Dedicaba la entrada anterior a
una virtud: la humildad, y en esta entrada quiero dedicarla a otras virtudes,
las teologales, que son: fe, esperanza y caridad; por ser tan o más necesarias
para la realización de nuestro trabajo interior como lo es la humildad.
Pero, ¿Qué es una virtud? Una
virtud es una cualidad moral que se considera buena, es un hábito espiritual,
es un buen hábito. Se adquiere por la repetición de actos moralmente buenos y
reiterados. Una virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Las
virtudes se oponen a los vicios. Un vicio se adquiere, como la virtud, con la
repetición de actos, pero que en este caso los podemos considerar moral y físicamente
perniciosos.
Un virtuoso es aquel que sabe cómo
llegar a sus metas sin pisar las metas de los otros, un virtuoso es aquel que
pone a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un objetivo diferente, un
virtuoso es el que «sabe remar contra la corriente». ¿Te identificas?
Las virtudes pueden ser
cardinales, que son el principio de las demás cualidades morales, y teologales,
que son las virtudes que tienen como origen, motivo y objeto inmediato al mismo
Dios.
Fe, es la virtud por la que creemos
en algo que no vemos, y en lo más importante que podemos creer sin ver, es en
Dios, ya que aunque todo a nuestro alrededor, incluso nosotros mismos, somos
una prueba, yo diría que irrefutable, de que Dios existe, no se le ve, por lo
tanto creer en Él es un acto de fe. Es un acto de fe creer en guías, ángeles,
Maestros; es un acto de fe creer en el alma; es un acto de fe creer en la
reencarnación, es un acto de fe creer que existe la iluminación y que podemos
llegar a ella.
Por lo tanto, es imprescindible la fe
para realizar cualquier tipo de actividad que nos acerque a Dios.
Esperanza es la siguiente virtud
teologal por la que deseamos y esperamos de Dios la vida eterna como nuestra
felicidad, confiando en las promesas de Cristo, y perseverar hasta el fin de
nuestra vida terrena.
La vida, llena de problemas, llena de
sufrimiento, llena de dificultades y de decepciones, hace que los seres humanos
caigamos en el desaliento y pensemos
que no hay nada que hacer, que todo es inútil. Es la esperanza la nos da el
ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.
La fe y la esperanza no tienen ningún sentido si no
desembocan en el amor y en la caridad. Por la fe tenemos el conocimiento de
Dios, por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y
por la caridad amamos y obramos de acuerdo a las leyes divinas, las leyes del
amor.
La caridad es la virtud teologal por
la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro hermano como a nosotros
mismos. Jesús hace de ella un nuevo mandamiento: “Un mandamiento nuevo os doy,
que os améis los unos a los otros”.
Hay quien puede pensar que caridad es
dar alguna de las monedas que nos sobran al mendigo que está sentado en una
esquina. Es mucho más que eso, sentir auténtica caridad, es amar sinceramente,
es servir, es perdonar, es ser paciente y no irritarse, es dulzura, es bondad,
es tolerancia, es misericordia, es respeto, es entrega, es generosidad, es….
Por lo tanto, todos los que nos creemos trabajadores de
la Luz, todos los que buscamos la Unión Divina, hemos de comenzar a vivirla en
el cuerpo, hemos de creer en todo lo que no vemos, hemos de esperar que vamos a
alcanzar eso que no vemos, y lo vamos a conseguir con una herramienta muy difícil
de conseguir, la caridad, que no es más que amar a nuestros hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario