Del libro "Relatos del Inca"
A
la quinta fue la vencida, y por fin los papás de Eva, después de cuatro hijos
varones tenían a su mujercita.
Los
papás de Eva tenían una vida acomodada, muy acomodada, y Eva creció con todas
las necesidades básicas, más que cubiertas, y con todos los caprichos
inimaginables a su alcance.
Era
tan grande el amor de los papás de Eva por su preciosa hija, que la dejaban
hacer y deshacer a su libre albedrío. Ellos consideraban que lo importante era
que la niña fuera feliz, y no demostraron, en demasía, su decepción, cuando Eva
decidió abandonar su carrera de arquitectura y cambiarla por un instructorado
de yoga. Incluso la mamá asistía a sus clases, aunque no con la regularidad que
sus estados emocional y mental requerían.
La
decepción y una ligera oposición ya tomaron forma cuando Eva comenzó a frecuentar
a un muchacho, perteneciente a una clase social muy inferior a la suya, y que
lo único que destacaba en su curriculum era su físico, una bonita voz para
cantar, profesión a la que quería dedicarse, y una vida bohemia, más como huida
de una familia completamente desestructurada, que como anhelo de vida.
La
oposición ya fue total cuando Eva soltó la bomba en su casa:
- Estoy embarazada, pero Ramón, (que así se
llamaba el futuro papá de la criatura), quiere que nos casemos y hacerse cargo
del bebé”.
- - Y
¿Cómo se va a hacer cargo del bebé, y de ti, teniendo en cuenta que no trabaja
y no parece tener ningún ingreso?, le preguntó el
padre de Eva.
- - De
momento habíamos pensado vivir aquí hasta que encuentre algún trabajo, dijo Eva.
- - Si
quiere trabajar, mañana mismo puede comenzar en nuestra empresa, le
respondió el padre.
- - No
papá, ya sabes que a él le gusta la música, ha escrito varias canciones y está esperando respuesta de algunas casas discográficas para grabar un disco, dijo
Eva.
El
cambio de opiniones, por no llamarlo discusiones, siguió durante algunos días,
hasta que los padres de Eva, pensando siempre en la felicidad de su hija, y
ahora en la de su futuro nieto, o nieta, terminaron cediendo. En las
conversaciones que mantenían los padres, sin la presencia de Eva, decidieron
que aceptaban la boda, haciéndose incluso cargo de todos los gastos, que
vivieran en una parte de casa, teniendo en cuenta que había espacio más que
suficiente, que por supuesto les iban a mantener, y que esperarían, porque es
lo que parecía anunciado, que su hija cayera para ayudarla a levantarse y
seguir con su vida.
Llegó
el día de la boda. Eva lucia con orgullo su embarazo, ya de siete meses, sin
saber que este era el principio de su infelicidad.
No
había pasado ni un mes de la boda, cuando la sonrisa de Eva que siempre lucia
radiante y aparecía de manera espontanea, comenzó a hacerse menos frecuente, y
cuando aparecía, ya no era viva, ya no era luminosa, para los que la conocían
era lo menos parecido a su antigua sonrisa, era una mueca y un signo de
tristeza. Cuando alguien le insinuaba algo, siempre se justificaba con las
molestias de su embarazo.
Continuará…………….
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