Capitulo XVII. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"
Ahora, sin memoria, cada día, para mí,
era nuevo. Había pasado, con nota, el viaje y la reunión en Miami, así como el
encuentro con Indhira y con los niños. Pero hoy me esperaba otra prueba de
fuego. Mi primer día en la empresa. Y no era precisamente el último asistente
que pudiera preguntar, a cualquiera que pasara por mi lado, como se hacía
alguna cosa, donde estaba la fotocopiadora o como se llamaba la persona que
ocupaba uno u otro despacho. Era el presidente.
Nada más llegar subí directo a mi
despacho. No quería encontrarme con nadie a quien se supondría que tendría que
saludar de determinada forma y no conocer nada de la persona. Quería
encontrarme con Pablo, lo antes posible.
En una sala frente a mi despacho estaba
Diana. La encontré desmejorada. Incluso más que el primer día que la conocí
recién separada de su pareja.
-
Aunque, en la actualidad, no sabía cómo
era nuestro trato, me acerqué a ella. La abracé dándole un beso, como saludo, a
la vez que le preguntaba- ¿cómo estás?
-
Hola Antay, estoy bien, como siempre.
¿Qué tal vuestro viaje? -Me dio gusto saber que el trato parece ser el mismo
que conocía.
-
Muy bien. Tu hiciste un gran trabajo
porque el hotel no podía estar mejor y, además, muy cerca de las oficinas. ¿No
te ha contado Pablo? -la pregunta ya la hice con toda intención porque era una
manera de saber cómo iba su relación.
-
No me ha contado mucho. Ya sabes que
habla poco y, últimamente, aun habla menos. -sus ojos brillaron hasta el punto
que pensé que no podría aguantar las lágrimas. Pero si, pudo aguantarlas.
-
Creo que tenemos que hablar. -esperaba
no haber metido la pata, porque, aunque pareciera que nuestra relación seguía
por los derroteros de confianza de antaño, no sabía si esta relación había
variado.
-
Si, me irá bien. -fantástico, pensé. La
relación sigue como recordaba.
-
¿Ha venido Pablo? -era muy importante
para mí empezar el día con su presencia a mi lado.
-
Si, está esperándote en tu despacho.
-fue un alivio escuchar su respuesta.
-
Gracias Diana.
En
efecto, Pablo estaba en el despacho que ya conocía cuando estuve en las
entrevistas con mi suegro. ¡Qué cosas tiene la vida!, ahora era mi despacho.
-
¿Cómo te fue en casa? -Se interesó
Pablo, en cuanto aparecí por la puerta, hablándome en voz baja para que Diana
no se enterara de nuestro secreto.
-
Me fue bien. Le conté todo. Me pareció
que tenía que saberlo. Será mi apoyo para las reuniones familiares. Entre ella
y tú espero salir airoso de este momento tan delicado.
Estábamos
planeando, Pablo y yo, hacer una visita por todos los departamentos de la
empresa, haciendo como si pasáramos por allí, para ir viendo a todas las
personas que trabajaban con nosotros. Así, contándome, antes de entrar, quien
era cada uno podía conocerlos, ya que no era un buen plan que Pablo me
acompañara de manera permanente hasta que retornara mi memoria.