Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Ya sabemos
que somos el alma, ya sabemos que somos seres divinos, ya sabemos que somos a
imagen y semejanza de Dios: es normal, somos Sus hijos, ya sabemos que todos nuestros
sufrimientos tienen un principio único: nuestro pensamiento, ya conocemos la
ley de la atracción, por la que somos conscientes de que atraemos aquello que
permanece en nuestra mente: enfermedad, pobreza, dolor, sufrimiento, alegría,
salud, etc.; ya sabemos que somos inmortales, ya sabemos que la vida es una
escuela a la que asistimos para aprender, para crecer, para evolucionar, para
aprender a amar; ya conocemos la ley del karma: sencillamente recibimos aquello
que damos; ya sabemos que la alegría, la paz, la felicidad, y el mismo Dios se
encuentran buscando en nuestro interior; ya sabemos que es dando como
recibimos, ya sabemos que el apego y el deseo son el principio del sufrimiento,
ya sabemos que todos somos hermanos, ya conocemos los beneficios de la oración,
de la meditación y del silencio; ya sabemos que el amor, el perdón y la
bendición son las energías más poderosas del Universo, ya sabemos que somos lo
que pensamos, porque la energía siempre sigue al pensamiento; y seguramente
sabemos muchas cosas más de las que ahora no recuerdo.
¿Y qué?
¿De qué nos
vale tener todo ese conocimiento?, ¿Acaso somos felices?, ¿Vivimos alegres y en
paz?, ¿Sentimos a Dios en nosotros?, ¿Nuestra prioridad es servir a nuestros
hermanos?, ¿Amamos a todo y a todos por igual?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos el
Planeta?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos nuestro cuerpo?, ¿Hemos dejado de lado
el juicio, la crítica, el egoísmo, el orgullo, la impaciencia, el miedo, el
estrés?, ¿Actuamos a sabiendas de que todo está bien, de que todo es correcto,
de que todo es como debe ser?, ¿Hemos olvidado las mentiras o las medias
verdades?, ¿Hemos incorporado la meditación y la oración a nuestra vida?, ¿Ya
trabajamos para controlar el pensamiento?
¿Verdad que no?
Todo ese conocimiento no deja de ser
algo mental, no integrado en nosotros, y que para lo único que nos sirve es
para hablar sobre ello, a veces, solo para deslumbrar a nuestro interlocutor. Aunque
también es cierto, esto es lo bueno, que nos puede servir como acicate para
conseguirlo.
Si todo esto nos lo enseñaran de
pequeñitos con el mismo empeño que ponen los educadores para enseñarnos, por
ejemplo, la tabla de multiplicar, arraigaría en nosotros y viviríamos desde ese
conocimiento. Pero no es así. Lo aprendemos solos, de mayores, y la integración
es una tarea harto difícil.
La dificultad en la integración
estriba en que hemos de mantener la atención y la concentración en nosotros, en
nuestros pensamientos, en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, y en la
sociedad de hoy, en la que todo está diseñado para la distracción necesitamos
para comenzar el trabajo de una cualidad añadida: la voluntad. No olvidemos que
la voluntad es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta.
Una buena manera de empezar a
trabajar para la integración de todo el conocimiento en nosotros, sería
intentar mantener a Dios en nuestro pensamiento, no como en la actualidad, que
sólo nos acordamos de Él cuando aparece algún problema en nuestra vida, sino
haciendo lo contrario: dándole gracias de manera permanente por despertar, gracias
por el sol que asoma por la ventana o por la lluvia que moja la calle, gracias
por la salud o por la enseñanza que conlleva la enfermedad, gracias, en suma
por la vida. Y así, poco a poco iremos desterrando de nuestra mente los
pensamientos que nos atan al miedo, al dolor, a la incertidumbre, al deseo, al
sufrimiento, a la tristeza, para revertirlos en amor, en alegría, en paz, porque
estos son, junto a otros muchos, atributos de la Gracia Divina con la que
queremos comenzar a convivir.
Una
amiga escribió en su muro de una red social: "Aún no entiendo a toda la
gente que juzga sin saber la verdad, y aún así se atreven a hablar y hablar.
Digo yo, si tanto quieren hablar, ¿Por qué no averiguan la verdad?, y después
de eso, hablen lo que quieran. Y a los que les escuchan y les creen, aún peor.
Les diría a toda esa gente que no sabe ni puede ser feliz, y no quiere ver
felices a los demás, que vayan a llevar sus malas energías a otro lado. En mi
casa no son bienvenidos, somos una familia unida, fuerte y feliz, nada nos va a
derrotar, así que no pierdan el tiempo. Gracias”.
Dice
mi amiga que no lo entiende. Es normal, pocos pueden entender que se hable por
hablar, y mucho menos que se hable sin conocimiento de causa, solo por el mero
hecho de hacer daño. Y también es normal que estos charlatanes tengan
auditorio, son personas como ellos, que hoy disfrutan escuchando la crítica, y
mañana serán ellos los abanderados de la crítica.
Criticar
es propio de personas que viven en la periferia de la conciencia, propio de
personas que no se asoman a su interior ni por un momento, propio de personas
que viven por y para la materia, propio de personas con una vida interior muy
pobre.
La crítica es inversamente
proporcional al nivel de atención de la persona. A menos atención, más crítica.
Atención ¿A qué?, atención a los pensamientos. Los pensamientos, para
expresarse, van apareciendo en el cerebro. Estos son como nubecitas de energía
que permanecen alojadas en una de las capas que componen nuestra aura, el cuerpo
mental, y es desde ahí que llegan al cerebro. El trecho que recorren desde el
cuerpo mental al cerebro es como una especie de camino que será mayor cuanto
mayor sea la repetición del mismo pensamiento. Todos tenemos los mismos tipos
de pensamientos, con los matices característicos de nuestras propias creencias.
Por ejemplo: cuando un budista piense en una divinidad lo hará en Buda, un
hinduista en Krishna y un cristiano en Jesús, pero la idea de Divinidad es la
misma para los tres. De la misma manera que existen pensamientos elevados, los
relativos a la Divinidad, a la Unidad, al Servicio, existen pensamientos
negativos que son los relativos al miedo, a la envidia, al orgullo, a la ira,
etc., etc. Y todos, los elevados y los negativos permanecen en el cuerpo mental
de la persona. Dependerá de que pensamientos tienen camino y cuáles no, y como
de ancho sea ese camino, para que al cerebro lleguen unos u otros pensamientos.
Mantener la atención en los
pensamientos hará que la persona sea consciente de que tipo de pensamiento es
el que le llega, y prohíba el paso de los pensamientos negativos. De esta
manera se irá estrechando el camino de los pensamientos negativos para que
estos aparezcan con menos frecuencia, y empezará a ensancharse el camino de los
pensamientos elevados, y sean este tipo de pensamientos los habituales en la
persona.
Pero, ¿Qué es lo que sucede
habitualmente?, pues sucede que las personas al no permanecer atentas a los
pensamientos que llegan a su cerebro, los permiten todos, siendo habituales los
pensamientos negativos, (miedo, rabia, ira, envidia, orgullo, avaricia, etc.),
que cada vez serán más frecuentes y más potentes, siendo esta la causa de tanta
infelicidad y por supuesto de la crítica.
Si alguien quiere realmente
crecer, evolucionar, vivir hacia su interior para llegar a la Luz, lo primero
que ha de hacer es prestar atención a sus pensamientos, y cuando sea consciente
de un pensamiento inútil o negativo, no debe regodearse con ese pensamiento,
dándole vueltas y más vueltas, que es lo mismo que alimentarle, que darle
energía, lo que debe hacer es permitir que se vaya, y para hacerlo, la única
manera que existe para que desaparezca el pensamiento es llevar la atención a
otro sitio, por ejemplo a la respiración, así el pensamiento no tendrá energía
que le alimente, y volverá a su origen, el cuerpo mental.
Así, cuando el pensamiento desaparezca,
no existirá la palabra, no existirá la crítica, ni de palabra, ni de
pensamiento.
Dejar
que se vaya el pensamiento, llevando la atención a la respiración, es abrir la
puerta que comunica directamente con nuestro interior, es abrir la puerta que
comunica directamente con Dios.
La
crítica también es inversamente proporcional a la madurez de carácter. Pero
antes, es bueno saber que es realmente el carácter.
El carácter de una persona lo constituyen las
peculiaridades, cualidades y defectos que la distinguen de los demás.
Como la constitución de todos
nosotros, los seres humanos, es igual para todas las personas, sería natural
esperar que las personas fueran parecidas en todo, o en casi todo.
Pero esto no es cierto. Vemos
por todas partes grandes diferencias de carácter entre las personas,
diferencias en disposición, temperamento, conceptos de vida, en dones, talentos,
aptitudes naturales, etc.
Y aunque la educación y el
medioambiente influyen en el carácter, Esas cualidades aparentes ya se muestran
antes de que la educación o el medioambiente puedan haber tenido cualquier
influencia, porque ya están dentro de la persona y empiezan a desarrollarse antes
de los implantes externos.
Podemos verlo claramente entre
hermanos, uno de ellos puede tener una disposición alegre y feliz; otro, una
más seria, o quizá una malhumorada; uno de ellos puede ser pulcro y ordenado,
mientras otro es descuidado; uno de ellos puede ser generoso; y otro, egoísta;
uno de ellos puede ser temerario e informal, mientras otro es cauteloso y digno
de confianza.
Esto es así, porque una parte
de nuestro carácter ya viene impregnado desde vidas anteriores. Después del
nacimiento se sigue construyendo, o debilitando el carácter, al repetir pensamientos, al repetir emociones y
sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos.
Si pensamos en algo muy a menudo y durante suficiente
tiempo, ese pensamiento, como decía anteriormente, tendrá tanta fuerza como la
palabra o la acción. Si repetimos un hechofrecuentemente se convertirá en un hábito.
Es también nuestro carácter lo que determina lo que
nuestra manera de pensar hará cuando nuestros pensamientos no están dirigidos
por nuestra voluntad. Somos entonces como una pluma movida por el viento,
dispuestos, entre otras cosas, a la crítica, de una manera feroz.
Como el carácter de una persona está profundamente
arraigado y no cambia de un día para otro, no podemos cambiarlo como lo hacemos
con nuestra disposición de ánimo, pero si podemos cambiarlo y remodelarlo con
el mismo método que utilizamos al construirlo. Es decir, repetir buenos
pensamientos, buenas palabras, buenas acciones. Si un edificio no es lo que
debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse
al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe
hacerse poco a poco.
No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante
un proceso lento y laborioso. Esta es la razón por la cual deberíamos ser muy
cuidadosos con nuestra manera de pensar y con nuestros hechos cuando ocurren
por primera vez.
No existen atajos para remodelar el carácter. Se requiere
un esfuerzo que debe ser constantemente renovado y continuado, con voluntad, a
lo largo del año, mes a mes, día a día.
Está claro, por lo tanto, que
alguien que crítica está lejos de tener una madurez de carácter, madurez que no
se gana con los años por el mero hecho de envejecer, al contrario, con los
años, si no se trabaja el carácter, en vez de madurar y fortalecerse, este se
irá debilitando cada vez más, y la persona, ya que estamos tratando la crítica,
será más criticona.
Y los criticados, ¿Qué pueden
hacer?, pues no pueden hacer nada más que oídos sordos a la crítica, bendecir
al que critica, darse la vuelta, marchar y frecuentar poco al crítico.