Unos matan físicamente en nombre de
Dios, y lo hacen porque tienen escrito que tienen que dar muerte al hereje,
hasta que abra los ojos y se convierta a la verdadera religión, mientras el
resto del mundo se rasga las vestiduras con más o menos ensañamiento en función
de quien es el muerto, ya que los muertos occidentales del primer mundo parece que
tienen más valor que los muertos orientales de países subdesarrollados.
Pero muchos de los que se rasgan las
vestiduras también matan, solo que lo hacen de manera más sutil, lo hacen
emocionalmente, y también matan en nombre de Dios. ¿No sabes quiénes son?, pues
son todos aquellos que condenan al fuego eterno a los pecadores, a los
homosexuales, a los divorciados, a las madres solteras. Pero curiosamente para
ellos no son pecadores los que organizan las guerras, los que venden las armas,
los que tienen condenados al hambre y la miseria a los que viven en el segundo
y el tercer mundo.
Y todos, utilizando a Dios como
paraguas responsable. Deben de pensar que como lo hacen en nombre de Dios van a
gozar del Paraíso. Pobres infelices unos y otros. A Dios le da igual. Y le da
igual porque para Él tiene el mismo valor el terrorista que asesina que el
asesinado, el terrorista emocional y el condenado, todos somos iguales ante
Dios, todos somos sus hijos.
Dios es Amor y nos ha dado algunas
cosas, a todos lo mismo: Nos ha dado un alma individual que es su misma
Esencia, nos ha permitido cumplir nuestro deseo de tener una experiencia
humana, nos ha entregado un Plan de Vida consensuado con todas las partes para
caminar por la materia y nos ha dado libertad para hacer lo que consideremos
oportuno. Y es lo mismo que les ha dado a los terroristas. En ningún Plan de Vida
habla de matar ni física ni emocionalmente, en ningún Plan de Vida habla de
conversión, en ningún Plan de Vida habla de pecado, en ningún Plan de Vida
habla de religión. Los Planes de Vida hablan de Amor, hablan de caridad, hablan
de misericordia, hablan de ternura, hablan de hermandad.
Todos, el asesino y el asesinado, se
van a encontrar en el mismo lugar, sin odio, sin rencor, sin venganza, sin
fanatismo, todos iguales. No seamos diferentes aquí “abajo”.
Orad por los muertos, pero orad también por los
que lo han hecho, lo necesitan más. No condenéis a nadie porque os convertiríais
en lo mismo, en fanáticos, en terroristas emocionales. Entender a todos, solo
tienen pensamientos erróneos, y si llegáis a sentir ofensa, perdonar. Perdonar
hasta que sintáis al terrorista, del tipo que sea, como vuestro hermano, y orad
por él.
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