El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 6 de agosto de 2022

Ocurrió en Lima (Capítulo I, parte 4)

 

Por un momento pensé en mis padres. Siempre ocupándose de mí, siempre privándose de cosas que les gustaban para satisfacerme, siempre pendientes el uno de otro y los dos pendientes de mí. Y yo, en reciprocidad, tratando de satisfacerles para que estuvieran contentos y orgullosos de mí. Fue un duro golpe su perdida. Durante mucho tiempo permanecí sumido en una profunda tristeza. La razón de mi soltería es porque estoy convencido de que nuestra familia era algo especial y no quiero algo diferente para mi vida.

-    Ángel prosiguió- Tu tenías confianza en ellos porque les amabas, para ti eran los más guapos, los más listos, se merecían lo mejor del mundo y solo querías verles felices y contentos, ¿es correcto?

-    Completamente, -contesté con una cierta mirada de tristeza.

-    Pues si te amaras a ti mismo, como les amabas a ellos, serías para ti el más guapo, el más listo, merecedor de lo mejor del mundo, estarías, siempre, feliz y contento, sin preocupaciones y, no solo, sin ocuparte de lo que el resto del mundo pudiera pensar de ti, sino de lo que tu creerías que ellos esperan de ti.

-    ¿Seguro que eso no es egoísmo?, -insistí.

-    No hijo. Estar bien no tiene precio. No es cuestión de suerte y no depende de tener más o menos posesiones, no depende de otros, ni tan siquiera de la salud. Solo depende de uno mismo. –se mantuvo unos instantes en silencio para continuar- Y, además, si estas perfecto podrás dar lo mejor de ti, porque si estas mal, con miedo, con alguna preocupación, no te podrás dar al ciento por ciento, no trabajarás dando lo mejor de ti, no estarás completamente presente con las personas con las que interactúas, porque estarás pensando en tu problema, y serás tú quién necesite ayuda para salir de la situación caótica en la que te pudieras encontrar.

Estaba comenzando a entender la filosofía de Ángel. Cada uno depende de sí mismo y depende para todo, para estar bien y para estar mal. Era la primera vez que escuchaba algo parecido. Tenía toda la lógica del mundo.

Los seres humanos se pasan la vida cargando sus penas, sus dudas, sus miserias, sus miedos y los descargan sobre todo aquel que se cruza en su camino, que en la primera pausa que haga, para tomar aire, en el relato de sus penas, va a comenzar a relatar las suyas propias, porque, prácticamente, todos están en la misma situación, todos embarcados en el mismo barco, todos librando las mismas batallas.

-    Ángel, ¿por qué me estás contando todo esto?, –y no pude resistirme sin hacer un comentario- solo somos dos desconocidos.

-    Si, tienes razón, es posible que me esté poniendo un poco pesado. Tómalo como una compensación o un intercambio por tu buena acción. Disculpa si te estoy haciendo sentir un poco incómodo.

No sé por qué, pero no le creí. Tuve la sensación de que pedía disculpas como si me hablara del tiempo. Además, si antes dijo que todo está programado, estaba claro que este encuentro entraba en esa programación y si estaba programado el encuentro, lo lógico es que, también, lo estuviera el tema a tratar.

-    No me siento incómodo Ángel, me siento raro, porque nunca antes había hablado de estos temas. Son desconocidos para mí, aunque empiezo a entender lo que me explicas. Y me pregunto cómo incrementar el amor por uno mismo, aparte de la voluntad que decías antes que, por cierto, tampoco sé cómo aplicar.

-    Primero: Graba a fuego, en tu mente y en tu corazón, esta frase: “Todo está bien”. Y aplícala siempre, para ti y para los demás. Sobre todo, para ti que vas a iniciar el trabajo de incrementar el amor. Acuérdate de esto: Todo tiene su momento, todo ocurre cuando tiene que ocurrir, todo está bien. El ser humano, lo que tiene que hacer es aceptar la vida, es aceptar su vida.

-    No entendía nada y pregunté- Entonces, ¿eso quiere decir que hemos de permanecer sentados esperando que vaya pasando la vida?

-    No hijo mío, -contestó Ángel- eso no quiere decir que te quedes sentado de brazos cruzados sin hacer nada esperando que la vida siga, no. Eso quiere decir que se han de tomar decisiones, y aceptar las consecuencias, y si no te gustan, pues cambia a otras decisiones, pero sin lamentarte de las anteriores, ni permaneciendo ansioso, para ver los resultados de las nuevas.

>> La vida es, las cosas son, las personas, también, son como son. Hay que aceptarlo todo, porque todo está bien.

-      Y ¿lo que no está bien?, por qué no todo está bien. No está bien por ejemplo que un loco te apunte con un arma y te robe todo lo que llevas encima.

-    Lo que no está bien, también está bien –concluyó Ángel-. Nadie gana nada por mantener en su mente, la rabia, el rencor, la ira, el odio, porque nada cambia, todo sigue igual, y esas emociones afectan negativamente a la persona que las siente, mientras que aquel que ha hecho el mal sigue tan feliz. Tú perdona al ladrón y luego pon en conocimiento de la ley el hecho, pero sin esperar el veredicto de la justicia.

>> La vida no es ni buena ni mala. Los acontecimientos que van ocurriendo en la vida, tampoco son ni buenos ni malos, solo “son”, como la propia vida, porque la vida “es”.

>> La vida no es nada tangible. La vida es para ti y si no estás, para ti, no hay vida. No hay una vida en la que todos los seres humanos están inmersos, como los peces están en el agua. La vida es un continuo de tiempo que nunca se detiene y, aunque parezca que van sucediendo acontecimientos que, se alargan en el tiempo y, van dejando a las personas atadas a sus consecuencias, no es tal. Sí que van ocurriendo eventos, pero suceden en un instante y no llevan un lastre que les deje amarrados a los efectos. El amarre lo realiza el pensamiento que se queda dando vueltas y vueltas a eso que él mismo califica como bueno o malo, perdiéndose la vida que sigue pasando por delante.

>> Y, mientras tanto, el pensamiento, regodeándose con la alegría o apenándose por la desgracia, va generando esa energía que se va acumulando en el aura.

>> ¿Alguna vez te has detenido a pensar en cuanta vida vives en realidad? Porque cuando le estás dando vueltas a un pensamiento una y otra vez, ¿tú crees que estás viviendo? No, no hace falta que me contestes, -me dijo Ángel viendo mi intención de decir algo- ya contesto yo: No vives, porque la vida, tu vida, sigue pasando sin que seas consciente.

>> Imagina un corcho flotando en la corriente de un río. Podemos pensar que el agua es la vida. Y tú eres el corcho que nunca se detiene y va a flotar, más suave o más bronco, según sea el lecho del río. Pero cuando pasa el accidente del rio, el corcho, a diferencia de ti, vuelve a seguir su camino, sin volver sobre sus pasos, que es lo que tú haces cada vez que vuelves a pensar en un suceso pasado.

-    Pero eso es muy difícil, -No me quedó más remedio que quejarme.

-    Nadie ha dicho que sea fácil.  

>> Sigo con los puntos para incrementar el amor por uno mismo. Segundo: Destierra las frases “no sé”, “no puedo”, “no tengo”.

>> Decir “no sé”, “no puedo”, “no tengo”, es dar una orden muy poderosa a la vida. La orden de que, aunque no lo tengas, no lo vas a conseguir porque no puedes y, además, no sabes. Así se cierra la puerta a cualquier “don” del Universo. No puedes desear durante 10 minutos y pasar el resto del día pensando que es imposible que ese deseo te llegue.

>> Recuerda: Dios puede hacer lo que quiera, cualquier cosa, por imposible que pueda parecer al entendimiento de los hombres. Pero si tú niegas el milagro con “no sé” o “no puedo”, Dios, con su infinito amor hacia ti, no va a ir en tu contra y darte eso que pides 10 minutos y niegas 20 horas.

>> En esos momentos, en los que no sabes qué hacer con tu pensamiento o, cuando él solo se va a cualquier acontecimiento pasado o cualquier sueño de futuro, vete repitiendo en tu interior “yo sé”, “yo puedo”, “yo tengo”. Así se lo pones más fácil a Dios.

>> Tercero: No deposites tu felicidad o tu bienestar en manos de otros. Todo depende de ti. No esperes que otros te den amor. Tú solo te tienes que ocupar de dar amor, no de suplicarlo.

>> Estarás conmigo que para tener un cuerpo atlético haces deporte, o para saber más de cualquier materia estudias, o cuando tienes sueño te acuestas y duermes. Nadie va a conseguir músculos para ti, ni va a estudiar para que tú aprendas, ni va a dormir para que a ti se te quite el sueño. Entonces, ¿por qué depositas la consecución de tu felicidad en otros, por ejemplo, una pareja, en lugar de tratar de conseguirla por ti mismo, como en los casos anteriores?

>> La felicidad es un estado interior. Es un estado de serenidad y de paz. Y nada que provenga del exterior va a hacer que lo consigas. Conseguirás alegría o euforia, pero será algo pasajero, mientras la felicidad, la auténtica felicidad es un estado permanente y se llega a ella cuando aceptas cada una de las situaciones que se van presentando.

-    Todo lo que dices suena muy bien Ángel, pero ya me dirás como se consigue.

-    Viviendo el momento presente. Sabiendo que todo está bien. No preocupándote o sufriendo por un pasado que ya pasó o por un hipotético futuro que no sabes si llegará.

>> Sigo con el cuarto punto: Nunca te juzgues ni te critiques. Recuerda “todo está bien”. Si eres consciente de que has hecho algo mal, no te recrimines, porque no lo hiciste de mala fe. Eso en ti no cabe. Que sea un aprendizaje para que no vuelva a pasar.

>> ¿Qué ganas con fustigarte por algo que ya pasó?, no puedes volver atrás. Aprende de la experiencia para que no la vuelvas a repetir.

-    Pero el pensamiento es muy tenaz y por mucho que yo no quiera volver a ese suceso, el pensamiento me va a llevar una y otra vez. ¿Qué hago?, -Necesitaba algo concreto. No parecía de mucha utilidad el decir que eso sea un aprendizaje y ya está.

-    Cada vez que aparezca el pensamiento devolviéndote al pasado tienes que cambiar ese pensamiento, y lo puedes hacer generando un pensamiento consciente contrario al pensamiento que te arrastra al pasado. Puedes evadirte de ese pensamiento cantando. Puedes repetir pensamientos positivos conscientes, como, por ejemplo, Yo Soy paz, Yo Soy amor. ¿Lo entiendes? -quiso saber Ángel.

-    Si. Entiendo.

>> Quinto: Los demás no tienen la culpa de lo que te va sucediendo en la vida. Ni tan siquiera de la pérdida del empleo.

>>  Recuerda también esto: “todo pasa por algo, para todo existe una razón, aunque pase inadvertida”.

>>  Y a partir de aquí, vive con atención para no repetir nunca más frases como las anteriores y aplica tu voluntad para ir mejorando. En menos tiempo del que te imaginas notarás cambios importantes en ti. ¿Qué opinas?

-    Me parece lógico. Me parece difícil. Pero nunca me han asustado las dificultades y soy muy terco, además, de constante. Voy a hacerlo, pero si en un lapso prudencial de tiempo no noto esas mejoras, te buscaré y te diré que te has equivocado.

-    Perfecto, -y concluyó- sé que lo lograrás.

Fue entonces cuando fui consciente de la hora y nos despedimos, sin fijar un nuevo encuentro.  

jueves, 4 de agosto de 2022

Ocurrió en Lima (Capítulo I, parte 3)

 




Durante un momento permanecimos en silencio, hasta que Ángel comentó:

-    ¡Cuánta grandeza!, y aún hay personas que no creen en Dios.

-    Si, -contesté, afirmando, también, con la cabeza, sobre todo por lo de la grandeza, porque el tema de Dios ya eran palabras mayores.

-    Pero no es momento de hablar de Dios, -Ángel movió la cabeza como si acabara de despertar- ahora estábamos hablando de ti y de tu pareja.

-    Es muy graciosa la manera que tienes de presentarlo, -comenté- de lo que si estoy seguro es de que por mucho que discutamos no nos vamos a separar nunca.

-    Supongo que hay aspectos de ti que te gustan y otros que no tanto, ¿es así? –preguntó.

-    Por supuesto, como todo el mundo.

-    Piensa como te sientes cuando estás inmerso en una situación agradable y la diferencia en tu ánimo cuando la situación se torna desagradable.

-    Cuando la situación es agradable el ánimo está por los cielos y cuando es desagradable baja, de inmediato, a los infiernos, por decirlo de una manera gráfica. –La verdad es que es tan obvio que no entendía la razón de su pregunta.

-    ¿Tienes algún poder para cambiar las situaciones desagradables?, -me dice que no es ningún examen, pero no para de hacerme preguntas.

-    No, pero están ahí y, aunque no quiera verlas, el pensamiento se encarga de recordarlo. O, lo que es peor, la realidad de la vida. Es mi caso en la actualidad. Sin trabajo, no sé qué va a ser de mí, no estoy preparado para hacer otras cosas y ni siquiera sé hasta cuando aguantarán mis escasos ahorros. ¿No es un caso trágico de mala suerte? Esto es como estar en los infiernos.

-    El infierno no existe, Antay. Es a este lado de la vida donde se puede encontrar el infierno, ya que el único, el auténtico y verdadero infierno no está después de la muerte, está ahora, en la vida. Está en la persona, está en su mente, pues es ella la que va llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas que hacen que la persona sufra un verdadero infierno.

>> Y son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las que vive realmente el ego. El dolor del ser humano, el miedo, la ansiedad o la angustia, solo son un producto de su mente, porque nada está ocurriendo, solo es su apreciación. ¿Te parece poco infierno? Cuando el ser humano consiga mantener su mente en silencio habrá alcanzado la dicha.

>> Antay, -en el rostro de Ángel apareció un gesto de preocupación- y de la misma manera que no existe el infierno, no existe la suerte y las coincidencias tampoco. Todo está programado por nosotros antes de venir a la vida. Lo que no está programado es la reacción de cada persona ante esos acontecimientos programados. Y esa reacción depende totalmente del amor que la persona se tiene a sí misma.

-    Discúlpame Ángel, pero no entiendo nada, -y era cierto, es como si me estuviera hablando en otro idioma con palabras que entendía, pero no pasaba de entender las palabras sueltas.

-    Lo sé hijo, lo sé. –dijo Ángel suspirando- irás entendiendo, pero para allanar el camino y que ese entendimiento sea más fácil hay una fórmula: el amor hacia uno mismo. Y te repito que no es egoísmo. Te amas a ti mismo cuando no te juzgas ni te críticas, cuando aceptas tu valía, tus dones y tus carencias, cuando aceptas tu físico, tu inteligencia y tu personalidad, cuando no te comparas con otros, cuando te respetas tanto como respetas a los demás, cuando no permites que los pensamientos negativos campen a sus anchas.

Tengo que reconocer que entendía las palabras y su significado, pero si me lo hubiera explicado en un idioma extranjero hubiera sido lo mismo porque no sabía cómo se podía llevar a la práctica algo como no juzgarse o criticarse uno mismo. ¡Cómo no iba a hacerlo cuando hacía algo que no me satisfacía!, ¡cómo no desear ser tan valioso y tener los dones que tiene otra persona mucho más exitosa que yo!, ¡cómo no ser consciente de mis propias carencias y lamentarme por ello! Reconozco que si hubiera podido elegir mi físico, mi inteligencia o mi personalidad, otro hubiera sido el resultado.

-    Eso suena muy bonito, pero ¿cómo se consigue?, -ya puestos, lo mejor es preguntar por la fórmula.

-    Se consigue con voluntad. Dejando de lado lo que puedan pensar los demás o lo que esperan de nosotros. Será cuando sientas ese amor por ti cuando comiences a experimentar la felicidad, la serenidad y la paz interior y así estarás preparado para amar a los otros. Y tú no lo vas a tener difícil porque practicas algo que es bastante escaso: el respeto.

-    Me dio la sensación de que no eran más que palabras, nada concreto- No sé cómo voy a incrementar el sentimiento de amor que siento por mí. El amor se siente o no se siente, igual que se pueden sentir la alegría o la tristeza. Y si para sentir alegría siempre hay un motivo, igual que lo hay para sentir la tristeza, yo creo que para sentir el amor tiene que ocurrir lo mismo. Por ejemplo, el amor entre padres e hijos, entre abuelos y nietos. Pero, ¿a mí mismo?, no parece que haya motivos. Explícame, por favor –concluí.

-    Partes de una premisa falsa Antay, el amor no es un sentimiento.

-    No suelo ser muy irónico, pero al escuchar la afirmación de Ángel sobre el amor, me salió del alma- Si, y ahora es de noche. -de inmediato fui consciente de mi falta de respeto y añadí- perdón, Ángel, perdón. Es que es la primera vez que escucho algo parecido y me resulta, digamos que extraño.

Si mi pensamiento sobre el amor es que era una tontería y que lo que realmente buscaban las personas era algo para llenar sus vacíos, ¿cómo iba alguien a enamorarse de sí mismo o amarse a sí mismo que, supongo, es la misma cosa?, ¿qué vacío se supone que iba a rellenarme yo mismo?

-    ¿Sabes lo que es la energía? –preguntó.

-    No sé muy bien, ¿es una fuerza que hace que funcionen las cosas? –Es curioso, utilizamos palabras y sabemos, más o menos, cuál es su utilidad pero no sabemos definirlas.

-    Está bien, es una buena definición. Y ¿cuál crees que son esas cosas que funcionan mediante esa fuerza?

-    Supongo que las máquinas, ¿no? –la verdad es que estaban siendo preguntas muy difíciles.

-    Si, las máquinas y algo más. ¿cómo crees que funciona tu cuerpo?

-    ¿Con energía? –pregunté.

-    Exacto. Tu cuerpo, también, es una máquina.

-    Y ¿dónde está esa energía? –seguí preguntando.

-    En ti, en mí, en todos los seres humanos.

-    Sí, pero ¿en qué lugar se encuentra? –yo nunca la había visto ni sabía de su existencia.

-    ¿Puedes ver el olor de una flor?

-    No –que preguntas tan extrañas me estaba haciendo, me preguntaba donde querría llegar.

-    No puedes ver el olor de una flor, pero la hueles. Tampoco puedes ver el viento, pero lo notas en tu cuerpo. No ves el aire que respiras y vives gracias a él. La energía es igual, no la ves, pero es tan importante como el aire que respiras. –y concluyó, como siempre con una pregunta- ¿sabes que es el aura?

-    He oído hablar de ella. Es algo que rodea a nuestro cuerpo, pero no puedo decir más.

-    Es correcto. Pues en el aura está una parte de la energía con la que alimentas tu cuerpo. Otra parte llega con tu respiración y otra con los alimentos. Por lo tanto la calidad de la energía con la que alimentas tu cuerpo tiene que ver con la calidad de la comida que ingieres, la calidad del aire que respiras y la calidad de la energía de tu aura. De las tres eres responsable.

Y después de su disertación Ángel se quedó tan fresco, dejándome a mí, cada vez, con más dudas. Espero que esto no llegue muy lejos, porque yo soy feliz en mi ignorancia y con mi practicismo y no termino de entender muy bien, porque me explica todo esto y para que me pueda servir. Yo sólo le presté ayuda, sin ningún interés, sin esperar nada a cambio.

-    Cómo yo seguía con mi pensamiento, sin responder, Ángel continuó preguntando- ¿sabes de donde procede la energía de tu aura?

-    No tengo ni idea – y era cierto.

-    Tus pensamientos son energía y esa energía se almacena ahí, en el aura. En función de cómo sean tus pensamientos así serán tus emociones y tus sentimientos. Por lo tanto, el amor, el miedo, la ira, la rabia, la soledad, la tristeza, la alegría y un sinfín de emociones más son energía, producto de tus pensamientos. ¿Lo entiendes?, ¿me sigues? –y se quedó mirando mi cara de póker esperando que dijera alguna cosa.

-    Bueno, entiendo lo que dices, pero ¿qué hago con eso?, no sé para que pueda servirme, -cada vez entendía menos la razón por la que me contaba esto.

-    Te lo voy a decir en una frase que decía Buda: “Somos lo que pensamos”. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz.

-    O sea que si pienso que tengo dinero seré rico, -esto es lo primero que escuchaba, y aunque a mí no me pareciera muy coherente, al menos, era agradable de oír.

-    Más o menos, pero deja el tema del dinero ahora, piensa en que sucedería si te amaras.

-    No sé, -realmente no tenía la menor idea de que podía pasar.

-    Piensa, por ejemplo, en el amor que sentías por tus padres. ¿Cuáles eran las consecuencias de ese amor? –y sin esperar mi respuesta continuó con su exposición- no solo no querías que les ocurriera nada, sino que deseabas lo mejor para ellos, ¿es así?

Por un momento pensé en mis padres.

Puedes leer el capítulo I completo en la página LIBRO, Ocurrió en Lima

lunes, 1 de agosto de 2022

Ocurrió en Lima (Capítulo I, parte 2)



    Joven, por favor, ¿me puedes ayudar?

Yo, que iba mirando al piso, absorto en mis pensamientos, organizando mentalmente mi curriculum para presentarlo a diferentes empresas después de que la empresa, donde había trabajado durante los últimos diez años, cerrara por quiebra, levanté la cabeza buscando al responsable de la petición de ayuda.

Era un hombre mayor, de edad indefinida. Entre sesenta y ochenta años, podía tener cualquier edad, de, aproximadamente, un metro ochenta de estatura, cabello blanco y cuidada barba, también blanca. Con la espalda tan recta que bien parecía que se había tragado un sable, vestido con un pantalón vaquero y un anorak, ambos negros, y una camisa blanca, completando su atuendo con una bufanda anudada al cuello.

Estaba apoyado en el muro que separa el paseo, del acantilado, en el Malecón Cisneros.

Eran las diez de la mañana de un lunes de agosto. En pleno invierno limeño, la neblina, que impedía ver el océano, desprendía una garúa más que persistente. Esa era, sin ninguna duda, la razón por la que en el tramo del paseo donde nos encontrábamos no hubiera más personas que el señor que demandaba ayuda, un miembro del serenazgo de Miraflores, bastantes metros por delante de nosotros, aunque a él no le quedaba más remedio porque estaba trabajando, y yo. 

Me acerqué hasta el hombre, que parecía tener problemas para respirar normalmente, y le pregunté:

-    ¿En qué le puedo ayudar, señor?, ¿se encuentra bien?

-    No, no me encuentro muy bien hijo, -respondió de manera entrecortada y, tomando una respiración profunda, continuó- ¿me puedes ayudar a acercarme al banco para sentarme un momento?

Los bancos del paseo se encontraban tan mojados, en ese momento, por la fina lluvia que estaba cayendo, que sentarse en ellos era como sentarse encima de un charco, y se lo hice saber

-    Los bancos están muy mojados, señor. Si se sienta ahí le va a entrar la humedad hasta los huesos.

-    Acércame, por favor, necesito sentarme un momento. No te preocupes, tengo unas bolsas de plástico,-dijo mientras sacaba de su bolsillo dos bolsas de supermercado.

 Tomé las bolsas mientras me acerqué a él con el brazo doblado para que se agarrara. Así lo hizo, se agarró a mi brazo y comenzamos a caminar, lentamente, la poca distancia que nos separaba del banco más cercano. Coloqué una bolsa en el banco, con él aun agarrado a mi brazo, y le ayudé a sentarse.

Parecía aliviado, pero pensé que no podía dejarle allí solo en mitad de la neblina, y como aún tenía la otra bolsa, que él me había dado, la coloqué en el banco y me senté a su lado.

-    No, por favor, -protestó- ya te he entretenido demasiado y tendrás cosas que hacer. A mí se me va a pasar en un momento, ya me ha ocurrido otras veces, y sé que en unos minutos estaré como nuevo.

-    No se preocupe por mí, en realidad, no tengo nada que hacer -y era la pura verdad, porque si estaba caminando por el malecón con ese tiempo infernal era porque la soledad de la casa me ahogaba.

-    Gracias –respondió, quedando, a continuación, en silencio tratando de recuperar el ritmo normal de la respiración.

Respeté su silencio observándole mientras se reponía. Había algo en él que, no sabría explicar pero, hacía que me sintiera muy cómodo a su lado. Sus brillantes ojos azules eran como un imán.

La verborrea de mi pensamiento encontró, de inmediato, en nuestro silencio, un resquicio para explicar las razones por las que me sentía cómodo: “llevas tanto tiempo solo que con cualquier compañía hace que sientas esa comodidad”. Y, también, con la misma rapidez con la que el pensamiento presentaba sus razones mi yo consciente comenzaba a rebatirlas. Era un juego que hacía de manera permanente, hablar con mi pensamiento, supongo que como todo el mundo: “no es cierto que me sienta cómodo con cualquier compañía, porque entonces también me pasaría con la señora de la tienda de abarrotes, que está frente a mi casa, donde compro, a veces, algunas cosas que me faltan, y con ella no solo no me siento cómodo, sino que hasta me cuesta ser amable. Con este señor, del que ni tan siquiera sé su nombre, me siento cómodo porque sí”.

-    Como si estuviera leyendo mi pensamiento mi compañero de banco rompió el silencio- Ya me estoy recuperando. Por cierto, mi nombre es Ángel.

-    Yo me llamo Antay, -respondí.

-    Es un hermoso nombre inca, ¿sabes qué significa?, -preguntó.

-    Creo que tiene dos significados, uno que es de cobre y otro que significa renacer. A mí me quedan bien las dos, para el físico el cobre, porque no se puede decir que sea muy blanquito y en cuanto a lo etérico me gusta eso de renacer.

-    Como el ave Fénix, -apostillo Ángel- que renace de sus cenizas. En realidad, el ave Fénix es un símbolo de fuerza, de purificación, de inmortalidad y de renacimiento físico y espiritual, de transformación, regeneración, memoria, serenidad y resiliencia.

-    No conocía tanto, -me excusé con mi interlocutor- solo sabía que renacía de sus cenizas.

-    La verdad, -siguió Ángel con expresión pensativa- es que todos los seres humanos somos como él, porque venimos a la vida a realizar una transformación, una especie de renacimiento espiritual.

Volvimos al silencio. No entendía que quería decir. Nunca me había planteado para que nacemos y, por supuesto, eso de la transformación y del renacimiento, de poco me valía entender el significado de las palabras, porque no sabía cómo aplicarlas a nuestra vida como seres humanos.

Aunque no me vendría nada mal, ahora, ser como el ave Fénix y renacer de mis cenizas. Había estado trabajando los últimos diez años en una empresa de venta de productos informáticos que, sin saber cómo, cerró por falta de liquidez. Ninguno nos explicamos la causa, teniendo en cuenta que la empresa se iba manteniendo bastante dignamente, durante tiempo, con sus problemas, como muchas empresas. Todo parece indicar que el dueño, al que cada vez se le veía menos por la empresa, había dilapidado, no solo, su propio capital, sino que, también, había hipotecado la empresa y la presión de los acreedores hizo imposible su continuidad. En esa especie de renacimiento estaba, planificando mi curriculum, cuando me encontré con Ángel.   

La garúa había dejado de caer y supongo que sería por eso por lo que no sentía tanto la humedad, aunque, en realidad, era como si estuviera sentado sobre algo caliente y subiera una especie de suave calor que no solo envolvía mi cuerpo sino que entraba en mi interior calentando cada célula. Hasta toqué la bolsa de plástico, sobre la que estaba sentado, para ver si era el origen del confortable calor, pero no, estaba más que fría, estaba helada.

-    Ya estoy bien, -dijo Ángel sacándome de mis elucubraciones- agradezco infinito tu ayuda. ¿Me permites que te invite a un café?, nos irá bien para entrar en calor.

-    No tiene que agradecerme –contesté- ha sido un placer haber servido para algo y…

-    Me interrumpió con una pregunta- ¿Cómo dices eso de haber servido para algo?, sirves para mucho. No parece que tengas mucho aprecio por ti mismo.

-    Me sorprendió tanto la pregunta que solo atiné a decir- No sé.

-    ¿Qué me dices del café? –volvió a preguntar.

-    Si, vayamos nos irá bien.

Nos levantamos del banco. Él mismo recogió las bolsas de plástico, sobre las que habíamos estado sentados, para hacer una pelota con ellas y, acercándose a la papelera que estaba junto al banco, las arrojó en ella.

-    Así que no sabes si te tienes aprecio, -comentó mientras enfilábamos, caminando lentamente, hacia el Parque del Amor donde había un puesto de bebidas y podríamos tomar nuestro café.

-    La verdad es que nunca había pensado en eso de tenerme aprecio a mí mismo. Supongo que sí me debo de apreciar, porque me gusta vivir bien y no quiero enfermar, -no se me ocurría ningún otro motivo para justificar el aprecio que me tenía a mí mismo y continué con una pregunta- ¿eso no sería egoísmo?

-    Egoísmo sería si solo te ocuparas de tu propio interés y, sobre todo, de tu propio beneficio, sin atender las necesidades del resto. Sería egoísmo si trataras a los demás como si no existieran, o como si sus preocupaciones no te importaran. La forma más básica de egoísmo es la búsqueda de la supervivencia del yo. Sin embargo, no solo está relacionado con la supervivencia biológica, sino también con el logro de los objetivos vitales y la oportunidad de reafirmar nuestra autenticidad como individuos. No parece muy egoísta que hayas estado media hora sentado en un banco mojado, con un extraño, solo por acompañarme. ¿No crees?

-    No sabía que decir- No sé. –parecía tonto con mis respuestas- Supongo que si usted lo dice tendrá razón. No creo tener el suficiente conocimiento ni criterio, en esta materia, para valorar si soy egoísta o no.

-    Ángel detuvo su caminar y volvió a la pregunta inicial- ¿No sabes si te tienes aprecio?, -y mirándome a los ojos me lanzó una retahíla de preguntas- ¿Crees en ti?, ¿aprecias tu valía?, ¿te respetas?, ¿te valoras adecuadamente?, en definitiva, ¿te amas?

No estaba acostumbrado a conversaciones tan extrañas que entraran a valorar mis sentimientos o mis emociones. Mis temas de conversación siempre trataban de asuntos laborales, de política, de futbol, del tiempo o de lo que había hecho el fin de semana. Tengo treinta y siete años, sigo soltero, sin compromiso, mis padres murieron hace ya algunos años y no tengo más familia que una tía y unos primos que están repartidos por el mundo, de los que no tengo noticias hace ya años. Así que permanezco mucho tiempo en soledad y, por lo tanto, en silencio. El único que habla de manera permanente es mi pensamiento, con el que discuto, con bastante frecuencia, pero nunca de asuntos tan profundos como los que me estaba presentando Ángel.

-    Ya veo –prosiguió Ángel, ante mi tardanza en contestar- que nunca te has planteado algo como amarte a ti mismo. Permíteme comenzar por el principio: Estarás conmigo en que hay personas con las que te sientes muy cómodo y no te importa pasar horas en su compañía, mientras que hay otras de las que sientes la necesidad de alejarte. ¿Es así?

-    Si, -contesté- es así. Hace un momento hablando con mi pensamiento llegué a la conclusión de que a su lado me siento muy cómodo y, sin embargo, con la dueña de la tienda de abarrotes que está delante de mi casa, si pudiera comprar desde la calle lo haría para no estar cerca de ella.

-    Es lo que le pasa a todo el mundo. –supongo que entonces cayó en la cuenta de que nos tratábamos diferente y siguió- Pero, por favor, tutéame. No importa que tenga cuarenta años más que tú. El respeto va más allá del tratamiento, y yo, aunque te tutee, te puedo asegurar que siento por ti un respeto infinito.

-    Yo también lo siento por usted. Perdón, por ti. No sé si me acostumbraré a decirte de tú. –y era cierto. Desde siempre, tengo la costumbre de utilizar el usted con las personas que me parecen de mayor edad a la mía.

-    Y dime, -siguió preguntando. Casi me pareció estar en un examen- ¿Cuál es la persona con las que pasas más tiempo?

-    Esta pregunta era fácil, no tuve que pensarla- No paso tiempo con nadie. Ahora que no trabajo siempre estoy solo. Por eso nos hemos encontrado, ha sido una casualidad, porque hoy me asfixiaba un poco en la casa.

-    Respuesta, doblemente, errónea. Por un lado, no existe nada casual. Asfixiarte ha sido la espoleta para que salieras, seguro que teníamos que encontrarnos y, por otro, piensa bien en eso de que estás solo, -me dijo- piensa bien. ¡Ah!, y tranquilo que no es ningún examen.

¡Qué curioso!, cuando estábamos sentados en el banco y yo pensaba en que no sabía su nombre, casi de inmediato, me dijo que su nombre era Ángel y, ahora, cuando pensaba que parecía un examen, por la cantidad de preguntas extrañas que me estaba haciendo, me dice que esté tranquilo, que no es ningún examen. ¿Podrá leer el pensamiento?

-    Realmente no sabía que tenía que responder- Pues no se me ocurre nada. Por mucho que mire a mí alrededor, ahora que no trabajo, no paso tiempo con nadie.

-    Sí pasas tiempo con alguien. -dijo volviéndose a detener y mirándome a los ojos- Contigo. Pasas contigo veinticuatro horas cada día, desde el instante en que naciste hasta este momento, y seguirás acompañándote hasta el último segundo de tu vida. Llevas contigo ¿cuántos?, ¿treinta y siete años? ¿Qué te parece?

-    Si, -contesté asombrado- Tengo treinta y siete años, ¿cómo lo has sabido? y, sí, mirándolo así, es claro que vivo conmigo.

-    Y ¿qué tal pareja haces contigo?

-    Me hizo gracia la pregunta- Creo que discutimos, de vez en cuando, pero aún no hemos llegado a las manos.

Habíamos llegado al puesto de bebidas. Estaba tan solitario como el paseo por el que llegamos caminando. Su nombre es totalmente adecuado al lugar, se llama “Beso Francés” y no solo se sirven bebidas, también se puede comer. Nos sentamos allí mismo, frente al mar, a tomar nuestro café y seguir con nuestra conversación. La neblina estaba desapareciendo y empezaba a contemplarse el mar. Realmente, esta zona de Lima, es de una belleza inigualable. Estábamos sentados a unos setenta metros sobre el nivel del Océano Pacífico, sobre el acantilado que bordea toda la costa limeña.