El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 3 de octubre de 2014

Volver al Paraiso


            La historia que nos cuentan del Paraíso Terrenal no es más que una alegoría de lo que pudo suceder en los primeros compases del ser humano sobre la Tierra. En esa época los habitantes de la Tierra eran guiados, protegidos y proveídos por Dios.
            Eso era debido a la Ley de Precipitación. La Ley de Precipitación es la Gran Ley de la Creación actuando por todo el Universo a cada instante, y se trata de la manifestación de un deseo espiritual o material en el mundo de la forma. Este poder fue utilizado por la humanidad en masa en la Atlántida, en Lemuria y en la civilización en el continente Hiperbóreo. Era la manera original en que a toda la humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en su actividad física en este planeta.
Jesús precipitó cuando multiplicó los panes y los peces, cuando convirtió el agua en vino, cuando sacó el pescado con una moneda de oro en la boca, para pagar sus impuestos.
Jesús dijo: "Lo que Yo he hecho, TODOS los hombres harán, y aún obras mayores harán."
¿Por qué no hacemos las mismas obras que Jesús?, ¿Por qué los seres humanos, en la actualidad, no podemos disfrutar de los beneficios de esta Ley? No podemos disfrutar de ella por la sencilla razón de que desperdiciamos, a tontas y a locas, nuestra energía: el miedo, la ira, los pensamientos desbocados, la envidia, la crítica, y muchos sentimientos destructivos más, que lo único que hacen es enfermar el cuerpo emocional, y por ende, a la misma persona.
El derecho a utilizar y disfrutar del Poder de Precipitación es algo que hemos perdido hace miles de años, pero nadie ha dicho que no podamos recuperar ese Poder. Para ello, solo hemos de eliminar cualquier sentido de discordia, de limitación, de carencia. Hemos de recuperar la pureza, el desprendimiento, la armonía, el servicio, el amor divino, la sabiduría y el perfecto equilibrio.
 
Parece difícil, y posiblemente lo sea, pero la Ley de Precipitación está ahí, en el Universo, y está actuando en todo momento para traer bendiciones a la humanidad; y ningún ser humano podrá sacarla del mundo ni detener su acción para aquellos que alcanzan a vivir su divinidad en la Tierra.
No hay razón alguna para que la humanidad experimente privaciones. Los seres humanos no lo sabemos, pero somos nosotros mismos los que atraemos las privaciones a nuestra vida.
Podemos seguir viviendo una vida de carencias y lamentándonos por ello, lo hacemos muy bien, es lo que mejor sabemos hacer, lo cual es normal, ya que son cientos, o miles de vidas haciendo lo mismo. Me atrevería a decir que no es nuestra culpa, nadie nos ha enseñado a vivir de otra manera, Pero se puede vivir de manera distinta. Nunca es tarde, no tenemos prisa, tenemos toda la eternidad para aprender y tantas vidas por delante como consideremos oportuno. Sin embargo, para que seguir sufriendo, si nuestro deseo es vivir una vida de felicidad, una vida sin limitaciones, una vida de amor, está en nuestras manos conseguirlo.
Podemos volver al Paraíso recordando como vivíamos cuando permitíamos que la Ley de Precipitación funcionara para nosotros. Entonces éramos conscientes de nuestra divinidad, y actuábamos en esa conciencia. Empecemos ahora, cada segundo de retraso es un segundo más de dolor y sufrimiento. Empecemos a recordar que somos hijos de Dios, que todos somos lo mismo, que todos estamos embarcados en la misma empresa, que todos caminamos de vuelta de a Dios.
 Sé que solamente parecen palabras, y en palabras se van a quedar si no conseguimos que esas palabras latan a unísono del corazón, que es el punto de partida para entender, para aceptar y para actuar desde nuestra divinidad.
Puedes comenzar de una manera sencilla. Imagina, piensa y siente que cada persona que se cruza en tu camino, eres tú mismo. Cuando critiques piensa como recibes tu las críticas, cuando desprecies a alguien piensa como recibes tu los desprecios, cuando engañas piensa como recibes tu la mentira, cuando maltratas piensa en cómo recibes tu los maltratos, y así en cada pensamiento, en cada palabra, en cada acción de tu vida. Piensa también en Dios, en cuantas veces te ha engañado, te ha maltratado, te ha ofendido. Si Él no lo hace, que tiene todo el poder, porque nosotros, que no somos nada, lo hacemos de manera permanente con nuestros hermanos.
Cada uno de nosotros somos una Chispa de Fuego Divino, todas iguales. Piensa, habla y actúa desde esa divinidad y esa igualdad, y eso te acercará al Paraíso.

 

jueves, 2 de octubre de 2014

El diario de Patricia (6)


Del aislamiento a la soledad
               Ustedes dirán que aislamiento y soledad es lo mismo, pero según mis conocimientos científicos en la materia, aislada estaba yo por mis miedos, era como un hueco vacio, era extraña para mí misma, era algo impuesto por mi mente. En cambio la soledad consciente o medio consciente es de una tremenda paz, es belleza, es en el silencio donde se encuentra la verdadera felicidad, bueno, y de vez en cuando, un rock buena onda.
               Antes tenía miedo de estar sola, hoy se que nunca estoy sola, que hay millones de seres, maestros ascendidos, arcángeles, angeles y miles de seres celestiales haciéndome compañía. 
                Felizmente, en la vida de todo ser humano hay angeles terrenales y eso fueron para mi mis  amigas Francy y Diana. Decidí abrirme al mundo a través de ella y les conté la verdad del mal de esta parte de mi ser.
               Al contrario de lo que me imaginaba me aceptaron tal cual soy, no sé porque pensaba que me iban a dar la espalda, porque en ese tiempo sentía que las había decepcionado. Ahora sé que nadie decepciona a nadie, se decepcionan ellos solos, porque simplemente nadie debe de esperar nada de nadie. Si lo sientes hazlo, si quieres a alguien abraza, pero no esperes que te abracen a ti, si lo hacen bien, si no lo hacen bien también.
               Así, después de dejar la pastilla, después de contarles a mis dos mejores amigas mi  “dramática historia”, ellas, como  guerreras que son, comenzaron a sacarme a la calle. Era la primera vez que salía sin pastilla. 
                Como mis piernas casi nunca se ejercitaban naturalmente, sino artificialmente, casi no podía caminar más de cinco minutos sin detenerme para descansar. Así, después de mucho tiempo vi de nuevo la calle. Era como un nuevo comienzo para mí, y de hecho lo era. Todo era nuevo, más interesante, me sentía como un bebe que recién descubre el mundo y, crean o no, vi por vez primera vez la belleza del mundo, la belleza de la vida y me sentí súper bien. Para cualquier persona “salir a la calle”, es normal, es algo insignificante, pero para mí, ese tiempo, en esas circunstancias, era como si hubiera ganado un premio.
                Ahora bendigo todo ese sufrimiento, soy un poquito, creo que mejor, o ¿soy peor?, bueno, en realidad no sé si mejor o peor, en realidad no sé quién soy.
               Muchas personas dicen que el cuerpo físico no es importante, eres el cuerpo, por supuesto eres más que solo el cuerpo, tu cuerpo es como un puente para tomar conciencia de si estas dormida o no, tu cuerpo es tu templo sagrado, todo eso lo tuve que aprender con la enfermedad.
               Salí a la calle después de mucho tiempo, y así me ejercitaba cada tarde, porque cada tarde  salíamos a pasear. Nunca antes había entrado a una pollería con mucha gente, y  lo hice, y  cada vez que hacia algo sentía que era una atleta saltando obstáculos.
               Encontré muchas personas entre videntes, parapsicólogos, brujos. De todos ellos aprendí muchas cosas: los videntes decían una cosa, los otros otra cosa, así es como estuve en tratamiento tras tratamiento. ¡Ahora veo todo tan claro!
               No sabía que creer y así deje de buscar, me convencí de que el único que me puede curar es Dios por medio de alguien. Ahora sé que todos podemos equivocarnos de diagnostico y por ende de tratamiento.
De un sueño
               Quiero contarles algo que soñé hace exactamente una semana, solo espero que no crean que estoy loquita, aunque de loco y poeta dicen que todos tenemos un poco, bueno les cuento: Estaba en una casa, no era mi casa, mas parecía un hotel o algo asi, estaba con toda mi familia  creo que retrocedí en el tiempo porque éramos niños mis hermanos y yo.
               Luego vi otra escena, creo que avance en el tiempo porque vi a una amiga que hace poco dio a luz a su bebe, el niño estaba más grande de lo que es en realidad, posteriormente yo corría muy asustada, estaba en medio de una guerra, podía sentir las granadas, balas, explosiones, pude aguantar el horror y  como dicen que al tener una pesadilla lo primero que hay  que hacer es desear estar en tu cuerpo, desee eso y desperté. Al despertar me acorde que alguien dijo “estamos en Ayacucho” coincidentemente hubo no recuerdo en qué año la batalla de Ayacucho, recuerdo claramente que las escopetas eran de esas antiguas que hay en los museos.
               Últimamente no me cuestiono mucho sobre mis sueños pues los sueños, sueños son. Simplemente estuve en la máquina  del tiempo, todavía chismeando aquí y allá.
               Antes de enfermar tenia sueños muy raros, ahora si van a creer que me patina el coco, una noche mientras dormía se ilumino la habitación de muchos colores pero el que más resaltaba era el color violeta, en eso siento que levantan las frazadas y aparezco en una especie de hospital, todo era de un color humo medio blanco, de un momento a otro me veo rodeada de unos hombres blancos altos, podía entender lo que decían, pero ellos no se comunicaban con palabras. No sé cómo explicarlo pero no hacían ruido era una comunicación de mente a mente.
                A veces me hacían cortes en la espalda, cuello y cabeza. No sentía ningún dolor, eran sueños muy reales me sentía un conejillo de indias.
               Parecía una clase de practicantes, sentía voces muy jóvenes y había siempre algo así como un profesor, sentía las voces es mi cerebro, era una comunicación telepática y me operaron un montón de veces.
               No había contado a nadie estos sueños tan raros, es más, hasta hora no me había acordado de ellos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Vivir en Dios


            Aunque mi memoria siempre ha sido un poco débil, olvidando caras, nombres, lugares, situaciones, y también muy selectiva, recordando, supongo, sólo aquello que era bueno para mi propia evolución, sí que hay algún recuerdo que creo que me acompaña desde siempre, casi desde que tengo uso de razón. Y ese algo son mis pensamientos relacionados con la muerte. La muerte siempre me ha parecido apasionante, y aunque en las primeras etapas de mi vida, el contacto con la muerte,  de personas conocidas, me producía cierto temor, era algo que me atraía de manera poderosa, buscando lecturas sobre ella y sobre lo que podría haber al otro de la vida.
            Siempre me ha parecido que la vida, la vida física, a pesar de su grandeza y su hermosura, es algo  pesada, rutinaria, repetitiva, lenta y muchas veces aburrida. Aunque por supuesto tiene grandes excepciones como la paternidad, la abuelidad, el enamoramiento o los cambios. Por eso siempre he pensado en la muerte como una gran liberación, ya que seguimos viviendo una vida sin cuerpo, dejando atrás todo aquello que es inherente a este: la edad, el sexo, la necesidad de comer y dormir, la enfermedad y el dolor.
 
            Pero por si fuera poco pasar toda una eternidad sin los problemas que genera el cuerpo, yo le añadía una razón de peso, de mucho peso: al otro lado de la vida yo suponía que estaríamos más cerca de Dios, más cerca de Su Amor, más cerca de Su Paz, más cerca de Su Armonía, con lo cual pensaba que la vida al otro lado debía de ser la perfección total, debía de ser esa felicidad total y permanente que buscamos cuando estamos en el cuerpo a este lado de la vida.
            Aquí tenía un error, y el error consistía en pensar que los que ya no tienen cuerpo están más cerca de Dios, cuando todos, con cuerpo o sin cuerpo, estamos a la misma distancia de Dios. La sensación de lejanía de Dios en los que vivimos en la materia solo viene dada por la barrera, muchas veces infranqueable, que coloca nuestra mente, pero Dios, siempre está con nosotros.
            Hasta no hace mucho tiempo, sentía cierto reparo en hablar de Dios, o al menos en hacerlo directamente, y Lo sustituía por palabras más o menos cercanas. Hoy no, hoy sé que Dios es Dios, hoy se que Dios lo es Todo, y que el reparo que sentía solo era una debilidad de mi propio carácter, porque influenciado por nuestra cultura, asociaba a Dios con alguna religión, y pensaba, erróneamente, que podía ser señal de debilidad.
Dios es tan cercano en la vida física como en la otra, aunque podamos pensar que no es así, y que sólo está bien visto acercarnos a Él o invocarle cuando las cosas se ponen difíciles esperando que nuestros pedidos o nuestras súplicas sean escuchados, esperando que se produzcan los milagros.
            Se nos olvida que somos los seres humanos los únicos responsables de lo que nos sucede, se nos olvida que nuestra vida solo es el resultado de nuestra programación mental, se nos olvida que nuestra vida solo es nuestra propia elección y que hemos elegido también los medios y herramientas en cada caso, se nos olvida que cada problema, cada situación difícil o inclusive las equivocaciones han de aceptarse como lecciones, peldaños para aprender, oportunidades obsequiadas por Dios para que podamos recordar nuestra propia Divinidad y perfección.
Se nos olvida que Dios está en nosotros.
 

sábado, 27 de septiembre de 2014

Yo Soy lo que quiero ser (Meditación para el control de uno mismo)


Toda esta entrada es un extracto, ínfimo, del libro “Misterios desvelados”, en el que aparecen reflejadas algunas de las enseñanzas del Maestro Saint Germain:
La Eterna Ley de la Vida es: “LO QUE TÚ PIENSES Y SIENTES LO TRAES A LA FORMA”. Dónde está tu pensamiento, allí estás tú. Lo que tú medites, en ello te convertirás, ya que tú eres tu conciencia.
Cuando uno permite a su mente permanecer en pensamientos de odio, de condenación, de crítica, de lujuria, envidia, celos, temor, dudas o sospechas, y permite que esos pensamientos y sentimientos generen irritación dentro de él, es absolutamente seguro que tendrá discordia, fracaso, desastres en su cuerpo, su mente y su mundo. Mientras él permita que su atención se detenga en tales pensamientos, bien sea respecto a naciones, personas, lugares, condiciones o cosas, estará absorbiendo esas actividades en la substancia de su mente, su cuerpo o sus asuntos. De hecho, estará forzando, impeliéndolas a que entren en su experiencia.
Esto ocurre porque los seres humanos no se aceptan ni se reconocen ellos mismos como lo que son. Templos del Dios Viviente. Tampoco saben que este reconocimiento debe mantenerse eternamente. La Humanidad en su presente y aparente limitación de tiempo, espacio y actividad, está en el caso de la persona que necesita, y si alguien le extiende lo que necesita, y ella no se acerca a recibirlo, ¿Cómo va a gozar del beneficio?
La masa humana está en este grado de conciencia hoy, y continuará en ella hasta que acepte que el Dios que lleva en su corazón es el Dueño, el Dador y el Hacedor de todo el Bien que puede entrar en sus vidas y mundos.
Tanto más intenso es el sentimiento dentro del deseo, tanto más rápido se cumplirá.
Sin embargo, si se tiene la temeridad de desear algo que dañe a otro hijo de Dios, o a cualquier parte de Su Creación, ese pagará con discordia y fracaso en alguna experiencia de su vida.
Es muy importante realizar plenamente que la intención de Dios para cada uno de sus hijos es la abundancia de toda cosa buena y perfecta. Él creó la Perfección y revistió o invistió a cada hijo con ese mismo Poder. Todos podemos crear y mantener la Perfección, y expresar Dominio Divino sobre la Tierra y todo lo que ella contiene. La Humanidad fue creada a imagen y semejanza del Padre, y la única razón por la cual no manifiesta su Dominio es porque no usa su autoridad Divina.
La actividad sensorial de la Vida es el punto más abandonado, menos custodiado en la humana conciencia.
La necesidad de controlar y vigilar los sentimientos no puede ser subrayada demasiado, pues el dominio de las emociones juega el papel más importante en la Vida, para mantener el equilibrio mental, salud en el cuerpo, éxito y logros en los asuntos mundanos o del ser personal de cada individuo.
Al principio esta disciplina requiere esfuerzo continuo, porque los pensamientos y sentimientos del 95% de la humanidad andan tan libres e incontrolados como un perrito callejero. Pero no importa cuánto esfuerzo sea necesario traer para estas dos actividades a un control absoluto, vale la pena todo el tiempo, la energía y el esfuerzo, pues no se puede tener ningún dominio permanente de nuestra propia vida y mundo sin ello.
 
Meditación para el control de uno mismo
- El primer paso hacia el control de uno mismo es el de aquietar toda actividad exterior, tanto de la mente como del cuerpo. De quince a veinte minutos antes de recogerte a dormir, y por la mañana antes de comenzar tu día, haciendo el ejercicio siguiente: hace prodigios para todo el que haga el esfuerzo necesario.
- El segundo paso es asegurarte de no ser perturbado y después de haberse tranquilizado y estar muy quietos, visualizar y sentir el cuerpo envuelto en una Luz radiante, blanca. En los primeros cinco minutos mientras se visualiza este cuadro, sentir intensamente la conexión entre el ser exterior y el Magno Dio Interno, enfocando la atención en el corazón y visualizándolo como un Sol Dorado.
- El tercer paso es el reconocimiento: “YO ACEPTO GOZOSO LA PLENITUD DE MI MAGNA PRESENCIA DE DIOS, EL CRISTO PURO”. Siente el gran brillo de la Luz e intensifícala en cada célula de tu cuerpo durante unos diez minutos más.
- Ahora cierra la meditación ordenando: “YO SOY HIJO DE LA LUZ, AMO LA LUZ, VIVO EN LA LUZ, SOY PROTEGIDO, ILUMINADO, PROVISTO Y MANTENIDO POR LA LUZ Y BENDIGO LA LUZ”.
Recuerda siempre que uno se convierte, se transforma en aquello que medita, y puesto que de la Luz salimos, la Luz es suprema perfección y el control de todas las cosas.
Si practicas este ejercicio fielmente y lo sientes en cada átomo de tu mente y cuerpo con profunda intensidad, recibirás abundante prueba de la tremenda Actividad, Poder y Perfección que existe y está siempre activa en la Luz. Cuando hayas experimentado esto, aunque no sea sino por un corto tiempo, no necesitarás pruebas adicionales. Te conviertes en tu propia prueba. “LA LUZ ES EL REINO. ENTRA EN EL Y ESTARÁS EN PAZ”. Regresa a la casa del Padre. Después de diez días de hacer este ejercicio, es bueno hacerlo tres veces diarias: Mañana, tarde y noche.
A menudo oigo la queja: “Ay, yo no puedo dedicar todo ese tiempo”. Para aquellos que sean de esa opinión, deseo decirles: El tiempo que gasta la persona corriente en criticar, condenar y culpar a los demás por ser diferentes, si fuera dedicado al uso y reconocimiento de la Luz, les sería manifestado el Cielo en la Tierra. Para el individuo que se atreve a comprobarlo y tiene suficiente determinación para continuarlo, nada le es imposible. La Luz jamás falla.
La condición desafortunada en la conciencia humana, que mantiene a los individuos en sus limitaciones autoimpuestas, es la actitud de la mente que, o teme, ridiculiza lo que no comprende, o lo que es peor, en su ignorancia dice: “ESO ES UN IMPOSIBLE”.
Una cosa puede no ser probable bajo ciertas condiciones; pero el Ser Divino Interior, que es la Gran Luz, puede cambiar todas las condiciones humanas, de manera que nada le es imposible.
Todo ser humano posee la Divina Llama de la Vida dentro de él, y ese Ser, Dios, tiene dominio donde quiera que se mueva el Universo. Si el hombre por su inercia mental no hace el esfuerzo suficiente para reorganizar sus antiquísimos hábitos de mente y cuerpo, continuará atado por las cadenas que él mismo se forjó. Pero si él decide conocer al Dios Interior y tiene la osadía de darle a ese Ser Divino el control de sus actividades exteriores, recibirá de nuevo el conocimiento de su dominio sobre todas las substancias, lo cual le pertenece desde el principio.
La Ley de la Reencarnación es la actividad del crecimiento humano que le concede al individuo la oportunidad de restablecer un equilibrio condicional que él mismo, conscientemente desajustó.
Esto es sólo unas de las actividades de la Ley de Compensación, la Ley de Causa y Efecto, o lo que se puede llamar el proceso balanceador automático que gobierna todas las fuerzas del Universo, en todas partes. La comprensión correcta de esta Ley da la explicación de muchas condiciones en la experiencia humana, que sin ella parecen totalmente injustas. Es la única explicación lógica de la infinidad de complejidades y experiencias humanas que revelan la operación y la Ley sobre la cual descansa toda manifestación. Esto hace comprender que no existe lo que llaman “casualidad o accidente”. Todo tiene una causa interior, y todo es la causa de un efecto futuro en el mismo instante que se efectúa la causa. Si un hombre ha dañado a una mujer en una vida, es seguro que reencarnará en forma femenina y pasará por la experiencia similar, hasta que sufra aquello que le hizo soportar a otro. Lo mismo ocurre a toda mujer que lastime o dañe a un hombre. Esta es la única forma en que cada uno se obliga a experimentar tanto la causa como el efecto de todo lo que genera el mundo.
El individuo puede experimentar y crear lo que se le antoje en su propio mundo, pero si a él se le antoja hacer aquello que le haga a otros experimentar discordia, él se obliga a experimentar la misma condición hasta que comprenda lo que es el efecto de su propia creación sobre la vida ajena en el Universo.
 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Reflexiones


El tiempo transcurre, va pasando la vida. Veremos como van desapareciendo nuestros seres queridos: primero los abuelos, después los padres y, sin darnos cuenta, nos encontraremos en primera línea para dejar la vida.
Hemos visto pasar los inviernos, uno tras otro, hemos visto caer las hojas de los árboles. En nuestros primeros inviernos, siendo niños, corríamos por las rutas de la vida ansiosos por crecer, y después, ya crecidos, nuestros hijos nos tomaron el relevo, como un día lo harán nuestros nietos y biznietos.
Pero según vamos creciendo, hasta envejecer un día, hay cosas que permanecen inmutables: el Sol que nos alumbra cada día, la Naturaleza inmutable en su mismo cambio según las estaciones, y nuestro trabajo sagrado y grandioso en la tierra.
Lo triste, es que muchos de los que crecen, envejecen y mueren, lo hacen sin tan siquiera plantearse, ni una sola vez en su vida, que están haciendo aquí. De la misma manera que no se cuestionan que el Sol salga cada día.
 
Llegamos a la vida porque así lo hemos decidido, nacemos por propia decisión, y lo hacemos para cumplir ese trabajo sagrado, nuestro trabajo, nuestra misión. Trabajo del que no nos acordamos ni poco ni mucho. Por no acordarnos ni tan siquiera recordamos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Nos olvidamos de Dios, nuestro Padre, nos olvidamos de su Amor, nos olvidamos que Él es nuestro origen y nuestro destino. A veces me pregunto, ¿Cómo será el momento en el que dejemos el cuerpo y nos encontremos nuevamente cara a cara con Dios? Es claro que nos está esperando, con paciencia, con alegría. Él mejor que nadie sabe que todos nuestros momentos de sufrimiento y soledad, son ilusión vivida por la mente, y sabe que pasarán a formar parte del aprendizaje y bagaje del alma, como sabe que desaparecerán de inmediato en el momento que volvamos a poner nuestros pies en casa, en la casa del Padre.   
Y para Él, para el Padre, no importará cuales hayan sido nuestros comportamientos, no importará si nos sentimos culpables, Él nos ha perdonado antes incluso de cometer el mal. ¿Qué padre no perdona a su hijo?, ¿Qué padre no recibe con los brazos abiertos al hijo pródigo? Porque eso es lo que somos, como el hijo prodigo, nos fuimos de casa y nos olvidamos. Pero para Él somos sus bebés aprendiendo a vivir, aprendiendo a amar, en esta escuela que es la vida.
 

El avestruz


            Nuestra vida es un conjunto de elecciones. Nosotros elegimos nuestros pensamientos, de la misma manera que elegimos nuestros sentimientos. Nadie crea nuestros pensamientos, lo hacemos nosotros mismos, por lo tanto, teniendo en cuenta que el pensamiento es creador, es con ese pensamiento elegido por nosotros mismos como vamos elaborando nuestra vida. Nuestra vida es nuestra propia elección, y no podemos hacer responsable de ella a nada ni a nadie.
            No vale, por lo tanto, decir que con lo que te han llegado a hacer, o con lo que te ha llegado a suceder, es imposible dejar de pensar en eso, es imposible no darle vueltas, es imposible no atesorar ira en el interior, es imposible no sentir ansiedad. De nada sirve todo eso que te hayan podido hacer, porque al final todo queda reducido a un simple pensamiento, a un pensamiento elegido por ti, que va a ser el responsable de tus sensaciones y de tus emociones.  
Está claro, entonces, que podemos elegir la alegría o la tristeza, podemos elegir la esperanza o la desconfianza, podemos elegir el amor o el miedo, podemos elegir celebrar nuestra vida o llevar una vida miserable, podemos elegir la oscuridad o la luz, podemos elegir el odio o el perdón, podemos elegir la felicidad o la depresión, podemos elegir la paz o la guerra, podemos elegir detener la vida para revivir una y otra vez algún acontecimiento pasado o sencillamente vivir el momento.
 
A pasar que esta teoría es conocida por muchísimas personas, pocas son las que intentan dominar el pensamiento, el resto dejan vagar la mente a su antojo, con el resultado ya conocido. Utilizando el dicho popular, lo que hacen es esconder la cabeza para no percatarse del peligro, como los avestruces. Bueno en realidad solo es un dicho, los avestruces no son tan tontos como los seres humanos, lo que hacen en realidad, cuando localizan un foco de peligro, es lo contrario, es agacharse, ya que al tener el cuello tan alto serían fácilmente localizables y su objetivo es totalmente lo contrario. Colocan la cabeza pegada a la tierra reduciendo así su altura considerablemente, pero no la introducen debajo de ella. La única explicación de que el avestruz “esconda” su cabeza en la tierra se basa en la excavación de agujeros para introducir sus huevos.
Si el avestruz escondiera la cabeza sin ser consciente del peligro: “ojos que no ven corazón que no siente”, hace tiempo que se habría extinguido. Los seres humanos, sin embargo, a pesar de conocer que mantener un proceso de pensamiento erróneo y negativo es nocivo para su salud emocional, y a la larga física, siguen manteniéndolo. La voluntad en los seres humanos es una de las carencias más acusadas. Prefieren acudir a los médicos a paliar los efectos, que trabajar, con un poco de voluntad, para eliminar las causas.
Negarse, por cobardía o por falta de voluntad a reconocer la verdad, a aceptar los hechos, por negativos o adversos que sean, lleva a los seres humanos al desastre.  Cuando es imprescindible para sanar sus vidas la conciencia de lo que son y de donde están, aceptar la situación, admitir lo que de negativo tienen sus pensamientos, y llegar a comprender que pueden intervenir para invertir su situación es siempre el primer paso, paso imprescindible, para trabajar y conseguir lo que realmente todos buscamos: La felicidad.
 

sábado, 20 de septiembre de 2014

Necesitamos la mente


            Para todo en la vida física necesitamos la mente, ya que es el recurso más importante que tenemos. Pero no solo es necesaria para la vida física, es imprescindible para la salud emocional y espiritual.
Tenemos una mente concreta que realiza los procesos básicos del pensamiento: Observación, comparación, relación, clasificación. La mente es el testigo invisible, la mente es el observador interesado.
      También tenemos una mente práctica que es la que realiza procesos no tan básicos de pensamiento, ya que ella la que relaciona las causas con los efectos y los medios con los fines. Es la base de la inteligencia.
 
      Y disponemos de una mente abstracta que es la que realiza los procesos de reflexión consciente, pues accede a sus propias representaciones y las modifica. La razón es la facultad superior de conocimiento.
La mente ordena, ansía, impulsa e insiste en el esfuerzo y en la acción. La mente activa el ojo, el oído, la lengua, la nariz y cada órgano de percepción y de acción. La mente causa el renacimiento, la victoria y la liberación de los seres. Con la mente se consigue la iluminación, y con la mente los iluminados pueden conseguir la ascensión.
Necesitamos a la mente para almacenar la ira, el odio, el miedo y la preocupación. Necesitamos a la mente para mantener nuestras creencias. Necesitamos a la mente para ser felices.
La mente enferma al cuerpo físico y ella misma lo sana. La mente hace que la persona esté alegre y animosa, y a su vez hace que entristezca. La mente hace que se establezcan hábitos nocivos, pero es ella la que consigue que se eliminen esos hábitos.
La mente es causa de desgracias y alegrías. Cualquier proceso comienza en la mente.
Cuando decimos que “hay que detener la vorágine de la mente”, lo hemos de hacer a través de la propia mente. Es de ella de donde va a surgir el impulso y la fuerza para propiciar su silencio. La mente debe fagocitarse a sí misma para facilitar su silencio, y además ha de ser consciente del proceso de su pérdida de poder y del otorgamiento del poder al corazón.
 

domingo, 14 de septiembre de 2014

La vida del alma


“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón. Cuando se corrige el corazón, entonces se cultiva la vida personal; cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida personal como la raíz o fundamento”.
Confucio
            Nuestros progenitores y nuestros educadores se encargan de prepararnos para la vida física. Lo hacen con fe, con dedicación, con ilusión, llegando al éxito en muchísimas ocasiones, ya que consiguen que sus hijos y alumnos sean, al menos visto desde el exterior, según el dicho: “personas de provecho”. Han conseguido finalizar unos estudios, más o menos avanzados, en función de su valía y dedicación, tienen un trabajo, han conseguido formar una familia y llegan a tener una vida más o menos holgada. En resumen se podría calificar como una vida de éxito, dentro de la normalidad.
            Pero detrás de esta vida visible que parece una vida de éxito, existe otra vida, no tan visible, en la que se esconden otras condiciones, que hacen que la vida que hacia el exterior parece una vida normal y de éxito, sea un rotundo fracaso.
            Fracaso que puede ser por múltiples razones: Bien podría ser porque no utilizan el aprendizaje obtenido en los estudios, por no haber estudiado lo que realmente les atraía, sino que estudiaron lo que decidieron sus padres. Bien podría ser porque no consiguen estabilidad en sus trabajos, al trabajar en algo que no les atrae, ni poco ni mucho. Bien podría ser porque la pareja en la que habían volcado todas sus expectativas de felicidad, se desploma como muñeco de paja.
            ¿Cómo puede ser que personas, en teoría, preparadas para la vida, fracasen tan estrepitosamente?
            Si, están preparadas para la vida, pero ¿Para qué vida están preparadas?, ¿Para la vida del cuerpo o para la vida del alma? Pues están preparadas, perdón, mal preparadas para la vida del cuerpo, olvidándose completamente de la vida del alma.
 
            Nos preparan y preparamos a nuestros hijos para competir, para defender su espacio, para acumular, sin ser conscientes de que, casi nadie, por no decir nadie, con este aprendizaje, no está consiguiendo algo que parece básico, por ser justamente lo que busca todo el mundo: La felicidad.
            Casi todos tenemos claro que no solamente somos un cuerpo, también somos un alma. Otra cosa sería si la enseñanza, que en la actualidad solamente está centrada en las, llamemos necesidades del cuerpo, incluyera también las necesidades del alma. Y las necesidades del alma no son otras que el aprendizaje y la consecución de los valores. Los valores, que son las cualidades o las aptitudes de las personas, son la guía de conducta de las personas. Algunos de esos valores son: Amor, espiritualidad, libertad, respeto, tolerancia, responsabilidad, justicia, solidaridad, humildad, honestidad, amistad, perdón, bondad, moderación, gratitud.
            ¿En qué escuela o universidad se enseñan esos valores? Podemos estar completamente seguros de que si a la enseñanza actual, se le añadiera la enseñanza de los valores, el resultado sería completamente diferente, ya que las personas no sólo tendrían éxito en la vida de la materia, sino que además estarían alimentando a su alma, que a la postre es la única finalidad del viaje a la materia: el aprendizaje del alma, y centrándolo aún más, el aprendizaje del amor.
            Sin embargo, como esas enseñanzas no se dan en ninguna escuela especializada, no nos queda más remedio a todos los adultos que enseñar los valores a nuestros hijos, sobrinos, nietos y educandos. Y recordar que el ejemplo es el mejor método de aprendizaje. Si quieres que tu hijo aprenda a amar, ama tú; si quieres que sea tolerante, tolera; si quieres que sea honesto, lleva tú la bandera de la honestidad; si quieres que sea humilde no le trates con orgullo; si quieres que respete, respétale a él; y así con todos y cada uno de los valores. 
 

sábado, 13 de septiembre de 2014

No perder el horizonte


Perlas para el alma        


Cualquier acción que llevemos a cabo debe estar ejecutada con la certidumbre de que Dios nos escucha y también debe estar guiada por la fe, sino es así, perdemos el horizonte y todas nuestras acciones estar condenadas a no tener propósito.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Dios nos espera


«Dejad que los niños vengan a mí,
no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Marcos 10:14
 

En el último mensaje canalizado, el Maestro nos decía: “El corazón de Dios es un mar de infinita bondad que espera por Vds. No es necesario que Le invoquen en oración, ni tan siquiera que digan su nombre. Él está con Vds. en todo momento y en todo lugar”.
¡Dios nos espera!, pero en las condiciones en que se encuentra la humanidad, ¿Cuánto tiempo tendrá que esperar? Los seres humanos ni tan siquiera somos conscientes de que Dios nos está esperando, porque no sabemos que Él es el final de nuestra carrera, Él es la meta, pero también es el inicio, de la misma manera que es el camino, o si lo sabemos no actuamos desde ese conocimiento.
Los seres humanos buscamos a Dios, sin aceptar que Dios ya está en nosotros, y disfrazamos esa búsqueda, que es la búsqueda autentica, la búsqueda definitiva, con pequeñas búsquedas, con jueguecitos, con pequeñeces.

 
Viajamos a lugares recónditos de la Tierra en busca de espacios fantásticos de energía. Energía que despilfarramos nada más llegar a casa, cuando no por el camino, juzgando situaciones, criticando personas, no aceptando nuestra vida o parte de ella, siendo deshonestos con nosotros mismos y los demás, manteniendo rincones de ira o de rencor en nuestro corazón, desaprovechando las oportunidades para ayudar y servir a los demás.
Podemos retirarnos del mundo durante unos días para mantenernos en silencio y meditar. Y al llegar a casa, volvemos a hablar por los codos, volvemos a dejar que la meditación se convierta en algo que hacemos el día que “tenemos tiempo”, o el día que estamos bajos anímicamente.
Podemos asistir a conferencias y cursos de crecimiento personal, para ser un poco más conscientes ya que proliferan como setas. Cursos que serán olvidados a los pocos días de su realización, sin haber puesto en práctica nada de lo aprendido en ellos.
Somos especialistas en frases bonitas, que ninguno pone en práctica, pero que quedan bien en el muro de nuestras redes sociales.
¿De qué sirve todo eso?, para hablar de ello, para sentirnos importantes, para hacer demostraciones de nuestra pseudo-espiritualidad, para que otros se queden con la boca abierta ante nuestra sabiduría espiritual. Pero realmente son pequeñeces, son jueguecitos, porque mientras tanto seguimos enojados con los hermanos, engañando a la pareja, criticando todo lo que se mueve, no dedicando el tiempo suficiente a los hijos, dudando de todo, no respetando a nada ni a nadie, teniéndole miedo no solo a la muerte, sino también a la misma vida. Y sobre todo se nos olvida lo más importante, nos olvidamos de Dios, nos olvidamos de quienes somos, nos olvidamos de dónde venimos, nos olvidamos adónde vamos, nos olvidamos para que estamos aquí, nos olvidamos de quienes son realmente los que nos rodean.
Hemos de ser conscientes de que lo que realmente hemos venido a hacer en la  vida es retornar a Dios, porque de Él venimos, y podemos hacerlo de frente, sin rodeos, a lo grande. ¿Cómo?, amando. Cualquier otra cosa no sería más que darle vueltas una y otra vez a la vida, a una vida que nos enmaraña en las redes de su ilusión una y otra vez, y así llevamos cientos o miles de vidas. ¿Cuántas más nos esperan?, ¿Cuánto tiempo tendremos a Dios esperando por nosotros? Tenemos suerte de que Su paciencia es infinita, y sobre todo tenemos suerte de que nos ama. Termino que no podemos utilizar nosotros, ¿o sí? Alguna vez te has hecho la pregunta: ¿Amas a Dios?
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Alegría versus tristeza


            Los seres humanos somos capaces de recordar hasta la extenuación los momentos dolorosos de nuestras vidas. Los recordamos, los sufrimos y lloramos con su recuerdo, los contamos, unas veces nos corroe la rabia, otras la ira, hablamos de nuestro dolor sin venir a cuento, nos lamentamos, siendo incluso incapaces de sentir el dolor ajeno, porque “no es nada comparado con lo que me ha pasado a mí”.
Sin embargo, somos incapaces de recordar con parecida intensidad los momentos felices. Hasta diría que estos pasan por nuestra vida sin pena ni gloria. Después de unos momentos de euforia, caen en el olvido, hasta el extremo de que si nos piden que recordemos algún acontecimiento feliz de nuestra vida, podemos quedar dubitativos, tratando de descubrir alguno de esos momentos.
            De la misma manera nos comportamos ante la enfermedad, nos podemos pasar el día lamentándonos, sintiendo nuestro dolor, explicando a todo aquel que se cruza con nosotros lo mal que nos encontramos, lo infelices que nos sentimos, la mala suerte que parece haberse aliado con nosotros, y un sinfín de desgracias más. Pero cuando estamos sanos, no explicamos a todas las personas con las que nos encontramos, que estamos sanos, que nos sentimos bien, que vaya suerte la nuestra, que nos encontramos felices por la buena salud. ¿Por qué será?
 
            ¿Quiere decir esto que hay muchos más momentos de dolor que momentos felices en las vidas de las personas? No es así. Normalmente pasamos más tiempos neutros, sin episodios excepcionales ni de felicidad, ni de dolor, de la misma manera que pasamos más tiempo de nuestra vida, sanos que enfermos. Y llamo momentos neutros a momentos que, en realidad, los deberíamos calificar como excepcionales, como son el amanecer de cada día, ver una salida o una puesta de sol, sentir el canto de los pájaros, el olor de la tierra después de la lluvia, escuchar la risa inocente de los niños, sentir el abrazo de los que nos quieren, tener hambre y poder comer, y un sinfín de cosas más.
            Podemos llorar años la desaparición de un ser querido, pero no festejamos años el nacimiento de otro ser querido. Podemos lamentarnos mucho tiempo por la pérdida de un trabajo, pero no nos alegramos el mismo tiempo cuando lo encontramos y nos contratan. Podría seguir poniendo infinidad de ejemplos, pero no merece la pena, seguro que cada uno de vosotros puede pensar en su ejemplo favorito.
            Sabemos, al menos todos los que nos asomamos a esta ventana, que energías iguales se atraen, sabemos que somos lo que pensamos, sabemos que el Universo nos regala aquello que permanece en nuestra mente con una cierta intensidad. Pero, es igual, somos incapaces de cambiar nuestro pensamiento, somos incapaces de mantener los sucesos buenos en nuestra mente durante más tiempo que los malos, somos incapaces de ser felices. ¿Será que nos gusta el sufrimiento?, ¿Será que no terminamos de creernos que somos energía?, ¿Será que a pesar de todo nuestro conocimiento, somos incapaces de dominar a la mente?, ¿Será que practicamos poco la mucha teoría que atesoramos?, ¿Será que no habremos integrado en nosotros nuestra divinidad?, ¿Será que nos falta voluntad?, ¿Será que no tenemos carácter?, ¿Qué será?
 

Son mas importantes tus obras que tus titulos


            Leía una canalización de un Maestro Ascendido, una de tantas de las que circulan por la red, pero con visos de realidad, que contrariamente a lo que creemos que nunca más volvían a encarnar los Maestros Ascendidos después de su ascensión, (al menos yo lo creía así), los Maestros Ascendidos pueden volver a la Tierra, si así lo deciden, para realizar determinados trabajos.
            Puede ser que en esa encarnación, lleguen al conocimiento de lo que son, o puede que no. Pero en ambos casos, normalmente, salvo excepciones, necesarias para la realización de su trabajo, su vida es idéntica a la del resto de mortales. Es decir, no solo nacen, crecen, envejecen y mueren, sino que lo hacen con dudas, con sufrimiento, con miedos. Tienen que descubrir, como todos, su camino desde el principio, tienen que aprender a amar, tienen que encontrar a Dios.
            La mayoría de los seres humanos, supongo que ellos también, tenemos verdadera pasión por conocer quiénes somos, y sobre todo por saber cuál es nuestra misión en la vida.
 
            Pero si reflexionamos serenamente en esas dos cuestiones, seremos conscientes de que no parecen tan importantes.  ¿En qué cambiaría nuestra vida?, ¿Qué ganaríamos con saber, aparte de satisfacer la curiosidad, que somos la reencarnación de un Maestro, de un Santo o de un Arcángel?, ¿De qué nos serviría conocer cuál es nuestra misión más importante?, a fin de cuentas, a la misión vamos a llegar pasito a pasito, la conozcamos o no. Y conocer quiénes somos, si fuéramos alguien, es posible que durante una temporada nos distrajera de nuestro trabajo, e incluso de nuestra vida. Porque nos preguntaríamos, ¿Cómo puede ser que siendo quien soy, tenga una vida de tanta ignorancia y de tanto trabajo para conseguir pírricos resultados?, ¿Por qué, siendo quien soy encuentro tantos inconvenientes?
            Todo el que pisa el teatrillo de la vida, va a tener que recorrerlo, de punta a punta, con el sudor de su frente, cuando no con dolor. Todo el que pisa el teatrillo de la vida va a tener que aprender a amar. Todo el que pisa el teatrillo de la vida va a tener que buscar a Dios.
            No es importante saber quiénes somos, lo verdaderamente importante es saber qué hacer. ¿De qué le vale, por ejemplo, al presidente de un país, ser presidente y que le conozca el mundo entero, si pisotea los derechos de sus conciudadanos?, pues por la misma razón, ¿De qué nos valdría conocer quiénes somos, si no actuamos con bondad, con amor, con compasión?
            Lo importante es saber que hacemos, y como lo hacemos. Lo importante es hacer con amor. 
             Podemos encontrar miles de manuales de cómo acercarse a la espiritualidad, de cómo aprender a vivir desde el corazón, de cómo aprender a amar, y todos son buenos si se siguen al pie de la letra las instrucciones, ya que leer, por si solo no acerca a nada, solo entretiene, o como máximo da un ligero conocimiento. Recuerda: “Vale más un gramo de práctica que una tonelada de teoría.
           ORACION PARA APRENDER A AMAR
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida.
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua.
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo.
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro.
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos.
 Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien.
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión.
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender.
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. 

Madre Teresa de Calcuta.

Corazón de Dios


Perlas para el alma        

 
El corazón de Dios es un mar de infinita bondad que espera por Vds. No es necesario que Le invoquen en oración, ni tan siquiera que digan su nombre. Él está con Vds. en todo momento y en todo lugar.