Recuerdo
epítetos que con más frecuencia me han ido dedicando, y me siguen dedicando:
“descastado”, “pasota”, “despegado”, “indiferente”, “raro”, “babau”, y un
sinfín de ellos más. Todo porque no expreso, como se supone que debería
hacerlo, según la conciencia social, sentimientos o expresiones de dolor, de
euforia, de tristeza, de ira, etc.
A
veces, yo mismo me pregunto porque no me alegran o me entristecen las
situaciones que alegran o entristecen a los demás, y mi propia respuesta, es
que no es exactamente así, ya que sí siento la alegría, y el dolor, y la rabia,
y el miedo, pero, afortunadamente, no me dura mucho. Dura tan poco, que no
tengo tiempo de exteriorizarlo, y cuando dura un poco más en el tiempo, me
siento absorbido hacia dentro de mí, como si me recogiera en mi interior,
analizando la causa de dicha emoción y de las circunstancias por las que se ha
producido.
Lo
que sí siento, siempre, es el estado de las personas que se supone son
responsables de alterar mis emociones, o las de otro, llegando a un estado de
comprensión del porqué de tal actitud. Llegado a este punto, siempre encuentro
una justificación a tantas y tantas conductas irracionales, sintiendo, en la
mayoría de los casos, una tristeza infinita, al comprobar, que todo el dolor y
todo el sufrimiento con el que cargan a otros, se podría evitar si dejaran de
conducirse por los instintos, alimentados por la irracionalidad de sus mentes;
se podría evitar si las personas vivieran desde el corazón, dejando descansar
sus mentes malévolas, y actuaran sintiendo que el otro es uno mismo.
Me
alegro infinito desde ese lugar de mi interior, de ser descastado, pasota, o el
sinfín de calificativos que me dedican, y sobre todo, me alegro, porque no
siempre ha sido así. Creo que ha sido más una evolución desde antiguos ataques
de rabia, o de ira, o de tristeza o incluso de euforia, hasta los actuales
momentos de serenidad, de paz interior, o de pasotismo, y por ende, de
felicidad.
Soy
feliz con mi esposa, pero no por mi esposa; soy feliz con mi trabajo, pero no
por mi trabajo; soy feliz con mi vida, pero no por mi vida. ¡Soy feliz conmigo!
No hay nada fuera de mí que me haga feliz o desdichado, todo me da igual, es
cierto. Creo que todo está donde debe de estar, y además se ha colocado, o yo
he ayudado a colocarlo, para ser feliz de la mañana a la noche, un día tras
otro.
En
el recorrido que he hecho por mi vida para escribir esta entrada, soy
consciente de que tampoco ha sido tan duro, y ni tan siquiera trabajoso.
Supongo que todo empezó un día en el que debí de sentirme el más desdichado de
los mortales, por alguna perdida, o por alguna decepción importante, y buscando
la fórmula para que no se volviera a repetir, llegué a la conclusión de que no
había nada, ni había nadie, que me llenara completamente, por lo que yo sólo
debía encontrar la fórmula para sentirme lleno, a pesar de….., y la formula es:”Todo
está bien”.
Todos
somos iguales, y allí donde llega una persona, puede llegar cualquiera otra. Tú
también puedes conseguirlo. Está en tus manos. Eso sí, te van a llamar
desapegado, babau, raro, pasota, etc., etc., pero a ti te va a dar igual.
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