Capítulo XVI. Parte 2. Novela "Ocurrió en Lima"
Por
primera vez estaba a solas con Indhira, sin prisas. Era ese momento, cuando los
niños duermen, en el que las parejas consolidan su amor, explicándose, no solo
lo obvio de su jornada, sino, también, sus emociones, sus sentimientos, sus
dudas, sus expectativas y sus miedos.
- Iba a
explicarle a Indhira mi pérdida de memoria. Lo tenía claro- ¿Sabes para qué
hizo su aparición Ángel en Miami?
- Ya me
dijiste, -contestó Indhira- para recordarte lo importante que es vivir con
atención.
- No sé
muy bien si esa era la verdadera razón. La verdad es que cuando apareció yo
estaba buscando la consulta de algún neurólogo.
- ¿Un
neurólogo?, ¿para qué?, -preguntó Indhira con cara de preocupación.
- Estoy
sin memoria. No me acuerdo de la última parte de mi vida y lo que me dijo Ángel
es que estaba bien y lo que me estaba ocurriendo era algo pasajero, parece ser,
que programado por “ellos”.
- ¿Qué te
estaba ocurriendo?, ¡no me asustes!, -Indhira seguía preocupada.
- Escucha
cariño y no te asustes.
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El lunes cuando me levanté lo hice en una cama desconocida, en una habitación
que no era la mía, en una casa extraña, durmiendo contigo, yo que creía estar
soltero y, con dos hijos, a los que veía por primera vez, siendo, además, el
presidente de la empresa de tu papá.
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El último recuerdo que tengo fue nuestra cena en la pizzería, cuando nos
encontramos con Pablo, Diana y el resto de compañeros, que luego comenzaron a
trabajar en la empresa en el nuevo departamento de informática.
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Lo primero que me dijo Ángel fue que no hacía falta que fuera a un neurólogo
porque no tenía ningún problema físico.
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Debe de ser una cuestión espiritual.
- Y
ahora, ¿has recuperado la memoria o sigues igual?, -se interesó Indhira con la
misma cara de preocupación.
- Sigo
igual.
- ¿Cómo
lo has hecho en la reunión?, y ¿el regalo de los niños, que ha sido justo lo
que querían?, y, ¿estar aquí?, si no llegas a decirme, no había notado nada
raro. Estás como siempre.
- Pablo
me ha puesto al corriente, primero de lo más importante para la reunión y,
después, para la empresa. Incluso, me explicó como había sido mi vida contigo,
de lo que él conocía, en estos años.
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Los regalos ha sido cosa de Ángel que estuvo conmigo, toda la mañana, y me dijo
que querían los niños y estar aquí ha sido fácil, porque te amo con locura y he
sentido que a los niños también. Esto es lo que siempre había soñado: Tener una
familia como la que tenemos.
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Me temo que hasta que me vuelva la memoria, que será cosa de días, según me
comentó Ángel, vas a tener que hacer uso de toda tu paciencia y no dejarme
solo, porque habrá personas que han aparecido en este tiempo que se supone que
conozco y no sabré ni su nombre. Por ejemplo, tu familia. Solo conozco a tu
papá de dos reuniones, pero a nadie más y me tendrás que ayudar en el trato con
ellos.
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A no ser, que les contemos lo que te estoy contando a ti. ¿Qué te parece todo?
- Y,
desde que te levantaste el lunes, ¿te acuerdas de todo?, -Indhira seguía
preocupada.
- Me
acuerdo de todo. Igual que de mi vida anterior. Se ha borrado mi memoria desde
la noche en que estuvimos cenando en la pizzería hasta que me desperté el
lunes. Eso está en blanco, para mí no existe. Pero, ¿qué hacemos?
- No lo
sé. Pensemos. -Indhira estaba tan confundida, además de preocupada, como lo
estaba yo el lunes cuando desperté sin memoria- Al resto de la familia los
veremos el domingo en el almuerzo, pero papá seguro que mañana te visita en la
oficina. Está como loco con esta ampliación y querrá conocer los detalles.
- Solo
dime como le trato y como le llamo, porque del tema de la ampliación creo que
no tendré problemas para ponerle al día. Además, Pablo estará pegado a mí toda
la mañana. Ya hemos quedado en eso.
Para no
preocupar a la familia decidimos no contarles nada. Si todo iba a ser como
había pronosticado Ángel, de que en unos días volvería a recuperar la memoria,
no merecía la pena hacerles partícipes de algo que, según Indhira, iba a ser
motivo de preocupación.
En las
siguientes horas mi esposa me fue poniendo al día de todo lo que, se supone,
tenía que saber. Me habló de todos y cada uno de los miembros de la familia. De
sus nombres, de su aspecto, de sus gustos, de sus aficiones, del grado de
afinidad y complicidad que cada uno de ellos tenía conmigo. Parece ser que la
afición de Giuliano, mi cuñado, por la informática había hecho que fuera el más
cercano a mí de toda la familia. Con los demás me llevaba muy bien, según
Indhira. Tenía fama de escuchador
silencioso, por lo que si hablaba poco y escuchaba mucho estaría en mi papel.
Mientras
Indhira hablaba contándome los pormenores de todo lo que, se supone, debía de
saber, me daba la sensación de viajar de una persona a otra instalado en la
melodía de su voz. Me sentía enamorado. La amaba como no recuerdo haber amado,
ni tan siquiera a mis padres, porque el amor que sentía por ella era un amor
completo, un amor total.
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