La
llegada a la vida se realiza con un Plan determinado, perfectamente organizado,
con un objetivo definido, con unas tareas establecidas, con unas personas
asignadas y unos acontecimientos pactados. Pero al llegar a la vida no
recordamos nada. Amnesia total.
Sin
embargo, a pesar de que no recordamos absolutamente nada de nuestra Plan de
Vida, y tampoco sabemos a ciencia cierta cuál es la razón de nuestra estancia
en la vida, el alma, que si tiene conocimiento de nuestro Plan va enviando
imputs, que son eso que denominamos corazonadas, para indicar, de la única
manera que puede, cual es el camino a seguir y cuales los pasos a dar.
Pero
para nuestra desdicha las corazonadas las filtramos por el arel de la mente y
no pasa ni una migaja. Y el espacio que debía de ocupar la corazonada queda
vacio, y en ese vacío van tomando forma los deseos del ego, maquillados de mil
maneras maravillosas: El dinero necesario para que estudien los niños, las
vacaciones necesarias a la orilla del mar para mejorar la circulación, la nueva
casa con más espacio para todos, etc., etc., etc.
Y
las Leyes del Universo que no utilizamos para nuestro propio crecimiento, para
acercarnos a Dios, para dejar de sufrir o para aprender a amar, intentamos
utilizarlas para satisfacer nuestros anhelos.
La
Ley de la Atracción funciona sin tener que trabajar absolutamente nada para
cualquier aspecto negativo. Es normal, lo negativo permanece de manera
permanente en la mente y en las emociones, con lo cual es fácil atraer lo
negativo. Lo positivo, aquello que deseamos ya nos cuesta un poco más de
trabajo.
No voy
a decir que hemos de hacer para que sea más fácil, lo importante es que no
atraigamos nada. Dediquémonos al Plan de Vida y dejemos de lado los caprichos.
La
Ley de la Atracción y el Plan de Vida van paralelos, como si de una carrera se
tratara. En realidad es como si se tratara de una carrera con tres caballos. Uno
negro que corresponde a la atracción de energías negativas, uno blanco que
corresponde a la atracción de energías positivas, y otro bayo que corresponde
al Plan de Vida.
Depende
de la intensidad de cada uno para que
sea ese el que se haga real en nuestras vidas. De momento gana por varios
cuerpos de ventaja el caballo de las emociones negativas, le sigue de lejos el
caballo de las emociones positivas, y más lejos aún se encuentra el caballo
bayo.
Al
caballo negro le espolean las emociones negativas que conviven con la persona,
no descansa nunca. El dolor, el sufrimiento, la sensación de carencia, los
celos, el miedo y tantas y tantas emociones negativas están perennes en la
persona.
Al
caballo blanco le mueven las emociones positivas. Es normal que vaya lento, las
pocas emociones positivas que tiene la persona son las que intenta trabajar
para atraer eso que desea, y somos tan perezosos y faltos de voluntad que se
nos olvida a los cinco minutos de iniciado el trabajo.
Al
caballo bayo le mueven las corazonadas, lo que es lo mismo que decir que no se
mueve.
¿Qué
sería bueno hacer? Frenar al caballo negro, y dejar que al caballo blanco y al
caballo bayo los montara el mismo jinete, y sería fantástico si consiguiéramos que
el jinete fuera Dios.
Si
dejamos nuestros planes y nuestros deseos en manos de Dios, entonces primará el
Plan de Vida sobre los deseos, a no ser que los deseos formen parte del Plan de
Vida.
Luchar por nuestros deseos desestimando el Plan de
Vida va a generar más Karma y no se va a eliminar el que teníamos previsto en
nuestro Plan. La vida no es divertirnos para tratar de olvidad la infelicidad,
la vida es abolir la infelicidad amando.
Podemos olvidarnos de la Ley de la Atracción para
conseguir cosas, y debemos tenerla en cuenta para no atraer nada negativo.
Y para atraer el Plan de Vida hagamos como dijo e
hizo la Virgen Maria: “Hágase en mi Tu Voluntad”.