Cuando
leía en “Un curso de milagros” que “Curar es hacer feliz”, no podía por menos
que pensar, en que un gran número de personas, a pesar de entender
intelectualmente su significado podría estar lejos de integrar en su interior
tal afirmación, porque posiblemente les es difícil integrar cada una de sus
partes.
Si
hacemos una encuesta con la pregunta de ¿Qué es la felicidad?, es posible que
obtengamos un sinfín de respuestas, pero ¿Cuántas de ellas nos dirían que la
felicidad es un estado interior?, ¿Cuántas dirían que es el estado de “todo
está bien”?, ¿Cuántas de ellas no asociarían la felicidad a cuestiones
materiales que existen en el exterior y que les conducen emocionalmente a un
estado que califican como de felicidad, pero que no es más que un estado de
euforia pasajera?, y si alguna persona diera estas respuestas, ¿Sería realmente
feliz, cada segundo de su vida, un día tras otro? Creo que esto puede
entenderse intelectualmente, pero no se integra. Es como el aceite que se
intenta mezclar con el agua, es imposible, el aceite siempre se quedará en la
superficie del agua sin mezclarse con esta. Lo mismo pasa con la explicación de
la felicidad, se queda en la superficie de la mente sin penetrar en su
interior.
Y
la enfermedad, ¿Qué entendemos por enfermedad?, seguro que todos calificaríamos
como sana a una persona que no tiene ningún problema físico, ni está loca, ni
tiene depresión. Pero, ¿Podríamos decir que está sana una persona que se
irrita, que es intolerante, que es impaciente, que guarda algún tipo de rencor
en su interior, que critica a los demás, que controla, que es exigente, o que
rechaza algún aspecto de alguien? Está claro que no tiene ninguna enfermedad
física, pero, ¿Cómo se encuentra su mente?, ¿Se puede calificar como sana una
mente con esas características?
No,
no es una mente sana. Todas esas características no son más que hábitos
negativos, y seguro que para justificarlos, podemos encontrar un sinfín de
explicaciones. Es igual, no sirve ninguna explicación, son hábitos enfermos de
una mente enferma, de una mente que ataca y, por lo tanto teme ser atacada.
Recuerda
que cada defecto que reconocemos en otro, lo reconocemos en nosotros mismos.
Por lo tanto es algo a sanar; y si hay algo a sanar es que existe la
enfermedad. Así que tenemos un trabajo a realizar, “sanar la mente”. No te
quedes tan tranquilo porque no tienes ninguna dolencia física, porque cada
enfado, cada irritación, cada muestra de intolerancia, de impaciencia, de
exigencia, de crítica o cada intento de manipular a los demás, solo es el
reflejo de una mente enferma.
Permite
que desaparezca de tu mente cualquier miedo a ser atacado, sustitúyelo por el
amor, y aparecerá en ti, como por arte de magia la felicidad. Así podremos
hacer realidad la idea de que “Curar es hacer feliz”.
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