Todas las situaciones por las que pasan
todos los hombres en la vida de la materia tienen una razón. Es una razón
desconocida e ininteligible para ellos. Es una razón Superior recogida en su
Plan de Vida, con la que el alma, que es la responsable de la aceptación de dicho
Plan, espera conseguir un avance en su evolución.
Es imposible reconocer a priori, la
causa por la que se producen determinadas situaciones en la vida del hombre. A
veces, una vez resuelta la situación, se puede llegar al entendimiento del
porqué ha llegado dicha vivencia en la vida. Aunque tampoco es muy común que
una vez resuelta se den vueltas de porqué ha pasado algo y no otra cosa.
Las situaciones positivas también están
determinadas por la misma ley, pero estas, al ser positivas y no causar
sufrimiento no van a hacer que la persona se detenga, ni tan siquiera un segundo,
en preguntarse porque ha vivido tal situación, ni porqué le ha tocado vivirla a
ella y no al vecino.
Sin embargo, las situaciones que los
hombres califican de negativas, de penosas, llenas de sufrimiento o de
incertidumbre, van a hacer que levante los ojos al cielo y pregunte ¿Por qué
Señor?, van a hacer que pidan con auténtica devoción que se resuelva su dolor,
van a hacer que se pregunten, una y mil veces, porqué les está sucediendo, van
a orar, a pedir, a rogar y hasta a maldecir, porque la situación sigue ahí,
inamovible, o avanzando muy lentamente.
Ya sea la vivencia positiva o negativa,
ya sea que se pregunten la razón o no, ya sea que sean conscientes o no de lo
que les está “tocando” vivir, les va a ser muy difícil entender la situación.
La mente humana, con todo y ser
magnífica y poderosa, está lejos de la Mente de Dios, y en ningún caso, y ante
ninguna situación, va a conseguir entender la razón. Es la Razón de Dios.
El Plan de Vida es un Plan Divino y los
hombres no están preparados para entender las razones de ese Plan, ya que es lo
mismo que querer entender los Planes de Dios.
Puede ser que las situaciones se alarguen
y alarguen, un día tras otro, un mes tras otro, un año tras otro. Eso es señal inequívoca
de que el aprendizaje que tal situación lleva implícito no se está realizando,
en la misma persona o en actores implicados.
Puede ser que se resuelvan, después de
cierto tiempo, y no vuelvan a presentarse situaciones similares nunca más, La
señal, también inequívoca, es que se ha aprendido, se ha crecido, se ha
evolucionado.
A veces, se resuelvan en falso, y al
cabo de cierto tiempo vuelven a presentarse, una o más veces de manera cíclica en
la vida de la persona. La señal es que no se ha extraído la enseñanza, y es muy
posible que sea una asignatura para la próxima vida.
¿Qué les queda entonces a los seres
humanos ante situaciones que les hacen sufrir?, ¿Cómo saber la enseñanza
subyacente de tal situación?
Ni se sabe, ni se puede saber cuál es
la enseñanza incluida en la situación. Solo queda la aceptación. La aceptación
lleva implícita la liberación del sufrimiento. De nada sirve rebelarse, ya que
el deseo de resolución, es eso, un deseo, patrocinado por el ego, promovido por
el orgullo, deseando “algo” que seguro no es necesario. Y en lugar de levantar
los ojos al cielo pidiendo a Dios que se resuelva, levantarlos diciendo “hágase
Tu Voluntad”.
Confíen en Dios. Él da a los hombres lo que necesitan, no lo que sus egos creen que necesitan.
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