El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 23 de agosto de 2015

El perdón: Una gran medicina


            Tal como somos los seres humanos parece normal que si alguien nos ofende, nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque sencillamente alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡Los seres humanos somos así!  Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡Cómo vamos a perdonar!, ¡A quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin  tener en cuenta si ha sido más o menos grave hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.
            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico. Es decir, que hay que perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente.
            Aunque prácticamente todas las religiones mantienen en sus estatutos la necesidad del perdón para alcanzar la Gloria Eterna, en las distintas formas, según la ideología religiosa, pero como la Gloria Eterna no parece que tenga suficiente tirón, no solo entre los seguidores y feligreses de las distintas religiones, sino ni tan siquiera entre la cúpula directiva, (ya que todos incumplen sus propios estatutos), elijamos una razón más egoísta y más pragmática: nuestra salud.
            Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa darle vueltas y vueltas a la ofensa un día sí y otro también, es decir, mantener la ofensa viva en el recuerdo es vivir en el pasado. Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa elegir el sufrimiento. Pero el pasado ya pasó, el pasado no existe, recordar la ofensa significa mantener las ataduras de algo que ya no existe nada más que en el propio pensamiento, impidiendo vivir la vida plenamente.
 
Cuando algo pasa por la mente, para ella eso está sucediendo realmente en ese momento, ya que la mente no discrimina entre pasado, presente y futuro, para ella todo es ahora, por lo tanto, cada vez que pensamos en el hecho o en la persona que lo provocó, volvemos a experimentar las mismas sensaciones desagradables que vivimos originalmente, ya que generamos en ese momento la misma energía negativa que se generó en el momento de producirse la ofensa, o posiblemente más, ya que en la visualización de la ofensa podemos añadirle escenas que hagan aun más dramática la situación, con lo que la energía negativa generada puede desbordar cualquier previsión.
            Todo es energía. Cada pensamiento es energía. Imagina que la ofensa te ha generado rencor, que no es nada más que una pelotita de energía negativa, que se va repartiendo por los chakras, que son esas centrales de energía que determinan nuestro carácter, nuestras emociones y nuestro propio estado de salud física. Por un lado la propia forma de pensamiento de la ofensa, según se va descargando una y otra vez en el cerebro para expresarse, va creciendo y creciendo, hasta convertirse en una forma de pensamiento enorme, que hasta cambia de nombre, para llamarse entidad de pensamiento, con una característica fundamental, “tiene vida propia”, es decir, que quiere vivir, y su alimento es la energía generada con el propio pensamiento, con lo que el pensamiento de la ofensa vuelve una y otra vez al cerebro. Y por otro lado esa energía generada va alimentando la pelotita del rencor, hasta llegar al extremo, si no se pone remedio, de que esa energía de rencor va enquistándose en cada célula del cuerpo.
            Resumiendo, pensar permanentemente en la ofensa, manteniendo y alimentando el dolor y el rencor es cavar la propia tumba, o acelerar su traslado a ella, manteniendo además mientras dure la vida un estado emocional lamentable.
            Observa la paradoja: El ofensor, que es el que ofende, se queda tan feliz, sin que se altere su paz interior y sin sufrir el más mínimo desgaste emocional, mientras que el ofendido, que le da vueltas y más vueltas a la ofensa, alimenta su rencor y destroza su cuerpo energético, y por ende su cuerpo físico con ese veneno generado por sus pensamientos. Es como si el ofendido se tomara cada día una gota de veneno, quien sabe si esperando que se envenene el ofensor, cuando es él el único perjudicado.
            Perdonar no es más que la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza: El perdón nos libera, por lo tanto de la ira, el miedo, el resentimiento, y un sinfín más de emociones negativas, permitiendo que el corazón se abra a la alegría, a la paz y al amor.
            El perdón es una de las claves para mantener o recuperar la salud, y sobre todo la llave maestra que nos va a dar acceso a la libertad. La libertad de vivir sin que las actitudes y los actos de otras personas dejen de tener poder sobre nosotros. Es realmente triste y lamentable vivir atados a las decisiones de otros, a las palabras de otros, o a las actitudes de otros, ya que eso es como si nos robaran la misma vida, porque dejamos de vivir una vida plena para vivir actitudes negativas de otros.
            El perdón no exime de su culpa al ofensor, ni le exime de las consecuencias, pero si permitirá que vivamos felices, con independencia de lo que piensen, digan o hagan los demás, tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
            La serenidad que se consigue perdonando nos hace conscientes de que con nuestro perdón nada cambia del pasado, pero que si cambia, y de manera radical nuestro presente, presente que es la base para nuestro futuro, con lo cual cambiando ese presente aseguramos un futuro diferente al que nos esperaba con una vida llena de rencor y de sombras.
            El perdón es un proceso interior, es algo que afecta a nuestra manera de pensar, afecta a nuestra conducta y por supuesto a nuestras emociones.
            Sabemos que el proceso de perdonar está concluido cuando dejamos de sentirnos atrapados en una relación, sobre todo emocional y mental, con el ofensor, y cuando el recuerdo de la ofensa y del ofensor genera una reacción como ver el cielo azul, los pájaros volando, o el agua discurriendo por el río, vamos que no nos afecta en absoluto.
            Es necesario perdonar por nuestra salud física. Nada tienen que ver ni la espiritualidad, ni las religiones, solo es una cuestión de salud. Existen estudios que demuestran que la rabia, el rencor, la vergüenza, la agresividad y el sentimiento de culpabilidad crónica están muy relacionados con la enfermedad física.
            El resentimiento y la culpabilidad, sobre todo cuando han sido con frecuencia reprimidos, son factores que afectan, inhibiendo en gran manera al sistema inmunitario, con lo cual la enfermedad física está servida.
            Las personas que en su imaginación no conciben perdonar a otros, muestran cambios en la presión sanguínea, en la tensión muscular y en la respuesta inmunitaria; sin embargo, las que si pueden imaginarse perdonando a su ofensor manifiestan, de inmediato, una mejoría en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
            Perdonar no es olvidar. El que espera llegar a olvidar para perdonar no lo logrará jamás, porque el cerebro lo registra todo. No se puede olvidar. Sin embargo cuando se dice: “Perdono, pero no olvido”, es como si avisáramos de que eso está dentro aguardando para cobrarse la deuda. Eso no es perdón.
            Perdonar no es justificar comportamientos negativos o inadecuados.
            Perdonar no quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado dolor, ni tampoco excluye que tomes medidas para cambiar la situación o proteger tus derechos.
            Perdonar no justifica en nada lo sucedido.
            Perdonar no es fingir que todo está bien cuando sientes que no es así.
            Perdonar no es tener que hablar directamente con la otra persona: El perdón no exige la comunicación. Sólo es un acto personal de liberación de energía que nos está haciendo daño.
            Perdonar no es ser ingenuos: Perdonar nunca significa permitir que un ofensor se salga con la suya, ni tampoco una manera de ignorar el problema. El perdón hace que la persona tenga una visión realista de quien es realmente el ofensor.
            Como perdonar es un trabajo interior, es algo que se puede hacer en soledad en la soledad de nuestra meditación. Después de tu meditación. Y si no haces meditación, (que deberías hacer), en cualquier momento del día.
  • Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas al frente.    
  • Lleva la atención al corazón.
  • Visualiza a la persona que vas a perdonar delante de ti.
  • Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior: Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
  • Y después dile: Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.
Y no nos queda más remedio que hacerlo hasta que recordemos el hecho sin sentir ninguna de las emociones negativas que nos generaba en un principio.

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