………..Continuación
Es propio de
la fe hacernos humildes en los sucesos felices
e impasibles en los reveses.
Santa
Clara
Da el primer paso en
la fe.
No necesitas ver toda
la escalera, sólo dar el primer paso.
Martin Luther King
Intentaba
que estas personas llegadas a la Tierra, “para enseñar de nuevo como se hacen
las cosas”, me dieran una relación exhaustiva y ordenada de los pasos a seguir,
pero su respuesta fue que era imposible, porque podrían dar tantas relaciones y
ordenarlas de tantas maneras distintas, como personas habitan el planeta, ya
que cada ser se encuentra en un punto distinto en su camino de crecimiento y de
acercamiento a la Luz.
¿Valdría la misma relación, ordenada
de la misma manera, para una persona alcoholizada, que se pasa la vida de bar
en bar, sin haber escuchado ni una sola vez en su vida que somos Amor, que para
otra persona que tiene incorporado en su vida el hábito de la meditación?,
¿Tendría que aprender lo mismo el asesino que mata por placer, que el monje que
dedica su vida a los demás? Imagina que la enseñanza en la vida fuera la misma
para el niño que recién comienza en la escuela, que para el adulto que quiere
ser ingeniero y construir puentes. Es seguro que ninguno de los dos iba a
aprovechar la enseñanza. El niño necesita aprender las vocales, las
consonantes, y unirlas para formar palabras. Y así, seguir cada año
incrementando la enseñanza hasta llegar al final de la carrera, en el que tenga
el conocimiento necesario para construir puentes.
Es muy posible que muchos fracasos
“espirituales” nos sean únicamente motivados por la falta de voluntad de las
personas, sino porque los enseñantes quieran aplicar la misma fórmula y el
mismo método a todos, sin distinción, sin tener en cuenta que enseñar las
vocales a quien ya sabe leer le aburre, y enseñar integrales a quien no conoce
los números es como si le hablaran en un idioma desconocido.
Por lo tanto no es posible dar un
método homogéneo de crecimiento, pero si es posible dar algunas pautas por las
que todos los seres han de pasar en algún momento de sus vidas, porque el
crecimiento es evolución, vida tras vida, retomando en la siguiente el camino
en el mismo punto en que se detuvo en la vida anterior.
El primer peaje, casi obligatorio,
por el que han de pasar todos en el inicio de su camino es la “Fe”. Fe, es creer lo que no vemos. Difícilmente
se puede hacer alguna cosa en la que no se crea.
En algún momento de esta, o de otras
vidas, llegará a la persona, por cualquier canal, ya sea por medio de la
palabra, de la imagen o de la lectura, una información diferente a lo que la
persona está acostumbrada a escuchar, e incluso, diferente y opuesta a la
educación recibida. Una información que aunque ya enseñan casi todas las
religiones: “Todos somos hijos de Dios”, no llegan, ni de lejos, a entender su
verdadero significado. Y no es que no lleguen a entender su significado, es que
lo tergiversan. Las religiones presentan a Dios como un Ser vengativo, un Ser
castigador, un Ser que perdona si nos hacemos merecedores del perdón, un Ser
que premia a los buenos y castiga a los malos. Y curiosamente son “malos”,
aquellos que no cumplen los preceptos que los mismos dirigentes de las
religiones se han inventado. Dirigentes, que normalmente viven en la opulencia,
mientras hay hermanos suyos que no tienen un triste bocado para llevarse a la
boca. (Esto lo dicen dos seres, que hasta hace poco estaban sentados a la
diestra de Dios Padre, por expresarlo de una manera conocida).
Ser hijos de Dios supone tener sus
mismos genes, es decir, tener su misma esencia. Ser hijos de Dios supone ser
creadores. De alguna manera, todos estamos interviniendo permanentemente en la
Creación. Pero sobre todo, estamos
creando nuestra propia vida y el camino de nuestro acercamiento a Dios.
Aquí es donde entra en juego la Fe.
Si creemos que estamos creando nuestra propia vida, entonces creeremos que
somos total y absolutamente responsables de nuestra felicidad o nuestra
desdicha. A partir de aquí es cuándo podremos poner en marcha los mecanismos
necesarios para que todo lo que haya en la vida sea paz, amor, felicidad,
alegría, y todo un sinfín de cosas buenas.
Pero aun hemos de seguir el juego de
la Fe y creer otras cosas que tampoco se ven. Todas estas sensaciones: paz,
amor, serenidad, alegría, etc., pueden estar en nosotros, de la misma manera
que puede estar el miedo y el dolor y la tristeza. Todo es un estado interior, TODO
ES ENERGÍA, y cualquier persona puede cambiar una energía en otra, es decir,
podemos cambiar la tristeza en alegría, podemos cambiar el dolor por amor,
podemos cambiar el estrés por serenidad, podemos cambiar el orgullo por
humildad. El problema estriba en que, normalmente, no se ve esa energía, y la
sociedad nos ha enseñado como Santo Tomás: “A ver para creer”.
Hemos de creer que nada en el
exterior de la persona va a conseguir nada, de manera permanente, para que esa
persona sea feliz o desdichada. De la misma manera que creemos que para
bañarnos hemos de tener contacto con el agua.
Si para poder llegar a buen puerto,
en cualquier aspecto de la vida en la materia, es imprescindible creer en lo
que queremos para poner todos los medios a nuestro alcance para conseguirlo,
¿Por qué ha de ser distinto en la vida espiritual? Hemos de creer en lo que
realmente somos, hemos de creer que no somos el cuerpo, hemos de creer que
somos el alma, que somos una chispa divina, que somos hijos de Dios. A partir
de aquí, podremos elegir las herramientas necesarias para conseguir todo
aquello que nos propongamos.
Continuará………………..