Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
¿No
te gusta la vida que llevas?, ¿Tienes la sensación de que está a a punto de
suceder algo, que no sabes qué, pero que no termina de pasar nunca?, ¿Tu vida
es una repetición de situaciones insufribles?, pero, ¿Haces algo nuevo para que
cambie todo eso que no te agrada?, ¿Eres consciente de que si siempre haces las
mismas cosas, el resultado siempre será el mismo?
Bueno,
es posible que si hagas algo, lamentarte. Pero solo con lamentos no vas a
conseguir nada. Si no cambias alguna cosa en tu vida, no puedes esperar
resultados distintos, todo será siempre igual, pesadamente igual, aburridamente
igual, tristemente igual. Es como la persona que siempre va al mismo cine donde
proyectan la misma película. Es claro que siempre va a ver esa misma película.
Para cambiar de cinta, en necesario que cambie de sala.
La
vida es cambio. La vida es un fluir permanente. Es imprescindible el cambio. Pero
para cambiar es necesario, en primer lugar, saber cuáles son los resultados que
te gustaría obtener. ¿Sabes lo que quieres? Rediseña tu vida. Escribe con todo
lujo de detalles cual es el tipo de vida que deseas, y cuando realmente tengas
claro que es lo que deseas obtener, piensa en las acciones que deberías poner
en marcha para conseguir los nuevos resultados. ¡Con valentía!, ¡sin miedo!, ¡con
decisión!.
De
nada vale lamentarse, ni enfadarse, ni quejarse. Recuerda que energías de la
misma calidad se atraen, y que lamentos, quejas y enfados, sólo hacen que
llegue a ti más de lo mismo. Si quieres alegría, paz, felicidad y amor, has de
sembrar esas semillas en tu campo emocional, y después, regarlas y cuidarlas
con mimo, para que cuando llegue la época de la recogida, sea ese el fruto que
haya en tus campos. Pero si no cambias las plantas que crecen en la actualidad
en tu campo, miedo, tristeza, dolor, sufrimiento, seguirás recogiendo el mismo
fruto una cosecha tras otra.
Para
cambiar tu vida:
-Medita sobre el tipo de vida que deseas.
-Ten claro que has de hacer para conseguirlo.
-Se valiente para afrontar los cambios.
-Trabaja para consolidar esos cambios.
-Ten paciencia mientras esperas los resultados.
-Olvídate del “qué dirán”. La gente que te rodea no
está acostumbrada a ver personas valientes y felices en su camino, y harán lo posible
para zancadillear cualquier proyecto que se salga del estándar de la sociedad.
A ellos les gusta que el resto del mundo sea tan infeliz como ellos mismos.
Y
mientras tanto, para no volver sobre tus pasos, observa los boicots y las
trampas que tu propia mente va tejiendo para sacarte del nuevo camino que te
has trazado, y enviarte de nuevo, al camino conocido.
Ánimo, al final de ese nuevo camino,
te espera un nuevo mundo lleno de felicidad, lleno de alegría, lleno de amor, y
lleno de dinero, si eso es lo que has decidido. La vida es de los audaces.
Recuerdo
epítetos que con más frecuencia me han ido dedicando, y me siguen dedicando:
“descastado”, “pasota”, “despegado”, “indiferente”, “raro”, “babau”, y un
sinfín de ellos más. Todo porque no expreso, como se supone que debería
hacerlo, según la conciencia social, sentimientos o expresiones de dolor, de
euforia, de tristeza, de ira, etc.
A
veces, yo mismo me pregunto porque no me alegran o me entristecen las
situaciones que alegran o entristecen a los demás, y mi propia respuesta, es
que no es exactamente así, ya que sí siento la alegría, y el dolor, y la rabia,
y el miedo, pero, afortunadamente, no me dura mucho. Dura tan poco, que no
tengo tiempo de exteriorizarlo, y cuando dura un poco más en el tiempo, me
siento absorbido hacia dentro de mí, como si me recogiera en mi interior,
analizando la causa de dicha emoción y de las circunstancias por las que se ha
producido.
Lo
que sí siento, siempre, es el estado de las personas que se supone son
responsables de alterar mis emociones, o las de otro, llegando a un estado de
comprensión del porqué de tal actitud. Llegado a este punto, siempre encuentro
una justificación a tantas y tantas conductas irracionales, sintiendo, en la
mayoría de los casos, una tristeza infinita, al comprobar, que todo el dolor y
todo el sufrimiento con el que cargan a otros, se podría evitar si dejaran de
conducirse por los instintos, alimentados por la irracionalidad de sus mentes;
se podría evitar si las personas vivieran desde el corazón, dejando descansar
sus mentes malévolas, y actuaran sintiendo que el otro es uno mismo.
Me
alegro infinito desde ese lugar de mi interior, de ser descastado, pasota, o el
sinfín de calificativos que me dedican, y sobre todo, me alegro, porque no
siempre ha sido así. Creo que ha sido más una evolución desde antiguos ataques
de rabia, o de ira, o de tristeza o incluso de euforia, hasta los actuales
momentos de serenidad, de paz interior, o de pasotismo, y por ende, de
felicidad.
Soy
feliz con mi esposa, pero no por mi esposa; soy feliz con mi trabajo, pero no
por mi trabajo; soy feliz con mi vida, pero no por mi vida. ¡Soy feliz conmigo!
No hay nada fuera de mí que me haga feliz o desdichado, todo me da igual, es
cierto. Creo que todo está donde debe de estar, y además se ha colocado, o yo
he ayudado a colocarlo, para ser feliz de la mañana a la noche, un día tras
otro.
En
el recorrido que he hecho por mi vida para escribir esta entrada, soy
consciente de que tampoco ha sido tan duro, y ni tan siquiera trabajoso.
Supongo que todo empezó un día en el que debí de sentirme el más desdichado de
los mortales, por alguna perdida, o por alguna decepción importante, y buscando
la fórmula para que no se volviera a repetir, llegué a la conclusión de que no
había nada, ni había nadie, que me llenara completamente, por lo que yo sólo
debía encontrar la fórmula para sentirme lleno, a pesar de….., y la formula es:”Todo
está bien”.
Todos
somos iguales, y allí donde llega una persona, puede llegar cualquiera otra. Tú
también puedes conseguirlo. Está en tus manos. Eso sí, te van a llamar
desapegado, babau, raro, pasota, etc., etc., pero a ti te va a dar igual.
La ola realizó un extraño balanceo
interior, se irguió cuajada de espuma sobre la superficie y con la oportuna
ayuda del viento, un puñado de gotas se escapó de su cresta y empezaron a volar
sobre la superficie del océano.
Miles,
tal vez millones de pequeñas gotas giraban, flotaban, danzaban en el espacio
antes de caer nuevamente sobre el mar.
Una
de ellas miró a su alrededor y pensó: esa gota de allá es bastante flaca, la de
más acá es en cambio demasiado gorda, esa parece muy brillante pero pequeña, insignificante,
esa otra en cambio es un tanto opaca, como si estuviera sucia.
Y
así siguió y siguió describiendo todo que alcanzaba a ver durante ese breve
segundo al que ella ahora llamaba "toda una vida".
Más
tarde se disgustó con una gota que, según ella le hacía sombra, y se hizo amiga
de otra, que a su parecer era como ella.
Con
el "tiempo" empezó a detestar a unas, y a querer a otras, y en igual
medida a temer, admirar, despreciar, seducir, compadecer o apartarse de otras
que eran "odiosas", "amables", "inteligentes",
"feas", "agresivas", "hermosas",
"hipócritas", "geniales", "oscuras",
"triunfadoras", "vacías", "positivas",
"traicioneras", "generosas", "santas" o
"destructivas" según su particular forma de verlas.
En
una ocasión chocó suavemente con una de ellas y en ese choque algo cambió, se
miró en la otra gota y se reconoció a sí misma: eres mi gota gemela, exclamó
emocionada, y sucedió que de ese choque brotaron gotas más pequeñas a las que
llamó gotas hijas.
En
verdad, pensó, soy capaz de dar vida.
Más
tarde, trazó un círculo y dijo: todas las gotas que están dentro del círculo
son mi familia y mis amigas, las que están fuera son mis enemigas o gotas poco
confiables.
A
las primeras las amo y las respeto, a las segundas, las detesto y les temo.
Con
la seguridad de tener bien delimitado su mundo, sonrió satisfecha al tiempo que
seguía su caída inevitable.
En
los últimos instantes, en una millonésima de segundo antes de tocar la
superficie del océano, la gota se dio cuenta de algo, pero no supo expresar lo
que sentía.
Era
un sentimiento inmenso, poderoso; algo que la llenaba por completo, pero que al
mismo tiempo la dejaba vacía, una especie de destello que borraba todo lo
demás, parecido a lo que por unos instantes había sentido con esa gota con la
que alguna vez había chocado suavemente y en la que se había reconocido, pero
ya era demasiado tarde: la gota cayó finalmente al océano.
Tan
pronto como tomó contacto con el agua, se dio cuenta de algo maravilloso: en
realidad ella no era una gota, no, su nombre era. Su nombre era "Océano".
Más
aún, sus límites no eran diminutos, como había creído, sino gigantescos.
Una
parte de ella eran olas pequeñas en las que se bañaban los niños de una playa
de África, otra parte llevaba - como si fuera una caja de fósforos - a un barco
carguero, otra parte de ella misma se erguía poderosa mientras cabalgaba y era
cabalgada por un huracán en el Caribe, otra tocaba las gélidas costas de la
Antártida, otra las costas de Oceanía, otra se agitaba inquieta en el estrecho
de Bering.
De
pronto se dio cuenta de su enormidad y de su poder sin límites.
Mi
nombre es Océano, se dijo emocionada, ¡Océano!
No
tardó mucho su emoción pues una ola la levantó sobre la superficie del agua y
con el soplo de la brisa marina se convirtió otra vez en una gota que giraba y
flotaba sobre la superficie.
Olvidando
todo lo anterior, se volteó y dijo: el mundo está lleno de gotas, hay gotas
flacas como la de allá, gordas como la de acá, brillantes como esa, opacas como
aquella...
En
esas estaba cuando vio una gota junto a ella; en apariencia era como todas las
demás pero había un algo que le atraía de forma inevitable.
Su
mirada era diferente, su forma de estar y de girar y de ondular al compás de la
brisa era extraña, única.
No
podía dejar de mirarla, era como si danzara al mismo tiempo que estaba quieta,
era como si hablara a la vez que permanecía en silencio, y cuando giraba una
luz dorada la iluminaba y ella, no sabía cómo, empezaba a parpadear de manera
hipnótica.
Al
fin, rompiendo esa mezcla de temor y reverencia por aquella gota extraña, le
dijo: ¿quién eres?
La
gota la miró con dulzura y le contestó: soy tú.
Se
sorprendió de semejante respuesta. ¿Cómo era posible eso?, ¿se trataba de una
adivinanza tal vez?, ¿era acaso un misterio insondable?, ¿una broma quizá? Se
la quedó viendo sin atreverse a decir nada.
Mírate,
le dijo entonces la gota, mírate hacia dentro y verás que tengo razón.
La
gota siguió sin entender.
Cierra
los ojos, insistió, escucha tu silencio interior, déjate ir.
No
puedo, se rebeló la gota, cómo puedo cerrar los ojos cuando hay tanto que ver,
como puedo sumergirme en el silencio cuando hay tanto que oír.
Tus
ojos te engañan, tus oídos también, dijo entonces la gota brillante.
No,
dijo la gota retrocediendo, aléjate, por un momento creí que eras, no sé,
especial, pero ahora veo que estás loca.
Claro
que sí, dijo la gota brillante, loca para tu exterior, pero cuerda para tu
interior. Una parte de ti sabe que tengo razón, la otra lo niega.
La
gota dio un salto hacia atrás aprovechando una leve ondulación de la brisa
marina.
Aléjate,
gritó, aléjate o te denunciaré con las otras, les diré que estás loca, que eres
una amenaza, que debemos deshacernos de ti.
Puedes
hacerlo si quieres, contestó con tranquilidad la gota brillante, pero por más
que me alejes siempre estaré contigo, porque soy tú, porque soy todas las gotas
y mucho más de lo que imaginas.
Algún
día comprenderás lo que he querido decir, agregó, algún día, cuando otra ola te
levante sobre el océano y saltes a esto a lo que llamas "vida", una
memoria escondida te asaltará, algo brotará desde adentro como un rayo de luz y
recordarás, aunque sea de manera nebulosa, algo de lo que en verdad eres.
Entonces,
dando un giro increíble, se alejó.
El
destello de esa gota la dejó afectada durante un "largo" tiempo.
Con
frecuencia pensaba en ella o soñaba con ella, y hubo un tiempo en que ya no
sabía qué sentir, si temor o amor, y sucedió que una fracción de segundo antes
de caer otra vez en el océano, se dio cuenta, sí, se dio cuenta con claridad de
lo que había querido decirle aquella gota extraña, pero ya era tarde.
Cuando
tocó nuevamente el agua del mar, se estiró todo lo que pudo, sintió todas sus
olas en todas las costas del mundo, y volvió a sentirse océano enorme y poderoso.
Entonces
rogó para que en la próxima ocasión en que una ola la levantara sobre la
superficie del agua y la lanzara al aire nuevamente, no olvidara lo que en
verdad era.
Y
así fue: dos o tres olas más tarde, pudo verse a sí misma como una gota-océano
flotando, girando, danzando entre millones de gotas aparentemente distintas.
Sintió
una felicidad enorme pues al fin se acordaba y se daba cuenta de que había
dejado de estar dividida entre la ignorancia y la sabiduría, entre la pequeñez
y la grandeza, entre la apariencia y la esencia.
Una
gota que la vio brillando con una luz especial, le preguntó intrigada, quién
eres, y ella contestó con tranquilidad: yo soy tú, yo soy océano, yo soy
infinito. La gota que la escuchaba, frunció el ceño.
Los
hijos a los que se refiere esta entrada no son, básicamente, hijos pequeños,
preadolescentes, adolescentes o menores de edad. Sólo es referida a los mayores
de edad.
Es
curioso. Las personas que vienen a terapia, parece que se van llegando por
grupos y por temporadas. En esta última temporada, está llegando un grupo de
personas jóvenes, con problemas de relación con sus padres, problemas relacionados,
de manera primordial, con la vida que a los hijos les gustaría vivir. Y esa
vida que los hijos anhelan vivir, se encuentra totalmente enfrentada a la vida
que los padres desean que vivan sus hijos.
Son
muchos los padres que ponen sus esperanzas, sus aspiraciones, sus ilusiones e
incluso sus frustraciones, en sus hijos. Quieren para sus hijos, lo que ellos
desde su educación, desde su evolución, desde su carácter, desde su cultura y
desde sus creencias, creen que es lo mejor para ellos; y los hijos, que tienen
su propio carácter y sus propias creencias, necesitan para supropia evolución, vivir su propia experiencia
y su propia vida, y no vivir lo que otros, aunque sean sus padres decidan para
ellos.
Si
se da esta situación, es claro que la evolución no parece ir más allá de la
materia, y eso supone un doble sufrimiento: Sufrimiento de los padres que ven
truncadas las esperanzas que tenían depositadas en sus hijos, como una
continuación de ellos mismos, y sufrimiento de los hijos, que no pueden vivir
su propia vida, y si lo hacen es a costa del sufrimiento de sus padres.
Es
necesario, en este punto una reflexión por parte de los padres: ¿Qué es lo que
realmente desean para sus hijos?, ¿Qué sea millonario triste o deprimido, o
pobre pero totalmente feliz y libre de sufrimiento? Ya sé que entre estos
extremos hay miles de matices intermedios, pero nos vale el ejemplo. Cada caso
es un universo en sí mismo.
Se
supone que lo que desean los padres para sus hijos es su felicidad. Es a partir
de esta premisa que los padres han de reflexionar en lo que su hijo cree que
necesita para ser feliz, y aceptarlo, y respetarlo. El amor, es respeto, es
libertad, es ayuda y servicio. Y si los padres creen que su hijo se equivoca,
han de seguir prestándole su apoyo, en todo cuanto necesite, cuando el hijo
solicite su ayuda.
Pero
tienen que saber que el hijo, aunque parezca que haya fracasado en su elección,
no es tal. Sólo es su propio aprendizaje, su propia experiencia.
Los
padres han de permitir que los hijos se equivoquen, han de permitir que vivan
sus vidas, no la vida que ellos decidan.
Los
hijos también tienen su punto de reflexión. Han de escuchar y valorar aquello
que le presentan sus padres, hablarlo con ellos, y exponer, con amor, cual es
su plan de vida y porqué. Si no fuera aceptado y decide llevarlo a cabo, que lo
haga perdonando y bendiciendo a sus padres, ya que en la evolución de sus
progenitores, han de vivir esa experiencia, que una vez aprendida, les lleve a
todos a aceptar y respetar la decisión de unos y otros.
El
ser humano tiene tanta necesidad de conectar con su esencia divina que puede
pasarse la vida buscando y buscando, leyendo un libro tras otro, asistiendo a
cursos, a talleres, a ceremonias, preguntando a las plantas sagradas, y a
cualquiera que se ponga a tiro, y un sinfín de cosas más.
Pero
curiosamente, sólo busca, busca y busca, y parece que nunca encuentra, parece que nunca acaba la búsqueda, parece que
basa su felicidad en la propia búsqueda, parece que no le interesa más que la
búsqueda. Y escuchando hablar a esos buscadores, te quedas con la boca abierta,
por lo que narran de sus experiencias, por los viajes místicos en los que se
han visto envueltos, en los que se encuentran con seres de otras dimensiones;
por sus visiones de colores y de energía, desconocidos en el plano de la
materia; por sus experiencias de vidas
pasadas.
Sin
embargo, cuando acaban de contar todas esas experiencias extraordinarias, te
encuentras con un ser humano que sufre, con un ser humano que no es feliz, con
un ser humano con grandes desequilibrios emocionales, con un ser humano que no
sabe qué hacer con su vida, con un ser humano preocupado por saber cuánto ha
crecido su energía. Sin ocuparse de cuanto ha crecido su amor, de cuanto ha disminuido
su vanidad, de cuanto ha disminuido su rabia, de cuanto ha disminuido su miedo,
de cuanto ha disminuido su egoísmo, de cuanto han disminuido sus mentiras, de
cuanto ha cuidado su cuerpo, de cuánto tiempo han dedicado a servir a los
demás.
¿De
qué vale tanta búsqueda?, posiblemente sirva como alimento de la mente. La
mente, tan poderosa ella, al comprobar la búsqueda desaforada, se encarga de
hacer creer a la persona que ya vive en la espiritualidad, espiritualidad de
libro, espiritualidad de palabra, en suma, espiritualidad mental. Y la mente, va
a seguir haciendo creer a la persona que aún la falta algo, por lo que es
necesaria la continuidad de la búsqueda.
No
es cierto, es posible, mejor, es seguro, que la persona ya sepa todo lo que
necesita saber. Y eso que necesita saber, es que es un ser divino. A partir de
este conocimiento, el único trabajo de la persona, no es seguir buscando, es
conectarse con esa divinidad, conexión que sólo va a ser posible cuando sienta
la intima sensación de que todo está bien, cuando sienta amor verdadero, por
todo y por todos. Para eso, hay que liberarse de las energías que acompañan al
ser humano desde casi siempre: Miedo, rabia, vanidad, egoísmo, etc., etc.
Mientras
la persona no trabaje conscientemente todos los aspectos negativos, de su ser, no
va a conectar con su divinidad. Recuerda que somos energía, y por mucha
meditación que haga la persona, no va a llegar a conectarse con su esencia, o
si lo consigue, será después de un largo, muy largo recorrido. La meditación es
un abono, que lo mismo hace crecer las virtudes que los defectos, con lo que el
meditador se va a encontrar siempre en el mismo tramo del camino.
Por
lo tanto, después de alcanzar el conocimiento de su divinidad, la persona ha de
comenzar a trabajar sus pensamientos, para que no se obceque en la búsqueda que
le presenta la mente, búsqueda permanente, búsqueda infinita.
Si
eres capaz de recitar textos espirituales de memoria y de dar clases teóricas
de espiritualidad, pero no eres feliz, tu espiritualidad es mental, estás
perdiendo el tiempo, y el tiempo que se pierde, no se recupera jamás.
En
tu próxima meditación, reflexiona sobre esto, en vez de buscar experiencias de
esas que dejan boquiabiertos a tus oyentes.
Existen
un sinfín de enseñanzas que no pueden salir a la luz, porque así lo indican los
maestros que enseñan estas técnicas, y que podrían acercar al ser humano a
algunos de los miles de caminos, que existen para su despertar, y poder así,
separarse paulatinamente del cuerpo para acercarse al alma.
La
razón del secretismo, no es otra, de que podría caer en manos de personas que
no están preparadas para tales técnicas, y además, podría desvirtuarse la
enseñanza.
Yo
mismo, tengo firmados documentos de confidencialidad de técnicas, que más tarde
he visto recogidas en libros, que se encuentran al alcance de todo el mundo,
previo pago, por supuesto. Y sigo manteniendo la confidencialidad, por cuestión
de palabra. Siempre he creído que la palabra de una persona es una de las cosas
más hermosas y valiosas que existen, y no cumplir esa palabra, sería como
retozar en un lodazal.
Antes
pensaba y ahora sigo pensando con más fuerza, si cabe, que si las técnicas
salieran a la luz, es muy posible que las personas que no están preparadas para
recibirlas, no las hagan caso, o se les olvide, (hay muchas experiencias sobre
esto), o en el peor de los casos si tuvieran algún problema, siempre hay otros
que podrían ayudarles a solucionar ese problema. Pero si podría haber otras
personas que si las aprovecharían sin ningún problema, y sin embargo, les
estamos privando de ellas, por si acaso…..
Creo,
(sólo es un pensamiento), que en la encrucijada actual en que se encuentra la
humanidad, es imprescindible sacar a la luz el mayor número de enseñanzas posibles
para ayudar a la persona a despertar. Todos no tienen el suficiente dinero para
la realización de cursos en los que se explican estas técnicas, cursos, que
además son lo suficientemente caros como para privar de ellos a muchas
personas. ¿Quién puede decir que las personas carentes de recursos no están
preparadas para recibir tales enseñanzas?
Así como
la Naturaleza, obra de Dios, no esconde su belleza, ni discrimina por el
coeficiente intelectual de las personas, ni por la raza, ni por el sexo, pienso
que nosotros, los seres humanos, que aunque a imagen y semejanza de Dios, somos
algo menos que Él, tampoco deberíamos de discriminar a nadie.
Estaba
escribiendo una continuación a la entrada anterior “Conocer el futuro”, que se estaba decantando por la Sincronicidad,
y llegaron a mi varios escritos sobre el mismo tema. Como eran total y
absolutamente coincidentes con lo que yo estaba escribiendo, y me parecían mucho
mejor explicados de lo que yo podría hacerlo, decidí transcribirlos, con
ligeros retoques. No puedo decir de quien son, porque no lo sé. Llegaron a mí
sin el nombre del autor.
Sincronicidad es un término
originariamente acuñado por Jung que se refiere a la unión de los
acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar,
pero que tiene sentido para el observador, es decir, son ese tipo de eventos en
nuestra vida que solemos achacar a la casualidad, a la suerte, o a la magia.
¿Has experimentado alguna vez el
placer de encontrar a la persona exacta que necesitabas aparecida de la nada?,
o ¿Recibiste la llamada de alguien, de la que apenas unas horas antes te habías
acordado sin motivo aparente?, o ¿Ese libro que encontraste al azar y que
responde a la duda que te tenía bloqueado? La sincronicidadrepresenta en el plano físico la idea o la
solución que mora en nuestra mente de la manera más fácil y sin apenas
esfuerzo. Se trata de vivir el mayor tiempo posible en ese “fluir” que hace que
la vida parezca una aventura permanente, un viaje de descubrimiento constante
sobre uno mismo, sobre los demás y el universo. Decir sincronicidad es lo mismo
que decir magia.
Hay unas condiciones óptimas para que
se manifiesta la sincronicidad: Un estado mental propicio para que pueda
producirse, y ese estado mental es coincidente con momentos personales intensos
que nos obligan a estar muy pendientes de las señales del exterior. Son los
momentos en que buscamos ayuda por intensas vivencias o crisis emocionales, por
cambios bruscos, por viajes, por momentos de peligro, por la muerte de seres
queridos.
Son esos momentos en los que nos
olvidamos de la seguridad, de lo conocido, del plan establecido, de lo que se
supone que debemos hacer. Son esas causas que nos sumergen en un estado de
alerta y apertura perfectos para ser conscientes de esa nueva dimensión, llena
de simbolismo para nuestra vida, que es la que al final nos da la clave, no
sólo para la solución de nuestros problemas, sino para hallar nuevas maneras de
vivir intensa y conscientemente.
La fe juega en esto un importante
papel, la fe en uno mismo, en la fuerza creativa del universo que nos guía
exactamente a dónde queremos llegar, la certeza de que si existe un miedo que
nos bloquea, también hay un amor que nos motiva a experimentar más allá de lo
conocido; pero hemos de elegir la aventura y no el hastío.
Somos lo que pensamos, y
experimentaremos esa magia sólo si antes le damos la oportunidad, creyendo en
ella e invitándola a jugar en nuestras vidas. Los momentos difíciles o
especiales nos han puesto en ese estado de apertura y recepción. De nosotros
depende que sigamos en esa actitud de aceptación de esa fuerza universal, que
parece saber exactamente lo que necesitamos, y nos lo brinda generosamente.
No es ver para creer, sino creer para
ver, pues es lo que hay en nuestra mentelo que se atrae y, no sólo eso, sino que nosotros mismos nos vemos
atraídos hacia lo que es análogo. Esa es la manera en que todo funciona en el
Universo.
Las ideas poseen una vibración, que
hace que atraigan lo análogo. Al atraer lo que se le asemeja, podemos leer en
la materia lo que realmente pensamos sobre nosotros mismos y del Universo, y
tomar decisiones sobre lo que deseamos ver, para convertirlo en realidad o no.
El
ser humano tiene una sed insaciable por conocer cómo será su futuro, y acude a
clarividentes, tarotistas, quiromantes, leedores de hoja de coca o de los posos
del café, sólo por citar unos cuantos.
La
información que ofrecen estas personas, puede ser correcta o no, pero si tiene
un efecto sobre la persona, en muchos casos positivo: Condiciona, de alguna
manera su vida, ya que se generan nuevas formas de pensamiento, es decir nuevas
energías, capaces de atraer a su vida, las bondades pronosticadas por el
psíquico.
Es
la “Ley de la Atracción”. Al recibir la noticia de posibles buenos
acontecimientos en su vida, (menos mal que no se suele informar de los malos
augurios), deja de lado las viejas formas de pensamientos, que mantenían a la persona en la ciénaga de su
pensamiento circular, basado en su desgracia, en su mala suerte, en su
sufrimiento, en su dolor, en su incertidumbre; para adquirir nuevas formas de
pensamiento que catapultan a la persona a una nueva esperanza.
No
olvidemos que energías de la misma calidad se atraen, con lo que sin ser
conscientes de ello, empiezan a trabajar a favor de las predicciones del
psíquico.
Pero
ocurriría exactamente lo mismo si se cambia el pensamiento sin haber pasado por
la consulta del futurólogo.
Sin
embargo, nada de esto sería necesario, si fuéramos conscientes de que es el
propio ser humano el que está planificando, de manera permanente, su futuro con
sus acciones, sus emociones y sus pensamientos de hoy. Cada persona es total y
absolutamente responsable única de su vida, y la cosecha que cada uno va a
recoger en el huerto de su vida, es sólo aquello que sembró, regó, abono y
cuidó con mimo con anterioridad a la cosecha.
Solamente
hay que ser conscientes. Conscientes de los pensamientos y de las emociones con
las que convive la persona, para saber cuál será su fruto, ya que son esos
pensamientos y emociones, la semilla que va germinando con el paso del tiempo.
Para
cambiar el fruto, sólo hay que sustituir la semilla.
Todos somos psíquicos. Todos tenemos
los mismos poderes, poderes que estarán más o menos desarrollados, en
funciónde nuestra propia evolución y de
nuestro propio crecimiento. Evolución y crecimiento que es un continuo desde
nuestra primera visita a la materia, por lo que no es fruto de la casualidad “los
poderes” de cualquier persona. Sólo es un efecto de su evolución en vidas
anteriores.
Mucho
mejor que consultar el mañana, es planificarlo y trabajar, para que esa
planificación llegue a buen puerto. Trabajar para crecer y evolucionar, es
conocer de antemano el futuro. Futuro, que de hecho, no interesa en absoluto a
esas personas que han alcanzado un cierto grado de madurez.
Hay
una cita de la Madre Teresa de Calcuta que dice: El perdón es una decisión, no
un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos
más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que
te ofendió.
¿Por
qué tenemos que perdonar? La respuesta es bien sencilla: Porque nos hemos
sentido ofendidos, porque nos han despreciado o humillado, bien sea con
palabras, bien sea con acciones, o sencillamente porque no se han cumplido
nuestras expectativas.
Parece
claro, también, que la ofensa consigue que nuestra paz interior, si es que alguna
vez hemos gozado de ella, se esfume como el humo, envuelta en el rencor
generado por la ofensa. Y mientras el ofendido rememora una y otra vez la
ofensa, alimentando su rencor, destrozando su cuerpo energético con el veneno
generado porsus pensamientos, el
ofensor parece seguir disfrutando de su paz interior, sin sufrir el más mínimo desajuste
emocional.
Antes de
seguir leyendo, medita un poco sobre esto: El que ofende se queda tan feliz, y
el ofendido sufre estresado las consecuencias de la ofensa, que, curiosamente,
la ha causado otro.
Sigue
pensando y contéstate a estas preguntas: ¿No te parece demencial, que sufra el
que no ha hecho nada?, ¿No te parece ridículo darle vueltas y más vueltas a la
ofensa, como si te la estuvieran causando de manera permanente?, ¿Qué pasaría
si una vez recibida la ofensa no volvieras a pensar en ella?, y aun mejor, ¿Qué
pasaría si lo que ahora consideras como ofensa, ni tan siquiera lo
consideraras?
La ofensa
sólo es debida a que se revive una y otra vez, cuando sólo fue realizada en un
momento determinado. ¿Por qué rememorar el hecho permanentemente?, ¿Por qué permitir
que se desestabilicen las emociones los días o los meses posteriores?
Sólo se
ofenden aquellos que no saben vivir la vida, porque sus vivencias son sus
propios pensamientos. Sólo se ofenden los que no saben vivir el presente, porque
viven de manera inconsciente. Sólo se ofenden los que viven lejos del amor, su
esencia, porque el ruido de su mente les impide sentir el corazón.
Vive
conscientemente, y no será necesario el perdón. Porque vivir conscientemente
supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que
podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no
revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún rencor. Sólo
ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el
hipotético ofensor, pero intrascendente para quien lo recibió.
Todo
es elección. Aunque no seamos conscientes de ello, nos pasamos la vida
eligiendo, y nuestra primera elección es, sin ninguna duda, nuestra llegada a
la vida. Elegimos nacer por el inmenso deseo que tiene el alma de purificarse y
acercarse a Dios, cuando sería más fácil para ella quedarse en los planos en
los que se encuentra, sin ninguna de las necesidades y padecimientos del
cuerpo. Pero es igual, el alma necesita acercarse a su esencia divina y vivir
su divinidad de manera completa, para lo cual tiene que completar su
aprendizaje, tiene que vivir todas las experiencias, tiene que liberarse de sus
deudas y recibir las que le son debidas.
Lo
realmente dramático, es que una vez en el cuerpo, no recordamos nada de esa,
nuestra primera elección, y nos encontramos en la vida, envueltos en pañales,
creciendo y aprendiendo, en casi todas las ocasiones, con dudas y con miedos,
unas lecciones que no son las que necesariamente hemos venido a aprender. Es
como si nos matriculáramos en la Facultad de Filosofía y en vez de enseñarnos a
razonar, nos enseñaran a construir puentes. No nos sirven “casi” de nada las
enseñanzas que vamos recibiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, y no es
porque nuestros maestros no lo intenten, en muchos casos con amor, aunque con esa
peculiar manera que tenemos de amar los humanos, el amor del cuerpo, y no el
amor del alma. Pero siguen sin sernos útiles sus enseñanzas, ya que no nos
enseñan a vivir para el alma. Sus enseñanzas están basadas en como engañar a la
vida.
Es
posible, que incluso en ese engañar a la vida, tengamos algunas opciones para
elegir nuestro camino: Estudiar o trabajar, ser ingeniero o escritor,
permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o dos, vivir en una casa o en un
piso, etc., etc. Pero siguen siendo opciones de vida, no opciones de alma. Elijamos
la opción que sea, siempre nos faltarán las opciones más importantes, de las
que ni tan siquiera podemos ser conscientes de que están ahí, al alcance de
nuestra mano. Esas opciones, se refieren a la vida del alma, y es normal que no
tengamos conocimiento de ellas, porque nunca, nadie, nos ha hablado de otras
opciones que no sean las referidas a la vida física del cuerpo.
Esas
otras opciones, desconocidas para casi todos los mortales, no van en contra de
la vida, o mejor dicho, no van en contra del libre fluir de la vida. Van a
favor de la vida, y por lo tanto, van a favor del alma.
No
se trata de elegir entre nada físico, ni entre dos deseos, que según nos han
enseñado, nos pueden dar algún momento de efímera felicidad. Se trata de elegir
las condiciones para conseguir, de manera cada vez más duradera, hasta llegar a
permanente, “la felicidad”.
Se
trata de desaprender lo aprendido. Se trata de elegir la paz en lugar de la
guerra. Se trata de elegir la alegría en lugar de la tristeza. Se trata de
elegir la acción en lugar de las dudas. Se trata de elegir la risa en lugar del
llanto. Se trata de aceptar en lugar de criticar. Se trata de elegir el respeto
en lugar de despreciar. Se trata de elegir el perdón en lugar del odio. Se
trata de bendecir en lugar de maldecir. Se trata de elegir el servicio al
prójimo en lugar de ignorarle. Se trata de elegir al amor en lugar del miedo.
Se trata en vivir desde el alma, mimando al cuerpo. Se trata de elegir la humildad
y no la soberbia. Se trata de vivir en la verdad y no en el engaño. Se trata de
alegrarte por el bien de tu hermano sin envidias. Se trata de vivir desde el
corazón. Se trata de amarnos a nosotros mismos. Se trata de aceptar el libre
fluir de la vida sin oposición. Se trata de aceptarnos y presentarnos ante los
demás tal como somos, sin máscaras, sin engaños.
Se
trata de elegir la felicidad en lugar del sufrimiento.
Las
pruebas y los sufrimientos más duros con los que nos encontramos los seres
humanos, llegan de la lucha con la naturaleza emocional, llegan de una lucha
interna con los deseos.
La
persona que logra dominar sus deseos ha avanzado un paso de gigante y decisivo
en pos de su felicidad.
Pero,
¿Qué es un deseo?: El deseo es la atracción que se siente por algo que
proporciona placer, o la repulsión de aquello que causa dolor.
¿Cómo
se genera?: Supón que te sientas a comer. Cuando el bocado entra en contacto
con el paladar, se producen unas vibraciones, que aparecen como una sensación
particular en el cuerpo emocional. Si el plato es sabroso, según tu gusto, la
sensación será agradable. Una vez que terminas la comida, la sensación
desaparece, pero permanece el recuerdo de esta, y ese recuerdo puede despertar
por cualquier otra causa, sobre todo por asociación de ideas. Entonces desearás
saborear ese bocado nuevamente.
Nos
vale este ejemplo, que se puede extrapolar a cualquier otra cosa, sea del tipo
que sea.
Esta
claro, que la no consecución de los deseos, bajo cualquier aspecto provoca
sufrimiento, en mayor o menor grado.
Pero,
también está claro, que no podemos, de ninguna manera cerrar nuestros sentidos,
ni vaciar de ideas nuestra mente.
¿Qué
hacer entonces? Lo que hay que hacer es permanecer alerta, estar en guardia, y
evitar el sentir atracción o repulsión, ya que es de ahí, de donde nace el
deseo de repetir la sensación, si es agradable, o de evitarla, si es
desagradable.
No
todas las cosas nos causan sensaciones de agrado o repulsión, hay percepciones
neutras. Así han de ser todas.
Una
persona que no entiende la naturaleza del deseo, o que no está dispuesta a
controlarla, queda atrapada por esas atracciones y repulsiones, que no son más
que ligaduras que van atando a la persona a los mundos inferiores.
No
se trata, por tanto, de no sentir placer por una experiencia, no, el placer es
el resultado natural del contacto del cuerpo con situaciones u objetos
placenteros. Para eso hay que desarrollar fuerza suficiente, y para eso es
necesario ver y sentirlo todo como un mero observador. Tú no eres los deseos.
Ten claro que cualquier deseo es vibración y únicamente hay que cambiar la
vibración.
Ser
sólo un observador requiere:
a)Ver el desarrollo y funcionamiento de todos los
deseos y emociones que surgen en la mente. Por ejemplo, si te enfadas o caes
bajo la influencia de cualquier otra emoción, sea buena o mala, observa que
sucede. Al principio notarás que te dejas agitar sin ser consciente de ello;
pero con vigilancia y práctica vas a desarrollar en la mente una especie de
hoja de ruta, o de hábito que registrará todos los movimientos emocionales.
Serás, de entrada, un observador silencioso, aunque de momento no seas capaz de
controlar los deseos.
b)Examinar de una manera impersonal esos deseos, y
juzgar, de manera crítica y honesta, para que te vale ese deseo. Si has podido
vivir sin él hasta el presente, cuanto de importante es para ti.
Este
trabajo no es muy eficaz si se hace a toro pasado. Hay que aprender a observar en
el momento mismo en que estés influenciado por la emoción. Para esto, no es
necesario detener la rutina de la vida, ya sólo va a ser una parte de la mente
la que se ocupe de ese trabajo.
Por el
simple hecho de observar las emociones, ya se van a eliminar algunas.
Este
control se ha de practicar intensa y persistentemente hasta que seas dueño
absoluto de tu vida emocional. Es necesario tener voluntad y paciencia. Las
personas débiles o poco evolucionadas, se cansarán pronto de llevar a cabo una
tarea tan aburrida y abandonarán pensando que es algo inalcanzable.
Esta
disciplina es ardua y difícil, y el grado de éxito va a depender de tu nivel de
evolución, de la intensidad de tu esfuerzo y de la sinceridad con que enfoques
el problema.
No
existen formulas mágicas para nada en esta vida, todo requiere trabajo, pero
una vez obtenido el dominio, cesa la necesidad de mantener un esfuerzo
constante, ya que los deseos y emociones van a cuadrar automáticamente con tus
objetivos de vida.
Es
posible, que algunos se pregunten qué aliciente queda para vivir, si se
analizan los deseos y las emociones de manera implacable, y dirán que el
deleite de la vida depende, no sólo de sentir esos deseos, sino de
identificarse con ellos. Es una buena pregunta, y la respuesta, sólo puede ser
que esperen al resultado, cuando una vez dominada la naturaleza inferior, se
observa que cada vez están más cerca de la paz que da la comprensión y de una
felicidad permanente.
Así que
para conseguir es paz y esa felicidad, hay que ser valientes, trabajadores, pacientes,
y dispuestos a prescindir de los placeres y goces temporales de la vida en la
materia.
Si nunca
esperas nada de nadie nunca te decepcionarás.
Sylvia
Plath
¿Cuántas
veces nos hemos sentido decepcionados poralguien o por algo que ha sucedido en nuestra vida?
Pero,
¿Qué es la decepción?, en Wikipedia aparece la definición de decepción como un sentimiento de insatisfacción que surge cuando
no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir
dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. La decepción, si perdura, es un
desencadenante para la frustración y más adelante, la depresión. Similar al
arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrepentimiento se
enfoca básicamente en fallas en elecciones personales mientras que el de
decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo.
Es una fuente de estrés psicológico.
Ahí
está el problema, en el no cumplimiento de nuestras expectativas. Y esa
decepción afecta a nuestra vida emocional generando tristeza, melancolía,
rabia, dolor, y un sinfín de emociones, todas negativas, que también afectan
indefectiblemente a nuestra vida física y a nuestra vida mental.
Mentalmente
nos atrapa, cayendo en la trampa de la mente, en la trampa de estar preguntándonos
¿Por qué?, ¿Por qué nos hacen daño?, ¿Por qué nos rechazan?, ¿Por qué no nos
prestan atención?. Sin darnos cuenta vivimos en pensamientos repetidos,
obsesivos, circulares, durante tiempo, manteniéndonos alejados del libre fluir
de la vida y llenándonos de energías negativas generadas por esos pensamientos,
tan alejados de la comprensión, de la aceptación y del amor.
Físicamente
permanecemos alterados, nerviosos, alimentando nuestro cuerpo físico de
una especie de veneno, que antes o después va a afectar de manera negativa
alguna función de nuestro cuerpo.
El
sendero parece claro, ¡Hay que evitar la decepción!, pero ¿Cómo? La receta aun
es más sencilla, ¡ACEPTACIÓN!
La aceptación consiste en eliminar la
expectativa, en eliminar el deseo. Lo cual no significa que la acción de una
persona, o cualquier situación nos agrade o nos haga felices. La felicidad
llegará después, aceptando.
Aceptar en ver las cosas como son, no
como a nosotros nos gustaría que fueran. Es observar las situaciones y los
sucesos, sin juzgar, sin esperar nada, ya que cuando no aceptamos, y esperamos
algo, es una prueba clara de que queremos controlar las situaciones,queremos controlar a las personas, queremos
controlar el mundo. Y no funciona así. Las personas son como son, y nadie,
excepto ellas mismas, puede cambiarlas.
La aceptación es como un puente que nos
traslada de la decepción a la paz, del dolor a la alegría, del sufrimiento a la
felicidad. Aceptación es vivir el presente, es vivir la realidad, tal cual es,
es vivir a los demás como lo que son, seres divinos. La aceptación, al
mantenernos en la realidad, lejos de vivir una vida de pensamientos, nos
permite ser conscientes de todas las oportunidades que nos rodean, para poder fijar
y seguir el rumbo de nuestra vida hacia la felicidad.