todo eso?, para hablar
de ello, para sentirnos importantes, para hacer demostraciones de nuestra
pseudo-espiritualidad, para que otros se queden con la boca abierta ante
nuestra sabiduría espiritual. Pero realmente son pequeñeces, son jueguecitos,
porque mientras tanto seguimos enojados con los hermanos, engañando a la
pareja, criticando todo lo que se mueve, no dedicando el tiempo suficiente a
los hijos, dudando de todo, no respetando a nada ni a nadie, teniéndole miedo
no solo a la muerte, sino también a la misma vida. Y sobre todo se nos olvida
lo más importante, nos olvidamos de Dios, nos olvidamos de quienes somos, nos
olvidamos de dónde venimos, nos olvidamos adónde vamos, nos olvidamos para que
estamos aquí, nos olvidamos de quienes son realmente los que nos rodean.
Hemos de ser conscientes de que lo
que realmente hemos venido a hacer en lavida es retornar a Dios, porque de Él venimos, y podemos hacerlo de
frente, sin rodeos, a lo grande. ¿Cómo?, amando. Cualquier otra cosa no sería
más que darle vueltas una y otra vez a la vida, a una vida que nos enmaraña en
las redes de su ilusión una y otra vez, y así llevamos cientos o miles de
vidas. ¿Cuántas más nos esperan?, ¿Cuánto tiempo tendremos a Dios esperando por
nosotros? Tenemos suerte de que Su paciencia es infinita, y sobre todo tenemos
suerte de que nos ama. Termino que no podemos utilizar nosotros, ¿o sí? Alguna
vez te has hecho la pregunta: ¿Amas a Dios?
Los seres
humanos somos capaces de recordar hasta la extenuación los momentos dolorosos
de nuestras vidas. Los recordamos, los sufrimos y lloramos con su recuerdo, los
contamos, unas veces nos corroe la rabia, otras la ira, hablamos de nuestro
dolor sin venir a cuento, nos lamentamos, siendo incluso incapaces de sentir el
dolor ajeno, porque “no es nada comparado con lo que me ha pasado a mí”.
Sin embargo, somos incapaces de
recordar con parecida intensidad los momentos felices. Hasta diría que estos
pasan por nuestra vida sin pena ni gloria. Después de unos momentos de euforia,
caen en el olvido, hasta el extremo de que si nos piden que recordemos algún
acontecimiento feliz de nuestra vida, podemos quedar dubitativos, tratando de
descubrir alguno de esos momentos.
De la misma
manera nos comportamos ante la enfermedad, nos podemos pasar el día
lamentándonos, sintiendo nuestro dolor, explicando a todo aquel que se cruza
con nosotros lo mal que nos encontramos, lo infelices que nos sentimos, la mala
suerte que parece haberse aliado con nosotros, y un sinfín de desgracias más.
Pero cuando estamos sanos, no explicamos a todas las personas con las que nos
encontramos, que estamos sanos, que nos sentimos bien, que vaya suerte la
nuestra, que nos encontramos felices por la buena salud. ¿Por qué será?
¿Quiere
decir esto que hay muchos más momentos de dolor que momentos felices en las
vidas de las personas? No es así. Normalmente pasamos más tiempos neutros, sin
episodios excepcionales ni de felicidad, ni de dolor, de la misma manera que
pasamos más tiempo de nuestra vida, sanos que enfermos. Y llamo momentos
neutros a momentos que, en realidad, los deberíamos calificar como
excepcionales, como son el amanecer de cada día, ver una salida o una puesta de
sol, sentir el canto de los pájaros, el olor de la tierra después de la lluvia,
escuchar la risa inocente de los niños, sentir el abrazo de los que nos
quieren, tener hambre y poder comer, y un sinfín de cosas más.
Podemos
llorar años la desaparición de un ser querido, pero no festejamos años el
nacimiento de otro ser querido. Podemos lamentarnos mucho tiempo por la pérdida
de un trabajo, pero no nos alegramos el mismo tiempo cuando lo encontramos y
nos contratan. Podría seguir poniendo infinidad de ejemplos, pero no merece la
pena, seguro que cada uno de vosotros puede pensar en su ejemplo favorito.
Sabemos, al
menos todos los que nos asomamos a esta ventana, que energías iguales se
atraen, sabemos que somos lo que pensamos, sabemos que el Universo nos regala
aquello que permanece en nuestra mente con una cierta intensidad. Pero, es
igual, somos incapaces de cambiar nuestro pensamiento, somos incapaces de
mantener los sucesos buenos en nuestra mente durante más tiempo que los malos,
somos incapaces de ser felices. ¿Será que nos gusta el sufrimiento?, ¿Será que
no terminamos de creernos que somos energía?, ¿Será que a pesar de todo nuestro
conocimiento, somos incapaces de dominar a la mente?, ¿Será que practicamos
poco la mucha teoría que atesoramos?, ¿Será que no habremos integrado en
nosotros nuestra divinidad?, ¿Será que nos falta voluntad?, ¿Será que no tenemos carácter?, ¿Qué será?