La libertad, según el
diccionario, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la
propia voluntad. La libertad es el estado o condición de quien no es esclavo.
En términos generales,
se refiere a la capacidad de actuar, elegir y tomar decisiones sin
restricciones externas excesivas o coacciones indebidas.
El estado de libertad
define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni
sujeto, ni impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras,
aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre,
pero también lo hace responsable de sus actos en la medida en que comprenda las
consecuencias de ellos.
Según esto, existe un
buen número de personas en la Tierra que, sin ser oficialmente esclavos, no
pueden considerarse libres, porque no pueden decidir por sí mismos, o no pueden
expresar libremente sus pensamientos o sus anhelos más profundos. Seguro que en
la mente de todos están los lugares del mundo donde se discrimina por razón de
sexo, o por razón de opción política, o por tendencia sexual, o por el color de
la piel, o por el volumen del extracto de la cuenta corriente, o por creencias
religiosas, o por un sinfín de cosas ridículas más, que por muy ridículas que
puedan parecer a los que no las sufren, hacen la vida imposible por su estado
de esclavitud, no reconocida, a millones y millones de personas.
Pero no es el objeto
de esta entrada enumerar dictaduras, sean del color que sean, o enumerar países
xenófobos, o nombrar países homofóbicos, capitalistas o corruptos. No. El
auténtico objeto de la entrada era hacer una loa a la libertad como uno de los
bienes más preciados del ser humano.
Pero llegado a este
punto se llena mi mente con una pregunta: ¿Es realmente libre el ser humano?
Imaginemos el estado perfecto. ¿Serían realmente libres todos los habitantes de
ese paraíso?, ¿No existiría ningún impedimento para que cada uno hablara y
obrara según su conciencia?, (pensemos que al ser un lugar tan idílico todos
sus habitantes actuarían siempre eligiendo la opción al bien). Pues, a pesar de
eso, no serían libres, porque todos tendrían como gobernador principal de sus
actos al dictador más poderoso que puede existir: “La mente”. La mente, por la
que se pasearía la envidia, la crítica, los celos, la ira, la tristeza o el
dolor, solo por nombrar algunos de los carceleros más depravados que puedan
existir.
Para que el ser humano
sea realmente libre tiene que dominar a su mente, ya que hasta entonces
permanecerá subyugado a los caprichos de esta.
Puede parecer un poco
drástico, pero no lo es, en absoluto, ya que es la mente la que impide a la
persona conseguir lo que la propia mente parece que anhela: “La felicidad”. Es
una paradoja, el ser humano con su mente piensa que quiere ser feliz y que
podría hacer para conseguirlo y, sin embargo, la propia mente se encarga de
boicotear su propio pensamiento. ¡Dramático!, aunque muy pocas personas son
conscientes de tal dictadura.
Ante esta coyuntura
boto a la basura mi loa a la libertad, ya que solo se puede proclamar la
dictadura de la mente, mucho más poderosa que cualquier tirano asesino que
pueda existir en el mundo.
La libertad, que es la capacidad del ser
humano para obrar según su propia voluntad a lo largo de su vida, no puede ser
proclamada por tantas y tantas personas que viven atadas a pensamientos de
dolor, que viven subyugados por sus vicios, que permanecen atados
emocionalmente a sus familiares, que vagan temerosos por la vida por lo que
otros puedan pensar, que desean vehementemente el último modelo de auto, etc.,
etc.
Nadie en las
condiciones anteriores puede proclamarse libre. Es cierto que no están atados
con cadenas por otro ser humano, pero sus cadenas, es seguro, que aun sean más
difíciles de cortar, porque mientras los que se encuentran encadenados de
cuerpo, en su interior existe el anhelo de libertad, al menos de libertad de su
cuerpo, los que se encuentran encadenados a las cadenas de su mente, ni tan
siquiera ansían la libertad porque no son conscientes de su esclavitud.