El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 6 de septiembre de 2022

Los caminos del Señor

 


Los caminos del Señor

 

 Capítulo 7. Novela "Ocurrió en Lima"


Si algo le molestaba a Claudia, asistente personal del señor Moretti, dueño y presidente de Inmobiliaria Moretti, era tener que molestarle en los días en los que, como hoy, no había acudido a la oficina por estar viajando. Cada tres meses viajaba una semana a Bogotá para asistir a una reunión de trabajo, con el personal de la empresa de Colombia, y hoy era el día del viaje. Pero no le quedaba más remedio que llamarle.

La aplicación informática de la empresa, que llevaba algunos días lenta y con fallas intermitentes, hoy no funcionaba y Ramón, el técnico informático que realiza el mantenimiento, estaba en la clínica con una pierna rota.

-    Hola Claudia –respondió el señor Moretti- supongo que no me llama para desearme buen viaje.

-    No señor, -dijo Claudia- ya me gustaría. Tenemos un problema grave.

-    ¿Qué pasa? –inquirió el señor Moretti.

-    Que no se carga la aplicación.

-    Bueno, llame a Ramón, el técnico.

-    Ya le he llamado. Me ha contestado su esposa. Ramón está en la clínica con la tibia y el peroné rotos. Le intervienen mañana y va a estar, por lo menos, tres meses con licencia médica. Y me ha comentado su esposa que después de la operación está pensando en jubilarse. Así que tendremos que buscar otro técnico. ¿Le busco?

-    Claro. No pierda ni un minuto, ¡hágalo ya!, ¿lo sabe el señor Arana, el director de operaciones?

-    Seguro que ya sabe que no se carga la aplicación, pero no hemos hablado.

-    Pues infórmele y que se haga cargo del problema. Usted busque a un técnico. Acabo de embarcar. Les llamaré en tres horas y media, en cuanto aterrice en Bogotá.

Claudia no conocía a ningún técnico informático, porque Ramón se había encargado de todo lo referente a la informática, durante los últimos diez años, y no habían necesitado otro. Su dedicación y su trabajo habían sido exquisitos.

Tampoco quiso perder tiempo preguntando, a unos y a otros, si conocían algún informático, por lo que comenzó a buscar. Los tres primeros con los que contactó no podían ir de inmediato. El más rápido no podría hasta el día siguiente, por la tarde, así que siguió buscando. En su búsqueda llegó a Antay.

-    Hola –contestó Antay a la vista de un número desconocido.

-    Buenos días. ¿Estoy llamando a Antay Llica, soluciones informáticas?

-  Si, dígame, en que puedo servirle –Antay abrió los ojos como platos ante lo que parecía la primera llamada de su nuevo negocio. Bueno, la primera no. En realidad era la segunda.

-  Le llamo de Inmobiliaria Moretti. No nos carga la aplicación y necesitamos un experto que, además, pueda venir de inmediato.

-    ¿Dónde están ubicados?

-    Estamos en San Isidro en la calle Los Libertadores.

-    Puedo llegar en media hora. Deme la dirección completa.

Faltaban cinco minutos para la media hora prometida cuando Antay hizo su entrada en la inmobiliaria. Después de informarse de si se había realizado algún cambio de software y si se había instalado algún equipo nuevo se puso manos a la obra. Encontró una falla en la última actualización que se había realizado en la aplicación y en poco más de una hora consiguió que la aplicación comenzara a funcionar correctamente y, según comentó Claudia, iba más rápida que antes.

Mientras Antay trabajaba en la reparación del problema, Claudia llamó al jefe de operaciones tal como le había pedido el señor Moretti.

- Señor Arana, supongo que ya sabe que no funciona la aplicación –le comentó Claudia.

-    Si Claudia, ahora iba a llamarla.

-    El señor Moretti me dijo que le informara y que usted se hiciera cargo del problema, pero ya no hace falta, porque he encontrado un técnico que ya ha detectado cual es el origen del problema y está reparándolo.

-    Y ¿Ramón?, ¿por qué no ha venido él?

-    Porque está en la clínica con una pierna rota. Cuando el técnico finalice le hago una llamada.

-    Gracias Claudia.

Antay permaneció una hora más en la oficina revisando que todas las máquinas funcionaran correctamente.

-    Señora Claudia, ya está todo funcionando de manera correcta. Si no necesita más me retiro. Ya les enviaré la factura y si vuelven a tener problemas ya sabe dónde encontrarme.

-    Espere, no se vaya todavía. Revise la computadora de mi jefe que últimamente ha tenido problemas. Él dice que va muy lenta.

-    Vamos a verla.

Claudia acompañó a Antay hasta el despacho del señor Moretti.

El despacho del señor Moretti era tan grande como todo su departamento. La computadora se encontraba en una mesita lateral adosaba al escritorio que estaba repleto de carpetas, que parecían bien organizadas, en pequeños montones, un soporte para celular y tablet, un cargador, un organizador de accesorios con lápices, bolígrafos y tacos de notas, una lámpara de mesa, un teléfono y un conjunto de cuatro marcos para fotos. Frente al escritorio una estantería llena de libros y a la derecha, separada por una mampara de cristal, lo que debía de ser una sala de juntas, con una mesa redonda y seis sillas a su alrededor.

Antay se sentó en el sillón para acceder a la computadora que había encendido Claudia introduciendo la clave de acceso.    

Cuando se sentó se fijó en las fotos de los cuadros. En una estaba el que supuso que era el señor Moretti con su esposa, en la siguiente una pareja con dos niños, una pareja sola en la tercera y en la última una chica sola. Cuando observó las fotografías, con algo más de atención, comprobó que la chica que aparecía sola era Indhira. Fue entonces cuando Antay fue consciente de que estaba trabajando en la empresa del padre de Indhira.

Sabía por la conversación que mantuvo, el sábado anterior, con Indhira, que su padre tenía una empresa y que le iba muy bien, pero no sabía que fuera una inmobiliaria.

Dejando a un lado los pensamientos sobre la fotografía se centró en la computadora del señor Moretti. Era mucho más sencillo que el problema de la aplicación y en poco tiempo estuvo solucionado.

Le estaba diciendo a la señora Claudia que estaba listo cuando la llamada de un teléfono interrumpió su conversación y escuchó como la señora Claudia le decía a su interlocutor que la aplicación ya funcionaba correctamente y no solo eso, sino que, también, estaban solucionados los problemas de su computadora. Claudia se dirigió a él:

-    Es el señor Moretti, mi jefe, y quiere hablar con usted –dijo mientras le pasaba el teléfono.

-    Mi nombre es Antay. Dígame señor.

-    Gracias señor Antay. Ya me ha dicho Claudia que ha solucionado todo a la perfección y en un tiempo récord. Le estoy muy agradecido y me gustaría saludarle personalmente la próxima semana que vuelvo a la oficina. ¿Podría pasarse por la oficina el martes?

-    El martes está bien, ¿a qué hora le parece? –preguntó Antay.

-    En la mañana a cualquier hora antes del mediodía.

-    Correcto, pasaré a las diez.

- Me parece bien. Gracias nuevamente y hasta el martes. Páseme, por favor, a Claudia.

Antay le pasó el teléfono a Claudia que salió del despacho para finalizar la llamada. A su vuelta, Antay estaba listo para abandonar la empresa.

-    Si le parece bien les enviaré la factura por e-mail.

-   Si, muy bien -le respondió Claudia-. Muchas gracias, de nuevo, nos ha salvado el día o la semana, porque no sé qué hubiera pasado de no haber contactado con usted.

- De una manera u otra se habría solucionado. Ha sido un placer. Nos veremos el martes que he quedado con su jefe.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Meditación: SITALI KRIYA (Para conseguir poder, fuerza y vitalidad)

 



La familia, una hermosa canción


Capítulo VI. Novela "Ocurrió en Lima"

Indhira fue la última de los hermanos en llegar a la casa de sus padres para la comida familiar del domingo. En realidad, no le apetecía ir, pero tenía que hacerlo y aparentar que se encontraba fantástica porque alegar que no se encontraba bien hubiera sido el prólogo de infinitas preguntas y presiones para que contara la causa de su desastroso estado emocional.

Lo que menos se espera de ella, la psicóloga y terapeuta, que siempre está en su centro y sirve de paño de lágrimas al resto de la familia, es un bajón emocional.

Y, además, no existía una razón lógica para encontrarse en tan lamentable estado. Ella misma era consciente de la falta de argumentos. Todo lo que le había pasado era que un hombre, que parecía encantador, se había despedido casi sin decir “adiós”, después de haber estado juntos durante doce maravillosas horas. Se fue sin intentar concertar un segundo encuentro ni darle tiempo a Indhira a que lo intentara ella. No pudo ser, no hubo posibilidad.

Antes de llegar a casa de sus padres dio un paseo para recuperarse y compró unos dulces para el postre.

Su refugio fueron sus sobrinos, Fiorella de doce años y Gabriel de ocho. Estuvo correteando con ellos en el jardín mientras su padre, su hermano y su cuñado se tomaban una cerveza hablando de futbol o política, que eran sus temas favoritos, y su madre y Fiorella, su cuñada, terminaban de preparar la comida.

Naihara su hermana, embarazada de seis meses, sentada en una tumbona la observaba jugando con los niños y, en un momento que Indhira se sentó a descansar a su lado le preguntó a bocajarro:

-    Estás rara, ¿qué te pasa?

-    Nada, estoy como siempre.

La conexión entre las hermanas siempre había sido muy especial, como si fueran gemelas. Sentían cada una el estado emocional de la otra solo con tenerla cerca.

-    Podrás engañar a los otros o disimular delante de ellos, pero ya sabes que a mí no puedes ocultarme nada. Lo veo en tus ojos. Mientras sonríes tus ojos tienen una tristeza que no había vuelto a ver desde que rompiste con Alberto. ¿Qué te pasa? –insistió Naihara.

-    Está bien, pero no cuentes nada a nadie, porque no hay una razón lógica, y ni yo misma entiendo cómo puedo estar así por una nimiedad.

>> Es algo extraño. El miércoles por la mañana vino un señor mayor para que le hiciera un masaje. Masaje que, por cierto, no necesitaba porque estaba mejor que tú y que yo. Al finalizar el masaje fui a buscar algunas recomendaciones sobre alimentación que tengo en la computadora y la computadora no funcionaba. Él me dio el número de celular de un técnico informático que conocía.

>> Llamé al técnico, en cuanto se fue el señor, y esa misma tarde, a las tres, Antay llegó a mi casa.

>> Antay es de la edad de Giuliano, tu esposo. Es guapo, amable, respetuoso, inteligente, delicado, y lleno de miedo.

-    ¡Vaya!, parece que estamos llegando al meollo. Ya veo que te impresionó el técnico.

-    Sí. Mucho. Pero espera. Cuando llegó yo creí que era mudo y loco, porque se me quedó mirando fijamente, sin apartar la mirada y sin decir nada. Yo con la mano extendida diciendo “Soy Indhira, encantada de conocerte”, y él mudo como un muerto sin apartar la mirada. Al final pudo decir “Hola”.

>> Si no llega a ser porque era recomendado por Ángel, el señor al que le hice el masaje, que era un dechado de cortesía, hubiera cerrado la puerta y le hubiera dado con ella en las narices.

>> Le dije que me siguiera a la sala de terapias y allí, delante de la computadora, parece que se recuperó de la impresión de verme y comenzó a hablar y a comportarse como lo que es, un caballero.

>> Pero, ¡oh, sorpresa!, la computadora funcionaba a la perfección. Estuvimos tomando un té durante casi una hora, porque a las cuatro yo tenía una terapia, esperando a ver si la computadora volvía a fallar. Nunca más falló.

>> Diez minutos antes de las cuatro me llama el paciente para cambiar la hora, con lo que Antay y yo seguimos conversando hasta las seis. Se me pasó el tiempo volando. No había estado tan cómoda y relajada desde hace mucho tiempo. Es un buen conversador y, sobre todo, un gran escuchador.

>> A la hora de irse, me dice que no me cobra nada porque no había hecho nada. Por un momento me sentí mal, y se me ocurrió hacer un trueque. Le haría una terapia a cambio. Así podría volverle a ver. Me apetecía infinito. Yo había quedado tan impresionada con él como él conmigo, pero creo que de eso no se dio cuenta. Aunque es especial, no deja de ser hombre y estas cosas no las captan como nosotras. Al final quedamos para el sábado, ayer, a las nueve para hacer una regresión.

>> Hicimos una regresión preciosa y al terminar me invitó a almorzar. Le dije que sí. Se volvió a impactar cuando aparecí arreglada. Y estuvimos juntos hasta las nueve de la noche. Paseando por el malecón, viendo la puesta de sol. Fue un día increíble. Conectamos desde el primer minuto y seguimos conectados, con una sensación de familiaridad como si nos conociéramos de toda la vida. En los silencios nos perdíamos uno en la mirada del otro.

-    Muy bien, ¿no?, ¿dónde está el problema?

-    En la despedida.

-    ¿Qué paso?, ¿le dio la locura y tuviste que llamar al serenazgo?

-    No. Le dio miedo. ¿Qué digo miedo?, le dio terror.

>> Al llegar a casa, abajo, por supuesto, después de decirle yo que había sido un dia encantador, me dice que para él, también, fue un día increíble, que nunca había estado tan cómodo y tan bien, me da las gracias, y me dice que si conozco a alguien que necesite un informático le dé su número que él dará el mío a quien necesite un masaje, me da un beso de despedida, en la mejilla, se da la vuelta y se va.

>>  Y allí me quedé yo, con cara de tonta, sin entender nada, absolutamente nada.

>> No le puedo sacar de la cabeza, ni a él ni a la situación. He dormido fatal y sigo fatal. No iba a venir, pero no tenía justificación.

-    Ese comportamiento ¿tú crees que fue por miedo?

-    Más que miedo, es terror. Solo ha tenido una relación en su vida, hace quince años, que duró tres meses. Le plantó yéndose con otro de la noche a la mañana. Su teoría es que si no tiene una relación no le van a dejar y no va a sufrir, supongo que por eso no quiere involucrarse.

-    Pues no sabe lo que se pierde.

-    Ya. No sé qué tengo que hacer.

-    Chiki, parece mentira que digas eso, precisamente tú.

>> ¿Qué le dirías a una persona que llegara a tu consulta con esa historia?

-    Que no pensara. Que no le diera vueltas inútiles en la cabeza y que se dejara guiar por lo que siente y actuara en consecuencia.

-    Y eso ¿quiere decir?

-    Que si le apetece llamarle que lo haga, porque si no hace nada ya tiene el “no”, por lo tanto que busque el “si”. Que no se quede con la duda. Si él no hace caso ya tiene la respuesta, pero yo creo que sí la haría caso.

-    Pues ya sabes que hacer. ¿Cuándo le llamarás? –quiso saber su hermana.

-    Esperaré unos días. Quiero ver como evoluciona esta fiebre, porque si es pasajera, se habrá acabado el mal casi antes de empezar.

-    Tú eres la dueña de tus tiempos. Ahora cambia la cara y vamos a la mesa que nos están esperando.

La reunión familiar resultó tan agradable como de costumbre. La comida estaba exquisita, al piqueo que preparó su cuñada le siguió el cebiche que su mamá hacia como nadie, cerrando con los dulces que trajo Indhira.

Después de la comida la familia se fue poniendo al tanto de las noticias de cada uno de sus miembros. Por supuesto, Indhira no contó nada de su maravilloso sábado.

Desearon un feliz viaje a su papá que el lunes viajaba a Bogotá, en su viaje trimestral, para visitar las oficinas que la inmobiliaria, de la que es el dueño, tiene en Colombia.

Una semana cada tres meses viajaba para visitar la delegación que estaba operando en Colombia desde hacía tres años. Al padre de Indhira le gustaría ampliar el negocio abriendo más oficinas en otros departamentos de Colombia, pero su edad, sesenta y ocho años, hacía que se lo pensara, teniendo en cuenta que cuando él se jubilara nadie de la familia iba a seguir al frente de la empresa, por lo que el trabajo de toda su vida tendría que cedérselo a una persona desconocida, fuera de la familia.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Diario íntimo de un babau (5) Amar es lo que importa

 


Viernes 26 de agosto 2022

 

¡Que alivio he sentido esta mañana al despertar y comprobar que estaba en casa, en la cama y durmiendo!

Estaba teniendo un sueño, que podría definir, sin ninguna duda, como pesadilla, porque corría, con desesperación, perseguido por un grupo de rinocerontes. Eran enormes, debían medir más de dos metros. Tenía que llegar a un grupo de árboles que veía a lo lejos para poder enfilarme a uno, ya que era la única manera de salvarme. Sentía el ruido de los cascos de los animales en su carrera y podía sentir su barritar a escasos metros. No iba a llegar a los árboles y me esperaba la misma muerte, pisoteado y destrozado por sus cuernos, que a mis compañeros de caza. Para colmo, en mi angustiosa carrera, tropecé y caí rodando sobre el piso formado por arena, hierba y piedras. Me quedaban escasos segundos de vida. Sentí un primer pisotón en mi cabeza y supuse que había muerto porque vi un rayo de luz a mi derecha.

Pero solo era la luz que se filtraba por mi ventana desde la calle. Estaba teniendo un sueño y el golpe de la pata del rinoceronte en mi cabeza debió de hacer, por suerte para mí, que me despertara.

Durante unos minutos estuve dando gracias porque me había liberado de la congoja que había estado viviendo, de manera muy real, hasta ese momento.

Podía recordar casi todo el sueño, aunque no tengo muy claro si fue un sueño o el recuerdo de una vida pasada. Si fue una vida pasada debió de ser la primera o muy cercana a ella, porque me vi como un hombre joven de no más de 30 años, con el cuerpo cubierto, por completo, de pelo. No llevaba ropa, ¿para qué?, no la necesitaba. Era como un simio. Debía de estar en África, hace, por lo menos, 2 millones de años. Vivía con un grupo pequeño de personas. No éramos más 15.

Toda nuestra ocupación era sobrevivir, conseguir comida y procurar no ser el alimento de animales. Si teníamos suerte podíamos conseguir matar algún animal con el que podíamos mantenernos varios días. Si no lo lográbamos no nos quedaba más remedio que comer algún animal muerto, hojas o raíces.

Hablando de comida tengo que preparar la nuestra. Como no tengo ganas de cocinar hoy prepararé un arroz a la cubana. Arroz, salsa de tomata y huevo frito. Es rápido.

   

Martes 30 de agosto 2022

 

Hoy es feriado en Lima. Es el día de la patrona de la ciudad, Santa Rosa de Lima.

Aprovechando el tiempo de asueto que me da el feriado, me he acercado al diario para seguir recordando la pesadilla de la madrugada del viernes.

 

Como llevábamos varios días comiendo lo que, buenamente, encontrábamos, decidimos, los más jóvenes y fuertes, salir en busca de algún animal al que pudiéramos dar muerte y así poder comer durante una temporada. Fue cuando nos topamos con los rinocerontes.

No sobrevivimos ninguno por lo que nuestro grupo ha quedado diezmado y desprotegido. No tardarán en morir los que esperaban, en la gruta, el resultado de nuestra caza. 

Se me ocurre pensar, ¿para qué nacemos?

 En más de una ocasión he reflexionado sobre la razón de la vida y, al final, he ido integrando, en cada célula de mi ser de babau, la creencia de que la única razón para la vida, es aprender a amar. Yo lo creo firmemente.

Pero…, si mi sueño fue el recuerdo de mi primera o una de mis primeras vidas y aún estoy aquí, 2 millones de años después, peleando con mis demonios, quiere eso decir que este aprendizaje o es muy lento o que el lento en aprender soy yo, porque no existe mucha diferencia en mis intereses de cuando “casi” era un simio a esta fecha. Entonces mi único tema de interés era la supervivencia y, ¿hoy?, 2 millones de años después y con el triple de capacidad en mi cerebro, ¿ha cambiado algo?

Poco, ha cambiado poco. En vez de salir a buscar comida con una lanza, tenemos que trabajar para conseguir el dinero que nos permite comer. Con ese dinero, producto de nuestro trabajo, pagamos una casa, en lugar de buscar una gruta. En aquella época nos defendíamos de otros depredadores, hoy colocamos alarmas en nuestras casas para protegernos de los ladrones. Antes caminábamos para conseguir agua y peleábamos con los animales, hoy pagamos un gimnasio para mantener una forma física peor que la que teníamos entonces. Veíamos salir y ponerse el sol, veíamos la luna y las estrellas, hoy vemos la tele y, los fines de semana y el mes de vacaciones, vamos dentro de un rebaño a fotografiar con nuestro teléfono, de última generación, una salida, una puesta de sol, cuatro piedras y dos edificios.

¿De que nos sirve haber triplicado la capacidad de nuestro cerebro, desde los primeros homínidos, si seguimos siendo esclavos de nuestra propia supervivencia?, en realidad, ¿necesitamos más cerebro o más corazón?

Parece claro que con más cerebro lo único que hemos conseguido es dulcificar nuestra lucha por la supervivencia, pero seguimos sin saber amar.

Hay personas que están en la vida sin saber que hacen aquí y ni, tan siquiera, se lo preguntan, ni se plantean que la vida sea algo diferente a esto tan monótono que hacemos cada día. Siempre es igual, siempre lo mismo, tratando de conseguir más dinero, para ¿ser más felices?

No sé si alguna vez se habrán planteado como es de grande su amor por los suyos, por los desconocidos, por los animales, por la naturaleza.

Y si se les pregunta si aman a su familia, van a decir que sí. Y, sin embargo, se enfadan entre ellos, se critican o se dejan de hablar. Si pasa eso, y es bastante más común de lo que podríamos pensar, la calidad del amor no está en su valor máximo, lo que podemos llamar amor incondicional. Algo falla.

Podemos tomar como ejemplo el amor más puro que existe en el mundo de la materia, el de una mamá a su bebé, recién nacido: La mamá nunca juzga ni critica a su bebé, nunca se enfada con él o deja de hablarle. Eso es amor incondicional. Ahí tenemos que llegar con todo y con todos. Tenemos que llegar los que nos preguntamos ¿para qué la vida? Y los que no se preguntan nada. Todos tenemos que recorrer el mismo camino.

¡Qué difícil es!, supongo que por eso yo llevo 2 millones de años aprendiendo y, me temo, que me quedan unos cuantos más. Me consuela pensar, (mal de muchos, consuelo de tontos), que a muchísimos les pasa lo a mí, que aun les queda un trecho para culminar su camino del amor.

Creo, diario, que el próximo día que me acerque a ti voy a tratar de resumir como hacer para aprender a amar. Es posible que si lo veo bien estructurado adelante lo que no he adelantado en 2 millones de años.

Te dejo, diario. Es muy tarde. Espero que el sueño de esta noche sea mucho más agradable. 

jueves, 1 de septiembre de 2022

Meditación: Conectar con el infinito

 


El tiempo es ahora


Capítulo V. "Ocurrió en Lima"

Amaneció un domingo más en la historia de mi vida. Y como el anterior y el anterior y un sinfín de ellos más, en mi aburrida vida, lo iba a pasar acompañado por mí mismo. Pero ese domingo yo no era el mismo que los domingos anteriores. Tenía sensaciones extrañas. ¿Sería esa tontería del amor? No, no podía ser. Solo es que estaba un poco impresionado por la belleza de Indhira, por su trabajo, por su conversación, por las virtudes que parece que atesora, por su alegría, en fin, que estaba impresionado con Indhira. El caso es que la noche anterior tardé en dormirme pensando en ella y en mi burda despedida. No sé si soñaría con ella, porque no lo recuerdo, pero sí que fue mi primer pensamiento en la mañana.

Tenía que dejar de pensar en ella porque no me llevaba a ningún sitio y mantener el pensamiento y la emoción, que acompañaba a ese pensamiento, me daba la sensación de que no era bueno para mi estabilidad emocional. Esto se pasará con el tiempo, pensaba, porque el tiempo puede con todo.

Me levanté sin ganas de cocinar y, como el día anterior el almuerzo fue de cinco tenedores, decidí sacar del congelador unas lentejas congeladas. Estaban exquisitas. Cuando cocino lo hago para varios días y voy congelando, así siempre tengo reservas. Tengo que confesar que soy un excelente cocinero.

En realidad, no solo no tenía ganas de cocinar, no tenía ganas de nada. Me encontraba un poco apático. Indhira seguía dando vueltas por mi pensamiento a pesar de haber puesto música y de ir tarareando las canciones que iba escuchando.

Tenía que probar otro remedio y me senté a meditar.

Las instrucciones dicen que hay que mantener la espalda recta, pero es un poco incómodo para mí, teniendo en cuenta que no estaba acostumbrado, así que transgrediendo las normas me senté en el sofá y me recosté hacia atrás. Eso sí, los pies los tenía bien apoyados en el piso.

Comencé como la vez anterior a llevar la atención a la respiración. Conseguía mantener la atención dos respiraciones y, a la tercera, en vez de sentir el aire entrando por la nariz, sentía a Indhira entrando por mi cabeza, acomodándose tanto, en mi interior, que no había manera de sacarla de mi pensamiento con la exhalación.

Cantar no me había funcionado y la meditación tampoco. Fue, entonces, cuando mi pensamiento me sugirió una combinación de ambas, meditar cantando.

 Se me ocurrió cantar el Ave María mientras intentaba mantener la atención en la respiración. Y funcionó. Al cabo de un tiempo, que no sé si fue mucho o poco, me encontré solo respirando, sin cantar y sin dejar espacio para que entrara Indhira.

-    Con un poco de miedo se me ocurrió preguntar- ¿Sigues ahí?

-    No había terminado de pensar la pregunta, cuando llegó la respuesta de inmediato- Siempre estoy.

-    Tengo miedo –tenía que abrirme y ser honesto.

Si era Dios yo ya sabía que lo sabe todo de todos y en todo momento y, si era mi pensamiento, por supuesto que sabía de mi miedo. Pero como por la conversación anterior me daba la impresión que no es muy parlanchín y dice solo lo que a Él le interesa, que supongo que es lo que necesito saber, traté de llevar la conversación al tema que me ocupaba. Incluso si preguntando directamente era muy parco en las respuestas, pensé que si andaba con rodeos aun sería peor. Por eso sentí o pensé, aunque, en realidad, no sé muy bien si fue una sensación o un pensamiento, que lo mejor sería abrir las puertas de mi corazón y de mi mente.

-    Lo sé –realmente era muy escueto en sus respuestas.

-    Tenía miedo de meditar por no encontrarme contigo y hoy se ha activado un miedo antiguo, tengo miedo de tener una relación para no sufrir cuando se acabe.

-    Encontrarse conmigo no parece tan malo, o ¿sí? –preguntó.

-    Tienes razón, no es malo. Es agradable y serena el ánimo.

-    En cuanto al miedo a tener una relación, respóndete a estas preguntas, ¿y lo que me pierdo?, ¿y si no se acaba? Te puedo dar una idea, trabaja para que siempre sea como el primer día. Se puede hacer. Solo tienes que vivir con atención, trata a tu pareja como si fueras tú mismo, que todo tu trabajo sea hacerla feliz, hacer que se sienta bien, que se sienta importante.

-    Y si a pesar de todo eso se va, ¿qué? –supongo que como es Dios ya tendría conocimiento de mi fracaso anterior.

-    Pues la dejas ir con respeto, con generosidad y con amor. Porque, como se supone que la sigues amando, vas a desear, siempre, lo mejor para ella. Y si ella cree que separándose de ti va a ser feliz, ayúdala a que lo consiga.

-    Para hacer eso que dices hay que ser una persona muy centrada emocionalmente.

-    No, mi querido Antay, solo hay que amar.

>> Por si no lo has escuchado nunca ya te lo digo yo ahora: El miedo es lo contrario del amor. Quien teme es porque no ama. ¡Ámate!, ama a los demás y al miedo no le quedará espacio porque todo estará ocupado por el amor. Es como cuando le das al interruptor de la luz, no queda espacio para la oscuridad.

>> En nuestro encuentro anterior te decía que tenías que aceptar la vida. Añade una nueva consigna, vive con atención.

>> Tu problema es que siempre has estado en un sitio queriendo o pensando estar en otro.

>> Tienes que vivir un minuto tras otro sin pensar en que pasará más allá del minuto. Tienes que vivir ahora, ser feliz ahora, sufrir ahora, si fuera necesario. Pero, estropear un momento agradable, pensando que ese momento podría llevarte a otro momento de sufrimiento, no parece algo muy sensato.

>> Reflexiona Antay, reflexiona –y se acabó la conversación.

Me quedé solo con mi respiración y el silencio.

Seguí sentado escuchando el silencio que me envolvía. Era como si hubiera entrado en una especie de círculo, que podría denominar sagrado, porque sentía que era un lugar vetado hasta para los pensamientos. Ni tan siquiera sentía la respiración. Solo sentía el silencio.

Mi cuerpo fue quien decidió, después de una hora de permanecer en ese estado, que era suficiente meditación y lo hizo haciéndome sentir un terrible dolor de espalda. Necesitaba ponerla recta y, en ese momento, se acabó la meditación.

Era el momento de seguir los consejos de Dios y reflexionar.

La reflexión me llevó de inmediato a Indhira y mi pensamiento aprovechó la coyuntura:

-    Llámala -gritó como si estuviera loco- y le puedes decir que te sentó mal la puesta de sol y por eso saliste corriendo como un furtivo. Como es buena chica y la impresionaste no lo tendrá en cuenta.

-    ¿Tú crees que la impresioné? –ya estaba, de nuevo, conversando con mi pensamiento.

-    Si no la hubieras impresionado no habría ido a almorzar contigo ni te hubiera aguantado cuatro horas más –a veces, como ahora, mi pensamiento inconsciente, ese que no se sabe de donde aparece, tiene más claridad que mi propio pensamiento consciente, y continuó- ¿Por qué no haces recuento de todo lo que te has perdido por culpa de ese miedo? Por esta chica merece la pena arriesgarse y dejar de lado tu miedo.

-    Creo que tienes razón, es especial –y seguí razonando con mi pensamiento- pero ¿sabes algo?, el miedo no es ese sentimiento que me impulsa a creer que algo irá mal, no, es más una creencia de que esto del amor es una quimera.

-    Pues será una quimera, pero tú lo estás pasando fatal y, eso que solo has estado un día con ella. Llámala ya y deja de darle vueltas.