El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 24 de octubre de 2023

Espiritualidad/Iluminación (1 de 2)

 



Recorriendo ese camino que nos acerca, a todos, a la madurez de la vida, (porque la vida no se detiene), comencé, de manera inconsciente, un tránsito desde la religiosidad a la espiritualidad, desde la teatralidad externa hacia la paz interior, tratando de liberarme de la culpa que genera el pecado para vivir en libertad.

A pesar de nacer en el seno de una familia católica, cuando pude tomar decisiones por mi cuenta, dejé de cumplir algunos de los preceptos de mi religión. Eso no quiere decir que no fuera admirador, amante y temeroso de Dios. Lo era. Pero no lo era tanto de sus representantes. Siempre me han parecido más seguidores de Caifás que del mismo Dios, predicando una cosa y haciendo lo contrario.

Agobiado y estresado por un trabajo muy demandante me inscribí en un centro de yoga, con el único objetivo de aliviar mi estrés y aprender alguna técnica que me permitiera adquirir algún tipo de dominio sobre mi mente.

Allí fue donde comencé a escuchar el termino espiritualidad, disociado de la religión y con una definición propia y diferente de lo religioso. Y asociado a la espiritualidad descubrí un nuevo concepto, el de iluminación espiritual.

Con mi escaso conocimiento del tema comencé a pensar que yo quería alcanzar la iluminación, porque creía, y sigo creyendo, que quien alcanza la iluminación ya no vuelve a encarnar más en la materia por haber finalizado su aprendizaje en la Tierra. La vida siempre me ha parecido un poco monótona, con algunos picos, (pocos), de éxtasis, y algunos valles, (muchos más), de sufrimiento e, incluso, de sufrimiento intenso.

Con el paso de los años, comencé a ser consciente de que no solo los representantes de las iglesias se comportaban como Caifás, sino que muchos representantes de la espiritualidad también. Por lo tanto, necesitaba un conocimiento, mucho más profundo, de lo que significaba ser espiritual y alcanzar la iluminación, del que tenía hasta entonces. En realidad, lo que necesitaba era práctica y un modelo creíble al que seguir.

Aprendí, de una manera teórica, que ser espiritual es una forma de vivir y de relacionarse con uno mismo, con los demás y con el mundo y que, no hay una única definición de lo que significa ser espiritual, ya que depende de las creencias, valores y experiencias de cada persona. 

(Del libro "Dame tu mano, te mostraré la vida" de Alfonso Vallejo Gago)

viernes, 6 de octubre de 2023

Experiencias meditativas

 


Mis meditaciones siempre han sido un poco sosas. Las califico de sosas porque nunca me ha pasado lo que cuentan otros meditadores: que ven colores, imágenes, ojos y hasta escenas, que parecen, de otras vidas. Nunca he visto ni oído nada. Bueno, quizás exagero un poco, alguna vez sí que me ha pasado, pero, cuando me ha ocurrido, siempre he tratado de encontrar la razón lógica para que eso sucediera. Y siempre la encuentro. No hay nada que no encuentre la mente si, realmente, quiere encontrarlo. Podrá ser lógico o ilógico, pero a mí, en estos casos, siempre me satisface la explicación de la mente.

Sé que cualquier cosa que aparezca en la meditación tendrá el significado que yo quiera darle. Sé que lo que “veo” al meditar solo es el resultado del juego creativo de mi mente utilizando recuerdos que tiene almacenados en los cajones de la memoria o que pudiera estar recibiendo una respuesta a un estímulo recibido. ¡Qué más da! Lo importante es conseguir lo que se busca, serenidad en la mente, cesación del pensamiento.

Creo que bien podría haber sido, en otra vida, el apóstol de Jesús, Santo Tomás, quien tuvo que ver los agujeros que los clavos, que sujetaron a Jesús en la cruz, dejaron en las palmas de sus manos, para creer que era Jesús resucitado: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Pues algo parecido me pasa a mí, con las experiencias de la meditación. Tengo que ver para creer. O ¿ya no tanto? Es posible que me esté volviendo más crédulo con la edad, aunque, ¡que más da lo que pase!, y ¡qué más da lo que crea! La vida no va a cambiar. Mi vida va a seguir por los mismos derroteros, ya vea una luz violeta en la meditación o lo vea todo negro.

La realidad es que todos creemos que hay “algo”, no visible, no tangible, al otro lado de la vida, y nos gusta, de alguna manera, contactar con ese “algo” y, rápidamente, le damos una explicación lógica a cualquier cosa “extraña” que nos ocurra y más, si es meditando.

Yo, también, creo que existe ese “algo”, pero, tengo muy claro que no va a estar cotilleando cada vez que una persona se sienta a meditar.

La meditación para mí

 


Para mí la meditación es tan necesaria como lo es la comida para el hambriento o el agua para el sediento. Es la ventilación que necesita mi mente para agitar y esparcir los pensamientos que se encuentran en una apelotonada espera para bajar a expresarse a mi cerebro y deja mi mente tan limpia como queda el ambiente después de una tormenta.

domingo, 1 de octubre de 2023

Decisiones de vida

 


Los seres humanos nos pasamos la vida tomando decisiones con las que deseamos conseguir unos objetivos que, unas veces se cumplen y otras no tanto. Unas decisiones nos complacen porque se cumplieron nuestros deseos, calificándolas como acertadas, renegando de otras que más parecieran ser un castigo por las nefastas consecuencias producidas.

Aunque todos los manuales nos dicen que el pasado ya no existe, si echamos la vista atrás comprenderemos la razón de muchas de nuestras decisiones y, a pesar de ser conscientes de que muchas de ellas fueron tomadas sin una base sólida y sin analizar las posibles consecuencias, podemos entender la razón de tales decisiones por lo que, en su momento, provocaron en nuestra vida.

Por lo tanto, de la misma manera que nada es bueno o malo, porque “solo es”, ya que el calificativo es un producto de nuestra mente, las decisiones tampoco son correctas e incorrectas, únicamente son decisiones. Porque lo que en un principio parece ser nefasto, analizado a través del tiempo, se comprende que fue algo necesario para algún aspecto importante de la vida.

Me viene a la memoria la historia de un campesino chino que circula por la red, de la que no se la autoría.

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

- ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.

- ¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre - veremos lo que trae el tiempo.

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.

- ¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho - Nuestro caballo ha traído otro caballo.

- ¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre - Veamos qué nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo.

El muchacho se quebró una pierna. - ¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: - ¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama.

Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

Solo el alma tiene un conocimiento completo de la razón de la vida, pero, claro, el alma no habla o, al menos, eso parece, y no nos puede comunicar que es lo que estamos haciendo en esta vida.

Sin embargo, el alma si habla, y sabedora de cuál ha de ser nuestro camino, nos sisea la ruta que hemos de tomar y, a veces, la tomamos, sin analizar las posibles consecuencias, dándonos de bruces con una alfombra de pétalos de flores o haciéndonos caminar sobre los puntiagudos guijarros de un acantilado. Pero los diferentes caminos, si se analizan con seriedad, con la perspectiva que da el tiempo, podremos comprobar que eran necesarios.