Es a través de este cuento como surge la reflexión
sobre Dios:
Soñé que
veía en los cielos mi vida representada en una seria de escenas que en silencio contemplaba.
Dos pares de
firmes huellas en la arena
iban quedando mientras andaba con Jesús conversando como amigos.
Miraba
atento esas huellas reflejadas
en el cielo pero observé
algo extraño y sentí gran desconsuelo.
Observé que
algunas veces al reparar
en las huellas, en vez de
ver los dos pares, veía sólo un par de ellas.
Y observaba
también, que sólo aquel
par de huellas se advertían
mayormente en mis
noches sin estrellas, en las horas de mi vida llenas de angustia y tristeza, cuando el alma necesita más consuelo y fortaleza.
Pregunte
triste a Jesús: “¡Señor!, ¿Tú
no has prometido que en mis
horas de aflicción siempre andarías conmigo…? Pero noto con tristeza que en medio de mis
querellas, cuando más siento el sufrir, veo sólo un par de huellas.
¿Dónde están
las otras dos que indican
Tu compañía, cuando la tormenta azota sin piedad mi vida?
Y, Jesús me
contestó: con ternura y comprensión; "Escucha bien, hijo mío,
comprendo tu confusión. Siempre te amé y te amaré, y en tus horas de dolor
siempre a tu lado estaré para mostrarte Mi Amor”.
Más, si ves sólo dos huellas en la arena al caminar, y
no ves las otras dos
que se debieran notar, es que en tu hora afligida, cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en Mis brazos".
Siempre recuerdo este cuento cuando alguien me comenta
que a pesar de ser una buena persona, y de pedir ayuda a Dios en los momentos
duros que se le presentan en la vida, Dios no contesta, ni se resuelve el
problema, ni siente ningún alivio; lo cual le hace pensar que Dios, o no
escucha, o sencillamente es que no está.
Entonces, le relato este cuento y trato de explicarle
que Dios Es……., sólo
eso, que Dios Es el aire y el agua, que Dios Es la tierra y el fuego, que Dios
Es cada montaña, cada planta, cada criatura, que Dios Es tú, que Dios Es yo,
que Dios Es Amor, Es comprensión, Es compasión, Es misericordia.
Y es tal Su Grandeza que nos
permite hacer y deshacer a nuestro antojo, que respeta nuestro libre albedrío y
no interfiere en nuestros asuntos terrenales.
La vida puede ser una fiesta
o un calvario. Es la persona la única que decide que desea vivir, y como desea
vivirlo. Nuestro contrato con Dios, por expresarlo de alguna manera, es
aprender a vivir en la Tierra, confinados en un cuerpo, como si estuviéramos en
el Reino, al otro lado de la vida. Si Él interfiriera, sería como realizar un
examen con la información del profesor, y en las asignaturas de la vida no
valen engaños.
Antes de suplicar la ayuda de Dios,
sería bueno descubrir quién es Dios. Para eso, hemos de escuchar la voz del
corazón, ya que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser, y a cada uno se nos
presenta de una forma única e intima, por lo que solamente cada uno puede
descubrir a Dios.
Una vez descubierto, comprenderemos
que no es necesario solicitar su ayuda, porque siempre la tenemos, Él siempre
está con nosotros, mora en nuestro interior.