En un valle escondido,
donde las flores silvestres bailaban con el viento y los ríos susurraban
secretos antiguos, vivía una comunidad de aves de un azul tan profundo que
parecían pedazos del cielo caídos a la tierra. Entre ellos, había un joven llamado
Azur, conocido por su curiosidad insaciable y su canto melódico que resonaba a
través de las colinas.
Un día, mientras el
sol se despedía con tonos de naranja y púrpura, Azur se posó sobre la rama más
alta de un árbol centenario y comenzó a reflexionar sobre su existencia.
"No sabemos de dónde venimos," pensó, mirando al horizonte donde el
cielo se encontraba con la tierra. "Pero sí podemos decidir adónde
vamos."
Con esa idea en mente,
Azur decidió emprender un viaje para descubrir el propósito de su vida. No
llevaba más que las historias de sus ancestros y la melodía de su canto. Voló
sobre montañas nevadas, cruzó bosques densos y exploró valles floridos, siempre
maravillándose con la belleza del mundo.
En su viaje, Azur
encontró otras criaturas, cada una con su propia historia y sabiduría. Un viejo
búho le enseñó la paciencia, una mariposa le mostró la transformación, y un pez
le habló de la importancia de fluir con la corriente de la vida.
Finalmente, después de
muchas lunas y soles, Azur llegó a un lugar que nunca había visto en mapas o
escuchado en leyendas. Era un jardín secreto donde las estrellas bajaban a la
tierra para descansar. Allí, entre la luz de luciérnagas y el perfume de flores
nocturnas, Azur encontró su respuesta.
"El propósito de
la vida no es un destino al que llegar, sino un camino que se crea con cada
elección, con cada vuelo, con cada canción," cantó Azur. Y con esa
revelación, decidió regresar a su hogar, no como el ave que buscaba respuestas,
sino como el mensajero de una verdad encontrada.
Desde entonces, la
historia de Azur se cuenta en el valle, inspirando a generaciones de aves a
emprender sus propios viajes, recordándoles que aunque no sepan de dónde
vienen, siempre pueden decidir adónde van.
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