Miércoles 1 de febrero
2023
El 80% de lo que escribo comienza y, si la historia es corta o banal la idea, termina en una
hoja de papel, de un cuaderno o, más bien, libreta, de tapas azules, con 200
hojas rayadas, para no torcerme cuando escribo, y con una banda de goma, para
asegurar que queda bien cerrada y así no se caigan las palabras y acaben sus
días en alguna vereda, pisoteadas por los transeúntes.
Aunque,
también es cierto, que mucho antes de morir pisoteadas por los transeúntes, yo
mismo me encargo de aniquilarlas, sin darles tiempo de pasar a la computadora y
de permitir su exhibicionismo, siguiendo las malévolas instrucciones de una
férrea censura literaria, que todo lo juzga como si estuviera leyendo las obras
completas de cualquier premio Novel de literatura.
De
las 120 hojas ocupadas de la libreta, 99 están tachadas, es decir censuradas y,
las pobres ideas que contenían esas hojas se han quedado en el olvido para
siempre.
Tengo
que reconocer que las 21 hojas restantes que si han visto la luz lo han hecho
de maneras furtiva, cuando el censor estaba como ausente, (a veces le pasa).
Lo
que el censor no sabe es que yo no escribo para él, escribo para mí, para mi
propia satisfacción personal, y si a alguna otra persona le gusta, le distrae o
saca algún provecho, ¡bendito sea Dios!
Como
a pesar de la edad, todavía tengo bastantes neuronas operativas, soy
consciente, de manera total y absoluta, de que yo no he venido a este mundo a
escribir. Lo hago porque es mi pasión, me encanta, me vuelve loco, me distrae,
me fascina. Y eso que solo es mi tercera pasión.
¡Bien!,
ya que yo solo me he metido en este berenjenal, quedaría muy mal si no dijera
cuales son mis dos primeras pasiones. Pero será mañana. Estoy un poco cansado.
Estoy de mudanza.
¿Cuáles son? ¿¿?? Misterio
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