Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
¿Alguna
vez te has sentado a la orilla de un río para contemplar como corre el agua por
su cauce? El agua que iba pasando, lenta o rápida, por delante de ti, nunca era
la misma, siempre era distinta. Lo podrías comprobar si algo flotara en el
agua, pasaría por tu espacio visual, sin detenerse ni un instante. Así es la
vida, siempre continua, sin detenerse, como el fluir del agua por el cauce del
río.
Y
si la vida no se detiene, ¿Por qué intentamos detenerla nosotros, quedándonos
anclados en sucesos del pasado, en palabras que alguien nos ha dirigido, o
sencillamente en nuestros propios pensamientos?, ¿Qué pasaría si construyéramos
en el río una especie de brazo, por el que el agua fluyera para ir a dar a
algún lugar donde quedara estancada?, pues que al cabo del tiempo, el agua
estancada comenzaría a descomponerse. Se volvería putrefacta y maloliente.
Ocurre
exactamente lo mismo cuando detenemos, en nosotros, el libre fluir de la vida. Por un lado, nos perdemos vivir la vida, no
estamos en su cauce, y la vivimos de manera tangencial, viéndola pasar desde el
punto en que nos encontramos detenidos, no la vivimos plenamente. Y por otro
lado, en ese permanecer estancados, estamos alimentando nuestro cuerpo físico
con la energía estancada, que como el agua, también se pudre. Ahí surge la
enfermedad, ya sea física, mental o emocional.
Nuestra
percepción de la vida, no es entonces clara. La vemos y la vivimos a través de
nuestra aura, que es tan putrefacta y maloliente como el agua estancada; la
observamos a través de nuestros pensamientos, que también permanecen detenidos
en algún punto del pasado, y entonces, podemos calificar a la vida,
posiblemente, como mala, triste, dura, etc., según sean los propios pensamientos;
la sentimos a través de nuestras emociones, que atados a nuestros pensamientos,
son incapaces de vivir una vida plena.
Ante
eso, sólo nos queda, para vivir la realidad de la vida, salir del punto donde
nos quedamos estancados, y volver al cauce de la vida para seguir su fluir,
como un corcho que flotara en la corriente del río.
Es
bueno para no quedarnos anclados en algún punto del pasado, rediseñar la propia
vida. Siéntate en soledad y en silencio, con un papel y un lápiz, y
honestamente, comienza a rediseñar tu vida, comienza a escribir como es la vida
que te gustaría vivir: Lugar de residencia, tipo de vivienda, trabajo,
relaciones, etc., etc., etc.
Una vez
hecho, compáralo con la vida que vives. Es posible que llegues a la conclusión
de que tu vida actual, de seguir en las mismas condiciones, no tiene ningún
aliciente. Cuando la realidad, es que cada instante de vida siempre es nuevo,
siempre es pleno, siempre está lleno de alicientes, de sincronicidades, de
alegrías. Cada instante de vida, vivido plenamente, es un instante menos que
nos queda para llegar a gozar de nuestra plena divinidad, sin estar atados al
cuerpo, sin estar atados a la materia, que tan difícil hace nuestro recorrido.
A
partir de ahí, está en tus manos hacer realidad la vida escrita en el papel.
Recuerda que, en la actualidad, estás viviendo la vida que en algún momento
decidiste vivir. Cada acción genera una reacción. Tu vida de hoy, es fruto de
tus acciones del pasado. Si tu vida actual no coincide con el nuevo diseño,
comienza a trabajar, “con valentía”, para conseguir esa nueva vida. Olvídate de
lo que digan o piensen los demás. Tu felicidad sólo depende de ti, no de lo que
otros digan o piensen.
Es muy
fácil decir que la solución para terminar con nuestros desequilibrios
emocionales es la “aceptación”. Lo que ya no es tan fácil es llegar a ese
estado. Requiere ser conscientes y trabajar.
En un
principio, nuestras reacciones, ante cualquier acontecimiento, ya sean hacia el
exterior o en nuestro interior, van a ser las mismas. Por eso es necesario ser conscientes. Ante cada situación que se
presente hemos de permanecer conscientes, y observar nuestra reacción y
nuestras sensaciones, y hacernos algunas preguntas: ¿Merece la pena esta
reacción?, ¿Mi dolor hace que cambie en algo el hecho acaecido?, ¿Qué pasa con
mi evolución, crece con este sufrimiento?, ¿Cuál es mi ganancia con este
desequilibrio emocional? La respuesta a estas preguntas parece clara: No merece
la pena mi sufrimiento, porque no va a variar la situación, ya está hecha.
Además con cualquier desequilibrio emocional, lo único que puede suceder es que
retrase mi propio crecimiento. Por lo tanto, “está bien”, y en una próxima ocasión,
lo que se ha de hacer es no favorecer que se vuelva a repetir la situación,
actuando de manera distinta o evitando a las personas que las generan.
Cualquier
circunstancia, al igual que la vida, no es ni dura ni amarga, sólo es nuestra
propia apreciación.
Esto va
a servir de entrenamiento para ir mejorando en la observación de la vida y sus
situaciones. Hemos de ser meros observadores de la vida, incluso cuando las
situaciones nos afecten directamente, porque sólo afectan al cuerpo, no a
nosotros que somos el alma, que somos una chispa divina.
Pero ser
conscientes y observadores de la vida, va a servir cuando ya permanezcamos
equilibrados, y para que llegue esa circunstancia, hemos de realizar un trabajo
adicional: Meditar, meditar para limpiar las causa y acostumbrar a la mente a
la “aceptación”. Al final de esta entrada te propongo una meditación que te
puede ayudar.
Manteniéndonos
conscientes y meditando, poco a poco, conseguiremos que cualquier situación de
la vida, sea eso, una situación, que en nada afecte a nuestro sistema
emocional.
Para
esto, sólo hemos de tener claro cuál es el tipo de vida que queremos vivir, y
una vez claro de que no se quiere ningún tipo de sufrimiento, sólo queda poner
manos a la obra para conseguirlo.
Suerte.
Esta es la
meditación prometida. Es una meditación de Kundalini-Yoga, enseñada por Yogui
Bhajan el 22 de Octubre de 1971.
Es una meditación para el cambio
La ley del universo es cambio.
Todas
las cosas cambian. Sin embargo, con cada cambio en tu vida, una cosa parece que
no cambia: el ataque de nuestro propio ego.
Tú
cambias, pero tu propio ego no te deja ver tu propia madurez o potencial, y
esto crea una condición de constante molestia en tu mente.
La
diferencia entre tu realidad y la percepción de la realidad a través del ego
crea dudas, y las dudas crean miserias.
Las
dudas roban al menos un metro de tu aura, pero tu ego no te dejará cambiar tan
fácilmente, bloquea la comunicación.
Tienes
que evaluarte a ti mismo, para salir de la oscuridad.
Un
hombre tiene mucha suerte si tiene un gurú para evaluarle.
Para
ser feliz a través de los cambios y para tener una gran expansión de tu alma,
tienes que entregarte a ti alma superior.
Para
ayudar al proceso de la autoevaluación, para convencer a tu ego que cambie, y
para desbloquear la comunicación inconsciente, práctica esta meditación cada
día.
Postura:
·Siéntate en postura fácil con la espalda
recta.
·Eleva
el pecho.
Mudra:
·Dobla los dedos en puño.
·Las puntas de los dedos tocan en la palma de
la mano.
·Sube las manos al centro del pecho.
·Las manos se tocaran ligeramente en dos
sitios solamente:
- Los nudillos de los
dedos Saturno, (corazón).
- La yema de los dedos
pulgares.
·Los
pulgares están extendidos hacia el chakra cardiaco.
Ojos:
·Cerrados.
Mantra:
·Sin
mantra.
Realización:
·Mantén la posición.
·Siente la energía en tus pulgares y tus
nudillos.
·Respira largo, profundo y completamente.
·Sigue
el movimiento de tu respiración.
Tiempo:
·Continua durante 31 minutos.
·Después, inhala completamente y relaja
durante 5 minutos.
·Practicando y haciéndote un maestro en esta
kriya, puedes extender el tiempo otros 31 minutos después del primer periodo.
No sabemos, o si lo sabemos no
actuamos como tal, que somos seres divinos, que venimos de Dios y hemos de
volver a Dios, y todo nuestro trabajo en el cuerpo, no es más que recuperar esa
memoria perdida, perdida al poco tiempo de tomar contacto con el cuerpo físico.
Es justo empezar a “tener uso de razón”, y perder de vista la razón de nuestra
visita a la materia. Y ni la sociedad, ni nuestros modelos pueden ayudarnos a
no perder la memoria, porque ellos mismos la tienen perdida.
Ante esto, que sólo es una pérdida de
memoria, acudimos a la medicina tradicional, que normalmente nos receta
medicamentos para esconder la depresión o la tristeza, o acudimos en busca de
terapeutas alternativos, que nos colocan agujas para que circule la energía, o
colocan sus manos, o piedras para equilibrar nuestros chakras, o nos limpian
con ramas, con huevos, con humo, y con un sinfín de cosas más. Y nos sentimos
bien, o al menos mejor. Pero al cabo de cierto tiempo, vuelven los mismos o
parecidos demonios. ¿Por qué?, pues sencillamente, porque la causa,
normalmente, sigue en la persona.
Otras veces, también queremos curar
nuestros males acudiendo a clarividentes o adivinos. Pensamos que sabiendo cual
será nuestro futuro, sanaremos nuestro pasado. Nada más lejos de la realidad,
aunque puede ser que nos den alguna pista para poder iniciar nuestro trabajo de
sanación, pero la palabra trabajo, sobre todo si se refiere a un trabajo
interior, es casi una palabra maldita.
“Sólo es capaz de sanarse, a si
misma, la propia persona”, el terapeuta es un mero acompañante o ayudante en el
proceso de sanación. La persona que no llega a la comprensión de esta máxima,
volverá a sentir la manifestación de su problema emocional, o de un problema
parecido, al cabo de no mucho tiempo.
La limpieza de la energía negativa y
de los bloqueos en el cuerpo energético, la energización y el equilibrado del
cuerpo energético, al igual que las pastillas, si no han conseguido que la
persona sea consciente e intervenga en su propia sanación, no conseguirán más
que una mejoría temporal, y que los desequilibrios vuelvan a manifestarse como
al principio. Todo eso, que es el inicio de la sanación, y es el impulso
necesario para que la persona se encamine en pos de unas emociones sanas, se
queda en nada.
Decía en el primer párrafo de la
entrada anterior, que son varias las causas de los desequilibrios emocionales,
pero que la solución sólo es una.
La solución pasa por que la persona
se responsabilice de su propia vida, aprenda a “aceptar la vida tal cual es”, y
entienda que “todo está bien”. La vida, y los sucesos que en ella acaecen, no
son ni buenos ni malos, no son ni hermosos ni feos, no son ni alegres ni
tristes, no son ni dulces ni amargos. La vida SOLO ES. Cualquier otro
calificativo, cualquier tipo se sentimiento hacia cualquier acontecimiento de
la vida, sólo es un proceso de la persona. Lo que es blanco para uno, es negro
para otro, sin embargo, insisto, la vida no es ni blanca ni negra, sólo es, y
no hay ningún acontecimiento que sea más importante que otro, la importancia se
la da la persona, de la misma manera que puede sentir amargura o felicidad.
El que “todo esté bien”, no es un
estado mental, es un proceso interior, es un concepto interiorizado en el ser,
es algo hecho sangre. De la misma manera que no tenemos que pensar en cómo
abrir la boca para comer, ya que es algo innato, tampoco tenemos que pensar en
cada situación que se presente que “todo está bien”, ha de ser también innato.
Ante cualquier situación, la reacción ha de ser neutra, ni alegría, ni rabia,
ni tristeza, ni euforia, ni miedo, ni crítica, nada, ha de ser neutra, o lo que
es lo mismo, “todo está bien”. La interiorización de este concepto, es algo
consustancial con el carácter de la persona, caracteres maduros y construidos
lo asumen, y actúan desde esa interiorización sin más; mientras que caracteres
débiles e inmaduros no asumen nada más que su propio dolor, su propia alegría,
y un sinfín de emociones más, desbocadas tanto por arriba, como por abajo.
Las causas de nuestros desequilibrios emocionales, son
múltiples y variadas, mientras que la solución es sólo una.
Son causas
de esos desequilibrios, las decepciones que vamos acumulando a lo largo y ancho
de nuestra vida, el trato y las enseñanzas de nuestros mayores y educadores,
recibido en nuestro crecimiento, los dictados que de manera inexorable marca la
sociedad, posibles cuestiones kármicas pendientes de vidas anteriores, un aviso
del alma de por dónde ha de seguir nuestro camino, y sobre todo, no saber
quiénes somos, ni que somos, ni de dónde venimos, ni adónde vamos.
Nuestra vida
es un cúmulo de decepciones, de deseos incumplidos, de anhelos insatisfechos,
de pérdida de personas, unas porque sencillamente se van, y otras porque mueren;
de expectativas que los demás tienen sobre nosotros, sobre todo los más próximos,
y que no conseguimos llegar a materializar; de críticas recibidas, de nuestros
propios juicios sobre lo que debería ser y no es, y de miedos, tanto al fracaso
como al éxito.
A todo esto
podemos añadir las leyes de la sociedad, que son como la ley de la selva, o la
ley del más fuerte, o la ley de sálvese quien pueda. La sociedad, más que
compuesta por seres humanos, parece estar formada por alimañas, luchando unas
contra otras, tratando de conseguir más que las otras, al precio que sea. En
nada se preocupa la sociedad del bienestar y la felicidad de sus miembros, y
todos sus postulados, y sobre todo los de sus dirigentes, sólo favorecen al
poderoso, pisoteando a los débiles, presentando ante estos últimos, la forma de
vida de los poderosos, casi obligándoles a seguir sus dictados, y lógicamente,
a sentirse frustrados, al no poder conseguir el nivel de vida anunciado: Una
nueva casa, un carro más potente, ropa de marca, viajes a tierras cada vez más
lejanas, etc., etc. Ante tal disyuntiva, todos quieren ser poderosos, pero casi
nadie lo consigue. Los débiles siguen siendo débiles, o aun más débiles, si
cabe, ya que se han ido hipotecando para conseguir…… más frustración.
Y qué decir
de nuestros modelos, modelos en los que todos nos vamos convirtiendo según
vamos avanzando en edad, que no en dignidad, ni en gobierno. En lugar de
enseñar lo que es la felicidad, y como conseguirla, cada modelo, (progenitores,
maestros, líderes de opinión), proyectan en los jóvenes sus propias
decepciones, casi exigiéndoles que sean “algo mas” de lo que ellos mismos
fueron, de lo que ellos mismos consiguieron; sin tener en cuenta los valores ni
las valías de sus educandos. Esas enseñanzas, arrastran a la crítica, a la
conmiseración, a sentirse pequeñitos, al miedo a “que dirán”, y todo ese miedo,
les va arrastrando al fracaso, entre otras cosas porque las metas programadas
son inalcanzables, ya que nadie les ha enseñado como conseguirlas. Sólo les
obligan, casi, a conseguirlas sin más, a costa de lo que sea.
Es posible
que algunas causas de desequilibrio emocional sean debidas a cuestiones relativas
a vidas pasadas, pero como no hay una manera irrefutable de comprobarlo, mejor
no entramos en ella como causa, y trataremos de solucionarla junto al resto de
las causas conocidas.
El alma,
ante la cerrazón de la mente, por la que la persona se deja dirigir, tiene
pocas armas para avisar a la persona que el camino por el que transita, no es
el correcto, y es momento de cambiar la ruta. Y es entonces, cuando surge la
insatisfacción, la ansiedad, el aburrimiento, la desidia, y mil cosas más, que
hacen que la persona, se sienta perdida y emocionalmente enferma.
Aunque posiblemente
la causa más importante de nuestros problemas emocionales sea el no saber
realmente quienes somos, ni de dónde venimos, ni a dónde vamos, y cuál es
nuestro trabajo en el cuerpo.
Hemos
aprendido que somos seres independientes, que tenemos que defender nuestro
espacio. Hemos aprendido que el hombre es un lobo para el hombre. Hemos
aprendido que está bien engañar, si no nos descubren, engañar a la pareja,
engañar al jefe, engañar a los amigos. Hemos aprendido que queremos que nos
respeten, pero no hemos aprendido a respetar. Hemos aprendido que no nos gustan
las críticas, pero que nosotros podemos usarla de manera despiadada. Hemos
aprendido un sinfín de artimañas para usar en contra de los demás, y a veces,
muchas más de lo que somos conscientes, para usarlas también en nuestra contra.
No sabemos, o si lo sabemos no
actuamos como tal, que somos seres divinos, que venimos de Dios y hemos de
volver a Dios, y todo nuestro trabajo en el cuerpo, no es más que recuperar esa
memoria perdida, perdida al poco tiempo de tomar contacto con el cuerpo físico.
Es justo empezar a “tener uso de razón”, y perder de vista la razón de nuestra
visita a la materia. Y ni la sociedad, ni nuestros modelos pueden ayudarnos a
no perder la memoria, porque ellos mismos la tienen perdida.
En una tabla de piedra en la iglesia de
Saint Paul de Irlanda del Sur se encuentra un texto encabezado por la palabra
DESIDERATE, que podríamos traducir por ruegos.
Ve tranquilo y sereno ante el ruido y las prisas, sé la
representación de la paz que cobija el silencio.
Siempre que puedas sé amable con los demás
sin que ello te resulte una carga.
Expresa tu verdad tranquila y clara, y
escucha a los otros, incluso al necio e ignorante, ellos también tiene su
historia.
Evita a las personas ruidosas y agresivas,
son una tormenta para el espíritu.
No te compares, si te comparas con los
demás, te amargarías y te sentirías nulo, porque siempre habrá alguien que sea
más grande o pequeño que tú.
Alégrate de tus propios resultados y de tus
proyectos.
Permanece interesado en tu propia carrera
por modesta que sea.
En tus ocupaciones profesionales, deja que
rija la cautela, porque el mundo está lleno de engaño. Pero esto no debe
hacerte ciego a la honradez que también existe. Muchas personas luchan por
altos ideales y en todas partes la vida está llena de heroicidades.
¡Sé tú mismo! Sobre todo no finjas
simpatías. No seas cínico respecto al amor, porque siempre está permanente,
igual que en la faz de toda sequía y deserción está la hierba.
Soporta amable y sereno los consejos de la
edad y encomienda con benevolencia las tareas a la juventud.
Fortalece la energía de tu espíritu para que
te proteja del mal repentino.
No te intranquilices con vanas esperanzas.
Sé bueno contigo mismo, con una saludable
medida de autodisciplina.
Eres un hijo del Universo, no menos que los
árboles y las estrellas. Tienes derecho a estar aquí y, sin duda, el universo
seguirá su curso como está previsto, seas consciente de ello o no.
Por lo
tanto, vive en paz con Dios, sea cual sea el concepto que tengas de Él y sean
cuales sean tus anhelos y esfuerzos.
Conserva
la paz en tu alma en el ruidoso laberinto de la vida, ya que a pesar de la
apariencia, de las fatigas y de los sueños rotos, LA VIDA ES BELLA. SÉ
PRUDENTE. ASPIRA A LA FELICIDAD.
"El aprendizaje es una diversión, el éxito no se persigue, el verdadero éxito llega cuando dejas de ofrecer resistencia, cuando no te agarras a la vida, porque agarrarse a la vida persiguiendo el éxito, es perder el éxito y la vida".
Este es un párrafo del libro editado por la Fundación Elial: "El Camino de la Felicidad", aprendiendo a ser feliz.
Desde
antes de nacer, el corazón del ser humano empieza a latir en el útero materno,
y no lo deja de hacer hasta que el alma decide abandonar el mundo de la materia;
de la misma manera que la respiración, que comienza en el mismo instante en que
nos asomamos a la vida, y no termina hasta el momento del regreso a la Energía
Divina.
El
corazón latiendo, siempre latiendo y la respiración siempre con su vaivén, nos
atan a la vida, de manera autónoma, de manera automática, sin que seamos
conscientes de que es esa respiración y ese latir, los que nos mantienen con
vida. Creo que vivimos a pesar de nosotros mismos, a pesar de lo mal que
tratamos a nuestro cuerpo y de rebote a nuestro corazón, a pesar de olvidarnos de
como se respira, utilizando músculos que nada tienen que ver con la
respiración.
Y,
a pesar de la importancia, de la importancia vital de nuestra respiración y del
latir de nuestro corazón, pocas son las personas que dedican un momento en su
día para comprobar cómo es esa respiración, o como late su corazón.
Al
igual que los seres humanos, los animales también respiran y también tienen un
corazón que bombea de manera permanente, y como muchos seres humanos, ninguno
de ellos es consciente de la maravilla que está ocurriendo en su cuerpo. Sin
embargo, los animales, en su nivel dentro de la evolución, no saben que ellos
también son más que ese cuerpo que sólo se puede dirigir por los instintos. No
tienen una mente que razona, una mente que les puede llevar a preguntarse qué
hacen en la vida, o qué diferencia hay entre la vida y la no vida.
Los
seres humanos, casi todos, en algún rincón de su mente, tienen la conciencia de
que son algo más que el cuerpo, muchos creen que tienen, o que son, algo que se
denomina alma, aunque como no se ve, no saben ubicarla, y no se identifican, en
absoluto con ella.
Todo
eso, en cuestiones de vida, hace que esos seres humanos se diferencien en poco
de los animales, ya que rigen el cuerpo por los mismos instintos con los que se
rigen los animales, comen cuando tienen hambre, aunque muchos, al contrario que
los animales siguen comiendo después de saciada la necesidad de comer; beben
incluso cuando no tienen sed, y en ocasiones bebidas dañinas para el cuerpo; y satisfacen,
como los animales, sus necesidades fisiológicas de manera instintiva.
En
casi todas las cuestiones referentes al cuerpo, la diferencia entre el animal
que se rige por los instintos, y el ser humano que tiene una mente racional, es
mínima.
¿Cómo
ser más humanos racionales y menos animales instintivos? Aunque resulte
paradójico, lo podemos conseguir siendo conscientes del cuerpo. Y se es
consciente del cuerpo sintiéndole, sintiendo sus sensaciones, sintiendo su
respiración, sintiendo sus latidos. Es en esos momentos en que estamos
sintiendo el cuerpo, cuando podemos despegarnos de él, cuando podemos, aunque
sea por un instante, conectarnos con eso otro que realmente somos, con el alma.
Es a partir de ahí, cuando no sólo nos despegamos del animal, sino que también
nos despegamos del ser humano normal, para atisbar nuestra propia divinidad,
convirtiéndonos, aquí en la Tierra en superhumanos, con todos nuestros poderes
divinos desarrollados.
No
somos el cuerpo. El cuerpo sólo es, aunque de vital importancia, el vehículo
del alma; el instrumento desde el cual tenemos que realizar nuestro trabajo de
acercamiento a nuestra Divinidad, el instrumento para nuestro aprendizaje, el
instrumento desde el que hemos de vivir todas las experiencias humanas, sin
apegarnos a ellas. ¡Sientelo!
¿No
te gusta la vida que llevas?, ¿Tienes la sensación de que está a a punto de
suceder algo, que no sabes qué, pero que no termina de pasar nunca?, ¿Tu vida
es una repetición de situaciones insufribles?, pero, ¿Haces algo nuevo para que
cambie todo eso que no te agrada?, ¿Eres consciente de que si siempre haces las
mismas cosas, el resultado siempre será el mismo?
Bueno,
es posible que si hagas algo, lamentarte. Pero solo con lamentos no vas a
conseguir nada. Si no cambias alguna cosa en tu vida, no puedes esperar
resultados distintos, todo será siempre igual, pesadamente igual, aburridamente
igual, tristemente igual. Es como la persona que siempre va al mismo cine donde
proyectan la misma película. Es claro que siempre va a ver esa misma película.
Para cambiar de cinta, en necesario que cambie de sala.
La
vida es cambio. La vida es un fluir permanente. Es imprescindible el cambio. Pero
para cambiar es necesario, en primer lugar, saber cuáles son los resultados que
te gustaría obtener. ¿Sabes lo que quieres? Rediseña tu vida. Escribe con todo
lujo de detalles cual es el tipo de vida que deseas, y cuando realmente tengas
claro que es lo que deseas obtener, piensa en las acciones que deberías poner
en marcha para conseguir los nuevos resultados. ¡Con valentía!, ¡sin miedo!, ¡con
decisión!.
De
nada vale lamentarse, ni enfadarse, ni quejarse. Recuerda que energías de la
misma calidad se atraen, y que lamentos, quejas y enfados, sólo hacen que
llegue a ti más de lo mismo. Si quieres alegría, paz, felicidad y amor, has de
sembrar esas semillas en tu campo emocional, y después, regarlas y cuidarlas
con mimo, para que cuando llegue la época de la recogida, sea ese el fruto que
haya en tus campos. Pero si no cambias las plantas que crecen en la actualidad
en tu campo, miedo, tristeza, dolor, sufrimiento, seguirás recogiendo el mismo
fruto una cosecha tras otra.
Para
cambiar tu vida:
-Medita sobre el tipo de vida que deseas.
-Ten claro que has de hacer para conseguirlo.
-Se valiente para afrontar los cambios.
-Trabaja para consolidar esos cambios.
-Ten paciencia mientras esperas los resultados.
-Olvídate del “qué dirán”. La gente que te rodea no
está acostumbrada a ver personas valientes y felices en su camino, y harán lo posible
para zancadillear cualquier proyecto que se salga del estándar de la sociedad.
A ellos les gusta que el resto del mundo sea tan infeliz como ellos mismos.
Y
mientras tanto, para no volver sobre tus pasos, observa los boicots y las
trampas que tu propia mente va tejiendo para sacarte del nuevo camino que te
has trazado, y enviarte de nuevo, al camino conocido.
Ánimo, al final de ese nuevo camino,
te espera un nuevo mundo lleno de felicidad, lleno de alegría, lleno de amor, y
lleno de dinero, si eso es lo que has decidido. La vida es de los audaces.
Recuerdo
epítetos que con más frecuencia me han ido dedicando, y me siguen dedicando:
“descastado”, “pasota”, “despegado”, “indiferente”, “raro”, “babau”, y un
sinfín de ellos más. Todo porque no expreso, como se supone que debería
hacerlo, según la conciencia social, sentimientos o expresiones de dolor, de
euforia, de tristeza, de ira, etc.
A
veces, yo mismo me pregunto porque no me alegran o me entristecen las
situaciones que alegran o entristecen a los demás, y mi propia respuesta, es
que no es exactamente así, ya que sí siento la alegría, y el dolor, y la rabia,
y el miedo, pero, afortunadamente, no me dura mucho. Dura tan poco, que no
tengo tiempo de exteriorizarlo, y cuando dura un poco más en el tiempo, me
siento absorbido hacia dentro de mí, como si me recogiera en mi interior,
analizando la causa de dicha emoción y de las circunstancias por las que se ha
producido.
Lo
que sí siento, siempre, es el estado de las personas que se supone son
responsables de alterar mis emociones, o las de otro, llegando a un estado de
comprensión del porqué de tal actitud. Llegado a este punto, siempre encuentro
una justificación a tantas y tantas conductas irracionales, sintiendo, en la
mayoría de los casos, una tristeza infinita, al comprobar, que todo el dolor y
todo el sufrimiento con el que cargan a otros, se podría evitar si dejaran de
conducirse por los instintos, alimentados por la irracionalidad de sus mentes;
se podría evitar si las personas vivieran desde el corazón, dejando descansar
sus mentes malévolas, y actuaran sintiendo que el otro es uno mismo.
Me
alegro infinito desde ese lugar de mi interior, de ser descastado, pasota, o el
sinfín de calificativos que me dedican, y sobre todo, me alegro, porque no
siempre ha sido así. Creo que ha sido más una evolución desde antiguos ataques
de rabia, o de ira, o de tristeza o incluso de euforia, hasta los actuales
momentos de serenidad, de paz interior, o de pasotismo, y por ende, de
felicidad.
Soy
feliz con mi esposa, pero no por mi esposa; soy feliz con mi trabajo, pero no
por mi trabajo; soy feliz con mi vida, pero no por mi vida. ¡Soy feliz conmigo!
No hay nada fuera de mí que me haga feliz o desdichado, todo me da igual, es
cierto. Creo que todo está donde debe de estar, y además se ha colocado, o yo
he ayudado a colocarlo, para ser feliz de la mañana a la noche, un día tras
otro.
En
el recorrido que he hecho por mi vida para escribir esta entrada, soy
consciente de que tampoco ha sido tan duro, y ni tan siquiera trabajoso.
Supongo que todo empezó un día en el que debí de sentirme el más desdichado de
los mortales, por alguna perdida, o por alguna decepción importante, y buscando
la fórmula para que no se volviera a repetir, llegué a la conclusión de que no
había nada, ni había nadie, que me llenara completamente, por lo que yo sólo
debía encontrar la fórmula para sentirme lleno, a pesar de….., y la formula es:”Todo
está bien”.
Todos
somos iguales, y allí donde llega una persona, puede llegar cualquiera otra. Tú
también puedes conseguirlo. Está en tus manos. Eso sí, te van a llamar
desapegado, babau, raro, pasota, etc., etc., pero a ti te va a dar igual.
La ola realizó un extraño balanceo
interior, se irguió cuajada de espuma sobre la superficie y con la oportuna
ayuda del viento, un puñado de gotas se escapó de su cresta y empezaron a volar
sobre la superficie del océano.
Miles,
tal vez millones de pequeñas gotas giraban, flotaban, danzaban en el espacio
antes de caer nuevamente sobre el mar.
Una
de ellas miró a su alrededor y pensó: esa gota de allá es bastante flaca, la de
más acá es en cambio demasiado gorda, esa parece muy brillante pero pequeña, insignificante,
esa otra en cambio es un tanto opaca, como si estuviera sucia.
Y
así siguió y siguió describiendo todo que alcanzaba a ver durante ese breve
segundo al que ella ahora llamaba "toda una vida".
Más
tarde se disgustó con una gota que, según ella le hacía sombra, y se hizo amiga
de otra, que a su parecer era como ella.
Con
el "tiempo" empezó a detestar a unas, y a querer a otras, y en igual
medida a temer, admirar, despreciar, seducir, compadecer o apartarse de otras
que eran "odiosas", "amables", "inteligentes",
"feas", "agresivas", "hermosas",
"hipócritas", "geniales", "oscuras",
"triunfadoras", "vacías", "positivas",
"traicioneras", "generosas", "santas" o
"destructivas" según su particular forma de verlas.
En
una ocasión chocó suavemente con una de ellas y en ese choque algo cambió, se
miró en la otra gota y se reconoció a sí misma: eres mi gota gemela, exclamó
emocionada, y sucedió que de ese choque brotaron gotas más pequeñas a las que
llamó gotas hijas.
En
verdad, pensó, soy capaz de dar vida.
Más
tarde, trazó un círculo y dijo: todas las gotas que están dentro del círculo
son mi familia y mis amigas, las que están fuera son mis enemigas o gotas poco
confiables.
A
las primeras las amo y las respeto, a las segundas, las detesto y les temo.
Con
la seguridad de tener bien delimitado su mundo, sonrió satisfecha al tiempo que
seguía su caída inevitable.
En
los últimos instantes, en una millonésima de segundo antes de tocar la
superficie del océano, la gota se dio cuenta de algo, pero no supo expresar lo
que sentía.
Era
un sentimiento inmenso, poderoso; algo que la llenaba por completo, pero que al
mismo tiempo la dejaba vacía, una especie de destello que borraba todo lo
demás, parecido a lo que por unos instantes había sentido con esa gota con la
que alguna vez había chocado suavemente y en la que se había reconocido, pero
ya era demasiado tarde: la gota cayó finalmente al océano.
Tan
pronto como tomó contacto con el agua, se dio cuenta de algo maravilloso: en
realidad ella no era una gota, no, su nombre era. Su nombre era "Océano".
Más
aún, sus límites no eran diminutos, como había creído, sino gigantescos.
Una
parte de ella eran olas pequeñas en las que se bañaban los niños de una playa
de África, otra parte llevaba - como si fuera una caja de fósforos - a un barco
carguero, otra parte de ella misma se erguía poderosa mientras cabalgaba y era
cabalgada por un huracán en el Caribe, otra tocaba las gélidas costas de la
Antártida, otra las costas de Oceanía, otra se agitaba inquieta en el estrecho
de Bering.
De
pronto se dio cuenta de su enormidad y de su poder sin límites.
Mi
nombre es Océano, se dijo emocionada, ¡Océano!
No
tardó mucho su emoción pues una ola la levantó sobre la superficie del agua y
con el soplo de la brisa marina se convirtió otra vez en una gota que giraba y
flotaba sobre la superficie.
Olvidando
todo lo anterior, se volteó y dijo: el mundo está lleno de gotas, hay gotas
flacas como la de allá, gordas como la de acá, brillantes como esa, opacas como
aquella...
En
esas estaba cuando vio una gota junto a ella; en apariencia era como todas las
demás pero había un algo que le atraía de forma inevitable.
Su
mirada era diferente, su forma de estar y de girar y de ondular al compás de la
brisa era extraña, única.
No
podía dejar de mirarla, era como si danzara al mismo tiempo que estaba quieta,
era como si hablara a la vez que permanecía en silencio, y cuando giraba una
luz dorada la iluminaba y ella, no sabía cómo, empezaba a parpadear de manera
hipnótica.
Al
fin, rompiendo esa mezcla de temor y reverencia por aquella gota extraña, le
dijo: ¿quién eres?
La
gota la miró con dulzura y le contestó: soy tú.
Se
sorprendió de semejante respuesta. ¿Cómo era posible eso?, ¿se trataba de una
adivinanza tal vez?, ¿era acaso un misterio insondable?, ¿una broma quizá? Se
la quedó viendo sin atreverse a decir nada.
Mírate,
le dijo entonces la gota, mírate hacia dentro y verás que tengo razón.
La
gota siguió sin entender.
Cierra
los ojos, insistió, escucha tu silencio interior, déjate ir.
No
puedo, se rebeló la gota, cómo puedo cerrar los ojos cuando hay tanto que ver,
como puedo sumergirme en el silencio cuando hay tanto que oír.
Tus
ojos te engañan, tus oídos también, dijo entonces la gota brillante.
No,
dijo la gota retrocediendo, aléjate, por un momento creí que eras, no sé,
especial, pero ahora veo que estás loca.
Claro
que sí, dijo la gota brillante, loca para tu exterior, pero cuerda para tu
interior. Una parte de ti sabe que tengo razón, la otra lo niega.
La
gota dio un salto hacia atrás aprovechando una leve ondulación de la brisa
marina.
Aléjate,
gritó, aléjate o te denunciaré con las otras, les diré que estás loca, que eres
una amenaza, que debemos deshacernos de ti.
Puedes
hacerlo si quieres, contestó con tranquilidad la gota brillante, pero por más
que me alejes siempre estaré contigo, porque soy tú, porque soy todas las gotas
y mucho más de lo que imaginas.
Algún
día comprenderás lo que he querido decir, agregó, algún día, cuando otra ola te
levante sobre el océano y saltes a esto a lo que llamas "vida", una
memoria escondida te asaltará, algo brotará desde adentro como un rayo de luz y
recordarás, aunque sea de manera nebulosa, algo de lo que en verdad eres.
Entonces,
dando un giro increíble, se alejó.
El
destello de esa gota la dejó afectada durante un "largo" tiempo.
Con
frecuencia pensaba en ella o soñaba con ella, y hubo un tiempo en que ya no
sabía qué sentir, si temor o amor, y sucedió que una fracción de segundo antes
de caer otra vez en el océano, se dio cuenta, sí, se dio cuenta con claridad de
lo que había querido decirle aquella gota extraña, pero ya era tarde.
Cuando
tocó nuevamente el agua del mar, se estiró todo lo que pudo, sintió todas sus
olas en todas las costas del mundo, y volvió a sentirse océano enorme y poderoso.
Entonces
rogó para que en la próxima ocasión en que una ola la levantara sobre la
superficie del agua y la lanzara al aire nuevamente, no olvidara lo que en
verdad era.
Y
así fue: dos o tres olas más tarde, pudo verse a sí misma como una gota-océano
flotando, girando, danzando entre millones de gotas aparentemente distintas.
Sintió
una felicidad enorme pues al fin se acordaba y se daba cuenta de que había
dejado de estar dividida entre la ignorancia y la sabiduría, entre la pequeñez
y la grandeza, entre la apariencia y la esencia.
Una
gota que la vio brillando con una luz especial, le preguntó intrigada, quién
eres, y ella contestó con tranquilidad: yo soy tú, yo soy océano, yo soy
infinito. La gota que la escuchaba, frunció el ceño.