Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Si. Solo estás en la vida para aprender a Amar, pero mientras no cambies
el punto de mira no solo no vivirás en el Amor, sino que ni tan siquiera sabrás
de qué te están hablando.
Es seguro que los que se han erigido en “jueces del
mundo”, en “críticos intolerantes”, en “perfeccionistas de los demás”,
desprecian cualquier idea o creencia que no sea coincidente con la suya propia.
Esa es una manifestación más de la falta de Amor y de la sobredosis de miedo
que arrastran, porque de la misma manera que la oscuridad es falta de luz, la
falta de Amor provoca miedo.
Miedo a que otros sean mejor que él, miedo a que
le quiten la razón, miedo a que le engañen, miedo al ridículo, miedo a lo que
puedan pensar los demás, miedo a perder lo que ha conseguido, miedo a la
muerte, miedo a la vida. Aunque pudiera parecer lo contrario, no se valora a sí
mismo, por eso es imposible que conozca la valía de los demás, tampoco se
respeta, razón por la que maltrata a todo el mundo, camina por el mundo
aterrado tratando de ver entre las sombras para preservar su integridad.
Vivir
así es no vivir, y no vive porque no sabe de Amor.
Si
juzgas a tu pareja cualquier acción por nimia que sea, si tratas de cambiar a
tu pareja porque “tú crees” que es lo mejor para ella, si tratas de dominarle o
de manipularle “por su propio bien”, si coartas su libertad, si haces estas y
muchísimas cosas más “en nombre del amor” que profesas a la otra persona, o
“por su propio bien”, o “porque realmente sabes lo que le conviene”, o “porque
está cegado y no ve la realidad”, o “porque………”. Realmente no amas.
Porque
el Amor lo único que desea es ver feliz al ser amado, es libertad, es ayuda, es
servicio, es comprensión, es dar, es aceptación, es perdonar. Este Amor es la
relación más profunda que pueda existir. Cualquier otra cosa es un sucedáneo.
Cuantas
personas crecen, envejecen y mueren, sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero
se lo planteen o no, la vida es una escuela en donde cada uno de nosotros aprende
y practica las lecciones correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de
evolución. Y en nuestro libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios
nos lo permite, nos permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para
vivir nuestra vida, somos libres para practicar las lecciones o darle
satisfacción al cuerpo físico, somos libres para ser felices o para sufrir,
somos libres para sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o
para odiar.
Sólo
estamos aquí para volver a Dios. Y retornar a Dios no quiere decir que después
de abandonar el cuerpo físico, por la muerte de este, el alma se quede en lo
que podíamos llamar, (más que nada para darle un nombre al estado de conciencia
que existe al otro lado de la vida, y entendernos),”el Paraíso”, en compañía de
otras almas, rodeada de Maestros, de Ángeles y de Arcángeles, envuelta en Paz y
en Amor.
Retornar a Dios quiere decir que el
alma pierde su individualidad para fundirse con la Energía Divina, para
fundirse con Dios, de la misma manera que una gota de agua desprendida de una
ola por la acción del viento, al caer en el océano se vuelve océano perdiendo
su individualidad como gota independiente. Para que esto ocurra, para que el
alma pueda finalizar sus viajes a la materia tiene que haber alcanzado un
estado de pureza total y de Amor total, es decir, tiene que ser “casi” igual
que Dios. Hasta que eso ocurra seguirá siendo un alma individual.
Recuerdo que la primera vez que escuché
esto sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo desde la coronilla hasta la
punta de los dedos de los pies, como si estuviera muriendo en ese instante, o
lo que yo imaginaba entonces que era morir, algo que yo siempre había desdeñado. Decía que no solo no tenía miedo a la muerte, sino que me encantaría ir al otro
lado de la vida para ver cómo era. Sin embargo, en ese momento al pensar que
iba a dejar de ser un alma individual, sin llegar a entender y mucho menos a
integrar la grandeza de, no ya de ser Uno con Dios, sino de ser Dios, entré en
pánico, porque ya no era perder el cuerpo, era perder también el alma. Por supuesto no me lo creí, ya que se enfrentaba a lo que yo creía, que no era más que lo que yo deseaba entonces.
Ahora que han pasado una pila de años, y
deseo fervientemente la llegada de ese momento, ya sin ningún tipo de trauma, esa
experiencia me sirve para colocarme en el lugar de los que me dicen que tienen
miedo a morir, pero que de alguna manera les alivia creer que seguirán como
almas. ¡Si supieran que un día tampoco seguirán como almas!
Todos estos miedos solo son
razonamientos de la mente y de la vida en la materia, porque cuando estamos al
otro lado de la vida, el volver a ser parte de Dios es lo único que ansiamos,
de ahí nuestro afán por volver a la vida una y otra vez para ver si aprendemos
a Amar de una vez por todas y se acaba de una vez este peregrinaje. Tarea
difícil o al menos lenta, muy lenta. El no tener conciencia de lo que somos
hace que nos olvidemos de nuestra auténtica realidad y del objetivo de nuestro
viaje a la materia.
La mejor manera de avanzar en el
laberinto de la vida es ver a Dios en el otro, es verlo en el animal, en la
planta, en la montaña. Si te cuesta trabajo ver a Dios, pues cambia, en lugar de ver a Dios
piensa que es tu madre, o tu hijo, o mejor, tu mismo.
Todas almas que un día decidieron encarnar tuvieron una primera vida. Esa primera
vida, como todas las posteriores sólo tenía un fin en sí misma: Retornar a Dios,
y para conseguir ese fin esa primera vida, como todas las posteriores estaba
perfectamente planificada, programada y estructurada con un Plan de Vida
consensuado con el mismo Dios.
Cabría suponer que todos los que llegan
por primera vez a la vida física tendrían que tener el mismo Plan Divino, ya
que todos van a realizar el mismo camino de ida: desde Dios, y el mismo camino de
vuelta: a Dios.
Sin
embargo, no es así. Cada primer Plan de Vida es diferente para cada alma porque
cada alma elige para su viaje un vehículo diferente y una actividad central,
que suele repetirse con matices diferentes en las sucesivas vidas. No es lo
mismo ser médico y ayudar a las gentes a sanar en el siglo XXI, que intervenir
en sanaciones hace millones de años. No es lo mismo ser abad de un monasterio
católico en el siglo XXI que ser un monje jaina (Jainismo) en el siglo III.
Lo
único que tienen en común todos los planes es que en todos se ha de aprender a
Amar en la materia como si estuviéramos al otro lado. Esto es lo esencial.
Podemos elegir actuar como rey, como mendigo, como banquero o como anarquista,
es indiferente, esa elección solo tiene un fin en sí misma: Aprender a Amar.
Los
Planes de Vida tienden a igualarse, excepto en lo esencial, según se van
sucediendo las vidas porque todos los seres humanos vamos cometiendo
prácticamente los mismos errores y todos vamos acumulando Karma vida tras vida,
lo cual es normal ya que todos tenemos las mismas enseñanzas inútiles, y nos
las vamos transmitiendo nosotros mismos generación tras generación.
¡Qué
diferente sería si nos permitiéramos saber que hacemos aquí y cuál es el
proyecto a realizar!, o no. Porque los seres humanos somos tan apegados a la
materia y a nuestras propias creencias, que cualquier pensamiento nuevo y que no
parezca resonar con nuestra propia sintonía es rechazado de inmediato.
Y
eso que las creencias solo son pensamientos, que se van adquiriendo de las
personas que ayudan a crecer al bebé, del lugar en el que se nace, de la
religión del propio lugar, del color de la piel, y de otras tantas
circunstancias pasajeras, que finalizan con la muerte del cuerpo. Y con toda
seguridad, en la próxima vida, se cambiarán las creencias porque seguro que se
nace en la orilla contraria, con un color distinto de piel, con otra religión y
con un sistema político opuesto al anterior.
Si
somos capaces de entender esto, ¿No sería mejor aparcar la creencia y ver al
otro como a uno mismo, limpio, puro, sin prejuicios, sin críticas?, ¿No sería
mejor en lugar de separar, tratar de unir?, ¿No sería mejor enfocarnos todos,
es decir toda la humanidad, en hacernos más fácil nuestro paso por la vida?,
¿Para qué sufrir?, ¿Para qué engañar si tienes que pagar el engaño en la
próxima vida?, ¿Para qué robar si tienes que devolverlo más pronto que tarde?,
¿Para qué perder otra vida luchando por aumentar tus ahorros si en tu próxima
vida vas a actuar de indigente?, ¿Para qué seguir actuando solo como humanos
cuando somos básicamente almas?
Esta es una anécdota de un paciente,
que me ha permitido relatar, siempre que no dijera su nombre. Me ha parecido
interesante por la explicación que da a dos emociones molestas, tristeza y
ansiedad.
El hombre abrió los
ojos. Aún estaba completamente oscuro, no se veía ni el más mínimo resquicio de
luz.
-“¿Qué hora será?”, pensó, “Deben de
ser cerca de las cinco. Ya no tengo sueño”.
Extendió su mano
hacia la mesilla de noche donde estaba el reloj despertador, uno de esos en los
que apretando una tecla en la parte superior se ilumina la hora en el techo de
la habitación, apretó la tecla y se reflejó la hora: Eran las cuatro y
diecinueve.
-“¡Cómo se nota que anoche me acosté
temprano!”, siguió en su soliloquio el hombre, “Aún puedo meditar un rato antes
de levantarme”.
Y así, tal como
estaba, acostado, dejo caer los caer los brazos a ambos lados del cuerpo, separó
un poco las piernas y llevó la atención a su respiración. Respiraba lentamente,
y después de cada exhalación suspendía la respiración unos segundos. Las
sensaciones en su cuerpo empezaron a aparecer, al principio era una especie de
cosquilleo en las manos, en los pies y en la cresta de la cabeza, pero casi de
inmediato esas sensaciones se multiplicaron, el cosquilleo se incrementó hasta
convertirse en una especie de vibración ligera, que se extendió a todo el cuerpo.
Sentía el cuerpo pesado, se sentía uno con el colchón, uno con la habitación,
uno con la vida, pero…., había más, notaba algo que le hacia percibir su
individualidad, notaba algo que le acompañaba con mucha frecuencia en su
despertar, tanto si se demoraba meditando durante unos minutos, como si se
levantaba de inmediato. Lo mismo lo notaba meditando que en la ducha o
afeitándose: Era una sensación de tristeza, era un punto de ansiedad.
-“Otra vez aquí, y ¿Por qué?, si no hay
nada consciente en mi vida que me lleve a sentir esta sensación de tristeza,
todo es felicidad y alegría, ¿Por qué será?”
Es un hombre joven, a
punto de llegar a la cuarentena, felizmente casado, enamorado de su esposa,
enamorado de sus hijos, (tiene una parejita de diez y ocho años), con un
trabajo apasionante, como él dice, y yo personalmente puedo dar fe de su
alegría de vivir.
Esta sensación de
tristeza y ese punto de ansiedad le duraban casi una hora, no sabía la razón
por la que aparecían al despertarse, y lo que hacia durante el tiempo que permanecían
en él era bendecir a los miembros de su familia, amigos y conocidos, así como
ofrecer a Dios su día y agradecer la vida. Esta era la manera que había descubierto
para volver a su estado alegre, que era su estado habitual.
Cada día se
preguntaba ¿Por qué?, sin encontrar la respuesta, hasta que un día……..
Los momentos en los
que este hombre se encontraba más conectado con “no sabemos muy bien qué” eran
meditando y en la ducha. En esos momentos llegaban a su mente pensamientos que,
(aunque todos sabemos que los pensamientos son imprevisibles), parecían
colocados en su cerebro por una mente ajena y que él mismo calificaba como
“resbalaciones”, ya que eran una especie de revelaciones, por supuesto sin
ninguna confirmación ni certeza y que como se producían en la ducha él las
llamaba así, resbalaciones. El caso es que normalmente tenía en cuenta, siempre
con mucha cautela, eso que aparecía en su mente y le iba bien, (dejémoslo ahí,
a petición suya), en un ochenta por ciento de los casos.
Pues bien, este día,
dejó su meditación cerca de las cinco de la mañana, que suele ser la hora
habitual en que se levanta. (Lo hace a esa hora porque comienza a trabajar a
los ocho y Lima es una mega ciudad con un caos vehicular importante y se
necesita tiempo para desplazarse por la ciudad).
Llegó al cuarto de
baño con la misma sensación de tristeza, que no había desaparecido con la
meditación, y cuando entro en la ducha apareció en su cerebro una resbalación:
-“Esta noche has estado en el otro lado
de la vida y la tristeza y la ansiedad que sientes solo son consecuencia de la
nostalgia inconsciente que sientes por volver al otro lado de manera definitiva”.
Y
nuestro hombre comenzó a hablar con su pensamiento:
-“Bueno, si se supone que voy al otro
lado de la vida cada noche, ¿Por qué siento nostalgia unos días si y otros no?
-“Sencillamente por lo que haces al
otro lado. Unos días estás volcado en cuestiones para la vida física que no te
causan ningún tipo de añoranza, pero otros estás colaborando con los seres que
permanentemente están en ese otro lado de la vida y durante cierto tiempo
después de despertar añoras el Amor, la alegría y la paz que has vivido”.
-“Y ¿Qué hago para no sentir esa
nostalgia?, ¿Me suicido?”
-“Llegará un día en que ya no tendrás
esa nostalgia. No porque ya no tengas ganas de volver, sino porque habrás aceptado
cosas de ti que hoy no aceptas, esas cosas que te parecen inaceptables, y
habrás integrado en ti el trabajo que has venido a hacer. A pesar de tu cambio,
que ha sido, o mejor está siendo importante y costoso, estas lejos de la senda
que te has propuesto recorrer para esta encarnación”.
-“Y ¿Qué trabajo he venido a hacer?”
-“Tú lo sabes”
-“Ya estamos con huevadas”, (Es la
palabra que él dijo).
-“Cuando aceptes hasta eso que te
parece inaceptable de ti, cuando te permitas ser quien realmente eres, cuando te
ames realmente, tu misión aparecerá”.
Yo
sé que el cuerpo es capaz de sanarse a sí mismo de cualquier enfermedad y en un
corto espacio de tiempo. Yo sé el cuerpo puede permanecer sano hasta la última
etapa de su existencia. Yo sé que se puede ralentizar el deterioro que
experimenta el cuerpo físico con el paso del tiempo. Yo sé que se puede influir
tanto positiva como negativamente en la salud física, emocional y mental de
otros. Yo sé que se puede vivir en paz cada día. Yo sé que se puede ser feliz
de manera permanente. Yo sé que no hay que buscar porque lo tenemos todo. Yo sé
que el pensamiento es creador y responsable directo de aprisionar y amordazar
este conocimiento. Yo sé que soy Eterno, que soy Luz, que soy un hijo de Dios.
Yo sé que sé todo lo que necesito saber y que tengo todo lo que necesito tener.
Yo sé que la vida tiene un propósito completamente distinto del que la sociedad
enseña. Y no solo lo sé yo, tú también lo sabes.
Y
también sé que para llevar a la práctica este conocimiento no es necesario
retirarse del mundo y vivir en una cueva dedicado a la oración y la meditación.
Sé que no es necesario ser ni un superhombre, ni un yogui, ni un meditador, ni
un Maestro, ni un gurú. Sé que no es necesario comer sólo vegetales. Sé que no
tengo que realizar ningún curso ni leer cientos de libros, salvo aquellos con
los que disfrute. Sé que puedo llevar una vida completamente normal, sin
renunciar a nada. Y no solo lo sé yo, tú también lo sabes.
Lo único, no solo necesario, sino
imprescindible, para que todo esto se haga realidad es el Amor. Amar a todo y a
todos comenzando por uno mismo es el verdadero y auténtico secreto, no hay
otro. Todo lo demás son rodeos.
¿Por qué somos capaces de realizar un
trabajo de atontamiento para atraer más dinero, algo que si se materializa va a
durar como máximo esta vida, y no somos capaces de poner cada una de nuestras
células a trabajar para que aprendan a Amar, que es algo que va a durar una
eternidad, y nos va a dar de una sola vez, no solo dinero, sino la felicidad
total y absoluta?
¿Cómo hacerlo?: Amando. A Amar se
aprende amando, de la misma manera que a cocinar se aprende cocinando.
Sólo tenemos que Amar a todos, sean
amigos, conocidos, desconocidos y hasta enemigos, de la misma manera que una
madre ama a su bebé recién nacido.
Tú también sabes todo esto, y si no lo
haces es porque la sociedad ha hecho muy bien su trabajo. Nos distrae, nos
confunde, nos atonta. El demonio existe, pero no es un espécimen rojo con rabo
y cuernos, es el conjunto de la sociedad liderada por las grandes fortunas, por
los políticos, por el fútbol, por el sexo, por el dinero y el alcohol.
¿Buscas ganar más dinero?, ¿Buscas a tu
media naranja?, ¿Buscas a tu alma gemela?, ¿Buscas la perfección en tus hijos?,
¿Buscas la casa de tus sueño?, ¿Buscas ascender en tu trabajo?, ¿Buscas la
felicidad?, ¿Buscas el último modelo de teléfono?, ¿Buscas la salud?, ¿Buscas
vivir sin estrés?, ¿Buscas el amor?, ¿Buscas crecer espiritualmente?, ¿Buscas
la iluminación, ¿Buscas a Dios?
Está claro: Si estás buscando algo es
porque careces de ese algo.
A los que buscan se les denomina
buscadores, aunque más que buscadores habría que decirles “carecedores”, ya que
la carencia es anterior a la búsqueda y causa de esta, sin embargo, como la
palabra no existe en la lengua castellana, les tendríamos que llamar
necesitados. Necesitados de amor, necesitados de felicidad, necesitados de Dios,
y a la vez: buscadores de quimeras, buscadores de sueños, buscadores de
ilusión.
Reflexiona: ¿Estás seguro de que te
falta algo, o de que tienes carencia o necesidad de algo?
Si
la respuesta es “si”, si crees que te falta algo es que no estás aprovechando
tus recursos al cien por cien, ya que realmente no tenemos carencias, nada
necesitamos, estamos completos con lo que tenemos, estamos completos tal como
somos, ¿Crees que Dios nos hubiera dejado incompletos en el mundo?, ¿Crees que
Dios hubiera permitido que vivieras con todo eso que crees que te falta?
Y,
¿Cuándo esperas conseguirlo?, ¿Mañana?, ¿Más adelante?, ¿Dentro de algunos
años?, y ¿Qué vas a hacer hasta que lo consigas?, y si te mueres antes ¿Qué?, ¡Te
morirás incompleto!, sin embargo, viniste completo a la vida.
Mientras
luchas, porque eso es lo que se supone que haces para conseguirlo, ¿Estás
aprovechando tus recursos para vivir al cien por cien, o estás utilizando esos
recursos para conseguir lo que te falta, dejando claramente de vivir?
Somos completos, estamos en Dios, pero
tenemos un problema creemos que no es así, creemos que tenemos que conseguir
algunas cosas para ser felices, y esto nos convierte en esclavos, esclavos de fuentes
externas, tenemos que lograr…., tenemos que conseguir…., tenemos que poder…..
Tenemos
todo lo material que necesitamos para realizar el trabajo que cada uno ha
venido a hacer, pero si no lo mantenemos y lo perdemos de vista tratando de
conseguir más lo perderemos todo. La misma Ley de la Atracción tiene algunas excepciones:
La más importante es que si lo que deseas atraer está en contraposición con la
esencia de tu Plan de Vida, es decir con aquello que es el “leitmotiv” de la
vida, no lo vas a conseguir de ninguna manera.
Y
en cuanto a nuestro bagaje espiritual todos tenemos el mismo y es un bagaje
completo. Somos espirituales por naturaleza, el Amor es nuestra esencia, la
felicidad nuestro derecho de vida.
Dios
ya está en nosotros, no le busques, cuando le buscas en el exterior pierdes de
vista tu centro, pierdes de vista a Dios.
Creo necesario explicar a que me
refiero en esta entrada cuando digo “mi ego”, y también cuando digo “yo”, y que
muy posiblemente no tengan nada que ver con las definiciones dadas a estos
términos por psicólogos, por expertos, por científicos o por estudiosos del
tema.
Cuando digo “mi ego”, me estoy
refiriendo a esa parte de mí que parece tener autonomía propia, incontrolable,
ingobernable, que sale a la luz sin ningún tipo de control, y que incluso
llega, a veces, a avergonzarme a mí mismo, o a crisparme, o consigue que me
sienta culpable. Me refiero a ese pensamiento, casi siempre negativo, que surge
del interior y es expulsado al exterior con la misma fuerza con la que sale a
la superficie la lava de un volcán en erupción. Me refiero a esa palabra, casi
nunca amable, que sin haber pasado por el filtro del pensamiento, o al menos
eso parece, se entromete de manera grotesca en una conversación elevando la
tensión hasta límites insospechados. Me refiero a esas emociones como miedo,
orgullo, ira, ansiedad o tristeza que aparecen como reacción a “algo
desconocido” que no está debidamente trabajado o controlado. Casi podría
resumir el párrafo diciendo que la parte inconsciente que hay en mí es “mi
ego”.
Y por supuesto que conozco cuál es el
origen de esta inconsciencia, es la energía acumulada en cada uno de mis
chakras, es mi carácter, son mis malos hábitos, es toda esa parte de mí en que
me encuentro trabajando para mejorar día tras día y vida tras vida, pero hasta
que cambie esa energía está ahí, y me cuesta controlarla.
Por el contrario, el “yo”, podría decir
que es la parte consciente. Es la parte que conoce cuál es el objetivo que
persigo, tanto espiritual como material, es la parte que analiza la causa de
las emociones descontroladas y trata, no siempre con éxito, de ponerlas a buen
recaudo, es la parte que se dedica a mantener ocupada a la mente con
pensamientos positivos cuando sospecha que está a punto de pensar un exabrupto,
es la parte que se encarga de contar hasta cien para que no salga por la boca
la impertinencia que me ahoga para poder hacerlo.
“Mi ego” y “yo” mantienen una lucha
encarnizada por el poder. Hay temporadas, afortunadamente cada vez más cortas,
en las que el “ego” se erige en ganador y voy dando tumbos emocionales por la
vida, pero para que eso no ocurra, el “yo” ha de permanecer alerta las
veinticuatro horas del día.
Este
es el trabajo que mí “yo” realiza:
üEstoy
empezando a olvidarme de los demás para centrarme en mí, (no es egoísmo), por una razón, si yo estoy bien daré lo mejor de mí, en casa, en la calle, en terapias,
en clases, en charlas, en meditaciones, y hasta en las fiestas. Al final los
demás se verán favorecidos.
ü Estoy tratando de que nada me ofenda para no
tener que perdonar, pero sin embargo, me perdono a mi mismo por todo: Por cada
pensamiento que no sea totalmente positivo, por cada falta de detalle, por la pérdida
de paciencia, por dejar aflorar el orgullo, o cuando me atenaza el miedo, en
fin, perdono todo en mí, sin sentirme culpable.
üEstoy
manteniendo mi mente ocupada con pensamientos positivos de todo tipo, pero
básicamente YO SOY.
üCuando
algo parece que va a afectarme bendigo una y mil veces a la persona o a la
situación.
üMeditar
cada día, cuanto más tiempo mejor.
üY
en lugar de trabajar para amar a los demás, estoy trabajando para amarme a mí
mismo.
Este
último punto, el de amarme a mí mismo es el que más problemas me está causando,
porque no sé muy bien cómo hacerlo. De momento estoy tratando, (porque no
siempre lo consigo), ser yo mismo siempre, sin caretas: Ser el mismo en casa,
en la calle, en el trabajo, escribiendo y pensando, sin dar de mi lo que yo
pienso que la gente espera, sino dando realmente lo que soy. Si les gusta bien,
si no les gusta, pues ¡benditos sean! Porque si realmente me amo, esta claro que he de dar lo mejor de mi, tal cual soy.
Es
posible que dentro de unas cuantas vidas, si en las próximas me acuerdo del
trabajo que comencé en esta, que consiga que “mi ego” y “mi yo” sean la misma
cosa. Lo iremos viendo.
abrir el corazón y colocarse en
el lugar del otro.
Una
creencia solo es un pensamiento al que consideramos como verdad.
Desde bien pequeños comenzamos nuestra
colección de creencias, y las vamos archivando en nuestro interior para tenerlas
disponibles durante el resto de nuestra vida.
Estamos coleccionando algo que nosotros
“consideramos” que es verdad, pero que su verosimilitud no ha sido certificada
por ningún organismo competente, y en base a esa consideración podemos llegar incluso
a matar por la defensa de ese pensamiento.
Las creencias, del tipo que sean, solo
son un pensamiento. Ninguna es verdad, porque la Auténtica Verdad solo es Una,
y posiblemente ninguno de los que nos movemos por la vida física estamos en
posesión de esa Verdad. Puede ser que alguno posea entre su colección de
creencias una minúscula parte de la Verdad, pero al mezclarse con el resto de sus
creencias puede distorsionarse hasta esa minúscula parte.
Desgraciadamente, para defender las
diferentes creencias se dictan leyes, se aprueban constituciones, se abren
infiernos y se cierran conciencias, cuando todo lo que habría que hacer sería
abrir el corazón y colocarse en el lugar del otro.
Los que hoy promueven una guerra, es
posible que en su próxima vida tengan que defender una paz. Los que hoy
maltratan movidos por los celos, es posible que en su próxima vida sean
maltratados. Los que hoy venden desunión, es posible que en su próxima vida tengan
que pagar un alto precio por volver a unir. Es necesario recordar que existe
una ley denominada “La Ley de la Causa y el Efecto”, que no entiende de
creencias, que está regida solo y exclusivamente por la Verdad, y que la frase “Con
la vara que mides te medirán”, la define perfectamente.
Solo hay un Dios: Único para todos. Solo
hay una Verdad: Todos somos hermanos. Solo hay un país: La Tierra. Solo hay una
religión: El Amor. Con esta pequeñísima porción de Verdad se acabarían las
guerras, el sufrimiento, la desigualdad y el dolor. Con esta pequeñísima
porción de Verdad no ocuparíamos espacio en nuestra mente para archivar
creencias inútiles y maquinar movidos por ellas, y así podríamos usar el espacio vacío para desarrollar esta
parte de Verdad a ver si así conseguíamos ampliarla entre todos.
El día que entiendas que lo que hagan o
digan los otros en tu contra es su responsabilidad, que también es su
responsabilidad la crítica que puedan ejercer contra ti, como lo son los falsos
testimonios, las medias verdades o las mentiras, la maledicencia y tantas y
tantas formas de potenciales ofensas.
Ese día ya no te sentirás ofendido. Ese
día ya no necesitarás perdonar porque no sentirás ni rabia, ni ira, ni odio, ni
deseo de venganza. Acuérdate de dar las gracias a los maléficos, porque ese
día, gracias a ellos habrás dado un paso de gigante en tu retorno a Dios.
Si
la mente no se dirige a los pensamientos positivos y elevados,
nunca podremos hallar la felicidad.
Dalai
Lama
Decimos
con frecuencia que el corazón es el instrumento del alma, que hay que dejar que
hable, que se ha de permitir que las intuiciones salgan a la luz porque son los
mensajes cifrados del alma para seguir el Plan de Vida, para volver a Dios.
Y cuando decimos eso añadimos que hemos
de detener el carrusel de la mente, que hemos de dominar los pensamientos, que
hemos de terminar con la tiranía que la mente ejerce sobre nuestras vidas. Es
como si en el viaje al corazón tuviéramos que abandonar a la mente una vez
maniatada y debidamente amordazada.
Si, hay que dominarla pero no
enterrarla, ha de ponerse al servicio de la vida sin consentirla caprichos, ha
de ejercer su papel de primera dama con honradez, con mesura, sin corrupción.
Porque para poder viajar al corazón, alguien tiene que dar la orden, alguien
tiene que dirigir el proceso, alguien tiene que explorar el camino, alguien
tiene que evaluar las diferentes opciones, alguien tiene que analizar los
primeros pasos, alguien tiene que sentarse a descansar de vez en cuando y contemplar
el camino, alguien tiene que esperar pacientemente resultados.
Y ¿Quién ha de ser ese alguien?: La
mente, pero controlada por aun no sé muy bien quien, no sé si es el alma, no sé
si es la conciencia, no sé si es el ego, no sé si es el mismo corazón o la misma mente. Lo único
que sé es que necesitamos la mente. Descansada, controlada, dominada,
desapegada, pero, a fin de cuentas, mente.