Cuando
consigo mantener el pensamiento consciente de que soy un hijo de Dios, de que
solo estoy ejecutando un plan establecido de antemano, de que me encuentro
momentáneamente sobre un escenario representando un personaje que a su vez
trata de recordar sus orígenes, y que todos los que me acompañan están también
representando su papel y tratando de activar sus recuerdos, siento una
serenidad especial. La serenidad del que sabe que “todo está bien”, y de que
nada malo puede suceder porque Dios me está llevando de la mano, la serenidad
del que no tiene que competir para demostrar nada a nadie, la serenidad del que
sabe que no ha de esperar a una próxima parada para encontrarse con Dios,
porque Él es quien conduce el autobús, porque Él es el cobrador, porque Él es
mi vecino de asiento.
Cuando
consigo mantener el pensamiento consciente de que solo estoy tratando de
recordar por donde volver al camino que me llevará a casa, recibo con
generosidad los frutos que se encuentran a ambos lados de los caminos que me llevan
al camino central, y sé que siempre voy a recibir aquello que necesite.
Tengo
que reconocer que me cuesta trabajo y que tengo que permanecer muy atento,
porque para mí es difícil, supongo que para ti también lo debe ser, y que como
yo tratas de boicotearte manipulando tu vida para que sea tal y como se va
proyectando en la estepa de la mente, pero cuando consigo cambiar la estepa por
el paraíso, y consigo mantenerlo durante un tiempo merece la pena, porque me
inunda la Energía Divina.
¡Inténtalo!, si yo
puedo a veces, seguro que tu también.
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