Con
mucha, o mejor, con demasiada frecuencia nos encontramos atados al tiempo: “Se
me hace tarde”, “Mañana vamos a realizar el…”, “Las Navidades pasadas”, “Las
próximas vacaciones….”, “Nos vemos en una hora”.
Pero ¿Qué es el tiempo? Los estudiosos lo
definen como una magnitud de
carácter físico que se emplea para realizar la medición de lo que dura algo que
es susceptible de cambio, o también como una dimensión física que representa la
sucesión de estados por los que pasa la materia.
Parece
claro. Sin embargo, basándome en la propia experiencia, la sensación de
duración del paso del tiempo, de “mi tiempo”, parece fluctuar en función de mi propio estado
emocional, y es claro que hace variar mi conciencia de apreciación del tiempo. Cuando me encuentro
bien, a gusto, enfrascado en la realización de una actividad que me apasiona,
el tiempo se encoge, se reduce, pasa rápido; mientras que si la actividad es un
tedio, el tiempo se alarga indefinidamente y no termina de pasar.
Y
por la noche, cuando no está de vigilia la conciencia, la apreciación personal
es de no tiempo, porque tampoco está el “yo” para apreciar nada, está
descansando. Todo lo cual nos lleva a pensar que el tiempo es una apreciación
del “yo”, por lo tanto si el “yo” no está presente, no hay tiempo. Si ya sé que
el reloj sigue corriendo, pero a mí que más me da si “yo” no estoy presente.
Toda
nuestra vida es una apreciación personal, es la propia conciencia, es el propio
“yo”. Cuando viajo al pasado hay nada, todo está en mi recuerdo, recuerdo un
día, recuerdo una hora, recuerdo una situación, todo convenientemente filtrado
por el arel de mis propias creencias; pero curiosamente para dos personas que
han vivido el mismo pasado los recuerdos son diferentes, porque es la
conciencia de cada uno. Cuando viajo al futuro me encuentro lo mismo: nada.
Solo
existe lo que llamamos tiempo cuando se da la conjunción del “yo” y del ahora. Aunque
más que tiempo es el continuo de la materia. Pero si siempre estuviéramos en el
ahora, (que es donde deberíamos estar), ¿Para qué el tiempo?, aparte de para fichar
en el trabajo a la hora y cosas similares.
Al
otro lado de la vida, ni tan siquiera existe ese continuo de la materia, porque
no hay materia. Para los que están al otro lado de la vida todo es ahora, pero
no solo aquello que es ahora para los que estamos en la materia, sino lo que
nosotros consideramos como pasado o como futuro. Para ellos todo es ahora, no existe
ni el tiempo ni el continuo de la materia. (Tampoco lo necesitan, no tienen que
fichar).
Está
claro que mientras estemos aquí, en la vida, no vamos a poder desligarnos
completamente del tiempo o de ese continuo de la materia, pero sí que parece
clara la relación “tiempo, materia”, lo cual nos lleva a la conclusión de que mientras
más esclavos seamos del tiempo parece que permanecemos más atados a la materia.
Lo cual no quiere decir que un impuntual sea un ser más elevado, no, solo es un
ser más irrespetuoso, porque todavía estamos en la materia y para desligarnos
de ella necesitamos cultivar todas las virtudes Divinas, y una de ellas es el
respeto.
Cuando
consigamos avanzar en esas virtudes y podamos ir descontando, en lugar de
sumar, el numero de encarnaciones, posiblemente necesitemos un secretario que
nos vaya recordando los eventos a realizar, ya que entonces sí que estaremos realmente
con “los pies en la Tierra y la cabeza en el Cielo”, y no existirá el tiempo
cuando lleguemos a ese estado.