No tema la soledad.
El alma que no puede sostenerse sola,
nada tiene que dar.
Alice A. Bailey
Solamente hablamos de una muerte, sólo conocemos una muerte, solo tememos
una muerte: La muerte del cuerpo. Sin embargo, la muerte es un proceso en tres
etapas. Tres etapas en las que nos vamos desprendiendo, una tras otra de tres de
nuestras vestimentas: el cuerpo físico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental
inferior.
Este
proceso, tiene una duración indeterminada, en función de la evolución de la
persona. Si la persona tiene un estado de evolución medio, en la que se la supone
familiarizada con los distintos cuerpos de que está formada, además del cuerpo
físico, el proceso puede ser relativamente corto. Podrían ser horas después de
dejar el cuerpo físico. El proceso, sin embargo, podría alargarse años, (en la
medida del tiempo terrestre), si la persona no tiene ningún conocimiento de su
cuerpo astral y de los factores que intervienen en la descomposición de ese
cuerpo astral, como puede ser el elemental de vida.
Pero se
tarden horas o años, el final siempre es el mismo. Cuando el ser humano se ha
desprendido de sus cuerpos físico, astral y mental, se recoge “en soledad” en
el plano causal, para descansar de la vida recién abandonada, y prepararse para
la siguiente encarnación.
Ese tiempo
de descanso en el plano causal, se realiza en solitario, recogido el ser en sí
mismo.
No es esta
una reflexión sobre la muerte, sino sobre la soledad, pero no de la soledad del
mundo de la materia, esa soledad que deriva del rechazo a los demás debido a la
inmadurez del carácter, o la soledad del ser retraído. No, la reflexión de esta soledad, es una
especie de entrenamiento para la soledad que adviene con el abandono del mundo
físico, es la soledad espiritual.
No se trata
de abandonar a la familia, ni a los amigos. No se trata de recluirse en una
gruta, o en un monasterio, apartado del mundo. Se trata de abandonar la vida de
concentración en el plano físico, se trata de empezar a identificarse con la
propia esencia, se trata de comenzar a vivir desde el alma, se trata de vivir
el mundo interior, se trata del desapego, se trata de cambiar los “valores” y
las “responsabilidades”, se trata de vivir fuera del paraguas del condicionamiento
social y masivo que nos cubre a todos.
Es posible vivir de esa manera, a
pesar de las limitaciones físicas, del ruido y de los compromisos sociales.
Sólo hay que dejar de pensar en uno mismo, y pensar y actuar para los demás,
sólo hay que sentirse libre de deseos, sólo hay que sentir la conexión con todo
lo creado, sólo hay que amar.
Una buena manera de actuar, hasta que
esa soledad espiritual haya arraigado en nosotros en actuar “como si….”, es
decir, hacer ese trabajo de manera consciente, hasta que sea un hábito
integrado y surja de manera espontánea.
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