Seguro que todos habéis despertado alguna
vez al final o en mitad de un sueño trágico o un sueño terrífico, y al ser
conscientes de que estabais durmiendo y, solo era un sueño, habéis sentido tal
alivio que habéis saltado en la cama alborozados, o sencillamente habéis seguido
acurrucados en la misma postura pensando “¡Uf! Gracias a Dios, solo era un
sueño”.
Pues eso es la vida amigos: “Un sueño”.
Un sueño en el que se mezclan episodios trágicos y episodios alegres, momentos
de dolor, eternidades de preocupación, o instantes de amor, por nombrar solo
algunas de las etapas que se van sucediendo en la vida de los hombres.
Llegará un momento en vuestra vida, en
esta, o en las venideras, en las que abriendo los ojos del corazón llegareis primero a la
comprensión de que solo estáis interpretando un papel, preparado minuciosamente
junto al Director de la obra, para pasar después de la comprensión a la
aceptación, más adelante de la aceptación a la entrega, y por fin con la
entrega llegareis a Dios. Y como sucede con el despertar en mitad del sueño terrorífico
pensareis: “¡Uf!, menos mal que todo era un sueño”.
Los problemas de los hombres tienen su raíz
en la acción que se produce con una sola palabra: “Separatividad”.
La
separación de Dios, el creerse seres independientes, deviene en enfermedades que
provienen por los bloqueos de la energía del alma. La independencia en la que
creen vivir les produce preocupaciones que no son más que proyecciones de su
mente, al igual que lo que llaman felicidad. Ambas, felicidad y preocupación,
son pura ficción, lo mismo que el amor que imaginan, que no es más que un
somero recuerdo del Amor que siente su alma por su Creador.
No
eres un ser independiente. No estás solo. El punto que ocupas en el planeta no
es el centro del Universo. Eres como una gota de agua en mitad de los mares, exactamente
igual a los miles de millones de gotas de agua que componen los océanos. No
tienes que defenderte, (ni atacar), a otros por ser de distinta raza, de
distinta religión, de distinta creencia política, de distinta cultura o de
distinta clase social.
Ellos
son tu espejo. Mírate en ellos. Y cuando comprendas que son iguales que tú,
hijos todos del mismo Padre, comenzarás a entenderlos, comenzarás a respetarles, comenzarás a perdonarles,
comenzarás a amarles.
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