Ya sabemos que existen Guías, Maestros y Ángeles que nos ayudan desde el otro lado de
la vida. Pero……, muy pocos son los que sienten esa mano que les guía y que les
impele a hacer una cosa en detrimento de otra. Es normal, es un tacto que no se
siente porque toca en el corazón, es una información que aunque afecte a la
vida física guarda una estrecha relación con el alma.
La
ayuda que necesitamos los seres humanos no puede ser algo sutil, porque no entendemos
de sutilezas, y la mente se encarga de desmontar cualquier sutileza que no sea
científicamente demostrable, que no sea económicamente rentable y que no sea
físicamente satisfactorio. Las satisfacciones del alma no puede entenderlas el
ego, aunque, por supuesto, si podría disfrutarlas si tuviera la valentía de
viajar hacia su interior, pero ese viaje es difícil de realizar y es muy
improbable que se produzca, ya que el secreto de la vida es precisamente ese
viaje.
Por
lo tanto necesitamos una ayuda mucho más tangible, mucho más solida, tan sólida
y tangible como nuestro cuerpo físico. Necesitamos que nos lo expliquen con
palabras, necesitamos que lo repitan una y mil veces, porque novecientas
noventa y nueve podemos tener la mente ocupada por otros asuntos, inútiles,
pero ocupada; necesitamos que nos impongan algún castigo para que el ego tenga
algún aliciente, el aliciente de no ser castigado, ya que para él acercarse a
Dios no es aliciente suficiente, necesitamos un ranking en el que veamos
reflejado nuestro nombre, cuanto más arriba mejor, para satisfacer nuestro
orgullo, o si no hay ranking, que la persona que nos guíe deleite nuestros
oídos con las bondades de nuestro crecimiento.
La característica principal que deberían de
tener estos guías o instructores, seria tener asumido e integrado ellos mismos
la cualidad que tratan de explicar a sus acólitos, sea la que fuere. En un
principio, teniendo en cuenta que la principal enseñanza es el acercamiento a
Dios, cabe suponer que los representantes de las diferentes ideologías
religiosas serian las personas más idóneas para tal cometido, pero no es así.
Ellos son buenos, salvo excepciones, para los niveles más bajos de la
enseñanza, pero no para los niveles más altos, porque les falta lo esencial,
les falta el Amor.
La
enseñanza que nos acerca a Dios, tiene como en cualquier otro tipo de enseñanza
varios niveles o cursos, y esta enseñanza es independiente de las materias de
la enseñanza para la vida. La enseñanza para la vida espiritual no debería
estar deslindada de la enseñanza para la vida física, pero desgraciadamente si
lo está. En la familia y en la enseñanza para la vida, enseñan temas
religiosos, que no espirituales, es por
lo tanto la persona la que una vez alcanzada la edad adulta busque su espiritualidad
si es que su alma así lo demanda.
Toda la enseñanza que recibimos los seres humanos es
justamente, como mencionábamos con anterioridad, aquella que es científicamente
demostrable, recibimos la enseñanza, más o menos necesaria, para que nuestra
economía sea rentable, y a todo eso hay que añadir todo lo que nos cause
satisfacciones físicas. En ningún momento nos enseñan los pasos esenciales para
conseguir la felicidad, cuando es el objetivo de búsqueda inconsciente de todos
los seres humanos; en ningún momento nos enseñan cómo vivir en paz, sin estrés,
con alegría y sin sufrimiento. Se supone que con la enseñanza impartida va a
ser suficiente para conseguir todo aquello que sea físico o afecte a este de
manera directa, y que cualquier emoción desbocada ha de ser gestionada por la
propia persona, se supone que a través de ciencia infusa, porque otra no se ha
recibido.
Nadie nos explica que es lo que somos, de dónde
venimos, adonde hemos de ir, o que es lo que sucede con la muerte, sólo por
mencionar algunas de las preguntas que todo ser humano se va a hacer en algún
momento de su vida en la materia. Es por lo tanto la propia persona, cuando ha
llegado a un cierto grado en su evolución, que comienza a plantearse esas
preguntas y a tratar de encontrar las respuestas.
Es entonces, en la búsqueda de las respuestas cuando
la persona deja de deambular por la vida para enfocarse en aquello que ha
venido a hacer: Recordar quién es.
Continuará…..
Y como tenemos muy cerquita la Navidad, el villancico que mi hijo canta todo el día también para vosotros.