El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 23 de septiembre de 2022

La vida es ilusión

 


Capítulo IX. Parte 5. NOVELA "Ocurrió en Lima"

        Desde la primera vez que me encontré con Ángel o, mejor, desde la primera vez que me separé de él, tenía la duda de si sería una persona normal o un ser con poderes extraordinarios y, ahora me confirma que, en efecto, es un ser espiritual, una especie de ángel sin alas, un ser sin cuerpo, un ser del otro lado de la materia, que ha sido enviado para ayudarme.

En realidad, no estoy sorprendido, salvo por el hecho de que ha venido a ayudarme. ¿Ayudarme a mí?, ¿por qué?, ¿qué méritos o deméritos habré acumulado? 

-    ¿Puedo preguntarte algunas dudas que tengo? –era el momento de despejar todas las dudas que rondaban por mi cabeza desde la primera vez que nos encontramos.

-    Sí. Antay, puedes preguntar lo que quieras –respondió, como siempre, con todo el amor y una paciencia infinita.

-    ¿Puedes leer el pensamiento?, porque siempre has estado respondiendo a las preguntas que me iba haciendo en mi interior.

-    No es que lo lea, es que lo veo, porque cada pensamiento es energía, igual que lo es cualquier emoción. Por eso sé de tus dudas y de tus miedos.

-    ¿Es posible que solo yo pueda verte?

-    Unas veces sí y otras no.

¡Qué alivio!, en algún momento creí que me estaba volviendo loco. Aunque esto ya es bastante locura. No parece muy habitual que se aparezca un ángel para ayudar a un ser humano. Solo había visto algo parecido en alguna película.

-    ¿Por qué has venido a ayudarme?

-    He venido a ayudarte porque lo has pedido y lo has hecho desde el corazón.

>> ¿Recuerdas el sueño que tuviste el día que nos encontramos?

-    ¿El sueño de mi fallida boda por culpa del mendigo? –supuse que sería ese porque no recordaba otro sueño.

-    Exacto. Lloraste, pediste, rogaste, suplicaste. Soy el resultado de tus suplicas.

-    Pero si eso fue un sueño –no entiendo que tenían que ver mis lágrimas, en un sueño, con la vida real.

-    Toda la vida es un sueño, es una ilusión. Tú diferencias tu vida consciente de la vida inconsciente dentro del sueño. Pero para el alma todo es lo mismo. Tu sueño solo fue una manera de hacer consciente algo que permanece escondido en tu inconsciente.

>> ¿Te has preguntado por qué recordaste este sueño entre los varios que tienes cada noche? Necesitabas traer a la parte consciente algo que te mortifica dentro de ti. Hiciste dos trabajos, hacerte consciente de tu deseo de formar una familia y pedir ayuda, de manera desesperada, para conseguirlo. Y ¡heme aquí! –es increíble lo poco que conocemos de la vida y de nosotros.      

-    Aparte de todo lo que me has enseñado y que creo está cambiando mi concepción de la vida, lo ocurrido esta tarde con la progresión y la regresión me hace preguntarme a mí y preguntarte a ti, ya que estás aquí, ¿mi felicidad depende de Indhira?, ¿solo podré formar una familia si estoy con ella? –pensaba que algo tendría que ver ella en todo esto, teniendo en cuenta que apareció en las tres regresiones y que la conocí a la semana de haber encontrado a Ángel.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Ha llegado un ángel



Capítulo IX. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima" 

        Sentí como Ángel levantaba su mano de mi frente y, de inmediato, volvió la oscuridad.

-    Puedes moverte y abrir los ojos cuando te apetezca –me dijo Ángel de manera suave.

Permanecí en silencio, mientras se recuperaba mi cuerpo, tratando de asimilar todo lo que había contemplado. Aunque estaba seguro de que Ángel me daría una explicación convincente de todo, quería hacerme mi propia composición de lugar antes de escucharle a él.

Estaba claro que había presenciado una analogía entre una vida en soledad, generada por el miedo, y otras vidas llenas de amor. Fue como presenciar un combate incruento entre el amor y el miedo. No tenía ninguna duda de que en las visiones presentadas había ganado el amor.

Después de casi media hora, que tardé en recuperarme por completo, me senté en el sofá.

-    ¿Cómo estás? –me preguntó Ángel.

-    Me molesta la espalda, pero estoy muy bien. ¿Cómo lo has hecho? –no podía resistirme sin preguntar.

-    Yo no he hecho nada. Solo he estado sentado a tu lado acompañándote en tu regresión. Ha sido igual que la regresión que hiciste con Indhira –estaba claro que había hecho algo más que acompañarme.

-    Igual no ha sido, porque con Indhira tuve sensaciones y ahora ha sido una visión perfecta. Fue como si estuviera viendo una película. Y, además, la primera visión yo diría que fue de esta vida. Eso no parece una regresión.

-    Eso fue una progresión –explicó Ángel- Ten en cuenta que el tiempo está asociado a la materia y, en el estado de relajación que has conseguido, la vibración de tu campo energético se ha elevado tanto que has trascendido las leyes de la materia, incluido el tiempo.  En eso sí que he intervenido un poco. Para ayudar en tu relajación he estado meditando para crear, entre los dos, un espacio de silencio, un espacio sagrado, para elevar tu vibración algo más que lo conseguido en la regresión que hiciste con Indhira. Gracias a esa vibración has podido tener una visión y conseguir una progresión.

-    Si en la progresión he podido ver mi vida dentro de cuarenta años, ¿es posible que ya la haya vivido? ¿Eso quiere decir que la vida ya ha sido vivida y esto sea una especie de sueño o de recordatorio? –no se me ocurría otra explicación.

-     ¡Uf!, es difícil de explicar, pero, aunque consiguiera explicarlo, sería imposible de entender. Pero voy a intentar aclarártelo un poco.

>> ¿Recuerdas que te dije que en la vida nos vamos encontrando en el camino con diferentes encrucijadas en las que podemos elegir varios caminos?

-    Si, lo recuerdo.

-    Pues bien. Dependiendo del camino que elijas llegarás a una o a otra meta. Desde el otro lado de la vida, desde fuera de la materia, existe, para cada alma, una especie de recreación del proceso de la vida, en cada uno de los posibles caminos elegibles, con el resultado final.

>> Tú has tenido acceso a una de esas recreaciones. Has visto una en la que, si siguieras, exactamente, el mismo camino por el que estás transitando, en este instante, el resultado final sería el que tú has visto. Viviendo en una residencia para personas mayores después de una vida de soledad, atenazado por el miedo. Pero hay muchas más recreaciones de tu vida –concluyó Ángel.

Tenía los ojos como platos para tener más canales de entrada a la información que Ángel me estaba regalando. Me costaba trabajo de creer. Estaba seguro de estar escuchando una lección magistral.

-    ¿Sí?, ¿eso es así?, entonces, ¿podemos volver a hacerlo para ver las otras recreaciones de mi vida? –pensaba que eso sería fantástico, poder verlas todas, y así poder elegir la más idónea.

-    Sí, es así –contestó Ángel con una sonrisa- pero no puedes ver más. Has sido muy afortunado por haber podido ver una. Te han permitido verla porque necesitabas esa información en este momento de tu vida.

-    ¿Por qué necesitaba esa información?, ¿quién eres? –otra vez me asaltaron las dudas sobre la identidad de Ángel.

-    Bien, ya es momento que lo sepas. Me han enviado a ayudarte. Pero mi ayuda está casi terminando porque consistía en abrirte los ojos y, por lo que veo ahora –esto lo decía sonriendo- los tienes bien abiertos. Para nada más. Ni yo ni nadie va a decirte nunca que tienes que hacer. 

>> En cuanto a porqué necesitabas esa información, no puedo contestarte nada concreto. Lo importante es que la información ha llegado a ti. Tú sabrás que hacer con ella. Recuerda que siempre recibes aquello que necesitas, no lo que deseas.

Una pareja es una empresa de dos

          


            En todas las relaciones, relaciones de cualquier tipo y, por lo tanto, en las relaciones de pareja, se establecen unas reglas de juego surgidas de una lucha sorda, incruenta y silenciosa. Es la lucha por el poder. Pasa siempre, y los componentes de la pareja aceptan de manera tácita las reglas surgidas de esa lucha.

Cada uno de los miembros de la pareja antes de unificar su mundo, vivían en mundos diferentes, aportando a ese nuevo mundo de la pareja sus experiencias personales, sus creencias, sus vivencias, su manera de enfrentarse al mundo, sus gustos y sus pasiones. Y claro, todo eso hay que unirlo, hay que mezclar esos mundos diferentes, y es aquí donde cada miembro de la pareja trata de imponer sus ideas, sus experiencias y sus creencias al otro. Y lo que tendría que ser mayor riqueza por la unión de dos experiencias, se convierte en choques y conflictos más o menos graves.

Lo que podría ser la riqueza de los dos mundos en uno, se convierte en pobreza por el predominio de un mundo sobre otro, ya que se ha anulado y menospreciado la experiencia de uno de los mundos.

Y ante tanta pobreza surgen las preguntas, tontas en la pareja: ¿Me quieres?, ¿por qué siempre tengo que ser yo quien dé mi brazo a torcer?, ¿por qué ya no me besas?, etc., etc.

En las relaciones es las que el poder no es compartido totalmente por ambas partes, se corrosiona la base que debe sustentar la relación: el amor. Y cuando se olvida el amor, se olvida decir a la pareja cuán importante es en su vida, se olvida decir a la pareja que la ama, se olvida de dar para exigir, se olvida de dar para solo recibir. Seguro que un miembro de esa pareja todo lo que tiene que atender es una lista infinita de obligaciones. Eso no es una relación, es el dominio de una parte sobre la otra.

En esa relación no se expresa el cariño, la ternura, las caricias, los besos, los silencios, las miradas, los abrazos, el “te amo” de buenos días, el beso de buenas noches, en esa relación no se expresa el amor, no hay comunicación. En esa relación sólo hay descalificaciones, agresividad, ira, ironía, maltrato emocional.

Pero ¿por qué se corrosiona el amor, que es la base que sustenta la relación? En realidad, no se corrosiona el amor, lo que sucede es que no existe. Se ha basado la relación en algo que surge en la mente que llamamos amor, pero eso no es amor, porque el amor por definición es dar, dar sin medida, buscar la satisfacción del otro. Si no se da permanentemente para buscar que la otra persona sea feliz, no existe amor. Y La pareja pasa de ser una pareja para convertirse, en muchos casos, en una pantomima de soportarse en público y aborrecerse en privado.

La pareja, que es el mejor campo de aprendizaje y de crecimiento para el alma, se ha convertido, desgraciadamente, en un campo de batalla, en un campo de deudas kármicas, que ata a sus integrantes al ciclo de reencarnaciones para tratar de liberar en vidas posteriores los efectos nocivos de esas relaciones dañinas.

La pareja es el espacio ideal para empezar a desarrollar el Amor, con mayúscula, el Amor incondicional, el Amor Divino. Nada es dado porque sí, todo se ha de trabajar, ese Amor también, y la mejor universidad del Amor incondicional es la pareja.

Mantener el amor “humano” del enamoramiento más allá del inicio de la relación, más allá del nacimiento de los niños, más allá de la jubilación, es desarrollar el Amor Divino.

Sentir como se abre tu pecho cuando miras a tu pareja, en cualquier situación, es desarrollar el Amor Divino.

Decir de manera permanente a tu pareja cuanto la amas y cuanto te importa, es desarrollar el Amor Divino.

Escuchar a tu pareja, apoyarla, reconocer sus éxitos, es desarrollar el Amor Divino.

Mantener y reforzar la confianza entre los dos, es desarrollar el Amor Divino.

Nadie es servidor de nadie, repartirse el trabajo del hogar y la educación de los niños, es desarrollar el Amor Divino.

Respetar la libertad de la otra parte de la pareja y sus diferencias, es desarrollar el Amor Divino.

Comunicarse, no olvidarse de contar nada, no dejar que se enquisten las dudas y los problemas, es desarrollar el Amor Divino.

Si creen que el proyecto común ha concluido, hacer lo que corresponda con amor, con generosidad y con respeto, (como podría ser separarse), es desarrollar el Amor Divino.

Esto no es imposible. Reflexiona como es tu relación. Si dominas o eres dominado empieza a poner todos los medios a tu alcance para cambiar la situación.

Decir que la pareja es la universidad del Amor Divino, es decir que el espacio de la pareja es un espacio de felicidad. Si crees que no has conseguido ese espacio de felicidad todavía estás a tiempo, siéntate con tu pareja y reflexionar en voz alta sobre vuestra relación. SIN UN SOLO REPROCHE, SIN UN SOLO JUICIO, SIN UNA SOLA CRITICA.

martes, 20 de septiembre de 2022

Quinta dimensión

 Domingo 18 de septiembre 2022

 

No hace mucho contaba que hay días en los que amanezco, especialmente, triste, (fue el lunes día 12. Lo he buscado), y lo achacaba a dos factores. Decía que uno, podrían ser problemas sin resolver, por preocupaciones o por mucho estrés acumulado a lo largo de un periodo de tiempo, y otra, que en esa doble vida que tenemos al dormir, sucede algo, en alguna proyección astral, que hace que al despertar mantengamos la emoción o el pensamiento que teníamos en nuestro sueño.

Existe un estudio que dice que cuando nos ocurre algo que podemos catalogar como malo se lo contamos a 8 personas, sin venir a cuento. Y cuando nos ocurre algo bueno se lo contamos, solamente, a 3 y, eso, si la conversación lo requiere.

Pues bien, yo soy como todos y, aunque hablo poco, (mi esposa dice que muy poco), tengo una ligera tendencia a contar más lo malo, que me ocurre, que lo bueno.

Pero, también, me ocurren cosas buenas. A veces siento, una sensación de plenitud, de serenidad y de amor, sin medida. Es una sensación que suele durar mucho más tiempo que la tristeza con la que amanezco algunos días. Lo cual es normal, porque en cuanto siento la tristeza me siento a meditar para erradicarla, lo antes posible, y con esta sensación, de plenitud, lo único que hago es disfrutarla. Casi ni me muevo, para que no desaparezca.

Con esta sensación de plenitud no despierto, como ocurre con la tristeza. Suele aparecer después de haber realizado una terapia, a veces, después de haber recibido una noticia o de haberla visto en la tele, que me haya tocado la fibra de la compasión y, más aun, si me siento identificado por pensar en como se podría sentir esa persona.

La noticia lo mismo puede ser, alegre o triste, porque alguien haya ganado un premio o porque haya perdido a un ser querido. Cualquier noticia puede hacer que sienta la misma emoción que la persona protagonista del suceso.

Hay que tener en cuenta que soy un babau y me emociono hasta con los dibujos animados.

Pues, cuando me pasa esto, doy gracias al cielo y pido que se alargue en el tiempo. Puede durar entre media hora y unas tres horas. No soy consciente de que haya durado más. Si me ocurre a media mañana a la hora del almuerzo ya ha desparecido y, si pasa en horas de la tarde a la hora de cenar ya no la siento.

Bien es cierto que, aunque desaparezca el “clímax”, el estado emocional subsiguiente es de una serenidad total.

Achaco el advenimiento de esa sensación al aumento de vibración en mi campo energético, bien sea porque la meditación en la sanación haya sido muy intensa o por la expansión de mi chakra cardiaco debido a la compasión o el amor aparecidos al identificarme con el personaje de la noticia.

Creo que hoy tengo una respuesta convincente, (al menos para mí). En esos momentos estoy vibrando en la quinta dimensión.

Los seres humanos vivimos en la tercera dimensión. Sin embargo, todos los que tenemos conciencia de lo que somos, (energía, un alma, hijos de Dios), en ocasiones, con más frecuencia de la que nos podemos imaginar, ingresamos en la cuarta dimensión, con lo cual es mucho más fácil traspasar, de vez en cuando, el umbral de la quinta e incluso más allá.

Algunas de las señales de que se está en la quinta dimensión son esos momentos de inmensa alegría, de serenidad y paz interior, sin saber de dónde vienen.

Una vez ahí es cuestión de intentar mantenerse. Supongo que volvemos atrás por nuestra propia programación, por nuestros recuerdos, en definitiva, por nuestra mente.

Sé que tengo que confiar más en mi saber interior. Ese que todos tenemos y que se manifiesta como una vocecita que a todos nos habla, pero la ilusión de creer que somos el cuerpo nos impide movernos con plena libertad.

Sayri, no te digo a ti, porque eres una extensión de mi propio pensamiento, pero si alguien se asomara a esta ventana le recomendaría que intentara conseguir ese estado.

Una vez conseguido solo querrá mantenerlo, que es lo que yo deseo con cada uno de los átomos de mi cuerpo.

Alegrarse con la felicidad de otros y/o sentir compasión por sus desgracias es una buena manera para cambiar la vibración. Es casi tan efectiva como la propia meditación. 

Mirando al pasado

 


Capítulo IX. Parte 3. Novela "Ocurrió en Lima"

        Una pregunta martilleaba en mi mente, ¿había merecido la pena haber salido huyendo ante cada posible relación, para vivir en esa asfixiante soledad?

 Poco duró la oscuridad y la pregunta, porque una nueva visión ocupó el espacio donde estaba instalada la oscuridad.

Estaba en la sala comedor de una modesta casa en la que, aparte de la citada sala, contaba con una especie de cocina y una habitación con dos camastros. Se notaba la falta de lujos. Podría
hablarse de pobreza, sin embargo, la falta de dinero no era en nada comparable a la soledad que había sentido con anterioridad. Me sentía pobre o, mejor diría, sin dinero, pero era feliz.

A mi lado, comiendo una sopa en la que, de vez en cuando, aparecía flotando un garbanzo, se encontraban, una mujer y dos niños de no más de diez años.

Por la ropa que llevábamos debíamos estar, por el siglo XIV o XV, en algún lugar de Europa y, en Helena, la mujer que reía con las gracias de nuestros hijos, me pareció reconocer a Indhira.

Llevábamos casados doce años, a pesar de mi cojera. No había muchos trabajos bien remunerados para un tullido como yo, pero eso no fue obstáculo para que Helena y yo nos enamoráramos, perdidamente, el día que apareció ante mí, con unos zapatos para que los arreglara. Era mi oficio, zapatero remendón.

Nuestros hijos de 6 y 10 años eran felices, como nosotros.

En ningún momento tuvo mi esposa ningún género de duda ni por mi defecto físico, ni por mi oficio, ni por mi pobreza. Y yo tampoco. Nos enamoramos y nos casamos a pesar de la oposición de su familia que ilusionaba para ella un marido de alta alcurnia que la sacara a ella y a la familia de la pobreza. En nuestra historia pudo más el amor.  

Desapareció la visión y me encontré, de nuevo, sumergido en la nada. Parecía que, ahora, el intervalo era mayor, dándome tiempo a analizar cada una de las dos situaciones en las que me había contemplado.

Visto desde la objetividad que otorga la distancia, elegiría, sin ninguna duda, la vida del tullido, sin dinero, pero lleno de amor y felicidad, antes que la vida sin sobresaltos del hombre sin problemas económicos, pero triste y solitario, durante toda su vida. Aunque, con la idiosincrasia de la sociedad, con que nos encontramos los seres humanos al llegar a la vida, y con sus enseñanzas, muchos apostarían por la vida del hombre mayor, recluido en la residencia, antes que apostar por la vida de un tullido, pobre de solemnidad y zapatero remendón.

En la composición satírica más célebre de Francisco de Quevedo, “Poderoso caballero es don Dinero”, escrito en el siglo XVI, se hace una exposición y reconocimiento irónico del poder del dinero, que trastorna los valores morales y que induce a las personas a cualquier cosa para poseer riqueza. En la actualidad, tiene una vigencia absoluta o aún mayor que en su época. Vivimos para el dinero.

¡Qué diferente sería la vida si nos enseñaran a ser felices antes que enseñarnos a ganarnos la vida! Porque de tanto enseñarnos a ganar la vida del cuerpo, perdemos la vida del alma, sin remedio.

Y, sin embargo, entiendo que es necesario el dinero, pero las enseñanzas tendrían que mantener un equilibrio entre aquello que necesita el cuerpo y lo que necesita el alma. No podemos olvidar que, sobre todo, somos un alma viviendo una experiencia humana.

Nada más llegar a esa conclusión, una nueva situación apareció ante mí. Estaba en alta mar en una rústica barca, acompañado por otro marinero, de más edad, que era quien manejaba el timón y daba las órdenes de lo que había que hacer.

-    Hijo, echa la red. Este es un buen sitio –dijo el patrón que, por la manera de dirigirse a mí, estaba claro que era mi padre.

Estuvimos pescando toda la noche echando y recogiendo la red. Cuando el sol comenzaba a hacer su aparición, por el horizonte, mi padre puso rumbo a la costa. Había finalizado nuestra jornada laboral

Al llegar a la playa nos esperaba una mujer. Era mi madre. De nuevo me pareció reconocer a Indhira en su mirada. Éramos una familia feliz que vivía en armonía. Yo ya estaba casado y mi esposa, embarazada de nuestro primer hijo, nos esperaba en la casa.

Al poco de nacer nuestro hijo mi padre falleció y mi madre siguió viviendo con nosotros, hasta su muerte, con casi cien años de vida.

Me empezaba a doler la espalda por estar tanto tiempo acostado en el sofá, que, por cierto, no era demasiado cómodo, cuando una nueva visión apareció ante mí. Y no era un hombre. Era mujer. Era una monja que residía en un monasterio en algún lugar de España. Era una comunidad de monjas, allá por el siglo XI. Era la monja más joven del monasterio y, con harta frecuencia, recibía amorosas reprimendas de la madre superiora.

Todas las reprimendas eran ocasionadas por mi ímpetu de juventud que, a pesar de los votos prometidos a Dios de pobreza, castidad y obediencia, mi tendencia natural de rebeldía, ante las injusticias, me llevaban al despacho de la madre superiora con demasiada frecuencia.

Yo pensaba que mi pecado no era tan grave. Me escapaba del monasterio solo para llevar comida a los pobres que, en aquella época, eran mayoría en la población.

He de reconocer que las reprimendas de la madre superiora eran tan suaves que más parecían darme permiso para nuevas escapadas.

La madre superiora volvía a ser Indhira.

La visión avanzó, como una película, a cámara rápida, por toda la vida de aquella monja, que sobrevivió, por pocos años, a la madre superiora. Fue, también, una vida tranquila llena de amor hacia Dios y extrapolaba ese amor ayudando a los más necesitados. 

Sentí como Ángel levantaba su mano de mi frente y, de inmediato, volvió la oscuridad.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Meditación: Relajación de Buda (Eliminar tensión y estrés)




Siempre hay una salida. ¡No te preocupes, ocúpate!



            

        Una preocupación es un proceso mental, proceso en el que la mente permanece, casi de manera constante, dando vueltas a un mismo tema, con ínfimas variaciones, y sin querer encontrar una solución.

Es claro que la mente no quiere encontrar ninguna solución, porque si la encontrara, en ese momento, se acabaría la preocupación, y la mente dejaría de tener el control.

En los momentos de preocupación, la persona no tiene ningún poder sobre sí misma, ya que todo el poder lo ostenta, en ese momento, la mente.

La preocupación se alimenta por sucesos acaecidos en el pasado, por problemas presentados en el presente, o por la incertidumbre sobre deseos del futuro.

En cualquiera de los tres casos, la preocupación consume una gran cantidad de energía, afecta de manera negativa al sistema nervioso, mantiene a la persona irritable y malhumorada, y a la mente ocupada hasta el extremo de nublarse completamente,  perder la capacidad de raciocinio, encontrándose fuera de la realidad.

No es necesario decir que darle vueltas y más vueltas a un suceso pasado, no cambia en absoluto dicho suceso, no hay vuelta atrás, no tenemos poder para retroceder en el tiempo. Lo hecho, hecho está. En este caso solo queda la aceptación, asumir el hecho, e integrar la enseñanza.  De la misma manera, obsesionarse con lo que pueda pasar en un futuro, no va a llevar a la persona a buen puerto, y posiblemente afecte negativamente en la consecución del deseo, sobre todo si el pensamiento va encaminado en una dirección negativa. Recordar que energías iguales se atraen.

Para la preocupación generada por problemas del presente, se ha de tener en cuenta que siempre hay una salida para los problemas, por lo que no hay que preocuparse. Mientras dure la preocupación va a ser imposible encontrar esa salida. Es imprescindible que se limpie y se aclare la mente para que pueda dedicarse a la búsqueda de la solución.

No se trata de hacer caso omiso a los problemas. Así es claro que no se van a resolver, de la misma manera que tampoco se van a resolver con la preocupación.

Lo que se ha de hacer es buscar la calma y la serenidad interior para analizar las distintas posibles soluciones y aplicar la mejor para solucionar el problema.

¿Cómo encontrar la calma? La calma se puede conseguir mediante la meditación y mediante la oración, entregando el problema a Dios y pidiéndole iluminación en la búsqueda de la solución. Siempre llega, aunque no lo parezca, o que la solución que llegue no nos agrade. Mientras la persona no se encuentre en meditación o en oración, la mente va a seguir con su proceso de preocupación, por lo que es bueno ocuparla, cuanto más tiempo mejor, en pensamientos conscientes de “alta frecuencia”. Estos pensamientos tienen una doble función: Por un lado, ocupan a la mente impidiendo el proceso de la preocupación, y por otro incrementa el nivel de energía en la persona y limpia las energías negativas generadas por los pensamientos de “baja frecuencia” de la preocupación.

Estos pensamientos de “alta frecuencia” son del tipo: “Yo Soy el alma”, “Yo Soy paz”, “Yo Soy amor”, Yo Soy……. con todo lo bueno que deseas para ti.

Con la mente en calma, va a ser muy fácil encontrar la mejor solución. ¡Ah! y si el problema no parece tener solución, no le des vueltas y aprende a convivir con eso que llamas problema.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Buscando la espiritualidad

             


            Los seres humanos nunca hemos vivido realmente de acuerdo a la enseñanza recibida. La enseñanza de los Grandes Seres y de los Grandes Maestros han servido, por un lado, para editar libros y más libros con sus enseñanzas, y para producir películas y más películas sobre sus vidas y, por otro lado, para que algunos hombres, más avispados, vivan a expensas de esas enseñanzas, atemorizando a todos con castigos realmente malvados, impropios de alguien que es el adalid del amor.

 Los seres humanos no vivimos de acuerdo a lo que sabemos ni po­nemos en práctica los conocimientos adquiridos: No dejamos que la Luz llegue a nosotros, estamos controlados por los deseos, la ambición, la codicia y la carne, en vez de escuchar la voz interior, esa voz que nos acerca a nuestra esencia espiritual. Esencia espiritual que da la sensación de haberse perdido y encontrarse solo en los libros.

              La espiritualidad se habla, pero no se vive. La espiritualidad se busca, sin tener una idea clara de lo que realmente significa, por eso no se encuentra. Nos emocionan miles de frase hermosas que aparecen en las redes sociales, sin ser capaces de aplicar en nuestra vida ni uno solo de esos sabios consejos, pero los reenviamos, y los compartimos, creyendo, que así vamos a conseguir vivir la espiritualidad. Pero por muchas veces que las compartamos, seguimos con nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras dudas, nuestra ansiedad, nuestra frustración por no cumplirse nuestros deseos. Porque cuando realmente se vive la espiritualidad, todo eso desaparece.

              Donde buscamos la espiritualidad no la vamos a encontrar, no está en nada que se encuentre en el exterior, ni en libros, ni en películas, ni en cursos, ni en conferencias, ni en las cocinas, ni en las salas de yoga, ni en las iglesias.  La espiritualidad no es necesario buscarla porque ya habita en nosotros, somos seres espirituales.

              Somos seres espirituales viviendo durante una temporada, una experiencia humana. Experiencia en la que estamos atrapados desde hace muchas vidas, y de la que tratamos de salir, está claro que, sin éxito, ya que, si consiguiéramos salir, se acabaría para siempre nuestra experiencia dentro del cuerpo. Se acabaría el sufrimiento.

              Para darnos de bruces con nuestra esencia espiritual, sólo es necesario bucear en nuestro interior. Y para entrar dentro de nosotros es imprescindible el silencio, el silencio mental, y para conseguir ese silencio tenemos que meditar. De poco sirve, el practicar de vez en cuando, ha de ser algo que tenga continuidad en el tiempo, ha de llegar a convertirse en nuestra actividad más importante.

Trata al otro como tú mismo quieres ser tratado, colócate en sus zapatos antes de criticarle, ayúdale cuando lo necesite, perdónale cuando sientas que te ha ofendido. Sabrás que estás muy cerca de la espiritualidad cuando nunca te sientas ofendido. Así no tendrás que perdonar, porque donde no existe ofensa no es necesario el perdón.

A fin de cuentas, no somos este cuerpo, al que le dedicamos muchas horas de nuestro día, somos el alma, somos ese espíritu con el que queremos volver a conectar.

¿Ha sido vivida la vida?

 



Capítulo IX. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"

     Una vez en casa, Ángel me hizo acostar en el sofá. Me pidió una banca pequeña o, algo parecido, para sentarse, de manera que pudiera poner, sus manos en mi cabeza sin forzar la espalda. Como no había niños en la casa no tenía asientos pequeños por lo que habilitamos una caja resistente con mantas encima, para que fuera, un poco más, cómodo.

Sus instrucciones fueron sencillas. Me dijo que cerrara los ojos, que llevara la atención a la respiración y me dejara llevar sin sorprenderme, ni asustarme, por nada de lo que pasara. Lo normal, me dijo, es que te sientas como si estuvieras viendo una película en el que el protagonista eres tú. Me dijo, también, que no hablara hasta el final, a no ser que necesitara decir algo que yo considerara muy importante Mientras respiraba, suave y lentamente, sentí una de sus manos tocando, suavemente, mi frente. De inmediato comencé a sentir una especie de vibración, como una corriente eléctrica de baja intensidad, recorriendo mi cuerpo en oleadas, que circulaban de la cabeza a los pies. Solo había respiración, silencio y oscuridad.

No había pasado mucho tiempo cuando la oscuridad que me envolvía comenzó a abrirse como lo hace el telón en un teatro o los párpados al despertar en la mañana y apareció ante mí una especie de urbanización, con forma circular. La podía ver desde lo alto, como si volara en un avión a baja altura.

Era un complejo formado por un edificio central grande, con una sola planta, que parecía ser el acceso principal. Adosado a él y adosadas entre sí había una treintena de casas pequeñas formando un círculo que se cerraba con otro edificio, más grande que las casas, pero algo más pequeño que el edificio central, justo enfrente del primero, encarado a una de las zonas montañosas de Lima.

El complejo se encontraba vallado, con una distancia de, al menos, cincuenta metros entre la valla y las edificaciones, cubierto de un césped, que parecía, desde mi visión, cuidado con esmero. En la parte interior del círculo, que formaba todo el complejo, había una especie de parque con una fuente central, bancos, estratégicamente colocados, bajo los árboles para resguardar de los rayos del sol a sus posibles ocupantes y jardines con zonas de paseo entre los setos sembrados de flores.

En la entrada del complejo podía leerse “Residencia cielo y tierra”. Era una residencia para adultos mayores. En el edificio central estaba la recepción, la dirección, la sala de visitas, la sala de televisión, la sala de cine, la biblioteca, la capilla y el salón comedor. Las casas adosadas eran todas iguales de no más de treinta metros cuadrados, con una habitación, un baño y una sala de estar pequeña con una tele, una mesita y dos sillones. En la otra edificación que cerraba el círculo, se encontraba la zona médica, compuesta por los despachos médicos, la sala de enfermeras, el consultorio y la zona de recuperación.

Estaba contemplando todo el complejo, vacío, sin gente, cuando, de repente todo cobró vida. Personas iban y venían, paseaban por el jardín y observé sentado en un banco a un señor de unos setenta y cinco años, solo, leyendo un libro.

Estaba claro que yo no tenía ningún poder en la visión que estaba teniendo, porque cuando quise dejar de mirar al señor que parecía ser yo mismo, con mucha más edad, la visión permaneció enfocada en él. Es decir, en mí. La visión era más que una simple visión, ya que podía sentir las emociones que en ese momento estaba sintiendo yo mismo, sentado en aquel banco.

Estaba triste, muy triste. Sentía la soledad en cada célula de mi cuerpo. Había consumido la vida sin haber conseguido formar la familia con la que había fantaseado desde siempre, sobre todo, cuando mis recuerdos volaban hasta la edad en la que aun vivían mis padres y rememoraba los gratos momentos que habíamos vivido los tres juntos.

Era el mediodía. El sol iluminaba en lo alto y calentaba con fuerza. Debía de estar próxima la Navidad porque todo el complejo aparecía adornado con motivos navideños y los típicos villancicos sonaban, uno tras otro, en la recepción y en el comedor de la residencia.

Llevaba allí casi ocho años. Hasta el día en que me rompí una cadera había seguido viviendo solo y trabajando por mi cuenta y, con mucho éxito, lo que me había permitido, tener un importante ahorro que, ahora, me estaba siendo muy útil para vivir en un complejo de la categoría como en el que me encontraba.

Toda la vida la había pasado solo. No había conseguido formar una familia. El miedo al fracaso había sido más fuerte que el sueño de conseguir un hogar como el que había disfrutado en vida de mis padres.

Con la cadera rota, recién operada, solo me quedaban dos opciones, contratar una o varias personas para que me atendieran o ingresar en una residencia. Opté por lo segundo. No noté ninguna diferencia de cuando vivía solo en mi departamento. Incluso, diría que, físicamente, me encontraba mejor, porque no tenía nada que hacer, sin embargo, en cuanto a las emociones se refiere, me sentía solo, muy solo. Nadie me visitaba. Nunca salía a comer con nadie en días señalados. Solo esperaba, pacientemente, el día de la muerte. No tenía otra cosa que hacer, salvo pensar en la inutilidad de mi vida. ¿Para qué había servido?, ¿cuál había sido el objetivo de mi vida?

Pensaba, desde mi atalaya, manteniendo la visión de mí mismo sentado en aquel banco, derrotado, apagado, triste y solo, en las enseñanzas de Ángel y en mi propia experiencia de “complitud”: “Si la vida tiene un propósito, y su cenit es aprender a amar como Dios nos ama, estaba claro que mi vida había sido en vano, porque poco podía haber avanzado en mi asignatura del amor, viviendo en la soledad en que había vivido. Y el responsable de tal despropósito no era otro que yo mismo. No podía culpar a nadie. Mi mente, con mi anuencia, se había pasado la vida imaginado escenas truculentas, en las que, paralizado y sobrecogido por el miedo, había ido descartando cualquier opción de una posible felicidad y con ella mi propio aprendizaje del amor, por el miedo al fracaso, al abandono, al rechazo y a la soledad.

¡Qué paradoja!, he pasado la vida solo por miedo a la soledad, he pasado la vida sufriendo por miedo al sufrimiento, he vivido una vida de fracaso por miedo a fracasar, he pasado la vida rechazando por miedo al rechazo.    

Cuando la tristeza del hombre sentado en el banco de la residencia comenzaba, también, a embargarme, volvió a caer el telón y desapareció la visión tal como había llegado.

Una pregunta martilleaba en mi mente, ¿había merecido la pena haber salido huyendo ante cada posible relación, para vivir en esa asfixiante soledad?

viernes, 16 de septiembre de 2022

¿Por qué no eres feliz?

          

            


Si alguien nos pregunta, ¿por qué no soy feliz?, y le respondemos diciendo que “porque no quieres”, es posible que seamos lapidados como si hubiéramos retrocedido dos mil años en el tiempo.

         ¿Cómo es posible que alguien pueda decir a otra persona que, si no es feliz es porque no quiere, cuando lo que busca cada ser humano, casi con desesperación es, precisamente eso, la felicidad?

Y la busca en cada nueva relación que inicia, en cada número de lotería que juega, en cada oposición que prepara con esmero, en cada curriculum que rellena con mimo, en cada moneda ahorrada para las próximas vacaciones, o en cada reunión familiar o con amigos. En fin, parece que cada actividad “extraordinaria” del ser humano está encaminada a conseguir la felicidad. Y digo extraordinaria, porque la rutina diaria es, justamente, lo que parece que le separa de la felicidad: El trabajo, la relación de pareja o cumplir los compromisos, solo por mencionar alguna de las rutinas.

         Pero…, ¡Oh!, que pocos parecen conseguirla.

         ¿No será que no saben realmente lo que es la felicidad?, o ¿no será que no saben dónde buscar?, o ¿no será que confunden la felicidad con la euforia?

         Aunque, es posible que lo hayan leído un millón de veces, y que se lo hayan comentado otro millón, lo recuerdo una vez más: “La felicidad es un estado interior”.

Eso quiere decir, que todo aquel que asocie su felicidad a la consecución de sus deseos, y crea que la felicidad está fuera, esperándole en forma de naranja, “de media naranja”, en forma de fajo de billetes, en forma de un diploma conseguido por su hijo, en forma de “Ferrari”, en forma de palacete veraniego, unido todo eso a una salud de hierro personal y de sus seres queridos, está abocado a la infelicidad, al sufrimiento, al dolor, a una vida anodina, a una vida de ansiedad esperando no sabe muy bien qué.

         Porque piensen por un instante, si hoy les toca una millonada a la lotería, que les hace inmensamente felices, pero mañana contraen una enfermedad grave, puede que incluso terminal ¿dónde quedaría la felicidad de los millones conseguidos?

         Asociar la felicidad a estímulos externos, la hace caduca porque en un instante pueden cambiar las condiciones externas y verse de nuevo abocados a la infelicidad. Han de conseguir ser felices con la pobreza y con los millones, con la buena salud y con la enfermedad, con la pareja y con el abandono.

         Lo que denominan felicidad, después de conseguir que les toque la lotería, es un momento de euforia y, podríamos definir como abatimiento encontrarse cara a cara con la enfermedad grave.

         La euforia es la cresta de una onda, y el abatimiento el valle. Entre la cresta y el valle, en el centro, se encuentra la felicidad. Y ese centro está en el interior del ser humano. Ahí hay que llegar, porque es en él donde se encuentra la felicidad.

 

         Ese centro es el chakra cardíaco del ser humano. Es el centro del amor, de la compasión, de la dulzura, de la ternura, de la misericordia, y se encuentra alejado de euforias y abatimientos.

         Es feliz quien “Ama”, no quien cree que ama. Digamos solo que es “Amar”, y sabrán que amar, es…, otra cosa, que suele llevar directo a la infelicidad. “Amar” es dar, es entregarse, es no juzgar, es no criticar, es compartir, es ayudar, es libertad. Quien “Ama” no entiende de celos, ni de envidias, ni de egoísmos, ni de proyecciones personales. Quien “Ama” siempre se coloca en el lugar del otro. Quien “Ama”, lo hace para siempre, en la vida y al otro lado de la vida.

         “Amar” de manera incondicional es una facultad del corazón, (del chakra cardíaco), mientras que amar como hacemos los seres humanos, mezcla de apego y deseo es una proyección de la mente.

         Por lo tanto, si quieren ser felices, si quieren permanecer en el centro, alejados de euforias y abatimientos, han de viajar al corazón, han de llegar a su centro, han de “Amar”.