El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 15 de septiembre de 2023

Palabras y hechos

 



No se trata de palabras, no tienen demasiado valor. Se las lleva el viento y las que salen de cada boca lo hacen a través del tamiz de la dualidad, bien o mal, que la persona siente en ese momento.

De lo que se trata es de las acciones. De como somos en nuestras acciones. Hemos de accionar dejando de lado cualquier juicio de valor y, sin importar que es lo que esté sucediendo, hemos de tener presente que “todo” es de una perfección absoluta, que Dios está en cada instante y que “todo” está supeditado a un propósito superior.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Recuerdos



      Hoy mi mente está teñida de nostalgia porque se ha estado paseando por acontecimientos ocurridos hace 12 años, recordando hechos que se dieron con motivo de mi cambio de residencia a Perú.

     A los 15 días de haber tomado la decisión de ir al Perú, comenzó a moverse la venta del piso que tenía a la venta en Sabadell y en otros 15 días se concretó la venta.

Me hizo pensar, y mucho, que justo después de tomar la decisión personal de irme al Perú, se vendiera el piso en un mes, después de 5 años de tenerlo a la venta, sin conseguir ni un solo interesado. Si tenemos en cuenta, como dicen los modernos gurús, que la casualidad no existe, no me queda más remedio que creer que la venta del piso estaba enlazada con el traslado a Perú y, que la decisión del viaje fue como si se abriera una compuerta por la que todo comenzaba a circular, después de un cierto tiempo estancado.

Pero no solo eso, el centro de yoga que dirigía en Sabadell junto a una amiga y socia se traspasó en un mes. Todo se estaba resolviendo con una facilidad pasmosa.

Durante los 5 años que el piso estuvo en el mercado estuve trabajando la Ley de la Atracción, un día sí y otro también, para acelerar la venta. Visualizaba a los compradores dándonos un cheque mientras nosotros les entregábamos las llaves. En múltiples ocasiones sentía tan fuerte la emoción de que la venta estaba hecha que, al ver, en los siguientes días, que todo seguía igual y no pasaba nada, se apoderaba de mí una sensación, tan fuerte, de impotencia y frustración que tenía que hacer un trabajo interno especial para recuperar mi centro.

 Tengo que reconocer que siempre he tenido serias dudas sobre el funcionamiento o la veracidad de la Ley de la Atracción. Tenía claro que yo no había atraído la venta, porque en esos días mi mente y mi energía no estaban para nada enfocadas en ello. Mi mente estaba enfocada en lo que me iba a encontrar, en leer guías del Perú y todo lo que cayera en mis manos que hablara del país, en cual sería mi ocupación una vez allá, en cuál era su moneda y su valor en el cambio a euros y, en un millón de cosas más, pero ninguna estaba relacionada con la venta del piso.

Todavía no había comunicado a nadie mi decisión, por lo tanto, la energía de todos los demás, sobre todo de mi ex esposa, no había variado un gramo para que se concretara la venta. Y, sin embargo, se dio.

Creía entonces, y ahora, con más razón, por los acontecimientos de la vida, que para que se dé alguna cosa, no hay que estar tratando de generar la energía de la cosa, que se quiere conseguir, como conseguida. Es muy laborioso eso de estar pensando todo el día que me siento muy feliz con la venta del piso, cuando la realidad era que estaba del piso hasta “más arriba de la coronilla” y, además, si no estoy mal informado, Dios quiere que nos divirtamos. Para mi no es muy divertido intentar sentirme emocionalmente fantástico por algo que no tengo. Puedo aceptarlo, lo acepto, no me quejo, pero de diversión, poca.

Creo que todo el montaje de la vida es como los videojuegos. Para pasar de nivel hay que superar el nivel anterior. Me explico.

Cuando venimos a la vida, el alma establece un Plan, en el que aparecen reflejadas todas las cuestiones importantes. Pero no existe un tiempo de cuando van a materializarse o una fecha límite para su realización. Entre otras razones porque el tiempo es algo intrínseco con la materia. Al otro lado de la vida, allí donde solamente somos energía, no existe el tiempo ni el espacio.

Este concepto de “no tiempo” y “no espacio”, no voy a decir que me atormenta, pero si que ha ocupado muchas horas de mi pensamiento. Siempre me he preguntado cómo puede ser que, sin materia, siempre sea “ahora”, aunque, la realidad es que aquí, en la vida física también se cumple la regla de que siempre es ahora, ya que, si no tuviéramos mente o, la tuviéramos lo suficientemente adiestrada, no viajaríamos al pasado, que solo es un recuerdo de la mente, y tampoco construiríamos castillos en el aire que no dejan de ser deseos fabricados por una mente caprichosa.    

Volviendo a que la vida funciona como un videojuego, es fácil de entender: Para que se movilice “b”, ha de cumplirse “a”, y cuando se cumpla “b”, comenzará a moverse “c”. Por eso el inmueble estaba “muerto de la risa” esperando que yo completara el nivel anterior que era tomar la decisión de trasladarme a Perú.

Lo curioso de todo esto, es que en los 5 años que estuvo el piso a la venta, un buen número de clarividentes, adivinos, tarotistas y, algún que otro iluminado, iban pronosticando: El piso está vendido en mayo. Y cuando llegaba mayo: el piso está vendido en octubre, y así durante 5 años. Hay mucho charlatán suelto.        

Todo esto fue haciendo que mi nivel de credulidad en todas estás “cosas esotéricas” fuera reduciéndose cada vez más hasta quedar reducido a la nada.

La única guía válida, en la vida, es nuestro Plan de Vida, elaborado por el alma, en compañía de amigos, maestros y familiares que nos acompañan al otro lado de la vida. De dicho Plan, no tenemos el más mínimo conocimiento, pero si nos dejamos llevar por las intuiciones vamos a acercarnos mucho para logar su cumplimentación e ir, así, avanzando niveles.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Experiencias meditativas

 



Mis meditaciones siempre han sido un poco sosas. Las llamo sosas porque nunca me ha pasado lo que cuentan otros meditadores: que ven colores, imágenes, ojos y hasta escenas, que parecen, de otras vidas. Nunca he visto ni oído nada. Bueno, quizás exagero un poco, alguna vez sí que me ha pasado, pero, cuando me ha ocurrido, siempre he tratado de encontrar la razón lógica para que eso sucediera. Y siempre la encuentro. No hay nada que no encuentre la mente si, realmente, quiere encontrarlo. Podrá ser lógico o ilógico, pero a mí, en estos casos, siempre me satisface la explicación de la mente.

Sé que cualquier cosa que aparezca en la meditación tendrá el significado que yo quiera darle. Sé que lo que “veo” al meditar solo es el resultado del juego creativo de mi mente utilizando recuerdos que tiene almacenados en los cajones de la memoria o que pudiera estar recibiendo una respuesta a un estímulo recibido. ¡Qué más da! Lo importante es conseguir lo que se busca, serenidad en la mente, cesación del pensamiento.

Creo que bien podría haber sido, en otra vida, el apóstol de Jesús, Santo Tomás, quien tuvo que ver los agujeros que los clavos, que sujetaron a Jesús en la cruz, dejaron en las palmas de sus manos, para creer que era Jesús resucitado: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Pues algo parecido me pasa a mí, con las experiencias de la meditación. Tengo que ver para creer. O ¿ya no tanto? Es posible que me esté volviendo más crédulo con la edad, aunque, ¡que más da lo que pase!, y ¡qué más da lo que crea! La vida no va a cambiar. Mi vida va a seguir por los mismos derroteros, ya vea una luz violeta en la meditación o lo vea todo negro.

La realidad es que todos creemos que hay “algo”, no visible, no tangible, al otro lado de la vida, y nos gusta, de alguna manera, contactar con ese “algo” y, rápidamente, le damos una explicación lógica a cualquier cosa “extraña” que nos ocurra y más, si es meditando.

Yo, también, creo que existe ese “algo”, pero, tengo muy claro que no va a estar cotilleando cada vez que una persona se sienta a meditar.

Y un día comencé a meditar

 


     Recuerdo que comencé a meditar 10 minutos diarios para tratar de dominar el pensamiento, según decían los especialistas, y liberarme de un estrés, que cada día iba en aumento, motivado por un trabajo de lo más demandante, que me mantenía ocupado o pendiente del teléfono las 24 horas del día.

Como los 10 minutos iniciales de meditación parece que surtían, en mí, algún efecto, serenándome durante un tiempo razonable, decidí ir ampliando ese tiempo, dedicado “a la nada”, porque eso es la meditación para mí, hacer nada, no pensar, solo ser.

Los objetivos que quería conseguir eran, por un lado, mantener la serenidad ante cualquier situación y, por otro, no sentir el miedo o la ansiedad que se apoderaban de mí cada vez que sonaba el teléfono, a altas horas de la madrugada, para informarme de algún problema grave, que era siempre la razón de la comunicación.

Trabajaba en una empresa de telecomunicaciones y yo era el responsable de la instalación, mantenimiento y funcionamiento de las líneas telefónicas de la mitad de una provincia. Era un trabajo apasionante y muy estresante, que se agravaba los días en que la naturaleza nos regalaba una tormenta con una buena cantidad de rayos. Cada rayo podía llevarse por delante un buen número de líneas telefónicas, por lo que durante todo mi tiempo de trabajo activo no pude disfrutar de la belleza de las tormentas o de un buen chaparrón, ya que, para mí, eran como un castigo enviado por Dios que, además de trastocar mi tiempo, iba a mandar a mi provincia a la cola del ranking nacional en la calidad del servicio.

Pasé de 10 a 20 minutos de meditación y, de una vez al día a dos veces. Y se fue incrementando hasta el día de hoy, 30 años después, que medito entre 3 y 6 horas diarias. Es cierto que mi nueva ocupación lo requiere, ya que soy sanador espiritual y la sanación se realiza a través de mi meditación.  

Para mí la meditación es tan necesaria como lo es la comida para el hambriento o el agua para el sediento. Es la ventilación que necesita mi mente para agitar y esparcir los pensamientos que se encuentran en una apelotonada espera para bajar a expresarse a mi cerebro y deja mi mente tan limpia como queda el ambiente después de una de esas tormentas que antes tanto me mortificaban.

Caminante

 


Todos los pasos que has ido dando en tu vida son los que te han llevado, sin que tengas la más remota idea, hasta donde te encuentras ahora. 

Las razones del alma

 


Solo el alma tiene un conocimiento completo de la razón de la vida, pero, claro, el alma no habla o, al menos, eso parece, y no nos puede comunicar que es lo que estamos haciendo en esta vida.

Sin embargo, el alma si habla, y sabedora de cuál ha de ser nuestro camino, nos sisea la ruta que hemos de tomar y, a veces, la tomamos, sin analizar las posibles consecuencias, dándonos de bruces con una alfombra de pétalos de flores o haciéndonos caminar sobre los puntiagudos guijarros de un acantilado. Pero los diferentes caminos, si se analizan con seriedad, con la perspectiva que da el tiempo, podremos comprobar que eran necesarios.

La vida y el río

 


La vida es como el agua que fluye por el lecho del rio, siempre igual, siempre en movimiento. Hasta parece la misma agua, monótona en su discurrir. Todo depende del observador. Unos se sienten hipnotizados por esa circulación constante, otros fascinados por los remolinos que se forman en el encuentro que el agua tiene con las rocas que despuntan en el lecho del río, otros permanecen embelesados con los peces que pasan su aburrida existencia buscando su sustento moviéndose a favor o en contra del discurrir de la corriente.

Pasa lo mismo con la vida. Cada observador va a prestar, más o menos atención, en función de sus creencias, de sus intereses o de su propia evolución personal.