Es posible
que pise un terreno resbaladizo con esta entrada, pero hace tiempo que ronda
por mi cabeza, lo cual es señal de que debía dejar que transitara desde la
cabeza hasta el blog. Si no lo hiciera estaría ocupando un espacio en mi mente,
sin dejar que otras ideas ocuparan el lugar correspondiente. Así que le pido a
Dios toda la iluminación que decida concederme para explicar lo más claro y
sencillo posible el batiburrillo de ideas que aparecen en mi mente sobre Su
Voluntad, sobre la Voluntad de Dios.
Estamos cansados
de escuchar y de decir “Es la Voluntad de Dios”, sobre todo cuando algo malo
sucede, una enfermedad, un accidente, una muerte, etc. Siempre es la Voluntad
de Dios. Sin embargo, cuando lo que sucede es bueno, porque toca la lotería, porque
se asciende en el trabajo, entonces es cuestión de valía personal o de suerte.
Y, sin
embargo, tanto los sucesos que calificamos como malos, como los que calificamos
como buenos, son idénticos, ya que la calificación sólo proviene de nuestra
propia apreciación, de nuestra mente, ambos son Voluntad de Dios, porque todo
es Voluntad de Dios.
Llegados a
este punto se me ocurre pensar, y seguro que a vosotros también: “Si todo es
Voluntad de Dios, ¿Cómo puede ser su Voluntad tantos asesinatos, tantas
enfermedades, tantas guerras, tanta miseria, tanta hambre, tanto dolor?
Con nuestra
mente, potentísima, pero infinitamente diminuta comparada con la Mente de Dios,
no podemos llegar a entender ninguno de los Aspectos Divinos, y entre estos
aspectos se encuentra la Voluntad de Dios. Aunque nos lo explicaran de la
manera más clara posible, no lo entenderíamos, porque es como si lo hicieran en
un idioma totalmente desconocido para nosotros, o como si explicaran la fuerza
de la gravedad a un bebé de dos meses. Es imposible llegar a entender una
millonésima parte de la Grandeza de Dios.
Los seres
humanos solo podemos entender desde nuestra mente, e intentamos entender la
Voluntad Divina desde el conocimiento que tenemos de nuestra propia voluntad.
La voluntad humana es la facultad de decidir y de ordenar la propia conducta, y
esta voluntad interviene para tener la fuerza necesaria para realizar una serie
de acciones, y conseguir así una meta.
Pues bien,
lo que los seres humanos entendemos por voluntad, no es, para nada, comparable
con la Voluntad Divina. La Voluntad Divina, es lo mismo que el Poder Divino, o
el Plan Divino, o la Verdad. La Voluntad de Dios es que todos los seres humanos
seamos felices, que todos alcancemos la Verdad cuanto antes mejor, pero en
contra de lo que es la voluntad humana, en la que se tiene la fuerza para poner
todos los medios al alcance de la persona para conseguirlo, Él no va a mover ni
un solo dedo, (permitirme que lo exprese de esta manera), para que así sea,
porque Su Voluntad es, el respeto por nuestra libertad o por nuestro libre
albedrío.
Y, cuando ante hechos que para
nosotros pueden ser trágicos y dolorosos, levantamos los ojos cielo y
preguntamos ¿Por qué Dios mío?, ¿Por qué a mí?, ¿Por qué ahora?, lo que debemos
hacer es conectar con nuestro corazón, aceptar la situación, (que no quiere
decir que no pongamos todos los medios a nuestro alcance para que se solucione
lo que parece un problema), y decir “hágase Tu Voluntad”, porque la Voluntad de
Dios no es más que el reflejo de nuestro propio “plan de vida”.
Tengo que confesar, que esto que
tengo tan claro y que me cuesta tan poco explicar, no está integrado al cien
por cien en mi, y a veces, también cuestiono las Maneras de Dios, olvidándome
que son las mías propias. Afortunadamente, en algún momento del mismo día llega
a mí la verdad, y vuelvo a mi centro.
Cuanto sientas lo mismo, cuando creas
que Dios te ha abandonado a tu suerte o que es injusto contigo, respira, lleva
la atención a tu corazón, y en poco tiempo sentirás la presencia de Dios y como
su mano te acaricia dulcemente, dándote a entender de que comprende tu
desesperación y de que está a tu lado, esperando que tu dolor se trueque en paz
y en serenidad, sabiendo que cuando llegue ese momento te vas a olvidar de Él y
de darle las gracias por su compañía.
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