El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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jueves, 26 de abril de 2018

Y dijo el Maestro: ¡Todo está bien!







Acuérdate de esto, -dijo el Maestro- Todo tiene su momento, todo ocurre cuando tiene que ocurrir, todo está bien. El ser humano, lo que tiene que hacer es aceptar la vida, es aceptar su vida.

El discípulo no entendía muy bien y preguntó: Entonces, ¿eso quiere decir que hemos de permanecer sentados esperando que vaya pasando la vida?

No hijo mío, -contestó el Maestro- eso no quiere decir que te quedes sentado de brazos cruzados sin hacer nada esperando que la vida siga, no. Eso quiere decir que se han de tomar decisiones, y aceptar las consecuencias, y si no te gustan, pues cambia a otras decisiones, pero sin lamentarte de las anteriores, ni permaneciendo ansioso para ver los resultados de las nuevas.

Y continuó el Maestro: La vida es, las cosas son, las personas, también, son como son. Hay que aceptarlo todo, porque todo está bien.

Y ¿lo que no está bien?, -quiso saber el discípulo. por qué no todo está bien. No está bien por ejemplo que un loco te apunte con un arma y te robe todo lo que llevas encima.

Lo que no está bien, también está bien -concluyó el Maestro. Nadie gana nada por mantener en su mente, la rabia, el rencor, la ira, el odio, porque nada cambia, todo sigue igual, y esas emociones afectan negativamente a la persona que las siente. Mientras que aquel que ha hecho el mal sigue tan feliz. Tú perdona al ladrón y luego pon el hecho en conocimiento de la ley que os habéis dado los hombres, pero sin esperar el veredicto de la justicia.



martes, 23 de febrero de 2016

Mi ego y yo

         Creo necesario explicar a que me refiero en esta entrada cuando digo “mi ego”, y también cuando digo “yo”, y que muy posiblemente no tengan nada que ver con las definiciones dadas a estos términos por psicólogos, por expertos, por científicos o por estudiosos del tema.

         Cuando digo “mi ego”, me estoy refiriendo a esa parte de mí que parece tener autonomía propia, incontrolable, ingobernable, que sale a la luz sin ningún tipo de control, y que incluso llega, a veces, a avergonzarme a mí mismo, o a crisparme, o consigue que me sienta culpable. Me refiero a ese pensamiento, casi siempre negativo, que surge del interior y es expulsado al exterior con la misma fuerza con la que sale a la superficie la lava de un volcán en erupción. Me refiero a esa palabra, casi nunca amable, que sin haber pasado por el filtro del pensamiento, o al menos eso parece, se entromete de manera grotesca en una conversación elevando la tensión hasta límites insospechados. Me refiero a esas emociones como miedo, orgullo, ira, ansiedad o tristeza que aparecen como reacción a “algo desconocido” que no está debidamente trabajado o controlado. Casi podría resumir el párrafo diciendo que la parte inconsciente que hay en mí es “mi ego”.

         Y por supuesto que conozco cuál es el origen de esta inconsciencia, es la energía acumulada en cada uno de mis chakras, es mi carácter, son mis malos hábitos, es toda esa parte de mí en que me encuentro trabajando para mejorar día tras día y vida tras vida, pero hasta que cambie esa energía está ahí, y me cuesta controlarla.



         Por el contrario, el “yo”, podría decir que es la parte consciente. Es la parte que conoce cuál es el objetivo que persigo, tanto espiritual como material, es la parte que analiza la causa de las emociones descontroladas y trata, no siempre con éxito, de ponerlas a buen recaudo, es la parte que se dedica a mantener ocupada a la mente con pensamientos positivos cuando sospecha que está a punto de pensar un exabrupto, es la parte que se encarga de contar hasta cien para que no salga por la boca la impertinencia que me ahoga para poder hacerlo.

         “Mi ego” y “yo” mantienen una lucha encarnizada por el poder. Hay temporadas, afortunadamente cada vez más cortas, en las que el “ego” se erige en ganador y voy dando tumbos emocionales por la vida, pero para que eso no ocurra, el “yo” ha de permanecer alerta las veinticuatro horas del día.

         Este es el trabajo que mí “yo” realiza:
ü  Estoy empezando a olvidarme de los demás para centrarme en mí, (no es egoísmo), por una razón, si yo estoy bien daré lo mejor de mí, en casa, en la calle, en terapias, en clases, en charlas, en meditaciones, y hasta en las fiestas. Al final los demás se verán favorecidos.
ü   Estoy tratando de que nada me ofenda para no tener que perdonar, pero sin embargo, me perdono a mi mismo por todo: Por cada pensamiento que no sea totalmente positivo, por cada falta de detalle, por la pérdida de paciencia, por dejar aflorar el orgullo, o cuando me atenaza el miedo, en fin, perdono todo en mí, sin sentirme culpable.
ü  Estoy manteniendo mi mente ocupada con pensamientos positivos de todo tipo, pero básicamente YO SOY.
ü  Cuando algo parece que va a afectarme bendigo una y mil veces a la persona o a la situación.
ü  Meditar cada día, cuanto más tiempo mejor.
ü  Y en lugar de trabajar para amar a los demás, estoy trabajando para amarme a mí mismo.

Este último punto, el de amarme a mí mismo es el que más problemas me está causando, porque no sé muy bien cómo hacerlo. De momento estoy tratando, (porque no siempre lo consigo), ser yo mismo siempre, sin caretas: Ser el mismo en casa, en la calle, en el trabajo, escribiendo y pensando, sin dar de mi lo que yo pienso que la gente espera, sino dando realmente lo que soy. Si les gusta bien, si no les gusta, pues ¡benditos sean! Porque si realmente me amo, esta claro que he de dar lo mejor de mi, tal cual soy.

Es posible que dentro de unas cuantas vidas, si en las próximas me acuerdo del trabajo que comencé en esta, que consiga que “mi ego” y “mi yo” sean la misma cosa. Lo iremos viendo.


martes, 16 de febrero de 2016

¡Que hablen!

PERLAS PARA EL ALMA


         El día que entiendas que lo que hagan o digan los otros en tu contra es su responsabilidad, que también es su responsabilidad la crítica que puedan ejercer contra ti, como lo son los falsos testimonios, las medias verdades o las mentiras, la maledicencia y tantas y tantas formas de potenciales ofensas. 
             
              Ese día ya no te sentirás ofendido. Ese día ya no necesitarás perdonar porque no sentirás ni rabia, ni ira, ni odio, ni deseo de venganza. Acuérdate de dar las gracias a los maléficos, porque ese día, gracias a ellos habrás dado un paso de gigante en tu retorno a Dios.


viernes, 1 de enero de 2016

Dos y dos no son cuatro en la Ley del Karma


            Dos y dos no son cuatro en la Ley del Karma. El enunciado de la Ley del Karma dice que “Toda causa produce un efecto”. Según esta ley lo que hacemos, lo que pensamos y lo que decimos crea una energía que luego vuelve a nosotros como un boomerang. Puede parecer demasiado dramático y apocalíptico, y lo es, pero no en todos los casos.
            Es cierto que es la ley del Karma la que nos mantiene atados a la rueda de nacimientos y muertes, y es por lo tanto su aplicación la que está retrasando la finalización de nuestra carrera en la materia. Es cierto que todo es energía y que su manifestación siempre lleva algún engarce posterior, como el engarce de un eslabón a otro en la cadena, cualquier pensamiento, cualquier palabra, cualquier acción, son movimientos de energía que generan una reacción, un rebote, un efecto, que recae directamente sobre el emisor.
            La Ley del Karma es una Ley total y absolutamente proporcional, es una Ley total y absolutamente justa. Pero se me ocurre una pregunta que, es posible, que tú también te hayas hecho: ¿Qué pasa si un loco, de tantos como hay sueltos, quita la vida de manera violenta a una persona considerada un santo?, ¿Tendría que volver el santo en otra vida para cobrarse la deuda?, y si volviera y quitara la vida a su asesino ¿No iniciaría una nueva rueda de Karma?, y ¿Cuándo se acaba el Karma en un caso de asesinatos, uno al otro, el otro al uno y así sucesivamente?, cualquier acción que otra persona comete contra mí, ¿Es la primera acción o es la respuesta a una acción mía en otra vida anterior?


            Sin embargo, a pesar de lo justa y proporcional que es la Ley, podemos afirmar que dos y dos no son cuatro en la Ley del Karma, y para entender tal afirmación posiblemente algunos ejemplos pueden ser más ilustrativos que líneas y líneas de teoría. Vamos a tratar de plasmar algunos casos. Por supuesto que ni son todos los que aparecen, ni aparecen todos los que son. Pero siempre se puede extrapolar el ejemplo, y si te queda alguna duda, escribe un e-mail o deja un comentario en la entrada.
            Un asesinato entre dos personas normales. (Puedes cambiar la palabra asesinato por robo, o por maltrato, o por engaño, o por cualquier otra). Bueno, ya sabemos que muy normales no son cuando se quitan la vida. Con el término normales queremos expresar que son personas a las que aún les queda un largo trecho en la materia. El señor A le quita la vida al señor B, por lo que sea, nunca hay ninguna razón que pueda justificar una muerte. En realidad no existen razones que justifiquen las malas acciones, las malas palabras o los malos pensamientos.
En una nueva reencarnación, posiblemente en la siguiente, aunque no necesariamente, en los Planes de Vida del señor B y del señor A, va a aparecer reflejado un encuentro, no contemplando, por supuesto, en ese encuentro el asesinato de vuelta del señor B al señor A, sino contemplando la petición de perdón del señor A, y la aceptación de ese perdón del señor B.
            Es bueno destacar que nunca, en ningún Plan de Vida, aparece contemplado ningún aspecto de venganza. Los Planes de Vida son Planes de crecimiento, de aprendizaje, de perdón, de acercamiento a Dios. En ellos solamente va a aparecer todo lo relativo al perdón, a la bendición, a la comprensión, al Amor. El Plan de Vida lo conoce el alma, pero esta al encontrarse encerrada por el ego en la materia no puede hacer más que sufrir desde su confinamiento, y mandar impulsos de ese Plan al corazón, pero el corazón no grita, solo susurra, y el susurro se pierde envuelto por el ruido que produce la vileza de las mentes.
También sabemos que los Planes de Vida se cumplen en un ínfimo porcentaje, otro gallo cantaría si se cumplieran a rajatabla, con cuatro o cinco vidas tendríamos más que suficientes. Volviendo a nuestros protagonistas, es muy posible que en su encuentro, el señor B recuerde en su inconsciente que el señor A le quitó la vida, y al primer desencuentro que tengan va a asesinar al señor A. Y así van a permanecer en esa rueda de “me matas”, “te mato”, hasta que uno de los dos pida realmente perdón y perdone a su vez.
Con independencia de que sea perdonado o no, para él, en ese momento, en esa vida, habrá pagado su deuda kármica por los asesinatos. Pero ¿Qué le ocurre al otro que ni pide perdón ni perdona? Seguirá en su rueda ahora con un nuevo “contrincante”, que ellos mismos se asignarán, al haber salido de la rueda el anterior. El nuevo “contrincante”, será otro que se encuentra prácticamente en las mismas condiciones: mantenía una rueda de asesinatos con otra persona que en un momento también pidió perdón y perdonó.
Algo similar ocurre cuando se comete un asesinato o cualquier otro atropello a una persona calificada de “santa”, que llena de misericordia va a perdonar de inmediato al agresor. El Karma que ha de pagar el asesino será ejecutado por una tercera persona, como el “contrincante” del párrafo anterior.
 Aunque para los seres humanos cada vida física nos parece nueva y que empieza de cero, no es tal. Tenemos un bagaje de vidas importante a nuestras espaldas, y cada una es continuidad de la otra. Desencuentros, maltratos, asesinatos, enfados, pueden ser acciones que llevamos repitiendo, con las mismas almas, decenas de vidas, (que no es demasiado comparado con los cientos que vivimos), sin llegar a pensar que es algo que se solucionaría con el arrepentimiento y el perdón.
A pesar de que el mundo científico trata de demostrar todo, aun nadie ha demostrado las bondades de los desencuentros con otras personas, más bien al contrario, Ya que empiezan a aparecer estudios que relacionan la salud física con el carácter y con el estado de ánimo. Por lo tanto, ¿Para qué seguir por ese camino?, terminémoslo de una vez y para siempre. ¿Cómo?, ya lo sabes ¡Perdona!, y si es algo penado por la sociedad, que sea aplicado al agresor todo el peso de la ley, pero no carguemos más con ninguna deuda kármica. Nos está atando a la materia, nos mantiene separados de Dios.     

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¡Aleluya! Creo haberme ahorrado alguna encarnación


Perlas para el alma


                    He perdonado con toda mi alma y mi corazón a todas aquellas almas, que por supuesto no conozco conscientemente en esta vida física, y que tienen alguna deuda conmigo desde la primera vida hasta el día de hoy. Después las he bendecido, y estoy convencido por la energía recibida que me he ahorrado alguna encarnación.

                    Por si acaso podía ahorrarme alguna encarnación más he pedido perdón por todas mis deudas con otras almas, tanto en esta vida, como en las vidas anteriores desde mi primera vida.

            Aunque no me hubiera ahorrado ninguna encarnación, merece la pena, solo por la sensación de paz tan increíble que he sentido, y que sigo sintiendo.

                   Lo recomiendo. Bendiciones para todos.  



viernes, 23 de octubre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (2)

¿Cómo entrar en el interior de uno mismo? Es muy posible que esta sea la segunda pregunta del millón. Después del ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Adónde voy?, esta creo que es la pregunta que le sigue en importancia a las preguntas de la identificación, a esas preguntas en las que la respuesta nos sitúan un poco bajo el foco de lo que somos los seres humanos. Porque una vez sabido quienes somos, hemos de contactar con nosotros mismos, y ese contacto se va a realizar dentro, mirando al corazón, escuchando al alma; y para establecer el contacto dentro, hay que entrar, y para entrar hay que saber cómo.

Ya son muchas las personas que saben que son hijos de Dios, y saben que hacen aquí, pero no terminan, o mejor no empiezan a actuar como tal, como abanderados de la Divinidad, podríamos decir, espero no cometer un sacrilegio, como los auténticos voceros de Dios, como los auténticos representantes legales de sus intereses en la Tierra, ¿Quién mejor que un hijo para representar al Padre?

Y ¿Por qué no lo hacen? Pues porque no saben muy bien cómo actuar, el conocimiento que tienen es meramente intelectual, falta la experiencia, a pesar de esas meditaciones en las que cuando finalizan dicen “que fuerte”. Ese “que fuerte”, es como una gota de agua recibida, en comparación con el océano que les está esperando. La realidad es que pasar del conocimiento intelectual a la voz de la experiencia por haber integrado el conocimiento es posiblemente el paso más difícil que hemos de dar como seres humanos. Y ese paso es precisamente entrar a nuestro interior.

Por eso tenemos que hablar de la relajación, de la meditación, del viaje a la India, de la charla que escuchamos al maestro, al gurú o al monje tibetano, por eso tenemos que hablar de una determinada técnica o de lo intenso que fue el último intensivo. Todo esto son pasos correctos y posiblemente necesarios, aunque no imprescindibles, para poder dar el paso hacia nuestro interior, paso que significa dejar de vivir en la cabeza para vivir en el corazón, paso que significa abandonar la periferia de la conciencia para sumergirnos totalmente en ella.


El viaje hacia el interior, se realiza suavemente, deslizándose con la respiración consciente, después de dominar los pensamientos, manteniendo una atención constante y aceptando todo lo que el fluir de la vida nos ofrece, que no es más que aquello que nos envía el Universo, fruto de la atracción que nuestros pensamientos han generado con anterioridad.

Las cinco líneas anteriores bien podrían ser el prologo de cientos de tratados que hablan de la respiración consciente, de la atención plena, de la meditación, del perdón y de la aceptación, de la fuerza de los pensamientos y de las Leyes del Universo.

Cuando me siento delante de la computadora para escribir lo que será un nuevo post, lo hago solamente con una idea inicial, una especie de titulo, y nunca sé, en ese momento hasta dónde puede llegar. Es tecleando que van apareciendo las ideas que se van plasmando prácticamente sin ser totalmente consciente. En este caso, al llegar a estas cinco líneas he sido consciente de que me he metido, o me han metido, en un berenjenal, y de que la salida no va a poder ser lo que pretendía, que era escribir un post de dos folios máximo, esto se va a tener que convertir en una especie de tratado. No, por supuesto que no lo voy a hacer, no estoy preparado para eso, ya hay maestros que han dictado esos tratados, pero si voy a intentar, resumir ese prólogo de tratados según mi humilde, corta y personal experiencia.  


Así que aquí termina esta segunda entrada. Seguiré, utilizando el mismo titulo en las siguientes

domingo, 23 de agosto de 2015

El perdón: Una gran medicina


            Tal como somos los seres humanos parece normal que si alguien nos ofende, nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque sencillamente alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡Los seres humanos somos así!  Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡Cómo vamos a perdonar!, ¡A quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin  tener en cuenta si ha sido más o menos grave hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.
            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico. Es decir, que hay que perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente.
            Aunque prácticamente todas las religiones mantienen en sus estatutos la necesidad del perdón para alcanzar la Gloria Eterna, en las distintas formas, según la ideología religiosa, pero como la Gloria Eterna no parece que tenga suficiente tirón, no solo entre los seguidores y feligreses de las distintas religiones, sino ni tan siquiera entre la cúpula directiva, (ya que todos incumplen sus propios estatutos), elijamos una razón más egoísta y más pragmática: nuestra salud.
            Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa darle vueltas y vueltas a la ofensa un día sí y otro también, es decir, mantener la ofensa viva en el recuerdo es vivir en el pasado. Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa elegir el sufrimiento. Pero el pasado ya pasó, el pasado no existe, recordar la ofensa significa mantener las ataduras de algo que ya no existe nada más que en el propio pensamiento, impidiendo vivir la vida plenamente.
 
Cuando algo pasa por la mente, para ella eso está sucediendo realmente en ese momento, ya que la mente no discrimina entre pasado, presente y futuro, para ella todo es ahora, por lo tanto, cada vez que pensamos en el hecho o en la persona que lo provocó, volvemos a experimentar las mismas sensaciones desagradables que vivimos originalmente, ya que generamos en ese momento la misma energía negativa que se generó en el momento de producirse la ofensa, o posiblemente más, ya que en la visualización de la ofensa podemos añadirle escenas que hagan aun más dramática la situación, con lo que la energía negativa generada puede desbordar cualquier previsión.
            Todo es energía. Cada pensamiento es energía. Imagina que la ofensa te ha generado rencor, que no es nada más que una pelotita de energía negativa, que se va repartiendo por los chakras, que son esas centrales de energía que determinan nuestro carácter, nuestras emociones y nuestro propio estado de salud física. Por un lado la propia forma de pensamiento de la ofensa, según se va descargando una y otra vez en el cerebro para expresarse, va creciendo y creciendo, hasta convertirse en una forma de pensamiento enorme, que hasta cambia de nombre, para llamarse entidad de pensamiento, con una característica fundamental, “tiene vida propia”, es decir, que quiere vivir, y su alimento es la energía generada con el propio pensamiento, con lo que el pensamiento de la ofensa vuelve una y otra vez al cerebro. Y por otro lado esa energía generada va alimentando la pelotita del rencor, hasta llegar al extremo, si no se pone remedio, de que esa energía de rencor va enquistándose en cada célula del cuerpo.
            Resumiendo, pensar permanentemente en la ofensa, manteniendo y alimentando el dolor y el rencor es cavar la propia tumba, o acelerar su traslado a ella, manteniendo además mientras dure la vida un estado emocional lamentable.
            Observa la paradoja: El ofensor, que es el que ofende, se queda tan feliz, sin que se altere su paz interior y sin sufrir el más mínimo desgaste emocional, mientras que el ofendido, que le da vueltas y más vueltas a la ofensa, alimenta su rencor y destroza su cuerpo energético, y por ende su cuerpo físico con ese veneno generado por sus pensamientos. Es como si el ofendido se tomara cada día una gota de veneno, quien sabe si esperando que se envenene el ofensor, cuando es él el único perjudicado.
            Perdonar no es más que la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza: El perdón nos libera, por lo tanto de la ira, el miedo, el resentimiento, y un sinfín más de emociones negativas, permitiendo que el corazón se abra a la alegría, a la paz y al amor.
            El perdón es una de las claves para mantener o recuperar la salud, y sobre todo la llave maestra que nos va a dar acceso a la libertad. La libertad de vivir sin que las actitudes y los actos de otras personas dejen de tener poder sobre nosotros. Es realmente triste y lamentable vivir atados a las decisiones de otros, a las palabras de otros, o a las actitudes de otros, ya que eso es como si nos robaran la misma vida, porque dejamos de vivir una vida plena para vivir actitudes negativas de otros.
            El perdón no exime de su culpa al ofensor, ni le exime de las consecuencias, pero si permitirá que vivamos felices, con independencia de lo que piensen, digan o hagan los demás, tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
            La serenidad que se consigue perdonando nos hace conscientes de que con nuestro perdón nada cambia del pasado, pero que si cambia, y de manera radical nuestro presente, presente que es la base para nuestro futuro, con lo cual cambiando ese presente aseguramos un futuro diferente al que nos esperaba con una vida llena de rencor y de sombras.
            El perdón es un proceso interior, es algo que afecta a nuestra manera de pensar, afecta a nuestra conducta y por supuesto a nuestras emociones.
            Sabemos que el proceso de perdonar está concluido cuando dejamos de sentirnos atrapados en una relación, sobre todo emocional y mental, con el ofensor, y cuando el recuerdo de la ofensa y del ofensor genera una reacción como ver el cielo azul, los pájaros volando, o el agua discurriendo por el río, vamos que no nos afecta en absoluto.
            Es necesario perdonar por nuestra salud física. Nada tienen que ver ni la espiritualidad, ni las religiones, solo es una cuestión de salud. Existen estudios que demuestran que la rabia, el rencor, la vergüenza, la agresividad y el sentimiento de culpabilidad crónica están muy relacionados con la enfermedad física.
            El resentimiento y la culpabilidad, sobre todo cuando han sido con frecuencia reprimidos, son factores que afectan, inhibiendo en gran manera al sistema inmunitario, con lo cual la enfermedad física está servida.
            Las personas que en su imaginación no conciben perdonar a otros, muestran cambios en la presión sanguínea, en la tensión muscular y en la respuesta inmunitaria; sin embargo, las que si pueden imaginarse perdonando a su ofensor manifiestan, de inmediato, una mejoría en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
            Perdonar no es olvidar. El que espera llegar a olvidar para perdonar no lo logrará jamás, porque el cerebro lo registra todo. No se puede olvidar. Sin embargo cuando se dice: “Perdono, pero no olvido”, es como si avisáramos de que eso está dentro aguardando para cobrarse la deuda. Eso no es perdón.
            Perdonar no es justificar comportamientos negativos o inadecuados.
            Perdonar no quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado dolor, ni tampoco excluye que tomes medidas para cambiar la situación o proteger tus derechos.
            Perdonar no justifica en nada lo sucedido.
            Perdonar no es fingir que todo está bien cuando sientes que no es así.
            Perdonar no es tener que hablar directamente con la otra persona: El perdón no exige la comunicación. Sólo es un acto personal de liberación de energía que nos está haciendo daño.
            Perdonar no es ser ingenuos: Perdonar nunca significa permitir que un ofensor se salga con la suya, ni tampoco una manera de ignorar el problema. El perdón hace que la persona tenga una visión realista de quien es realmente el ofensor.
            Como perdonar es un trabajo interior, es algo que se puede hacer en soledad en la soledad de nuestra meditación. Después de tu meditación. Y si no haces meditación, (que deberías hacer), en cualquier momento del día.
  • Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas al frente.    
  • Lleva la atención al corazón.
  • Visualiza a la persona que vas a perdonar delante de ti.
  • Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior: Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
  • Y después dile: Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.
Y no nos queda más remedio que hacerlo hasta que recordemos el hecho sin sentir ninguna de las emociones negativas que nos generaba en un principio.

viernes, 7 de agosto de 2015

No nos queda más remedio que perdonar


Perlas para el alma

 


            ¿Qué respuesta podemos dar cuando una ofensa nos duele y perjudica? Cuando descubrimos que nuestra pareja nos ha mentido o engañado, cuando un amigo nos humilla con bromas pesadas que lastiman áreas sensibles en nosotros; cuando un ebrio irresponsable perjudica a un ser querido para el resto de la vida.
            Ante situaciones como estas, la única alternativa que tenemos para no quedar atrapados en el dolor es acrecentar nuestra capacidad de saber perdonar. Todos tenemos a alguien a quien perdonar, todos buscamos algo que nos libere de los efectos corrosivos del odio.
            Rosa Argentina  
“Saber perdonar”
 

domingo, 17 de mayo de 2015

Quien siembra vientos....


Perlas para el alma


“Quien siembra vientos, cosecha tempestades”. Así que siembra ayuda, siembra perdón, siembra colaboración, siembra alegría, siembra amor, y alcanzarás la liberación.

sábado, 25 de octubre de 2014

Perdón


Perlas para el alma
 

El perdón es una energía poderosa. Pero más poderoso es no tener que perdonar porque no se hayan sentido ofendidos. Todo está bien.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El momento de amar es ahora


Perlas para el alma        


No esperen al final del camino para amar, para hacer el bien, para perdonar. El momento presente es el oportuno.

sábado, 5 de julio de 2014

Amar, ayudar y perdonar


            Esta entrada es producto de la reflexión del mensaje que el Maestro nos regalaba en la mañana de hoy, en nuestro espacio de meditación y sanación.
Los seres humanos nos pasamos la vida buscando, con más o menos ahínco, una estabilidad emocional, lo más duradera posible, tratando de que nuestros altibajos emocionales sean, no solo suaves, sino también tardíos en el tiempo.
            Es posible que no todas las personas sean conscientes de que es estabilidad emocional lo que buscan, y lo disfrazan de diferentes maneras: Un mejor puesto de trabajo, unas vacaciones en un lugar paradisiaco, una casa de segunda residencia en la playa o en la montaña, tener un nietecito que de continuidad al apellido de la familia, que la niña apruebe las oposiciones, etc.
            Y todo eso, ¿Para qué? Las respuestas pueden ser variadas, pero si se sigue el hilo con porqués hasta el inicio, pueden salir palabras como felicidad, tranquilidad, seguridad, etc., etc.
 
            Está claro que se buscan sucedáneos de los estados emocionales importantes: de paz interior, de felicidad, de alegría o de amor, y si no se buscan sucedáneos, es claro que casi todo el mundo se conforma con pequeñas dosis.
            Eso es así porque nadie, o casi nadie, es capaz de explicar claramente que es posible conseguir una paz interior total, un amor total, una alegría total y una felicidad total. Se trataría de conseguir vivir en la Tierra, dentro de un cuerpo, como cuando no tenemos cuerpo. Es claro y parece fuera de toda duda, que al otro lado de la vida, la paz, el amor, la alegría y la felicidad, son el estado habitual de los que viven ese estado de conciencia. ¿Por qué no vivirlo aquí, en el cuerpo?
            Sólo necesitamos, como dice el mensaje que le precede a esta entrada, “Paz y Felicidad”: Amar sin condiciones, ayudar sin condiciones y perdonar sin condiciones. ¿Qué es difícil?, ¡claro!, nadie ha dicho que sea fácil, pero también es difícil trabajar como locos, olvidándose de vivir, para conseguir algunas de las cosas materiales con las que pensamos que vamos a conseguir la felicidad.
            Casi no es necesario especificar cómo conseguirlo: Se aprende a amar amando, se aprende a ayudar ayudando y se aprende a perdonar perdonando. Lo que si se puede hacer en el camino es mantenerse alerta para impedir que otros pensamientos desvíen la atención hacia el miedo, hacia la crítica, hacia la ira, hacia el rencor o hacia el egoísmo.
            Y medita. Sea el que sea el lugar en el que te encuentres dentro del camino, medita. Te ayudará a mantener la atención en el objetivo, que no es otro que “Amar, ayudar y perdonar”.              

Paz y felicidad


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (5 de Julio de 2014)        

 
Amar sin condiciones, ayudar sin condiciones, y perdonar sin condiciones es todo lo que necesitamos para tener paz interior y felicidad completa.

martes, 3 de junio de 2014

Relaciones y sufrimiento


            Los seres humanos, vivimos en la materia en un mundo que nos rodea, en un mundo que nos envuelve, en un mundo que nos engulle con sus fauces y que nos afecta completamente para el desarrollo de nuestra vida, tanto física como emocional y mental.
            Si el ser humano viviera aislado en una cueva, su vida ya no estaría determinada por su entorno, su vida estaría determinada por su mundo interior, porque no habría sociedad que le impusiera normas o costumbres, no habría sociedad que comentara su modo de vida, no habría sociedad que le condicionara con la inercia del pensamiento social. Por lo tanto, al no existir para esa persona un mundo exterior, solamente podría recurrir a su mundo interior. ¿Es bueno?, puede serlo para algunos. ¿Es lo que tendríamos que hacer? Por supuesto que no. Es posible que el camino de algunos sea aislarse, pero no es la norma de todos los que decidimos vivir una vida física, ya que casi todos venimos a la vida para aprender en sociedad, venimos a la vida para interactuar con el resto de seres humanos, venimos a la vida para aprender a amar, y todo esto en una cueva no sería factible.
            En el mundo que hemos decidido vivir nos estamos relacionando de manera permanente con otros grupos de seres humanos que como nosotros están aprendiendo a vivir, están aprendiendo a amar. Y es ese aprendizaje hay una asignatura que sobresale por encima de cualquier otra cosa, es la asignatura en la que prácticamente todos los seres humanos sacamos matrícula de honor: es “el sufrimiento”, esa emoción que todos aprendemos desde bien pequeños. Nuestros padres, nuestros maestros, nuestros educadores, la sociedad en suma, son expertos en enseñar a sufrir. Si fueran tan diligentes para enseñar a ser felices, el mundo sería otra cosa totalmente distinta.
            En nuestras manos está el que nuestra matrícula de honor en sufrimiento sea flor de un día, y no sea una asignatura que a pesar de tener aprobada, queramos repetirla una y otra vez hasta……. Hasta no sabemos cuándo.
 
            ¿Intentamos no repetir esa asignatura?
            La causa del sufrimiento se encuentra en nuestro pensamiento, por lo tanto solo hay que cambiar el pensamiento. ¡Es fácil!, ¿Verdad? Bueno, lo fácil es decirlo, llevarlo a la práctica es un poco más complicado.
            En nuestras relaciones se encuentran las mayores causas de sufrimiento. Aunque cada persona que se asoma a esta ventana tiene, seguro, sus propias causas de sufrimiento, creo que en los siguientes tres apartados se encontrarían recogidas la mayoría de ellas:
1)      Enfermedades de seres queridos, muerte de estos, enfermedades propias.
2)      Decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos.
            3)      Carencia que impiden cubrir las necesidades básicas.

            En todos los casos, graves o leves, tenemos que tener una pregunta y su respuesta en la mente: ¿Soluciona el problema darle vueltas al problema una y otra vez en la cabeza? (Contéstate tú mismo).
            Vamos a comenzar por el tercer apartado: La carencia, la pobreza. Ese estado en el que no llega el dinero para los gastos básicos, ni tan siquiera para poder alimentar a tus hijos, o para gastos médicos imprescindibles. Es una situación dramática. Puedes pensar: ¿Cómo no sufrir?, sería de seres deshumanizados no hacerlo.
            Hemos de recordar que con el sufrimiento no se va a conseguir el dinero que falta. El Universo es como un espejo y nos devuelve aquello que permanece en nuestra mente. Si sufrimos por la pobreza, por la carencia, por aquello que nos falta para cubrir las necesidades básicas, lo que vamos a recibir es más de lo mismo, más carencia, más pobreza. Sin embargo, si enfocamos nuestra atención en lo que tenemos, si enfocamos nuestra atención en agradecer que tenemos para comprar comida, aunque sea solamente para dos días, el Universo se encargará de ir aumentando esa cantidad. Dios provee.
Existe una Ley en el Universo, la Ley de Precipitación, que hace que una persona atraiga las cosas que necesita. Para ello el ser humano necesita tener purificado su cuerpo emocional. Es decir, sin sufrimiento.
En otra época, al principio de los tiempos a toda la humanidad se le proveía de comida, ropa y de todo lo que eligieran utilizar en su actividad física en este planeta. Pero cuando el individuo desperdicia su energía en las diversas maneras que crean destrucción dentro y alrededor del cuerpo emocional, se pierde el Poder de Precipitación. La Ley de Precipitación sencillamente está en el Universo, y está actuando en todo momento para traer bendiciones y perfección a la humanidad.
No hace falta ningún comentario más.
En cuanto al sufrimiento producido por decepciones, difamación o engaños de familiares y amigos, volvemos a preguntarnos: ¿El sufrimiento limpia el mal hecho? No lo hace. Lo único que hacemos con sufrir y rememorar de manera permanente el daño recibido es como si nos estuvieran engañando cada día, mientras el ofensor vive tan plácidamente.
Lo que se ha de hacer en estos casos es, en primer lugar, denunciar, poner el caso en manos de la justicia de los hombres. La justicia de Dios ya se encargará en su momento, es la Ley del Karma.
Y en segundo lugar, para nuestra estabilidad emocional, es perdonar sinceramente la ofensa y bendecir al que nos ha ofendido. Es la única manera de no ir tomando una gota de veneno cada día, que al cabo del tiempo puede malograr el cuerpo físico, teniendo en cuenta que el cuerpo emocional ya lo hemos destrozado con tanto recuerdo y con tanto sufrimiento.
Y por último en el sufrimiento generado por enfermedades de seres queridos, muerte de estos o enfermedades propias, después de recordar que el sufrimiento ni sana al enfermo ni le devuelve a la vida, hay que pensar en el caso de enfermedad en el enfermo. Por un lado, le estamos añadiendo con nuestro sufrimiento una dosis de dolor adicional, ya que puede sentirse culpable que por su enfermedad nos está haciendo sufrir, y por otro, con el sufrimiento nuestra energía no se encuentra al cien por cien, por lo que nuestra dedicación al cuidado del enfermo no es completa.
En el caso de muerte, si realmente se ama a la persona fallecida, hemos de tener presente que al lugar al que ha ido sólo hay paz, amor, felicidad y alegría. Desde el otro lado de la vida nos están viendo de manera permanente, y aunque vean nuestro dolor, no disminuye ni un ápice su estado de gozo. Por lo tanto, si realmente amamos a la persona que ha dejado el cuerpo, solo nos queda alegrarnos, porque su cambio de estado ha sido una bendición para él.
Si sufrimos con nuestra propia enfermedad, lo único que estamos haciendo es añadir dolor al dolor, sufrimiento al sufrimiento. Podemos entregarle la enfermedad a Dios y pensar que Dios provee siempre lo mejor para el alma, por lo tanto, solo debería permanecer en nuestra mente: “Señor, hágase Tu Voluntad”.
Y debería permanecer el mismo pensamiento de “Señor, hágase Tu Voluntad” en cualquier circunstancia de nuestra vida, alegre o triste, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la pobreza.
Aclarar, para terminar que no sufrir es estar en paz, no es estar de fiesta, ni cantando, ni bailando. Solo es encontrar la paz interior que nos va a permitir afrontar las situaciones con total serenidad, y con total fortaleza, para dar el ciento por ciento de nosotros mismos.
Animo, puede hacerse.

lunes, 10 de marzo de 2014

Empezar de nuevo


            En una eternidad siempre se puede empezar de nuevo.
Facundo Cabral.
            ¿Cuántas veces has pensado, has hecho o has dicho algo, y después de un cierto tiempo, normalmente muy corto, te has arrepentido?  Hasta aquí, normal, creo que a todos nos ha pasado alguna vez o más, porque los seres humanos somos lentos en nuestro aprendizaje y siempre tropezamos más de una vez en la misma piedra. ¡Mira si somos lentos, que solo para aprender a Amar, que es algo que no parece muy difícil, volvemos a la escuela de la vida una y otra y miles y miles de veces!

 
            Pero volviendo a nuestro arrepentimiento, ¿Qué hacemos con él?, ¿Lo dejamos dentro, bien guardado hasta que se pudra, o dejamos que salga al exterior en forma de disculpa o de perdón, por eso que incluso a nosotros mismos nos ha sentado mal?
            No importa lo que hayas hecho hasta ahora, no importa cuántos arrepentimientos se han podrido en tu interior, no importa cuantos amigos has perdido o cuantos familiares se han enojado con tu actitud, ¡Siempre se puede empezar de nuevo! A partir de este momento, deja a un lado tu orgullo, olvida tus malas experiencias anteriores, no escuches a la sinrazón de tu razón, y pide perdón, porque eso es lo que tu corazón más desea.
 
                    El perdón es el abridor y despejador de los caminos de la amistad. El perdón es el vehículo que lleva en línea recta hacia el amor. El perdón es la mejor medicina para combatir el miedo y la ansiedad. El perdón es la armadura de los valientes. El perdón es la terapia del alma. El perdón aleja del pasado dejando el camino expedito para el futuro. Perdonar es empezar de nuevo, y para eso siempre es tiempo.