El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 15 de enero de 2014

Tolerancia


            ¿En cuantas ocasiones te has sentido mal, sobre todo con los más cercanos, por culpa de algo de lo que ni tan siquiera eres consciente?, ¿En cuantas ocasiones reaccionas de manera abrupta sin habértelo propuesto?, ¿En cuantas ocasiones va creciendo en tu interior un rechazo hacia algo, sin mediar causa que lo justifique?, ¿En cuantas ocasiones culpabilizas a otros de cualquier cosa, no importa qué? Es posible que en determinadas circunstancias, se desarrolle en tu proceso interno de pensamiento, de sentimientos o emociones, un mecanismo que acerca a los seres humanos a su animalidad. Y es posible que si lo analizas serenamente no llegues a una conclusión lógica, o llegues a conclusiones poco consistentes.
            Puedes no llegar a una causa razonable, pero sin embargo, eso que no tienes muy claro que es, sigue ahí, y sale a la luz en los momentos más inesperados. Por lo tanto, parece necesario tomar alguna medida para que desaparezca. Porque aunque parece difícil conocer la causa, si se conoce, no es más que energía que te hace reaccionar ante determinadas situaciones con más animalidad que humanidad.
¿Qué tipo de energía? Es conveniente y necesario que la persona realice un trabajo de introspección para ver cuál es la causa oculta que la hace reaccionar de una determinada manera ante determinadas situaciones.
Si consigues entrar seriamente dentro de ti, podrás comprobar que existe intolerancia, o falta de respeto, o soberbia, o algún otro hábito negativo, que se ha ido fortaleciendo al dejarle que saliera a la luz, sin intentar bloquearle en un principio, y eliminarle con posterioridad.
Cualquiera de ellos, sean los que sean, que te hacen reaccionar desde tu propia animalidad, se pueden eliminar si se trabaja, de manera consciente, la tolerancia, el respeto y la humildad.
La tolerancia lleva implícita en sí misma aceptación y respeto, porque tolerancia es aceptar y respetar las ideas, las creencias o las prácticas, cuando son diferentes o contrarias a las propias. Es aceptar y respetar las diferencias étnicas, sociales, culturales y religiosas. Es reconocer los intereses, los sentimientos y los valores del otro. Es aceptar al humilde, al soberbio, al rico, al pobre, al ignorante y al ilustrado.
Tienes que vivir consciente, para comprobar cómo va generándose en tu interior esa bola de fuego, que va a salir por la boca en forma de exabrupto dirigida hacia alguien, posiblemente muy cercano a ti, y bloquearla, no dejar que salga. En ese momento piensa que quien tienes delante eres tu mismo, y en lugar del exabrupto deja que salga humildad y respeto.
Al principio cuesta ser consciente y serán muchas las veces que seas consciente después de sucedido el hecho, pero ya es algo, con el tiempo iras consiguiendo ser consciente antes, hasta que llegará un momento en que te darás cuenta del momento exacto en que se forma la bola de fuego en tu interior. Y con un poco más de tiempo, no mucho, ni tan siquiera llegará a formarse esa bola. Entonces habrás ganado la partida.

sábado, 11 de enero de 2014

Fe, esperanza y caridad


Dedicaba la entrada anterior a una virtud: la humildad, y en esta entrada quiero dedicarla a otras virtudes, las teologales, que son: fe, esperanza y caridad; por ser tan o más necesarias para la realización de nuestro trabajo interior como lo es la humildad.
Pero, ¿Qué es una virtud? Una virtud es una cualidad moral que se considera buena, es un hábito espiritual, es un buen hábito. Se adquiere por la repetición de actos moralmente buenos y reiterados. Una virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Las virtudes se oponen a los vicios. Un vicio se adquiere, como la virtud, con la repetición de actos, pero que en este caso los podemos considerar moral y físicamente perniciosos.
Un virtuoso es aquel que sabe cómo llegar a sus metas sin pisar las metas de los otros, un virtuoso es aquel que pone a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un objetivo diferente, un virtuoso es el que «sabe remar contra la corriente». ¿Te identificas?
Las virtudes pueden ser cardinales, que son el principio de las demás cualidades morales, y teologales, que son las virtudes que tienen como origen, motivo y objeto inmediato al mismo Dios.
Fe, es la virtud por la que creemos en algo que no vemos, y en lo más importante que podemos creer sin ver, es en Dios, ya que aunque todo a nuestro alrededor, incluso nosotros mismos, somos una prueba, yo diría que irrefutable, de que Dios existe, no se le ve, por lo tanto creer en Él es un acto de fe. Es un acto de fe creer en guías, ángeles, Maestros; es un acto de fe creer en el alma; es un acto de fe creer en la reencarnación, es un acto de fe creer que existe la iluminación y que podemos llegar a ella.
Por lo tanto, es imprescindible la fe para realizar cualquier tipo de actividad que nos acerque a Dios.
Esperanza es la siguiente virtud teologal por la que deseamos y esperamos de Dios la vida eterna como nuestra felicidad, confiando en las promesas de Cristo, y perseverar hasta el fin de nuestra vida terrena.
La vida, llena de problemas, llena de sufrimiento, llena de dificultades y de decepciones, hace que los seres humanos caigamos en el desaliento y pensemos que no hay nada que hacer, que todo es inútil. Es la esperanza la nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.
La fe y la esperanza no tienen ningún sentido si no desembocan en el amor y en la caridad. Por la fe tenemos el conocimiento de Dios, por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la caridad amamos y obramos de acuerdo a las leyes divinas, las leyes del amor.
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro hermano como a nosotros mismos. Jesús hace de ella un nuevo mandamiento: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros”.
Hay quien puede pensar que caridad es dar alguna de las monedas que nos sobran al mendigo que está sentado en una esquina. Es mucho más que eso, sentir auténtica caridad, es amar sinceramente, es servir, es perdonar, es ser paciente y no irritarse, es dulzura, es bondad, es tolerancia, es misericordia, es respeto, es entrega, es generosidad, es….
Por lo tanto, todos los que nos creemos trabajadores de la Luz, todos los que buscamos la Unión Divina, hemos de comenzar a vivirla en el cuerpo, hemos de creer en todo lo que no vemos, hemos de esperar que vamos a alcanzar eso que no vemos, y lo vamos a conseguir con una herramienta muy difícil de conseguir, la caridad, que no es más que amar a nuestros hermanos.

viernes, 10 de enero de 2014

Humildad


Hay un refrán que dice: “Dime de que hablas y te diré de qué careces”.
Hoy quiero hablar de humildad,
Porque en una canalización que hice recientemente, el Maestro que hablaba desde el otro lado de la vida, me dijo: “Tienes que trabajar tu humildad”.
Y, supongo que en mi soberbia, me quedé petrificado, porque la humildad, es cierto que no es uno de mis puntos fuertes, pero sí que durante mucho tiempo he estado trabajando uno de los defectos opuestos a esta virtud, el orgullo. Ahora veo que el trabajo no fue del todo efectivo. En la meditación posterior a la canalización, llegó a mí, no importa cómo, que el trabajo sobre el orgullo no había sido completo por una razón, conseguí eliminar una parte importante de orgullo, pero en el lugar donde habitaba esa energía, que debía de haber sido sustituida por la virtud contraria, la humildad, no hay nada.
Hay un vacío, un hueco, que debía ser ocupado por la humildad, pero sólo trabajé la eliminación del orgullo, y no la adquisición de la humildad, por lo tanto, no existe, o no existe en el porcentaje adecuado, y otras virtudes, que si atesoro, como pueden ser la compasión, la caridad, el servicio o la misericordia, no pueden, de ninguna manera llenar ese hueco.
Antes de decidirme a escribir esta entrada, busqué en La Biblia que podía encontrar sobre la humildad, y este fue el resultado:
§  “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová” (Proverbios 22.4).
§  “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4.6).
§  “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14.11).
§  “La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra” (Proverbios 29.23).
§  “Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios” (Proverbios 16.19).
§  “Jehová asolará la casa de los soberbios” (Proverbios 15.25).
§  “Pero los mansos heredarán la tierra; y se recrearán con abundancia de paz” (Salmo 37.11).
§  “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” (Proverbios 16.18).
§  “Cualquiera que se humille (...) ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18.4).
Busqué también las cualidades del alma, y justamente, la humildad es una de ellas, que además nos prepara para tener fe. Es imprescindible tener humildad para creer lo que no vemos.
Son muchas las personas que alaban la virtud de la humildad, yo entre ellas, pero, de alguna manera, está claro que inconsciente, es posible que no la queramos poseer, ya que ella termina con el ego.
La humildad es una virtud, que consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos.
Ya estoy trabajando en mi humildad, y lo estoy haciendo con la Regla de Oro: “Trata a los demás como tú mismo deseas ser tratado”. Ya la he utilizado para otros trabajos, creo que también servirá para la humildad.
Según vaya avanzando en mi trabajo espero ser un poco más tolerante, más paciente y más condescendiente con todos los que me rodean.
 

domingo, 14 de julio de 2013

Ser espiritual


            Escuchaba días pasados en la combi, (transporte urbano en el Cusco), una conversación entre dos mujeres. No es que entrara en sus vidas, es que hablaban lo suficientemente alto, como para que todos los pasajeros escucháramos su conversación. Habría que ser muy sordo para no escucharla. Era una conversación intrascendente, como tantas en los medios de transporte, hasta que un comentario llamó mi atención. Decía una de las mujeres a su amiga: “Pues mi esposo dice que es más espiritual que yo, porque lee muchos libros de autoayuda”.
            Pensé que eso era parecido a decir: “Yo me considero ingeniero porque cada día paso por un puente colgante”, o “Entiendo mucho de arquitectura porque veo libros con imágenes de grandes edificios”.
            Leer libros de autoayuda, lo único que puede dar al lector es más conocimiento sobre la autoayuda, pero nada más. Existiría alguna diferencia si el lector además de leer, pusiera en práctica alguna de las técnicas que esos libros explican.
            Pero esa práctica, no significaría, en absoluto, ser “más espiritual”.
            Todos somos seres espirituales, todos somos hijos de Dios, todos somos una Chispa Divina, todos somos un alma; y no existe una vara de medir, para ver quién es más o menos alma, más o menos hijo de Dios, más o menos Chispa Divina, más o menos espiritual.
            Tan “ser espiritual” es una persona santa, como un asesino. La diferencia estriba en que la persona santa vive desde el alma, a eso se denomina vivir la espiritualidad, y el asesino, y muchísimos más, viven desde la materia, desconectados totalmente del alma.
            Vivir desde el alma, vivir la espiritualidad, es acercarse a las cualidades del alma: Libertad, generosidad, servicio, felicidad, esperanza, amor, humildad, introversión, aceptación, compasión, soledad.
            Cuando nuestra vida es un calco de esas cualidades, podemos decir que vivimos la espiritualidad. Mientras tanto parece más correcto decir que la persona está creciendo, está evolucionando, está expandiendo su conciencia o madurando su carácter.  

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Intercambio de energía.


            Hace días asistí a un taller, en el que el precio ya estaba estipulado, sin embargo, justo después de la presentación, la persona que impartía el taller dijo que esperaba de nosotros que fuéramos generosos, y que aunque el precio ya estaba pactado, el valor del taller era muy superior, por lo que esperaba nuestra generosidad. Además habíamos de tener en cuenta que era imprescindible un intercambio de energía, ya que sin ese intercambio, la energía no funcionaba. Él impartía el taller y nosotros para poder aprovechar la enseñanza, correspondíamos generosamente.
Son muchas, las personas que creen que es necesario un intercambio de energía en cualquier situación de la vida. El pensamiento es: ¡Yo te doy, tú me das!, y muchos opinan, supongo que sinceramente, que si no existe ese intercambio de vuelta, la energía que se entrega en origen, no funciona, es como si ella misma se anulara. Y curiosamente, “casi” todo el mundo interpreta que ese intercambio ha de ser dinerario.
            La Ley Divina dice: “Es dando que se recibe” o “Para recibir hay que dar”. Creo que es conveniente meditar en la frase. “Para recibir hay que dar”,…….. pero no dice, que “si das, tienes que recibir”. Si fuera así, ¿Dónde quedaría el servicio?, ¿Dónde quedaría la ayuda?, ¿Dónde la misericordia?, ¿Dónde la compasión?
            Es justo que se pague por un trabajo o por una enseñanza, porque se dedica tiempo, porque se entrega conocimiento, porque, incluso al que enseña o trabaja le ha costado su esfuerzo y su dinero su propia formación. Pero insinuar abierta o veladamente, que si no se paga no funciona, porque no hay intercambio de energía es, perdón por la expresión, una falacia.
            Hay muchas personas, que dedican su tiempo, su conocimiento o su dinero para ayudar a los demás, y funciona. Existen clínicas gratuitas, en la que los pacientes se curan; existen centros de acogida gratuitos, donde las personas recogidas duermen, comen y se asean sin problemas; se realizan infinidad de cursos de forma gratuita, y el saber llega a los alumnos, y lo aprovechan; hay cientos de voluntarios ayudando por el mundo gastando su propio dinero, y su labor es increíble y agradecida por todos; ahora, próxima la Navidad, se realizan campañas de recogida de alimentos y juguetes, y los que reciben los alimentos sacian su hambre, y los niños que reciben los juguetes, juegan. Es decir, la energía funciona sin que se de nada a cambio.
            Jesús enseñaba y sanaba gratis, y ya conocemos sus resultados.   

martes, 18 de septiembre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (2)

(………………Continuación)

1)      Amar la soledad.
Esta soledad no supone que hemos de retirarnos a un lugar aislado, ni separarnos de nuestros hermanos.
No supone rechazar a nuestros semejantes, ni vivir una vida retraída. Esta soledad supone vivir con desapego y sin temor. Supone no volver al pasado, aunque no se conozca el futuro. Es despegarse del mundo de la materia y reemplazarlo por el mundo de los auténticos valores, los valores del Alma, las verdades que el Alma conoce, pero desconoce la mente.
Cuando el ser humano se desprende de sus envolturas física, astral y mental, se retira en soledad al plano causal, allí donde se encuentra su Alma Superior, para descansar en soledad, y prepararse para su próxima reencarnación.
Pocos seres humanos en la actualidad, son capaces de resistir ningún tipo de soledad, porque son pocos los que pueden vivir una vida plena desde su interior, y necesitan la algarabía del exterior, para sentirse vivos.
En las últimas vidas en la materia, el ser humano será capaz de acercarse a la soledad y al silencio interior, casi como una práctica para su vida en otras dimensiones.
La soledad es el precio de la grandeza.
            9) Dios Es.
                                   Dios está en todas partes, porque todo es Dios.
            Existen infinidad de religiones, que se arrogan ser portadores de la única verdad. Hemos de permanecer neutrales, hemos de permanecer indiferentes a todo aquello que no sea una auténtica realidad espiritual.
            Hemos de adoptar la posición de “todo está bien”, de “no me importa”. Esta indiferencia, es uno de los caminos más rápidos para liberar al “ego” de los pedidos de la mente. Lo cual no quiere decir que afecte a la disposición de la persona hacia otras personas. Recuerda….., todos son nuestros hermanos, crean lo que crean, piensen lo que piensen, sean lo que sean.
            10) Yo no soy el cuerpo.
Identificarse con el cuerpo, supone creer en la separatividad, lo que implica tener que defender permanentemente nuestro espacio, pero no hay que defender nada, porque nada está en peligro.
El cuerpo es caduco, es pasajero, es una ilusión. A veces pienso, que es ahora, cuando vivimos en el cuerpo, cuando estamos realmente muertos; y no viviremos hasta que dejemos acá esta envoltura.
Sin embargo, aunque no seamos el cuerpo, vivimos en él, y necesita, y debe recibir el correspondiente cuidado, ya que todo el trabajo, todo el aprendizaje y todas las experiencias que hemos venido a realizar, las vamos a realizar desde el cuerpo.
Por lo tanto, no hemos de vivir para el cuerpo, pero hemos de mimarlo, porque es el hogar del alma.
11) Vivir para el espíritu y no para el ego.
Cuando los seres humanos empecemos a vivir como almas y nuestra  conciencia haya trascendido el mundo de la ilusión, entonces estaremos más cerca de casa, de la casa del Padre, y podremos ser útiles a nuestros hermanos. La primera lección que debemos aprender es el sentido de los valores en tiempo y espacio, y saber que trabajamos con almas y no alimentamos las personalidades. Hemos de ser impersonales.
Para esto, la primera etapa es ser conscientes, y la siguiente el comienzo de la colaboración y el servicio a los demás. Hasta que no lleguemos a ese punto hemos de trabajar para que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean realmente impersonales y constructivas, sin alimentar las emociones y los deseos del propio ego.
12) Desapego.
Es imprescindible adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva.
Es entonces cuando el ser humano adquiere la libertad, sin que le afecte nada de lo que pueda ocurrir. La actitud ideal es la del observador que de ninguna alguna se identifica con lo que ocurre en los planos físico y emocional, y cuya mente solo es un reflejo de la verdad, verdad que se percibe de manera intuitiva.
Desgraciadamente, no nos están diciendo al oído: “esto es verdad”, “esto no lo es”. Hemos de llegar a esa verdad a través de nuestra intuición interior. Al llegar a ese punto, no habrá reacciones mentales violentas o respuestas emotivas; los vehículos de percepción están pasivos y por lo tanto nada se contrapone a la correcta actitud.
Una de las primeras lecciones que hemos de aprender es el desarrollo de ese desapego interno que nos permitirá unirnos con la concien­cia del hermano y conocer y asegurarnos del mejor modo de ayudarle. Debemos también cultivar esa verdadera humildad que nos obligará a dar todo lo que tenemos para servir de manera altruista y luego olvidar lo que dimos de nosotros mismos.
Mantengamos siempre la actitud de observador en la cabeza. De esta manera el desapego del alma aumentará, mientras se acrecentará y multipli­cará el apego del alma a las almas.
(Continuará………)

sábado, 28 de julio de 2012

El poder de elegir


            Todo es elección. Aunque no seamos conscientes de ello, nos pasamos la vida eligiendo, y nuestra primera elección es, sin ninguna duda, nuestra llegada a la vida. Elegimos nacer por el inmenso deseo que tiene el alma de purificarse y acercarse a Dios, cuando sería más fácil para ella quedarse en los planos en los que se encuentra, sin ninguna de las necesidades y padecimientos del cuerpo. Pero es igual, el alma necesita acercarse a su esencia divina y vivir su divinidad de manera completa, para lo cual tiene que completar su aprendizaje, tiene que vivir todas las experiencias, tiene que liberarse de sus deudas y recibir las que le son debidas.
            Lo realmente dramático, es que una vez en el cuerpo, no recordamos nada de esa, nuestra primera elección, y nos encontramos en la vida, envueltos en pañales, creciendo y aprendiendo, en casi todas las ocasiones, con dudas y con miedos, unas lecciones que no son las que necesariamente hemos venido a aprender. Es como si nos matriculáramos en la Facultad de Filosofía y en vez de enseñarnos a razonar, nos enseñaran a construir puentes. No nos sirven “casi” de nada las enseñanzas que vamos recibiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, y no es porque nuestros maestros no lo intenten, en muchos casos con amor, aunque con esa peculiar manera que tenemos de amar los humanos, el amor del cuerpo, y no el amor del alma. Pero siguen sin sernos útiles sus enseñanzas, ya que no nos enseñan a vivir para el alma. Sus enseñanzas están basadas en como engañar a la vida.
            Es posible, que incluso en ese engañar a la vida, tengamos algunas opciones para elegir nuestro camino: Estudiar o trabajar, ser ingeniero o escritor, permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o dos, vivir en una casa o en un piso, etc., etc. Pero siguen siendo opciones de vida, no opciones de alma. Elijamos la opción que sea, siempre nos faltarán las opciones más importantes, de las que ni tan siquiera podemos ser conscientes de que están ahí, al alcance de nuestra mano. Esas opciones, se refieren a la vida del alma, y es normal que no tengamos conocimiento de ellas, porque nunca, nadie, nos ha hablado de otras opciones que no sean las referidas a la vida física del cuerpo.
            Esas otras opciones, desconocidas para casi todos los mortales, no van en contra de la vida, o mejor dicho, no van en contra del libre fluir de la vida. Van a favor de la vida, y por lo tanto, van a favor del alma.
            No se trata de elegir entre nada físico, ni entre dos deseos, que según nos han enseñado, nos pueden dar algún momento de efímera felicidad. Se trata de elegir las condiciones para conseguir, de manera cada vez más duradera, hasta llegar a permanente, “la felicidad”.
            Se trata de desaprender lo aprendido. Se trata de elegir la paz en lugar de la guerra. Se trata de elegir la alegría en lugar de la tristeza. Se trata de elegir la acción en lugar de las dudas. Se trata de elegir la risa en lugar del llanto. Se trata de aceptar en lugar de criticar. Se trata de elegir el respeto en lugar de despreciar. Se trata de elegir el perdón en lugar del odio. Se trata de bendecir en lugar de maldecir. Se trata de elegir el servicio al prójimo en lugar de ignorarle. Se trata de elegir al amor en lugar del miedo. Se trata en vivir desde el alma, mimando al cuerpo. Se trata de elegir la humildad y no la soberbia. Se trata de vivir en la verdad y no en el engaño. Se trata de alegrarte por el bien de tu hermano sin envidias. Se trata de vivir desde el corazón. Se trata de amarnos a nosotros mismos. Se trata de aceptar el libre fluir de la vida sin oposición. Se trata de aceptarnos y presentarnos ante los demás tal como somos, sin máscaras, sin engaños.
            Se trata de elegir la felicidad en lugar del sufrimiento.

lunes, 16 de abril de 2012

Te amo para amarte y no para ser amado.

Te amo para amarte y no para ser amado,
puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz.
George Sand

            Eso es Amor, y cualquier otra cosa es un sucedáneo.
            Si amas así a todos los seres, deseando únicamente su felicidad, sin preocuparte de cuanto te aman a ti, sin ocuparte de cómo viven su vida, sin juzgarles,  sin valorar sus cualidades o sus defectos, sin tratar de cambiar su estilo de vida, o sus pensamientos, o sus creencias, aceptándoles tal cual son, ofreciéndoles todo aquello que sabes que les va a hacer felices, estás a punto de finalizar tu paso por la materia.
            Pero la expresión máxima de este Amor, es Amar así a todos los seres que te rodean, y que comparten diariamente tu vida: padres, hermanos, pareja, hijos, amigos. Es con ellos con los que tienes la oportunidad de ofrecer tus cuidados y satisfacer sus necesidades, es con ellos con los que tienes la oportunidad de comprender y de ayudar, es con ellos con los que puedes sacrificar tus propios intereses en beneficio suyo, es a ellos a los que no tienes que manipular, ni poseer, ni dominar; es a ellos a los que vas a favorecer olvidándote de ti y a los que vas a aceptar “sin condiciones”.
            Si juzgas cualquier acción por nimia que sea, si tratas de cambiar al otro porque “tú crees” que es lo mejor para él, si tratas de dominarle o de manipularle “por su propio bien”, si coartas su libertad a la que tu consideras “libertinaje”, si haces estas y muchísimas cosas más: “en nombre del amor” que profesas a la otra persona, o “por su propio bien”, o “porque realmente sabes lo que le conviene”, o “porque está cegado y no ve la realidad”, o “porque………”.  Realmente no amas.
Porque el Amor, que lo único que desea es ver feliz al ser amado, es libertad, es ayuda, es servicio, es comprensión, es dar, es aceptación, es perdonar. Este Amor es la relación más profunda que pueda existir. Cualquier otra cosa como decía al principio es un sucedáneo.

lunes, 5 de marzo de 2012

Vivir la angelidad

            El sufrimiento, el dolor, la ansiedad y la tristeza, son, entre otras, emociones generadas por formas de pensamiento negativas y erróneas. Recuerda: “La energía siempre sigue al pensamiento”, y la potencia de todas esas emociones negativas aumenta de manera considerable por el pensamiento dirigido constantemente hacia ellas, de la misma manera que se incrementa la enfermedad por dirigir el pensamiento de manera persistente a la zona del dolor.

El alma, con toda su sabiduría, debe de desconcertarse, por el ahínco y el excesivo énfasis que las personas ponen sobre lo que consideran sus problemas o sus dolencias. Si pusieran el mismo énfasis en cualquiera de los infinitos pensamientos positivos en los que podrían entretener a su mente, su vida daría un vuelco tan espectacular que se sentirían llenos de una angelidad tal, que su viaje por la materia sería una continuidad de la dicha de la vida eterna.
Los problemas del cuerpo, los problemas de la vida física, las perdidas, las decepciones, sólo son las lecciones que contribuyen a enriquecer la experiencia del alma, única razón para nuestra venida al cuerpo.
En nuestro interior, en nuestro ser más profundo, vamos a encontrar una fuerza y una energía, desconocidas, no sólo para aquellos que viven a kilómetros de la frontera del alma, desconociendo que puedan existir lugares en su propio interior donde encontrar a Dios de manera más fácil que en las iglesias; sino desconocidas también, para los espirituales de libro, aquellos que conocen toda la teoría del alma, del corazón y del amor, pero que, sin embargo, son incapaces de adentrarse en el silencio, para encontrar la semilla del amor que anida en su corazón.
Sentir la angelidad en un cuerpo humano, es sentirse impregnados por las energías de la sanación, de la alegría, de la paz y del amor. Sentir la angelidad en un cuerpo humano es aprender a vivir en silencio, es aprender a vivir el eterno presente, es sentirse seguro, es aprender a vivir la humildad, es reconocer en su interior la misericordia, es olvidarse de uno mismo y entregarse, sin condiciones, a los demás.
Cada vez que la persona sienta que se aleja de las energías del alma, y que vuelve a vivir los problemas del exterior, ha de buscar de nuevo la conexión con el mundo interior y olvidarse de los problemas del mundo, para reconectar de nuevo con su angelidad, y comprobar que lo que consideraba un problema insoluble, se esfuma como el humo.
El principal empeño de la persona debe ser mantener el contacto con la energía que emana de su interior, ya que es de ahí de donde provienen las soluciones a todos los problemas de su vida diaria, porque desaparecen las expectativas y se tiene la certeza de caminar la vereda correcta, vereda que lleva directamente a la felicidad, a prestar servicio al mundo que le rodea y  a aquellos con quienes convive.
Desde la angelidad la persona aspirará a servir y a darse incondicionalmente, olvidándose de sí misma, aunque sin dejar de prestarle a su cuerpo los cuidados necesarios, ya que tampoco puede olvidar que todo el trabajo ha de realizarlo desde el cuerpo, y es su obligación mantenerlo joven, fuerte y sano, el mayor tiempo posible.

martes, 28 de febrero de 2012

El espíritu de Acuario

            De la misma manera que nosotros coexistimos en dos planos: Material y espiritual, hay otros seres que ya han abandonado el plano material, y se encuentran únicamente en el plano espiritual, sin cuerpo físico.

            Estos seres están tan vivos, no, tanto no, más vivos que nosotros, ya que ellos sí que están viviendo la auténtica realidad, la realidad del Amor, mientras que la nuestra está distorsionada por la propia mente, que nos arrastra, entre otras cosas, al deseo, al apego, al egoísmo, al miedo; muy lejos de “la fraternidad”, “el servicio desinteresado”, “la solidaridad” y “la unión”, que son las características del espíritu de la Era de Acuario, por la que estamos iniciando el transito, junto con nuestro planeta.
            Es muy curiosa la inconsistencia y la falsedad, muy posiblemente inconsciente, de muchos de nuestros contemporáneos, ya que conociendo de manera perfecta la teoría de que somos seres divinos, de que nuestro cuerpo físico es el vehículo de nuestra divinidad, siguen apegados total y absolutamente a la materia. La inconsistencia entre lo que hacen, lo que dicen y lo que piensan es total, potenciando un auto-engaño absoluto. Auto-engaño porque predican una cosa y hacen totalmente la contraria; leen libros de autoayuda repitiendo como loros frases de esos libros, sin llevar a la práctica la enseñanza real de esas frases; se quejan de la desigualdad, cuando ellos la potencian con su manera de vivir, en lugar de remediar ellos la desigualdad que está al alcance de su mano; y así, mil cosas más.
            Los seres que están al otro lado de la materia, ya intentan ayudarles, pero no pueden con tanta falsedad como les envuelve. La energía de sus emociones, de sus pensamientos, y de sus palabras, les impide vibrar en una sintonía un poco acorde con la de los seres que les están intentando ayudar.
            Hay algunas claves que se pueden seguir para cambiar la sintonía de la propia energía:
-          Ser sinceros y honestos: En la sinceridad y la honestidad se igualan loa pensamientos, las palabras y las acciones. Ya no hay inconsistencia, ya no hay falsedad.

-          Evitar el auto-engaño: Hay que permanecer alerta de manera permanente. La mente utiliza millones de estrategias para convencerte de que lo estás haciendo bien.

-          Discernir lo verdadero de lo falso: Casi todo lo que presenta la sociedad, es ilusión, es falso, es un sueño, porque sólo es un reflejo de las propias mentes que conforman esa sociedad, y en esas mentes solo hay cabida para la desigualdad, para el egoísmo, para la desunión. Políticos y religiosos se encargan de fomentar la desigualdad y la desunión, inculcando falsos valores sobre la patria o la religión. Los verdaderos valores son la unión, la hermandad, la solidaridad o el amor. Nuestra patria es el Universo, nuestro idioma es el Amor, nuestro Dios es el mismo para todos, y se encuentra tanto en la catedral, en la pagoda, en el castillo y en la choza, como en el corazón de todas las personas.

-          Abandonar la pereza: El crecimiento interior y el fortalecimiento del carácter, no lo va a dar nadie más que uno mismo con su propio trabajo interno. Ni libros, ni gurús, van a hacer que se avance ni un ápice en el propio crecimiento. Hay una cita que dice: “El maestro abre la puerta, pero es el alumno el que ha de traspasar el umbral”.

-           Aceptar la vida tal cual es: Aceptar los obstáculos, aceptar las crisis, aceptar los desafíos, porque son, gracias a ellos, como vamos a avanzar y a crecer, son ellos los que fomentan la conexión con nosotros mismos y con Dios. 

-          Selecciona a las personas con las que te relacionas: Hay mucho fariseo, hay mucho charlatán, que por mucho que se anuncien, están muy lejos de la Luz. Recuerda: ¡Por sus hechos los conoceréis!, mucho más que por sus palabras. Para evolucionar es bueno encontrar a personas que estén vibrando en un nivel alto de evolución, no que ellos digan que están vibrando en tal o cual sintonía. Obsérvalos, observa sus acciones, observa su amor, observa su caridad, observa su falta de juicios, observa su honestidad, observa su solidaridad. 

-          Practica la humildad: En nuestro nivel, ninguno de nosotros está exento de vanidad. Posiblemente sea una de las mayores batallas que todos tenemos que librar, en mayor o menor medida

-          No explotar a nadie, no manipular, no especular: Respeta a cada persona como te gustaría que te respetaran a ti. Respeta su proceso. Ni tan siquiera les ayudes, si no desean la ayuda. Ten en cuenta una máxima: Trata a todos como te gusta ser tratado.

sábado, 4 de febrero de 2012

Riqueza y pobreza

              Estos días atrás, durante la celebración del  Día de La Paz en todo el mundo,  vinieron a mi multitud de reflexiones y pensamientos que se confrontaban con la realidad que tengo más cercana.

Por un lado pensaba en lo poco que sabemos de cómo nos manipulan, a través del dinero, los que gobiernan el mundo y en los intereses pocos lícitos que provocan las guerras.  Y me preguntaba si realmente las personas tenemos un espíritu de destrucción contra todo y contra todos, empezando por nosotros mismos. Y definitivamente estoy convencida que no es así.  Aunque las circunstancias no justifiquen los hechos, ahora que veo tan de cerca la pobreza, el hambre, la miseria, la soledad, el desconocimiento, aunque no se justifique, creo poder comprenderlo.
No hay más guerra que la que empieza a librar el ser humano desde que nace para su supervivencia. Pero claro, no para todos es igual. Los hay que solo tienen que competir para ver si pueden tener todas las cosas materiales que pueden necesitar y, a menudo, aunque nunca queden satisfechos, estas están más que cubiertas desde que venimos al mundo.
Otros, sin embargo, empiezan una lucha en la que pronto se reconocen diferentes, porque ni siquiera tienen el afecto y el Amor que necesitan para desarrollarse plenamente, ni tampoco las necesidades básicas de alimento y cobijo. Ante esta situación sólo les queda resignarse y, a la vez,  rebelarse y emprender una carrera contra todos los que tienen al lado, ya que esos son potenciales “enemigos”, donde los zapatos o el trozo de pan duro del vecino pueden ser motivo de lucha despiadada. Lo vemos constantemente. Delincuentes jóvenes tratados como criminales, niños que nos parecen maleducados, madres que se suponen desnaturalizadas por no cuidar de sus hijos como es debido, padres irresponsables porque su única opción es la bebida  y así, uno tras otro, les juzgamos como ignorantes o desgraciados, en el mejor de los casos.
Yo me pregunto si hemos reflexionado lo suficiente y nos hemos replanteado algunas cuestiones: ¿Cómo somos capaces de juzgar a esas madres, a las que nunca nadie les ha hablado de anticoncepción o de sus derechos como mujeres y que en la mayoría de casos han sido violadas por miembros de su propia familia? O, a ese padre que bebe,  ¿Somos conscientes de que le criaron como se cría a una oveja? O a ese niño que nadie le ha llevado a la escuela y que aprende solo del ejemplo, de lo que ve en la calle, que es donde pasa la mayor parte del tiempo. Y los padres de todos ellos, y los padres de sus padres, ¿Acaso tuvieron mejores oportunidades?, ¿Acaso alguien se acercó a tenderles una mano cuando tenían hambre, frío o estaban enfermos?  Pues es precisamente ahí  donde empiezan los conflictos que, poco a poco, se hacen grandes y se extienden como un reguero de pólvora.
Personalmente, recuerdo una infancia feliz, muy feliz, rodeada de Amor en mi amada y humilde familia. Y éramos felices, muy felices, por el hecho de estar juntos y compartir lo que teníamos. A veces más, a veces menos. Pero también recuerdo que si en algún momento había alguna situación de más tensión era por no poder llegar a final de mes. Por tener que arreglar la nevera en el momento menos oportuno, porque necesitábamos unos zapatos nuevos y faltaban quince días para terminar el mes.  Por tanto, subyacente a todo ello estaba el dinero, el poder cubrir mínimamente las necesidades de alimento, vestido y cobijo. Afortunadamente, de alguna manera u otra, siempre tiramos adelante y no nos faltó ese mínimo, no sin dificultades. Pero no todos logran salir adelante.
Reflexionemos: ¿Cómo podemos juzgar al que nada tiene?, ¿Cómo  pretendemos que se extienda la paz entre personas a las que permanentemente la vida les violenta,  por no poder dar de comer a sus hijos, por querer trabajar y no poder, por estar enfermos y no poder ser atendido sin previo pago?, ¿Cómo pretendemos transmitir paz al que tenemos al lado cuando nuestra lucha es por un coche, o una casa mejor, o poder ir de vacaciones? ¡La desigualdad es tan grande!, el abismo es tan inmenso que difícilmente podremos sentirnos verdaderamente como iguales, aunque estemos en la primera fila de una manifestación por la Paz.
La verdadera Paz  empieza en el  interior y esta puede sentirse cuando no tenemos que estar en permanente lucha por sobrevivir, cuando nuestro estomago está lleno, cuando nos abrazan cálidamente y sabemos que no estamos solos, cuando se nos permite ejercer nuestro derecho de ocupar nuestro espacio en el mundo.
Sí, a menudo creemos que los que nada tienen son felices en su pobreza. ¡No tienen más remedio! Pero no nos equivoquemos, esto no supone que su felicidad también pase por dar a sus hijos un plato de comida al día, un techo donde cobijarse y poder llevarlos a la escuela.  Y esta paz  crece y nos hace crecer y evolucionar  cuando verdaderamente somos agradecidos por lo que tenemos y compartimos una parte con aquellos que realmente están desposeídos de todo.
Es a través de nuestros gestos, que van sumando esperanza, cuando la riqueza se expande, y la pobreza, el hambre y la miseria dejan de ser la utopía que todos quisiéramos erradicar.
Cuando aparte de pensar y/o creer que  la paz en el mundo es posible, trabajemos verdaderamente para ello, a través de la ayuda, la compasión  y el servicio a los demás, esta se derramará sobre todos nosotros sin hacer ningún esfuerzo.
Entrada publicada por Elisenda Julve.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad

            “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”… No sé si todas las personas que viven en paz e inmersos en su serenidad, tienen buena voluntad; pero sí sé que los que tienen “auténtica buena voluntad” viven en paz, con una paz interior duradera.

¿Qué es la buena voluntad? La buena voluntad es la energía que sustenta las “correctas relaciones humanas”, la buena voluntad es la expresión más simple del verdadero amor, la buena voluntad es “el primer intento” del ser humano para expresar su amor.
Podemos despegarnos de la espiritualidad y escuchar lo que dicen grandes pensadores: Según Kant, la voluntad buena es la condición indispensable que nos hace dignos de ser felices; pero no la felicidad entendida como el logro de todo lo deseado, como una satisfacción de las pasiones y los deseos, porque eso es imposible de obtener para los seres humanos en las condiciones tan contradictorias de sus afectos, que no de su amor. Contradictorias, porque lo que denominamos amor, es una mezcla muy grande de pensamiento y muy pequeña de energía del corazón.
Para Kant la felicidad no es otra cosa que la búsqueda de hacerse digno de ser feliz, y es un hecho que lo único objetivamente bueno es una buena voluntad. La inteligencia, el valor, la riqueza y todo lo que solemos considerar valioso dejan de tener valor y se vuelven incluso cosas perniciosas, si van acompañados de una voluntad torcida.
¿Puedes imaginarte como sería el mundo si la mayoría de seres humanos se dedicaran a hacer el bien a otros y dejaran de ocuparse de sus propias metas egoístas? Sería un mundo lleno de paz, sin hambre, equitativo.
Pero no estamos preparados para eso, pasar de nuestras creencias actuales, en las que prima la satisfacción de nuestros deseos, el acaparamiento, la crítica feroz y destructiva, la rabia, y la envidia, e iniciar una nueva vida, una vida basada en la buena voluntad, la buena voluntad entrenada, ingeniosa, creadora y práctica, es difícil, porque no estamos ni preparados, ni entrenados, y posiblemente ni llegamos a entender que se pueda vivir de otra manera que no sea satisfacer cada deseo que aparece en nosotros.
La buena voluntad es una cosa muy simple, sólo hay que desear para los seres humanos, para todos, no sólo para los más allegados, lo mismo que deseas para ti; y tratarlos de la misma manera que te gustaría ser tratado; y darles lo que a ti te gustaría recibir. Es tan sencillo, que las mentes no están todavía capacitadas para poder valorar su poder. E incluso los que intelectualmente llegan a entenderlo, son incapaces de ponerlo en práctica.
La buena voluntad es hoy un sueño, y no deja de ser una teoría. Pero cuando esa teoría se lleve a la práctica se derribarán todas las barreras de la separación y de la incomprensión humana.
Quien practica sinceramente la buena voluntad en el hogar, puede cambiar totalmente las actitudes familiares. Cuando la buena voluntad sea practicada verdaderamente entre los grupos de cualquier na­ción, entre los partidos políticos, entre sectores religiosos y entre las naciones, podrá revolucionar al mundo.
Es cierto que existen en el mundo personas de buena voluntad, sin embargo, los embarga el temor, o un sentimiento de futilidad porque comprenden que el trabajo a realizar es de tal magnitud, que sus insignificantes esfuerzos aislados son totalmente inútiles, para derribar las barreras del odio y de la separación existentes en todas partes. Se sienten impotentes por su aislamiento, por su soledad, por la incomprensión, por la fuerza que tiene la forma de pensamiento de inutilidad que les inunda.
Y, sin embargo, la acción de esas personas de buena voluntad, unidos, tendrían más fácil la sensibilización del mundo y conseguirían estabilizar la situación económica del planeta y conseguir para todos sus habitantes una condición en que haya lo justo y suficiente para todos; conseguirían conducir a los seres humanos, a espaldas de los grupos religiosos, o puede que trabajando con ellos, a manifestar su divinidad. ¡Se conseguirían tantas cosas!
Tú que lees esto, y que posiblemente seas un inconformista, y que pienses que el mundo está mal repartido, y que incluso ya colabores apadrinando un niño, y que te rebeles ante algunas injusticias, y puede ser que hasta te manifiestes; estas un poco más cerca de la “buena voluntad”, pero no es suficiente. No es suficiente mientras haya una sola persona pasando hambre en el mundo, mientras haya un solo niño abandonado, mientras haya personas enfermas sin acceso a la sanidad. Ante esto, de nada valen las palabras, ni las manifestaciones, ni la indignación. Ante esto sólo cabe la acción, la acción de ayuda.
Posiblemente pienses que ya estás haciendo todo lo que humanamente puedes. No lo creas, ¡Puedes más!, si no puedes colaborar económicamente, (que seguro que si), puedes hacer proselitismo para que nadie a tu alrededor se quede insensible ante las desigualdades.
Ya no valen solo las palabras, ya no vale solo la indignación, ya no valen solo las manifestaciones. Hay que pasar a la acción, hay que ayudar, no dando sólo lo que nos sobra, eso lo puede hacer cualquier, no tiene merito, hay que dar más. Hay que dar, incluso, parte de eso que guardamos para el día de mañana. “Mañana” puede ser que ya no vivamos, y “hoy” hay hermanos nuestros que pasan hambre.

martes, 15 de noviembre de 2011

Nuestras carencias, nuestro camino

             Los seres humanos siempre se han diferenciado de los animales en que sufren una clase determinada de dolor que los animales no sufren. Todas las formas de vida sufren enfermedades, accidentes, pérdidas, mueren. Pero los seres humanos, además de todo esto, experimentan sufrimiento y angustia mental y emocional. Desde siempre los seres humanos han experimentado dolor emocional, insatisfacción, descontento, falta de paz.

También ha habido desde siempre unas pocas personas con el conocimiento de que la mayoría de este sufrimiento se debe a la separación del  ser humano respecto de sí mismo. La mayoría de nuestras insatisfacciones no provienen de enfermedades o de problemas materiales, sino de “no ser nosotros mismos”. El sufrimiento no es inevitable. Sólo se debe a no saber quienes somos, a no conocer nuestro ser, a no conocer nuestra verdadera naturaleza, a no ser libres para ser nosotros mismos. Es esta separación de nosotros mismos la que nos deja un sentimiento de vacío, un profundo sufrimiento, que con el tiempo puede derivas, y de hecho deriva en enfermedades físicas y mentales.
Cuando la persona es consciente de que la causa de su sufrimiento es su vacío profundo, si ella quiere, y es capaz de hacerlo, hay maneras para que esa persona pueda realizar el viaje de regreso a sí misma. El trabajo a realizar se hace siguiendo cualquier camino, cualquier método, o cualquiera de las filosofías que reconocen el hecho del sufrimiento y su causa, y enseñan como devolver a la persona a su auténtica naturaleza y eliminar así el innecesario sufrimiento causado por esa separación interior.
El trabajo no es, realmente, eliminar el sufrimiento, ya que el deseo de regresar a la auténtica naturaleza de uno mismo es un impulso innato, que existe en presencia o incluso en ausencia de sufrimiento. Cuanto más en contacto estamos con nosotros mismos, más percibimos ese innato deseo de saber y ser lo que realmente somos. Deseamos la libertad para poder vivir como deberíamos vivir, para desarrollar todo nuestro potencial. Cuando no lo hacemos, sufrimos, pero ese sufrimiento, más que ser un problema, es simplemente el deseo de nuestro auténtico ser para vivir, para ser libre. Es una señal de que queremos regresar a nuestra verdadera naturaleza.
¿Qué podemos hacer para volver a tomar contacto con nosotros mismos? En primer lugar es imprescindible tenerlo claro, para que no falte la voluntad, mucha o poca, para realizar cualquier trabajo. Es realmente difícil el camino de regreso a lo que somos, y desde siempre, han sido muy pocas personas, las que han elegido emprender el camino,  muchas menos las que han conseguido llegar, seriamente, a alguna parte, y muchísimas menos las que han conseguido completar el trayecto.
Pero la causa no es, precisamente, la falta de voluntad, sino el miedo al fracaso. Miedo que se encuentra ligado totalmente a la voluntad. De tal manera que cuando una persona trata de emplear su voluntad, empieza a experimentar un miedo terrible. La persona desconoce incluso que ese miedo está ahí. Solamente sabe que no puede disponer de su voluntad, que no es capaz de actuar con determinación, que no puede hacer cosas difíciles.
No es que la persona no quiera ejercer su voluntad, es que no sabe cómo hacerlo, no puede hacerlo. No puede disponer de ella. Se ha separado de ella debido a determinados miedos inconscientes, y debido a que esos miedos son inconscientes, la mente consciente no tiene control sobre ellos.
Y aun hay más, la gente no desea comprometerse en trabajos de búsqueda interior porque temen perder su libertad personal. En todos nosotros existe un profundo temor de perder nuestro sentido de identidad, el sentido de quienes somos, nuestra privacidad, nuestra individualidad, aunque no existen razones conscientes para ello.
De tal modo, que emprender, seriamente, cualquier tipo de trabajo es difícil debido a que la voluntad, el compromiso, la comprensión, generalmente no están disponibles para nosotros debido a los miedos y resistencias reprimidos, los cuales son completamente inconscientes y controlan nuestro comportamiento.
Realmente, lo que queremos buscar es nuestra propia esencia, pero ella, ya está en nosotros, por lo tanto, lo único que tenemos que hacer, es recordar. Recordar cada una de las cualidades de nuestra propia esencia: la verdad, el amor, la compasión, la misericordia, la voluntad, la fortaleza, la alegría. Todo eso es nuestra esencia.
Dependiendo de nuestro guía en el camino, se puede enfatizar una u otra cualidad. Los maestros dicen cosas diferentes, unos dicen que hay que entregarse a Dios, otros buscan la “perla azul”, otros dicen que hay que hacer un esfuerzo consciente, buscar la voluntad; otros dicen que la respuesta es el vacío, otros el amor; y a mil maestros que consultáramos, tendrían mil respuestas diferentes, aunque, a fin de cuentas, todo es lo mismo. Y puesto que la mayoría de las personas desconoce que nuestra esencia posee muchas cualidades, cada uno piensa que el otro está equivocado.
No lo están. Lo que pasa es que cada maestro enseña aquello que más ha trabajado. Y lo ha trabajado más porque seguramente, cuando él comenzó su viaje al interior, era de lo que más necesidad tenía. Era el mayor vacío que tenía, era su carencia principal.
Cada uno tiene sus propias carencias. Cuando nacemos tenemos nuestra esencia al completo, según vamos creciendo se van fortaleciendo cada una de las cualidades de nuestra esencia, pero algunas, pueden debilitarse e incluso desaparecer en función del ambiente en que vivimos, de las enseñanzas recibidas, de los traumas, de los desengaños. Cada vez que surge algún conflicto, hay una disminución de determinada cualidad. A veces nuestra fortaleza, a veces nuestro amor, a veces nuestra autoestima, o la compasión, o la alegría, o la intuición, resultan heridas, y más tarde, completamente bloqueadas.  
 Cuando una de nuestras cualidades es finalmente bloqueada por una experiencia personal, lo que queda en el lugar de esa cualidad es una sensación de vacío. De tal modo que se crea en la persona la sensación de que se carece de algo, y por lo tanto, que algo anda mal. Cuando sentimos esa deficiencia, tratamos de llenar ese vacío que sentimos en nosotros, y tratamos de llenarlo con cualidades similares, siempre erróneas, o tratamos de llenarlo desde el exterior.
Imaginemos, por ejemplo, que sentimos que el amor por nuestra madre es rechazado, que no es apreciado. Entonces, ese amor en nosotros, es herido, dañado. Donde debería estar el amor, hay un vacío. Lo que entonces hacemos para obtener ese amor del que sentimos su pérdida, es tratar de obtenerlo de nuestro exterior. Deseamos que alguien nos ame de tal modo que el vacío en nuestro interior sea llenado con amor. Sabemos exactamente qué queremos, pero nos olvidamos de que fue nuestro propio amor el que perdimos; creemos que hemos perdido algo del exterior, de forma que tratamos de recuperarlo desde el exterior.
Conectados a cada carencia están las memorias de las situaciones que provocaron la herida y la cualidad que se perdió. Están todas allí, pero reprimidas. No recordamos que sucedió o que perdimos, y lo que hacemos es llenar el vacío, con emociones, con creencias. Y esas creencias forjan nuestra personalidad. Creemos que somos eso. Pero no es así, esos son remiendos  que hemos ido haciendo para aliviar nuestras carencias.
Para emprender el camino de regreso hemos de aprender a sentirnos a nosotros mismos. La mayoría de la gente circula por la vida sin esa conciencia de sí mismos porque están tratando de evitar la sensación de vacío, la falsedad, la sensación de que “algo anda mal” en sus vidas.
¿Qué hay que sentir de uno mismo? Hay que saber la cantidad de voluntad de la que se dispone, sea cual sea, todo el amor y la comprensión que de uno mismo se pueda tener, sean cuales sean. Hay que tener un verdadero deseo de regresar a nuestra verdadera naturaleza. Y sobre todo, tener claro que las dificultades surgen de nuestro interior, de nuestros propios conflictos. Porque si creemos que vamos a solucionar los problemas ganando algo más de dinero, siendo un poco más guapo, teniendo niños, comprando un coche mejor, y cosas así, estamos perdidos, no vamos a llegar a ningún sitio. El verdadero camino comienza al ver que las dificultades surgen de nuestro interior y al sentir que la satisfacción que buscamos también procede de ese interior.
            A partir de aquí, cualquier técnica que nos ayude a conectar con nosotros es correcta. Meditación, trabajar virtudes que hagan desaparecer los defectos, fortalecer conscientemente las carencias, más amor, más comprensión, más fortaleza, más voluntad. Todas ellas, han de sentirse desde el interior, nada está fuera de nosotros, absolutamente nada. Buscar, por ejemplo, el amor en una pareja en el exterior, es sencillamente tratar de esconder un vacío. El amor ya está dentro, y cuando aparezca la pareja, lo único que hay que hacer es ofrecerle ese amor.
Lo ideal es trabajar al unísono todas nuestras cualidades, No tratemos, por ejemplo, de desarrollar únicamente el amor. El amor es sólo una de nuestras cualidades. Pero el amor sin la voluntad, no será auténtico; la voluntad sin amor no nos permitirá gozar de la dicha de amar. Solamente el desarrollo de todas las cualidades nos permitirá convertirnos en plenos y verdaderos seres humanos.
Y durante todo el trayecto, hay que estar presentes. Estar por completo aquí y ahora es ver la verdadera naturaleza de las cosas, es el camino más rápido para llegar al interior, es más rápido que meditar durante tres horas diarias mirando una pared. Hay que combinar la meditación, con la presencia, con la conciencia de querer seguir caminando, con la realidad de que todo está en nosotros.