Durante un momento permanecimos en silencio, hasta que Ángel comentó:
-
¡Cuánta grandeza!, y aún hay
personas que no creen en Dios.
-
Si, -contesté, afirmando,
también, con la cabeza, sobre todo por lo de la grandeza, porque el tema de
Dios ya eran palabras mayores.
-
Pero no es momento de hablar
de Dios, -Ángel movió la cabeza como si acabara de despertar- ahora estábamos
hablando de ti y de tu pareja.
-
Es muy graciosa la manera que
tienes de presentarlo, -comenté- de lo que si estoy seguro es de que por mucho
que discutamos no nos vamos a separar nunca.
-
Supongo que hay aspectos de
ti que te gustan y otros que no tanto, ¿es así? –preguntó.
-
Por supuesto, como todo el
mundo.
-
Piensa como te sientes cuando
estás inmerso en una situación agradable y la diferencia en tu ánimo cuando la
situación se torna desagradable.
-
Cuando la situación es
agradable el ánimo está por los cielos y cuando es desagradable baja, de
inmediato, a los infiernos, por decirlo de una manera gráfica. –La verdad es
que es tan obvio que no entendía la razón de su pregunta.
-
¿Tienes algún poder para
cambiar las situaciones desagradables?, -me dice que no es ningún examen, pero
no para de hacerme preguntas.
-
No, pero están ahí y, aunque
no quiera verlas, el pensamiento se encarga de recordarlo. O, lo que es peor,
la realidad de la vida. Es mi caso en la actualidad. Sin trabajo, no sé qué va
a ser de mí, no estoy preparado para hacer otras cosas y ni siquiera sé hasta
cuando aguantarán mis escasos ahorros. ¿No es un caso trágico de mala suerte?
Esto es como estar en los infiernos.
-
El infierno no existe, Antay.
Es a este lado de la vida donde se puede encontrar el infierno, ya que el
único, el auténtico y verdadero infierno no está después de la muerte, está
ahora, en la vida. Está en la persona, está en su mente, pues es ella la que va
llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del
sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando
ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas que hacen que la
persona sufra un verdadero infierno.
>> Y son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las
que vive realmente el ego. El dolor del ser humano, el miedo, la ansiedad o la
angustia, solo son un producto de su mente, porque nada está ocurriendo, solo
es su apreciación. ¿Te parece poco infierno? Cuando el ser humano consiga
mantener su mente en silencio habrá alcanzado la dicha.
>> Antay, -en el rostro de Ángel apareció un gesto de
preocupación- y de la misma manera que no existe el infierno, no existe la
suerte y las coincidencias tampoco. Todo está programado por nosotros antes de
venir a la vida. Lo que no está programado es la reacción de cada persona ante
esos acontecimientos programados. Y esa reacción depende totalmente del amor
que la persona se tiene a sí misma.
-
Discúlpame Ángel, pero no
entiendo nada, -y era cierto, es como si me estuviera hablando en otro idioma
con palabras que entendía, pero no pasaba de entender las palabras sueltas.
-
Lo sé hijo, lo sé. –dijo
Ángel suspirando- irás entendiendo, pero para allanar el camino y que ese
entendimiento sea más fácil hay una fórmula: el amor hacia uno mismo. Y te
repito que no es egoísmo. Te amas a ti mismo cuando no te juzgas ni te
críticas, cuando aceptas tu valía, tus dones y tus carencias, cuando aceptas tu
físico, tu inteligencia y tu personalidad, cuando no te comparas con otros,
cuando te respetas tanto como respetas a los demás, cuando no permites que los
pensamientos negativos campen a sus anchas.
Tengo que reconocer que entendía las palabras y su significado, pero
si me lo hubiera explicado en un idioma extranjero hubiera sido lo mismo porque
no sabía cómo se podía llevar a la práctica algo como no juzgarse o criticarse
uno mismo. ¡Cómo no iba a hacerlo cuando hacía algo que no me satisfacía!,
¡cómo no desear ser tan valioso y tener los dones que tiene otra persona mucho
más exitosa que yo!, ¡cómo no ser consciente de mis propias carencias y
lamentarme por ello! Reconozco que si hubiera podido elegir mi físico, mi
inteligencia o mi personalidad, otro hubiera sido el resultado.
-
Eso suena muy bonito, pero
¿cómo se consigue?, -ya puestos, lo mejor es preguntar por la fórmula.
-
Se consigue con voluntad.
Dejando de lado lo que puedan pensar los demás o lo que esperan de nosotros. Será
cuando sientas ese amor por ti cuando comiences a experimentar la felicidad, la
serenidad y la paz interior y así estarás preparado para amar a los otros. Y tú
no lo vas a tener difícil porque practicas algo que es bastante escaso: el
respeto.
-
Me dio la sensación de que no
eran más que palabras, nada concreto- No sé cómo voy a incrementar el
sentimiento de amor que siento por mí. El amor se siente o no se siente, igual
que se pueden sentir la alegría o la tristeza. Y si para sentir alegría siempre
hay un motivo, igual que lo hay para sentir la tristeza, yo creo que para
sentir el amor tiene que ocurrir lo mismo. Por ejemplo, el amor entre padres e
hijos, entre abuelos y nietos. Pero, ¿a mí mismo?, no parece que haya motivos. Explícame,
por favor –concluí.
-
Partes de una premisa falsa
Antay, el amor no es un sentimiento.
-
No suelo ser muy irónico,
pero al escuchar la afirmación de Ángel sobre el amor, me salió del alma- Si, y
ahora es de noche. -de inmediato fui consciente de mi falta de respeto y añadí-
perdón, Ángel, perdón. Es que es la primera vez que escucho algo parecido y me
resulta, digamos que extraño.
Si mi pensamiento sobre el amor es que era una tontería y que lo que
realmente buscaban las personas era algo para llenar sus vacíos, ¿cómo iba
alguien a enamorarse de sí mismo o amarse a sí mismo que, supongo, es la misma cosa?,
¿qué vacío se supone que iba a rellenarme yo mismo?
-
¿Sabes lo que es la energía?
–preguntó.
-
No sé muy bien, ¿es una
fuerza que hace que funcionen las cosas? –Es curioso, utilizamos palabras y
sabemos, más o menos, cuál es su utilidad pero no sabemos definirlas.
-
Está bien, es una buena
definición. Y ¿cuál crees que son esas cosas que funcionan mediante esa fuerza?
-
Supongo que las máquinas,
¿no? –la verdad es que estaban siendo preguntas muy difíciles.
-
Si, las máquinas y algo más.
¿cómo crees que funciona tu cuerpo?
-
¿Con energía? –pregunté.
-
Exacto. Tu cuerpo, también,
es una máquina.
-
Y ¿dónde está esa energía?
–seguí preguntando.
-
En ti, en mí, en todos los
seres humanos.
-
Sí, pero ¿en qué lugar se
encuentra? –yo nunca la había visto ni sabía de su existencia.
-
¿Puedes ver el olor de una
flor?
-
No –que preguntas tan
extrañas me estaba haciendo, me preguntaba donde querría llegar.
-
No puedes ver el olor de una
flor, pero la hueles. Tampoco puedes ver el viento, pero lo notas en tu cuerpo.
No ves el aire que respiras y vives gracias a él. La energía es igual, no la ves,
pero es tan importante como el aire que respiras. –y concluyó, como siempre con
una pregunta- ¿sabes que es el aura?
-
He oído hablar de ella. Es
algo que rodea a nuestro cuerpo, pero no puedo decir más.
-
Es correcto. Pues en el aura
está una parte de la energía con la que alimentas tu cuerpo. Otra parte llega
con tu respiración y otra con los alimentos. Por lo tanto la calidad de la
energía con la que alimentas tu cuerpo tiene que ver con la calidad de la
comida que ingieres, la calidad del aire que respiras y la calidad de la
energía de tu aura. De las tres eres responsable.
Y después de su disertación Ángel se quedó tan fresco, dejándome a
mí, cada vez, con más dudas. Espero que esto no llegue muy lejos, porque yo soy
feliz en mi ignorancia y con mi practicismo y no termino de entender muy bien,
porque me explica todo esto y para que me pueda servir. Yo sólo le presté
ayuda, sin ningún interés, sin esperar nada a cambio.
-
Cómo yo seguía con mi
pensamiento, sin responder, Ángel continuó preguntando- ¿sabes de donde procede
la energía de tu aura?
-
No tengo ni idea – y era
cierto.
-
Tus pensamientos son energía
y esa energía se almacena ahí, en el aura. En función de cómo sean tus
pensamientos así serán tus emociones y tus sentimientos. Por lo tanto, el amor,
el miedo, la ira, la rabia, la soledad, la tristeza, la alegría y un sinfín de
emociones más son energía, producto de tus pensamientos. ¿Lo entiendes?, ¿me
sigues? –y se quedó mirando mi cara de póker esperando que dijera alguna cosa.
-
Bueno, entiendo lo que dices,
pero ¿qué hago con eso?, no sé para que pueda servirme, -cada vez entendía
menos la razón por la que me contaba esto.
-
Te lo voy a decir en una
frase que decía Buda: “Somos lo que pensamos”. Es decir, que si piensas en el miedo
tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz.
-
O sea que si pienso que tengo
dinero seré rico, -esto es lo primero que escuchaba, y aunque a mí no me
pareciera muy coherente, al menos, era agradable de oír.
-
Más o menos, pero deja el
tema del dinero ahora, piensa en que sucedería si te amaras.
-
No sé, -realmente no tenía la
menor idea de que podía pasar.
-
Piensa, por ejemplo, en el
amor que sentías por tus padres. ¿Cuáles eran las consecuencias de ese amor? –y
sin esperar mi respuesta continuó con su exposición- no solo no querías que les
ocurriera nada, sino que deseabas lo mejor para ellos, ¿es así?
No hay comentarios:
Publicar un comentario