Saber cuál
es la misión de cada uno en la vida es posiblemente uno de los mayores anhelos
que pueden tener los seres humanos. Es curioso, porque incluso las personas que
viven separadas de Dios tienen ese anhelo, muchos de los que no creen en la
reencarnación también, y muchos católicos y miembros de otras religiones que
parece que su única misión sea cumplir los preceptos para no ir al infierno
también. Prácticamente todos los seres humanos quieren saber cuál es su misión
o su trabajo más importante a realizar en su vida.
La misión de
vida existe, es real, y la misión de cada uno aparece reflejada con todo lujo
de detalles en el Plan de Vida que cada ser humano confecciona antes de llagar
a la vida física.
El
conocimiento de ese Plan de Vida está en cada ser humano, no tan claro como nos
gustaría, pero está. Tiene conocimiento de él el alma, y su instrumento que es
el corazón va enviando impulsos al ego, en forma de intuiciones, necesarios
para que las partes importantes de ese Plan se vayan realizando, entre ellas la
misión a realizar.
Si “alguien”
no lo dice de manera explícita, (algún Maestro del otro lado de la vida, a
través de algún médium), es difícil saber si eso que la persona está realizando
es la misión pactada en el Plan de Vida. Pero aunque no se sepa de manera clara
hay marcadores que pueden indicar que se está en el camino correcto. El más
importante es cómo se siente la persona. Puede realizar mil actividades, como es
el caso de la persona que relataré a continuación, pero hay una en concreto que
es en la que más cómoda se encuentra la persona, a pesar de que pueda ser una
especie de actividad tangencial que realiza casi de rebote. Otro marcador puede
ser como reciben esa actividad las personas receptoras de ese trabajo:
Normalmente tiene un índice grande de aceptación.
No todas las
misiones son espirituales, las hay materiales, ya que los seres humanos no solo
tienen que saber entrar a su interior, para eso ya tendrán especialistas que
les muestren el camino, por ser esa su misión, sin embargo, también necesitan
saber cómo desenvolverse en sociedad, dentro de su cuerpo, con respeto, con
generosidad. No somos solo un espíritu, también somos un cuerpo. Recordar:
“ser” es el espíritu, “humano” es la materia. Y todo lo que el ser humano tiene
que hacer en esta vida lo ha de hacer desde su cuerpo, por lo tanto también
necesita guía.
Trabajar en
un Centro de Sanación, en el que además se hace yoga, meditación, cursos y
talleres de formación no sólo de terapeutas sino también para la vida, da la
oportunidad para conocer a muchas personas, todas especiales, pero algunas
muchísimo más especiales.
Antes de
seguir quiero decir que tengo permiso de Fran para relatar su historia en
cuanto a su misión se refiere.
Cómo él dice
acaba de estrenar el último tercio de su vida, (Acaba de cumplir sesenta años y
dice que espera vivir noventa). Es psicólogo y terapeuta Reiki, y combina ambas
especialidades en el tratamiento con sus pacientes. Además es practicante de
yoga y medita con cierta frecuencia, no cada día, pero no menos de cuatro días
a la semana.
Él dice que
desde que tiene uso de razón espiritual, más o menos sobre los treinta años,
siempre ha querido saber cuál era su misión en esta vida. “Por supuesto que me
gustaría ser un gran líder espiritual para llevar a miles o millones de personas
a la Luz”, cuenta con un tono de decepción en su voz, y sigue “Sin embargo,
parece ser que soy una especie de acomodador, como esos que te acompañan en los
cines con su linternita cuando has llegado con la película ya comenzada. Pero
aunque pueda parecer lo contrario, me siento inmensamente feliz”.
Cuando me
contaba esto le rogué que fuera un poco más explícito, que no entendía mucho.
“Desde
siempre”, siguió, “a mis pacientes les hablaba de Dios, trataba de hacerles
entender que no eran ese montón de carne y huesos, que eran mucho más. Esto se
lo decía y digo de mil maneras diferentes para que llegaran a entender que
somos un alma, que todos somos hermanos porque somos hijos de Dios y que
nuestro fin solo era la vuelta a Dios de dónde venimos”. “Pues bien, parece ser
que esta es mi misión importante en la vida, enseñar el camino de vuelta a casa
a todos”.
“Y ¿Cómo lo
sabes?”, pregunté yo.
Prosiguió: “Hice
una canalización en la que el Maestro que daba la información me dijo textualmente
que mi misión era ayudar a la gente a regresar al camino que Dios les ha
asignado. Dijo también que estaba a la mitad del camino y que aun me quedaba
mucha gente por conocer y muchas cosas pendientes. Dijo que tenía que entender
que tan solo era una herramienta de Dios, el más pequeño de sus servidores”.
“Como te
decía antes me podía el orgullo cuando pensaba en ser un gran líder al que
siguieran miles de personas. Pero ahora que sé que soy una herramienta de Dios
y uno de sus servidores, aunque sea el más pequeño, creo que me siento aun más
orgulloso. Llevo con honra el uniforme de acomodador. ¡Te imaginas ser uno de
los servidores de Dios!”.
No todos
tienen la suerte de saber cuál es su misión, pero no importa, ¡Sigue haciendo
eso que haces!, todos no pueden ser grandes maestros, pero mira cómo funciona
la vida material: Para llegar a la universidad es necesario que un maestro te
enseñara a leer y a escribir. Ese maestro no es menos importante que el que te
ayuda en la tesis o te enseña una maestría. Todos somos necesarios, todos somos
importantes, todos somos herramientas de Dios, aunque seamos los más pequeños.
Ya creceremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario