No
se trata de palabras, no tienen demasiado valor. Se las lleva el viento y las
que salen de cada boca lo hacen a través del tamiz de la dualidad, bien o mal,
que la persona siente en ese momento.
De
lo que se trata es de las acciones. De como somos en nuestras acciones. Hemos
de accionar dejando de lado cualquier juicio de valor y, sin importar que es lo
que esté sucediendo, hemos de tener presente que “todo” es de una perfección
absoluta, que Dios está en cada instante y que “todo” está supeditado a un
propósito superior.
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