El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 30 de septiembre de 2023

Decisiones de vida

 


Los seres humanos nos pasamos la vida tomando decisiones con las que deseamos conseguir unos objetivos que, unas veces se cumplen y otras no tanto. Unas decisiones nos complacen porque se cumplieron nuestros deseos, calificándolas como acertadas, renegando de otras que más parecieran ser un castigo por las nefastas consecuencias producidas.

Aunque todos los manuales nos dicen que el pasado ya no existe, si echamos la vista atrás comprenderemos la razón de muchas de nuestras decisiones y, a pesar de ser conscientes de que muchas de ellas fueron tomadas sin una base sólida y sin analizar las posibles consecuencias, podemos entender la razón de tales decisiones por lo que, en su momento, provocaron en nuestra vida.

Por lo tanto, de la misma manera que nada es bueno o malo, porque “solo es”, ya que el calificativo es un producto de nuestra mente, las decisiones tampoco son correctas e incorrectas, únicamente son decisiones. Porque lo que en un principio parece ser nefasto, analizado a través del tiempo, se comprende que fue algo necesario para algún aspecto importante de la vida.

Me viene a la memoria la historia de un campesino chino que circula por la red, de la que no se la autoría.

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

- ¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.

- ¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre - veremos lo que trae el tiempo.

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.

- ¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho - Nuestro caballo ha traído otro caballo.

- ¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre - Veamos qué nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo.

El muchacho se quebró una pierna. - ¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: - ¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo! El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama.

Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

Solo el alma tiene un conocimiento completo de la razón de la vida, pero, claro, el alma no habla o, al menos, eso parece, y no nos puede comunicar que es lo que estamos haciendo en esta vida.

Sin embargo, el alma si habla, y sabedora de cuál ha de ser nuestro camino, nos sisea la ruta que hemos de tomar y, a veces, la tomamos, sin analizar las posibles consecuencias, dándonos de bruces con una alfombra de pétalos de flores o haciéndonos caminar sobre los puntiagudos guijarros de un acantilado. Pero los diferentes caminos, si se analizan con seriedad, con la perspectiva que da el tiempo, podremos comprobar que eran necesarios.

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