Una
pareja es la conjunción de dos almas
que van al encuentro de Dios.
Terminaba la entrada
anterior de “Almas gemelas” diciendo que La razón de tanta felicidad solo es
una mezcla de deseo, de apego y de pensamiento. A partir de ese momento inicial
es cuando los enamorados realmente han de aprender a amar, porque no saben,
porque lo que sienten no es amor, y si se han encontrado no ha sido por
casualidad, ni ha sido porque Dios ha permitido que se encuentren para vivir
una locura, ni ha sido tampoco porque sean almas gemelas. Ha sido porque así
estaba planificado.
La atracción que
sienten el uno por el otro, ya sea física, emocional o intelectual, solo es el
instrumento de acercamiento para cumplir una misión. La auténtica atracción es
la atracción espiritual. Ambas almas sabían de antemano que se iban a conocer
de una determinada manera, en un determinado tiempo para realizar un
determinado trabajo. Es mucho menos idílico de lo que nos gusta creer y mucho
más “Grande” de lo que podamos pensar.
Antes de llegar a la
vida organizaron, pactaron y aceptaron lo que sería su Plan de Vida. En ese
Plan de Vida aparecen reflejados los encuentros de todo tipo, y entre ellos el
encuentro de su pareja, o de sus parejas, ya que cuando el trabajo establecido
con una pareja ha finalizado, aparecen nuevos encuentros para nuevos trabajos,
para nuevos aprendizajes. Y ese cambio de pareja debería poder realizarse sin
miedo, sin dolor, sin traumas, sin culpabilidad, sin utilizar a los hijos como
arma arrojadiza, sin embargo esto no es posible porque falta lo más esencial,
falta el amor, falta el respeto, falta la generosidad.
De la misma manera
que no sabemos lo que somos, ni de dónde venimos, ni lo que hemos venido a
hacer, no sabemos nada, absolutamente nada, de lo que trata la vida. Por lo
tanto no sabemos de qué trata la pareja.
Una pareja es un
contrato establecido de antemano ante Dios, por lo tanto todo lo que
formalicemos en la vida en la materia, sirve para las leyes de la materia, ya
sean legales o eclesiásticas, pero a Dios le va a dar igual. No existe por lo
tanto ningún impedimento espiritual, es decir ante Dios, (espiritual nada tiene
que ver con eclesiástico), para que dos personas ya sean del mismo o de
distinto sexo formalicen su relación como pareja, ya que el autentico contrato
lo firmaron antes de llegar a la vida.
La razón de ese
contrato, la razón del encuentro puede tener varios objetivos: Ambas almas están
convencidas que durante un determinado tiempo juntas en la materia pueden
aprender lo suficiente para crecer y acercarse así un poco más a Dios, o puede
ser que hayan coincido en vidas anteriores y tengan temas pendientes, (tratándose
de parejas es lo más normal), y hayan decidido encontrarse en la nueva vida
para zanjar las diferencias existentes.
La pareja es un campo
magnífico de aprendizaje y crecimiento para los seres humanos, ya que es un
gran instrumento para aprender un sinfín de cualidades como lo son el amor, el
respeto, la comprensión, la tolerancia, la ayuda, el sacrificio, la aceptación,
la paciencia y el servicio, entre otros que ahora se me escapan.
Sin embargo, aunque
no se firme un contrato en un juzgado o en una iglesia, existe el contrato del
alma que es mucho más importante que cualquier otro contrato que se pueda
firmar en nuestra vida en la materia, y la falta de las cualidades reflejadas
en el párrafo anterior y la sobra de vicios como el orgullo, el engaño, los
celos, la intolerancia, tienen unas consecuencias mucho más graves que la
excomunión, la encarcelación física, o el pago de una pensión de manutención.
Es la Ley del Karma: ¡Quien a hierro mata, a hierro muere!
Vivimos un sueño y en ese sueño organizamos
una vida de pareja que nada tiene que ver con la realidad. Hasta que no despertemos
y vivamos nuestra vida despiertos, y por ende nuestra relación de pareja, no
seremos conscientes de que la pareja es la conjunción de dos almas que van al
encuentro de Dios.
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