El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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jueves, 20 de febrero de 2020

Diario íntimo de un trabajador de la Luz (2)


Hoy algo ha cambiado. No mucho, pero algo. Hoy sé que solo trabajo para mí, como todos, y que mi trabajo, como el de todos, es aprender a amar para avanzar unos metros en mi camino de regreso a Dios. Pero en ese camino de regreso a Dios, que hemos de realizar en solitario, lo hemos de recorrer tendiendo la mano para ayudar a avanzar a nuestros compañeros de viaje, ya que todos llevamos la misma dirección y el premio por llegar, no se da cuando llega uno, se da cuando llegan todos. Nuestro premio es dejar nuestra individualidad para volver a ser Dios. 

Por eso le he puesto nombre a esos pequeños trabajos que tenemos que realizar, simultaneando con nuestro aprendizaje del amor, todas las almas que nos encontramos encarnadas en la vida. Hoy le he puesto nombre a eso que los seres humanos llamamos pomposamente “nuestra misión”. Hoy sé que soy un Trabajador de la Luz, que es algo que llevo haciendo un tiempo en esta etapa de mi vida y, además, tener el atrevimiento de hacerlo público ha sido sanador para mí.

Permitirme un inciso. Creo que sería bueno que hiciera una brevísima descripción, como adelanto, de lo que significa ser un Trabajador de la Luz. Los Trabajadores de la Luz son seres con un fuerte deseo interior de ayudar a otros seres a despertar del sueño en el que se ven inmersos desde su entrada en la materia, para que sean conscientes de su divinidad y entiendan la razón de la vida, que no es otra que aprender a amar como Dios nos ama, para volver cuanto antes a Su regazo. Es un trabajo simultáneo con su propio despertar y su propio aprendizaje del amor incondicional.  

Pero no solo se han disipado las dudas sobre lo que soy o lo que tengo que hacer. También se han acabado muchos miedos. No todos, es cierto, pero si muchos.

Ha desaparecido el miedo más importante, el miedo al fracaso. ¡Que los que vienen a terapia no se sanen!, ¡que no cambien con las indicaciones que les doy!

Por fin he comprendido que yo no fracaso nunca, porque la sanación no depende de mí. La sanación implica, en todos los casos, un cambio y si no se realiza ese cambio, el fracaso no es mío, en todo caso será de aquel que, no solo no cambia nada en su vida, sino que, además, pone su salud ya sea física, mental o emocional en manos de otros, cuando solo está en sus propias manos.

Ha desaparecido, también, de un plumazo la mayor contradicción con la que llevo conviviendo años. Algo me lleva a escribir y escribo. Cuando está escrito sueño con verlo publicado y sigo soñando con que se convierte en un “best seller”, pero, ¡ojo!,  todo eso ha de ser sin que nadie lo lea, porque me da miedo, más que miedo pánico, que lo lean y juzguen negativamente lo escrito. Es como si a un maestro de primaria le diera miedo enseñar a sumar a los niños porque un premio Nobel de matemáticas pudiera cuestionar su trabajo. Es ridículo ¿verdad?, pues ese miedo ridículo es algo parecido al sentimiento que yo albergaba en mi interior. No escribo para los Maestros Iluminados, ni para los guías espirituales, ni para los maestros encarnados, ni para escritores consagrados, ni para los miembros de la Real Academia. Escribo para los mortales que, como yo, están petrificados por el miedo en el umbral de la puerta que da acceso a la vida del alma, sin atreverse a soltar la maroma que les mantiene atrincherados en el miedo porque, a fin de cuentas, es su zona de confort ya que es lo único que conocen. Y lo desconocido asusta.

Otro de mis miedos era pensar en lo que podrían decir aquellos que me conocen de otras etapas anteriores. Pero se ha ido el miedo cuando, por fin, he entendido que ya no soy el que ellos conocieron, soy otro completamente diferente. Sí, me llamo igual, tengo las mismas facciones, con el obligado deterioro que se va produciendo por el paso de los años, pero creo, pienso, siento, hablo y me comporto diferente. Soy otro. Ni mejor ni peor, solo diferente. Pero si fuera el mismo, también, sería igual, porque lo que otros piensen o hablen no es mi problema, es solo suyo.
           Hoy he sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o cinco años……CONTINUARÁ.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Sanar el alma

           

             Cuando aparece la enfermedad, los seres humanos suelen preguntar, llevando la mirada al cielo: “¿Por qué a mí Señor?”, pero casi ninguno lleva la mirada a su interior y se pregunta: ¿Por qué y para qué esta enfermedad?

            Casi nadie duda, a estas alturas de nuestra evolución, de la conexión entre los problemas emocionales y las enfermedades físicas, es normal que, si le comentas a alguien que te duele la rodilla, te diga que busques la razón por la que no quieres avanzar, o que a las contracturas en los hombros se las asocien con un exceso de carga emocional. Pero todavía nadie, o muy pocas personas, asocian la enfermedad física y el problema emocional con el alma, o con la programación de esa alma para la vida, o con la misión de vida, o con el aprendizaje espiritual pendiente.


            Y es, justamente el alma la que programa la vida, incluidas las enfermedades del cuerpo que ocupa, que para el alma solo es un instrumento.




miércoles, 4 de enero de 2017

Sanación Espiritual

La Sanación Espiritual es la práctica de canalizar la Energía Divina para que interactúe sobre todas las dimensiones existenciales del ser humano.



La Sanación Espiritual actúa en la dimensión espiritual. Durante la terapia el terapeuta y el paciente entran en un espacio sagrado que es un nivel elevado de conciencia en el que se produce la sanación canalizando hacia el paciente una determinada gama de frecuencias de la Energía Universal para limpiar y transmutar las energías negativas, que en su forma de bloqueos energéticos,  impiden el paso de las energías positivas que mantienen la buena salud en todas las dimensiones del ser. Y lo hacen limpiando en profundidad para que no quede ningún residuo energético desfavorable que pueda volver a emerger y actuar como núcleo inicial al que se puedan ir anclando otras energías negativas similares.

Las personas que son tratadas con la Sanación Espiritual reciben una transmisión de energía que reestructura  y reordena las energías alteradas y reactiva sus recursos naturales, su sistema inmunitario y sus fuerzas internas para ayudarles a enfrentarse a la enfermedad, y sobre todo a la causa, que no es más que sus malos  hábitos, sus perniciosas rutinas, sus emociones destructivas y sus pensamientos negativos y carentes de amor hacia sí mismos y por extensión hacia los demás. 

Aumenta en el paciente, si este así lo decide, su capacidad de recuperación y consigue mejorar su sintomatología, así como aumentar la confianza en sí mismo para afrontar su enfermedad, para dejar de verse a sí mismo como enfermo y dejar de identificarse, de una vez y para siempre, con su enfermedad y pasar de sentirse como un "ser enfermo" a verse como un “ser humano” completo, con un desarreglo en su cuerpo físico: "Yo no soy mi enfermedad".

La Sanación Espiritual ayuda a sanar, o si la sanación no es posible, ayuda a la persona a aceptar la enfermedad como vehículo de crecimiento.




sábado, 17 de diciembre de 2016

Eva quiere ser feliz (2 de 2)

Del libro “Relatos del Inca”

         La hija de una amiga de la mamá de Eva estaba finalizando sus terapias con ”El Inca”, un sanador, y por lo que parecía, con un éxito sin precedentes, ya que María, que así se llamaba la hija de su amiga, había frecuentado terapias de todo tipo, tradicionales y no tradicionales, sin ningún resultado, hasta ese momento.

         Ante el cambio de María, que incluso llegaron a calificar como un milagro, no tardó en concertar una cita para ella misma. A la mamá de Eva le gustaba frecuentar todas las terapias que alguien le decía que funcionaban. A pesar de que con ella no funcionaba ninguna, pero.., ¡en alguna ocasión sonaría la flauta!


         Sin embargo, ¡No era cuestión de flauta!, ¿Cómo era posible que nadie la hubiera dicho que la sanación, de “eso” que estaba buscando con tanto ahínco solo iba a producirse cuando ella misma decidiera sanarse?, ¿Cómo era posible que nadie la hubiera dicho que cualquier sanador era un mero acompañante en su propio proceso?

         Por supuesto, la flauta no sonó y la terapia tampoco funcionó con ella, pero aun así concertó una cita para Eva.

         Eva acudió a su cita con Mélody, que era como se llamaba su hijita, y que entonces contaba con un mes de nacida.

  •       ¿En qué puedo ayudarte?, le preguntó el sanador.
  •       Eva, con los ojos brillantes por las lágrimas que pugnaban por salir, dijo poco: Bueno, estoy un poco nerviosa. La niña tiene un mes, tiene muchos cólicos y llora mucho. Descanso poco y eso me tiene un poco estresada.
  •     El sanador intentó averiguar un poco más, ya que entre las sensaciones que estaba percibiendo no destacaban, de manera prioritaria, su estrés, sino que la sensación era que la invadía una tristeza y una soledad que hacían daño, incluso físicamente: ¿Eres feliz? 
  •    Por supuesto, contestó Eva, llevó casada tres meses y ahora Mélody. Estoy enamorada de mi esposo, no hay razón para que no sea feliz.
  •      Ya, pero mi pregunta, prosiguió el sanador, no es si tienes razones para ser feliz, la pregunta es si eres feliz.
  •        Claro que soy feliz, ratificó Eva.

Viendo el sanador lo difícil que iba a ser arrancarle ninguna otra palabra decidió comenzar la terapia. El sanador tocó a la persona, y comenzó a meditar a su lado. Lo que tiene que pasar pasa. Siempre pasa. Siempre reciben la persona y el sanador lo que tienen que recibir.

En esta terapia también, y aparte de tranquilizar a Eva hasta el sueño, le llegó al sanador la información justa y necesaria, para que una vez trasmitida a Eva, ella hiciera con esa información lo que considerara más conveniente.

    •       Eva, le dijo el sanador una vez finalizada la terapia, te voy a traducir todas las sensaciones que he recibido. Podrás creer en ellas o no, porque no hay comprobación científica de que lo que te voy a contar sea cierto, si te resuena dentro de ti, tu sabrás lo que tienes que hacer, y si no te resuena lo olvidas: Si parece que estás enamorada de tu esposo, y es cierto que vives en un estado de ansiedad importante, aunque ahora un poco menos después de la terapia. Pero también guardas dentro de ti demasiada tristeza debido a la soledad con la que estás afrontando tu reciente maternidad y por supuesto, tu vida. Y aun hay algo más, da la sensación de que no te sientes querida por parte de tu esposo, o al menos no tan querida como a ti te gustaría, y no solo no te sientes querida, sino que ni tan siquiera te sientes comprendida, y no parece que recibas toda la ayuda que necesitarías en estos momentos. Bueno a excepción de la de tus padres, aunque me da la sensación de que te crispa que ellos te ofrezcan su ayuda, ante la ausencia emocional, y a veces física de tu esposo.
    •          Si, contesto Eva con un hilo de voz, es, más o menos así.
    •     Y te voy a decir más, prosiguió el sanador, creo que después del trabajo de aceptación que tuvieron que realizar tus padres, no quieres que sepan la situación por la que estás atravesando, lo cual te genera una ansiedad y una tristeza añadida.
    •        Una pregunta, y mi estado ¿Le puede afectar a mi hija?, preguntó Eva.
    •       Por supuesto. Un porcentaje importante de su malestar es provocado por la energía que recibe de ti. Ten en cuenta que vive en tu aura, que eres su alimento, que eres su vida, respondió el sanador. Tienes dos caminos: Uno, aceptar la vida que tienes, sin sufrir porque no es la vida que habías soñado, y dos, analizar lo que no te gusta de tu vida y cambiarlo. Ambas son difíciles, es tu elección. Tanto si optas por una como por la otra, puedes contar conmigo. Aunque te queda otra opción, que todo siga igual. Para eso, ya no hace falta que vuelvas, porque yo intento ser sanador, pero lo que no me gusta es ser curador, porque posiblemente consigamos eliminar los síntomas, pero dentro de poco volverás a estar en las mismas condiciones. Sanar es eliminar la causa del mal, curar es eliminar los efectos. Pero si se trabajan los efectos, como la causa sigue indemne volverán a resurgir los mismos síntomas más pronto que tarde.

A los dos días el sanador recibió una llamada de Eva:
  •  Pues ya está todo solucionado, hemos hablado y me vuelvo a sentir querida, acompañada y apoyada. Estoy muy contenta, dijo Eva al otro lado de la línea telefónica.
  • ¡Oh!, cuanto me alegro, le contesto el sanador. De cualquier forma si vuelves a sentirte mal, llámame y concertamos una nueva cita.
  •    OK, gracias, se despidió Eva.

El “Inca” sabía perfectamente que nada estaba solucionado, pero Eva no podía permitirse que alguien estuviera al tanto de “su secreto”.

Por supuesto que se concertaron nuevas citas con pretextos infantiles, pero el problema seguía en las mismas condiciones.

    •       Eva, si no haces algo siempre vas a estar mal. Si siempre haces las mismas cosas el resultado siempre va a ser el mismo, es decir, siempre vas a estar mal. ¡Haz algo!, ¡Toma las riendas de tu vida!, no permitas que la vida te zarandee como si fueras una pluma en mitad del huracán. Le decía el sanador.
    •     Yo le quiero, decía Eva en un mar de lágrimas, y tampoco quiero dar este disgusto a mis padres.


Seis meses después Eva sigue sufriendo.


viernes, 8 de abril de 2016

Jesús y yo, Jesús y tú (Reflexión 2)

REFLEXIONES CON DIOS
O
REFLEXIONES AL BORDE DE LA LOCURA

        
Reflexión 2: Jesús y yo, Jesús y tú.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. 
Juan 14:12

Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Juan 14:13

Tengo un hijo de cuatro años que es fuerte y duro como un toro, con el umbral del dolor muy alto, nunca le duele nada, ni llora, aunque haya roto el suelo con la cabeza, con lo que nuestros juegos físicos, a veces, son un poco bruscos, ya que eso es lo que le gusta, y yo que soy un papá-abuelo le consiento casi todo, pero mi cuerpo ya no está para muchas brusquedades, y reacciona ante los encontronazos o ante su peso, con contracturas y dolores musculares de todo tipo. Eso hace que cada día tenga que dedicarme a mí un tiempo en mis meditaciones y terapias, y hacerme autoterapia, para tratar de reparar aquello, que con total seguridad se va a malograr en nuestra primera carrera, en nuestro primer baile, en nuestro beso de buenos días, (aprieta su cara contra la mía hasta que mi nariz grita ¡socorro!, mientras la suya sigue tan feliz), o en nuestro primer encontronazo, como si de dos alces en época de celo se tratara.



         Y es entonces, inmerso en mi terapia, cuando aparecen pensamientos que mas entorpecen la terapia que otra cosa, pero que rondan inmisericordes un día sí y otro también: “¿Por qué tengo que pasar un rato cada día haciéndome terapia, si podría sanarme sólo con un pensamiento?......, y no solo a mí mismo, también podría, solo con el pensamiento y la orden, incidir en la sanación de cualquiera, de inmediato…..,  Yo puedo hacerlo……, estoy convencido que puedo hacerlo….., Si Jesús lo hacia, yo también puedo……

         Al llegar a este punto el pensamiento por sí mismo se detiene asustado de su propia osadía, asustada mi conciencia, asustada mi alma, casi gritando ¡anatema!

         Alguien tiene que poner cordura en ese pensamiento, que seguro alguno de los cultos calificaría de pecaminoso, y ese alguien es la conciencia que hace su reflexión, pero que más que traer cordura parece que ahonda en la tesis del pensamiento: “Si Jesús es el hijo de Dios hecho hombre, y yo ya soy hombre y también hijo de Dios, eso quiere decir que Jesús y yo somos hermanos, de la misma manera que tú que estás leyendo esto eres también mi hermano y a la vez hermano de Jesús”, “Por lo tanto no hay ninguna diferencia, ¿o sí?, entre Jesús y nosotros, y si Jesús podía sanar con su pensamiento, tocando o sin tocar a la persona, nosotros también podemos”, “No parece una locura de pensamiento, y por supuesto nada irreverente”, porque el mismo Jesús lo dijo, tal como lo refleja el Evangelio de San Juan 14:12: “En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre”.

         Al final la conciencia sí que encuentra la diferencia: La diferencia es el Amor. ¿Qué es lo que caracterizaba a Jesús y que no tenemos ninguno de sus hermanos mortales?, pues el Amor, que es precisamente nuestra mayor carencia y nuestra asignatura o quizás única de nuestro aprendizaje en la materia. Estamos en el cuerpo para aprender a Amar. Cuando lo consigamos ya no existirá diferencia entre Jesús y nosotros, entonces sanaremos con el pensamiento, porque creer en Él no ha de ser sólo una creencia intelectual, creer en Él es amarle, es poner a Dios por delante de todo y de todos como Él hacia, hasta el punto de entregar su vida por Amor a Dios y por Amor a todos nosotros. ¿Que somos capaces de dar al otro por Amor?, ¿La vida?, ¡Si no somos capaces de dar ni una sonrisa en el ascensor!

         Mientras tanto, supongo que con un punto de añoranza por la distancia que aun me separa de Dios seguiré pensando en cada terapia, “Yo puedo hacerlo”.  

domingo, 23 de agosto de 2015

El perdón: Una gran medicina


            Tal como somos los seres humanos parece normal que si alguien nos ofende, nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque sencillamente alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡Los seres humanos somos así!  Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡Cómo vamos a perdonar!, ¡A quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin  tener en cuenta si ha sido más o menos grave hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.
            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico. Es decir, que hay que perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente.
            Aunque prácticamente todas las religiones mantienen en sus estatutos la necesidad del perdón para alcanzar la Gloria Eterna, en las distintas formas, según la ideología religiosa, pero como la Gloria Eterna no parece que tenga suficiente tirón, no solo entre los seguidores y feligreses de las distintas religiones, sino ni tan siquiera entre la cúpula directiva, (ya que todos incumplen sus propios estatutos), elijamos una razón más egoísta y más pragmática: nuestra salud.
            Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa darle vueltas y vueltas a la ofensa un día sí y otro también, es decir, mantener la ofensa viva en el recuerdo es vivir en el pasado. Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa elegir el sufrimiento. Pero el pasado ya pasó, el pasado no existe, recordar la ofensa significa mantener las ataduras de algo que ya no existe nada más que en el propio pensamiento, impidiendo vivir la vida plenamente.
 
Cuando algo pasa por la mente, para ella eso está sucediendo realmente en ese momento, ya que la mente no discrimina entre pasado, presente y futuro, para ella todo es ahora, por lo tanto, cada vez que pensamos en el hecho o en la persona que lo provocó, volvemos a experimentar las mismas sensaciones desagradables que vivimos originalmente, ya que generamos en ese momento la misma energía negativa que se generó en el momento de producirse la ofensa, o posiblemente más, ya que en la visualización de la ofensa podemos añadirle escenas que hagan aun más dramática la situación, con lo que la energía negativa generada puede desbordar cualquier previsión.
            Todo es energía. Cada pensamiento es energía. Imagina que la ofensa te ha generado rencor, que no es nada más que una pelotita de energía negativa, que se va repartiendo por los chakras, que son esas centrales de energía que determinan nuestro carácter, nuestras emociones y nuestro propio estado de salud física. Por un lado la propia forma de pensamiento de la ofensa, según se va descargando una y otra vez en el cerebro para expresarse, va creciendo y creciendo, hasta convertirse en una forma de pensamiento enorme, que hasta cambia de nombre, para llamarse entidad de pensamiento, con una característica fundamental, “tiene vida propia”, es decir, que quiere vivir, y su alimento es la energía generada con el propio pensamiento, con lo que el pensamiento de la ofensa vuelve una y otra vez al cerebro. Y por otro lado esa energía generada va alimentando la pelotita del rencor, hasta llegar al extremo, si no se pone remedio, de que esa energía de rencor va enquistándose en cada célula del cuerpo.
            Resumiendo, pensar permanentemente en la ofensa, manteniendo y alimentando el dolor y el rencor es cavar la propia tumba, o acelerar su traslado a ella, manteniendo además mientras dure la vida un estado emocional lamentable.
            Observa la paradoja: El ofensor, que es el que ofende, se queda tan feliz, sin que se altere su paz interior y sin sufrir el más mínimo desgaste emocional, mientras que el ofendido, que le da vueltas y más vueltas a la ofensa, alimenta su rencor y destroza su cuerpo energético, y por ende su cuerpo físico con ese veneno generado por sus pensamientos. Es como si el ofendido se tomara cada día una gota de veneno, quien sabe si esperando que se envenene el ofensor, cuando es él el único perjudicado.
            Perdonar no es más que la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza: El perdón nos libera, por lo tanto de la ira, el miedo, el resentimiento, y un sinfín más de emociones negativas, permitiendo que el corazón se abra a la alegría, a la paz y al amor.
            El perdón es una de las claves para mantener o recuperar la salud, y sobre todo la llave maestra que nos va a dar acceso a la libertad. La libertad de vivir sin que las actitudes y los actos de otras personas dejen de tener poder sobre nosotros. Es realmente triste y lamentable vivir atados a las decisiones de otros, a las palabras de otros, o a las actitudes de otros, ya que eso es como si nos robaran la misma vida, porque dejamos de vivir una vida plena para vivir actitudes negativas de otros.
            El perdón no exime de su culpa al ofensor, ni le exime de las consecuencias, pero si permitirá que vivamos felices, con independencia de lo que piensen, digan o hagan los demás, tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
            La serenidad que se consigue perdonando nos hace conscientes de que con nuestro perdón nada cambia del pasado, pero que si cambia, y de manera radical nuestro presente, presente que es la base para nuestro futuro, con lo cual cambiando ese presente aseguramos un futuro diferente al que nos esperaba con una vida llena de rencor y de sombras.
            El perdón es un proceso interior, es algo que afecta a nuestra manera de pensar, afecta a nuestra conducta y por supuesto a nuestras emociones.
            Sabemos que el proceso de perdonar está concluido cuando dejamos de sentirnos atrapados en una relación, sobre todo emocional y mental, con el ofensor, y cuando el recuerdo de la ofensa y del ofensor genera una reacción como ver el cielo azul, los pájaros volando, o el agua discurriendo por el río, vamos que no nos afecta en absoluto.
            Es necesario perdonar por nuestra salud física. Nada tienen que ver ni la espiritualidad, ni las religiones, solo es una cuestión de salud. Existen estudios que demuestran que la rabia, el rencor, la vergüenza, la agresividad y el sentimiento de culpabilidad crónica están muy relacionados con la enfermedad física.
            El resentimiento y la culpabilidad, sobre todo cuando han sido con frecuencia reprimidos, son factores que afectan, inhibiendo en gran manera al sistema inmunitario, con lo cual la enfermedad física está servida.
            Las personas que en su imaginación no conciben perdonar a otros, muestran cambios en la presión sanguínea, en la tensión muscular y en la respuesta inmunitaria; sin embargo, las que si pueden imaginarse perdonando a su ofensor manifiestan, de inmediato, una mejoría en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
            Perdonar no es olvidar. El que espera llegar a olvidar para perdonar no lo logrará jamás, porque el cerebro lo registra todo. No se puede olvidar. Sin embargo cuando se dice: “Perdono, pero no olvido”, es como si avisáramos de que eso está dentro aguardando para cobrarse la deuda. Eso no es perdón.
            Perdonar no es justificar comportamientos negativos o inadecuados.
            Perdonar no quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado dolor, ni tampoco excluye que tomes medidas para cambiar la situación o proteger tus derechos.
            Perdonar no justifica en nada lo sucedido.
            Perdonar no es fingir que todo está bien cuando sientes que no es así.
            Perdonar no es tener que hablar directamente con la otra persona: El perdón no exige la comunicación. Sólo es un acto personal de liberación de energía que nos está haciendo daño.
            Perdonar no es ser ingenuos: Perdonar nunca significa permitir que un ofensor se salga con la suya, ni tampoco una manera de ignorar el problema. El perdón hace que la persona tenga una visión realista de quien es realmente el ofensor.
            Como perdonar es un trabajo interior, es algo que se puede hacer en soledad en la soledad de nuestra meditación. Después de tu meditación. Y si no haces meditación, (que deberías hacer), en cualquier momento del día.
  • Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas al frente.    
  • Lleva la atención al corazón.
  • Visualiza a la persona que vas a perdonar delante de ti.
  • Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior: Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
  • Y después dile: Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.
Y no nos queda más remedio que hacerlo hasta que recordemos el hecho sin sentir ninguna de las emociones negativas que nos generaba en un principio.

sábado, 8 de agosto de 2015

¿Por qué no sana todo el mundo de su enfermedad?


Perlas para el alma
 
 

Las personas sanan cuando internamente desean sanar, y eso no va a ser hasta que la persona haya completado el aprendizaje que esa enfermedad lleva asociado. Nadie, ni medico tradicional ni sanador, puede sanar a nadie que no lo desee. Solo se puede colaborar en la sanación de aquel que ha completado el aprendizaje y ha decidido sanar.
Cuando una enfermedad se ha manifestado ya a nivel físico, hay que tratar el cuerpo físico, pero hay que tratar con mucha más insistencia el origen, es decir, el problema energético que lo originó.
Mientras la persona tenga un proceso de aprendizaje en marcha o una lección incompleta, el trabajo con el cuerpo físico para restaurar la salud es idéntico a poner capas de pintura en la pared sin solucionar el problema que causa la humedad en la misma.

viernes, 12 de junio de 2015

¿Sanación? no gracias


            ¿Qué pensar de una persona que acude a un terapeuta, posiblemente porque no ha encontrado alivio a sus problemas con la medicina tradicional, y ante la  indicación del plan de trabajo a realizar presentado por este, contesta que no tiene tiempo?
            Parece lógico pensar que la persona no quiere solucionar los problemas que, en un principio, parece que quería solucionar con su visita.
Así es el ser humano. La inmensa mayoría, en realidad, no busca la sanación, lo que busca es un milagro. Y si, los milagros existen, pero sólo se dan cuando se piensa, se habla y se actúa desde el alma, es decir, cuando se vive en sintonía con el alma, cuando se vive en sintonía con el Universo, en definitiva, cuando se vive en sintonía con Dios.
            No son conscientes los seres humanos de que su ritmo de vida, el nulo control que tienen sobre sus pensamientos, sus emociones desbocadas, la voracidad de sus deseos, y la falta de amor y de respeto hacia sí mismos, y por añadidura hacia los demás, son las causas responsables de sus múltiples enfermedades, tanto físicas como emocionales.
            La vida de la inmensa mayoría de las personas es un caos en sí misma, centrada en unos objetivos ficticios y pocas veces alcanzados, porque no saben cómo hacerlo, lo que genera una infinidad de emociones, que más que negativas, son negras, oscuras, espeluznantes. Todos desean ser amados, pero no aman; desean que llegue a ellos la riqueza, pero no dan; desean ser comprendidos, pero critican sin conocimiento a todo lo que se mueve; desean ser respetados, pero pisotean los más elementales derechos de los demás; desean ser felices y buscan la felicidad en la consecución de sus deseos y en los estercoleros emocionales, que es lo que conocen por ser donde habitualmente moran.
            La energía que reina en los campos energéticos de esa inmensa mayoría es la soledad, la ansiedad, el estrés, la rabia, la desilusión y el miedo.
            Es con esa energía con la que están alimentando, no solo sus cuerpos emocional y mental, sino también su cuerpo físico. Es difícil por lo tanto pretender que unas pastillas sanen la soledad o la ansiedad, o la  desesperación o el miedo. Si acaso, lo que pueden conseguir es esconder los efectos, pero la causa, que es el caos en que se encuentra inmersa la persona seguirá machacándola de manera despiadada.
            A la vista de esto, parece claro donde se encuentra la sanación. La sanación se encuentra en un cambio de vida, en un control del pensamiento, en no desear compulsivamente.
            El cambio de vida, o de ciertos aspectos de la vida parece imprescindible. De todos es sabido que si siempre se hacen las mismas cosas, el resultado siempre será el mismo. Si se quiere cambiar el resultado, algo habrá que cambiar por el camino. Pero aun así, conociendo esto, la gente no está dispuesta a cambiar, por un sinfín de razones en las que no merece la pena entrar, aunque la primera y principal parece ser el miedo. Pues bien, aun tienen otra alternativa, ya que no aman esa vida que no quieren cambiar, lo que les queda es aceptarla.  
   

miércoles, 27 de mayo de 2015

Sanación


Perlas para el alma

 
No puedes dejar tu sanación en manos de ningún sanador, de ningún curandero, de ningún terapeuta, de ningún chaman o de ningún doctor.
La sanación, tu sanación, es tu propia responsabilidad, y sólo se va a dar, si se tiene que dar, cuando tú decidas e intervengas activamente en ella.
Todos los demás son meros acompañantes de tu proceso.

miércoles, 22 de abril de 2015

Mejor desde niños


            Leía, no hace mucho, uno de los miles de pensamientos que corren por las redes sociales, creo que del Dalai Lama, que decía: “Los seres humanos pierden la salud por ganar dinero, y después han de invertir el dinero ganado para recuperar la salud”. Es muy cierto.
            La vida de la inmensa mayoría de los seres humanos está enfocada en la consecución de bienes materiales, ya que eso es lo que han aprendido de sus progenitores y de la sociedad, y es lo que a su vez enseñan a sus hijos. La sociedad, que no es más que un conjunto de individuos, espera conseguir beneficios emocionales a través de la posesión de los bienes materiales, y desgraciadamente no es así, de ahí es de donde procede esa pérdida de salud, no solo física, sino también emocional y mental.
            La enfermedad como todo, es energía, la enfermedad aparece cuando malgastamos nuestra energía, cuando permitimos que nos la roben, cuando la enfocamos hacia objetivos erróneos, o cuando la bloqueamos por alguna emoción desmedida.
             La pregunta sería. ¿No se perdería la salud trabajando para conseguir la estabilidad emocional por distintos caminos a los materiales?, pero eso ¿No implicaría entonces que no se podría conseguir la estabilidad material? No solamente es posible, sino imprescindible y necesario para nuestra salud el conseguir la estabilidad emocional desligándola de la consecución de cualquier deseo material. Y por supuesto no se ha de renunciar a la estabilidad económica, es más, alguien emocionalmente estable, está más capacitado para la obtención de cualquier objetivo.
Recordar: “Energías iguales se atraen”, por lo tanto encontrarse bien emocionalmente va a ser un plus añadido para conseguir cualquier cosa, mientras que si se condiciona la estabilidad emocional a la obtención de los objetivos materiales, es muy posible que no se materialicen los deseos con lo cual nunca se va a conseguir la estabilidad emocional. Es el pez que se muerde la cola: “Estoy mal, quiero conseguir algo con lo que seguro voy a estar mejor, pero como estoy mal no puedo disponer ni utilizar el cien por cien de mis recursos para conseguirlo, con lo cual no lo voy a conseguir y voy a empeorar emocionalmente”.
Y así se mueve el mundo.

 
Es momento de volver la vista al alma y de cambiar las prioridades de vida, es momento de buscar la estabilidad emocional sin condicionarla a nada material, es momento, posiblemente, de ir contracorriente, porque contracorriente es conseguir el dinero desde la felicidad y no como se hace ahora, tratar de conseguir la felicidad desde el dinero, es momento de ser felices, es momento de terminar con el estrés y la ansiedad, es el  momento de la sanación. 
Y una vez conseguido hay que enseñar a los niños el cambio de valores. Prioridad uno: Trabajar para conseguir la propia felicidad y la de los otros, prioridad dos: trabajar para conseguir el dinero, que en vez de amasarlo se utilizará para ayudar a los que lo necesiten.
Es cierto que enseñar a invertir las prioridades que marca la sociedad es ir contra corriente, pero en algún momento ha de haber un punto de inflexión que incline las balanzas hacia la consecución de bienes espirituales. Mejor desde niños.

miércoles, 15 de abril de 2015

La terapia de la cebolla


            Si esperas encontrar algún remedio de sanación o de depuración del cuerpo utilizando cebollas, no es este el lugar correcto, no se trata de ninguna terapia que utilice cebollas, trata de lo que yo llamo la terapia de la cebolla, nombre que aplico, con todo respeto, a los pacientes con problemas mentales y/o emocionales, que no hacen absolutamente nada para su curación, excepto visitar al terapeuta. Por problemas mentales me refiero a las mentes aburridas que solo hacen que darle vueltas y vueltas a los mismos problemas, a las mismas preocupaciones, o a los mismos deseos incumplidos.
            ¿Por qué terapia de la cebolla? Hacer terapia energética a un paciente que no se involucra en su sanación, es como trabajar en una cebolla que aun está plantada en la tierra y sigue su proceso de crecimiento. Se realiza la terapia, desaparece la energía sucia, enferma o contaminada del cuerpo energético del paciente, con lo que se encuentra preparado para “iniciar una nueva vida”, pero no es tal si el paciente no hace absolutamente nada, y sigue con su proceso de pensamiento y de emociones desbocadas.
 
La limpieza de esa energía es como sacar la primera capa de la cebolla. Si el paciente toma las riendas de su sanación, a partir de ese momento hará algo que impida que la energía sucia vuelva a aflorar, es decir, no dejará que persistan los mismos pensamientos o las mismas emociones, haciendo algo para que eso no ocurra. Ese algo dependiendo del problema podría ser meditar, cambiar hábitos de vida, cambiar relaciones, hacer yoga o deporte, mantener pensamientos controlados positivos, y un sinfín de cosas más, válidas para que no vuelva esa energía, o al menos no lo haga al cien por cien. Cuando vuelve esta energía es dejar que la cebolla vuelva a generar su primera capa.
En la siguiente terapia, el terapeuta vuelva a sacar la primera capa de la cebolla, y nuestro paciente, sin un ápice de voluntad, otra vez vuelve a dejar que su cuerpo genere nuevamente la misma porquería. Y así una terapia tras otra.
            Recuerdo que hace tiempo, me deprimía muchísimo porque la terapia yo pensaba que no funcionaba, hoy no. Hoy, a la tercera terapia le indico al paciente que no puede poner su sanación en mis manos ya que no es mi responsabilidad su sanación. Yo, como terapeuta soy un mero acompañante en su proceso de sanación, pero que la sanción va a depender única y exclusivamente de sus ganas de sanar y del trabajo que realice para que eso ocurra.
            Bueno, y por si alguien ha entrado buscando remedios con cebollas, en la foto aparecen algunas de las propiedades de las cebollas.

             

martes, 14 de abril de 2015

Yo Soy el alma


Perlas para el alma
 
La verdadera y futura curación se efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su potencia y eliminar así los bloqueos que son la fuente de las enfermedades.
Un sinfín de enfermedades tienen su origen en un, “enfado del alma”.  Sólo hay que ser honestos con uno mismo, escuchar lo que dice el corazón, y seguirlo al pie de la letra.

domingo, 29 de marzo de 2015

Enfados del alma


Perlas para el alma
 

La verdadera y futura curación se efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su potencia y eliminar así los bloqueos que son la fuente de las enfermedades.
Un sinfín de enfermedades tienen su origen en un, “enfado del alma”.  Sólo hay que ser honestos con uno mismo, escuchar lo que dice el corazón, y seguirlo al pie de la letra.

miércoles, 30 de abril de 2014

Sanación


Mensaje canalizado de un Maestro Ascendido (28 de Abril de 2014)
 
Su sanación espiritual, su sanación corporal, es un largo camino. Está en la buena disposición que puedan tener para cumplir lo que Dios les dice, está en lo felices que puedan hacerse Vds. mismos, y también está en lo poco o mucho que puedan hacer para mejorar su mundo y para mejorar el mundo de las personas que les rodean.

miércoles, 16 de abril de 2014

Taytacha Temblores (El Señor de los Temblores)


            Realizar terapias hace que en la consulta se escuchen historias tremendas, unas por su crudeza y otras por su hermosura. Quiero contar hoy una de esas lindas historias, una historia de superación,  una historia de fe, que tiene que ver con el Señor de los Temblores, el Patrón Jurado del Cusco en Perú. 
Permitirme antes, para los que no sois cusqueños que cuente la historia del Taytacha Temblores, nombre en quechua, que en español significa El Señor de los Temblores. Es una imagen que representa a Jesús crucificado, que se venera en la Catedral-Basílica del Cusco (Perú). Es famoso en todo el Perú y otros lugares porque aplacó la furia de un gran terremoto que asoló la ciudad. De este acontecimiento le viene el nombre. Es el Patrón Jurado del Cusco y una de las imágenes más veneradas del país.
Según algunas fuentes, la historia de este Cristo de rasgos descarnados y de sobrecogedora apariencia se remonta a cuando el emperador Carlos V envió la efigie a Cusco, hecha especialmente para los indios, copiando las duras facciones de éstos. Los españoles buscaban consolidar así la conquista hecha por la espada y la sangre e imponer su adoración.
Concluida la obra, es enviada al Virreinato del Perú, asegurada en un arca y afianzada en la cubierta de una nave destinada a cruzar el mar y llegar al puerto del Callao, desde donde sería trasladada a la ciudad del Cusco.
Pero resulta que en alta mar, la embarcación sufrió amenazantes tormentas y los sacerdotes comisionados, en su desesperación, sacaron del baúl al Santo Cristo, lo aseguraron al trinquete mayor e imploraron piedad y clemencia para que detuviera la furia del mar y así fue. Se tranquilizaron las aguas y en agradecimiento le llamaron con el nombre de Señor de las Tormentas.
Una vez en el puerto del Callao, la imagen debía ser transportada al Cusco, encomendándose la tarea a un conocido arriero español afincado en la Villa de Mollepata. Después de un viaje lleno de incidentes, arribaron al lugar de la última jornada antes de llegar a Cusco, este lugar fue el pueblo de Mollepata. La comitiva se detuvo para descansar unos días, pero al querer reiniciar el viaje sucedió algo inaudito, el arcón que contenía la imagen se volvió tan pesado que no pudieron ni moverlo. La gente dijo que era porque la imagen deseaba permanecer en ese lugar y la comitiva se vio obligada a dejarlo, no sin antes imponer como condición a los moradores que debían levantarle un templo. Por supuesto que todo fue una farsa del arriero cuya verdadera intención era quedarse con la imagen, de fina escultura y armónica anatomía y de la que se afirma es muy parecida al Señor de Burgos en España, por lo que es conocida como Señor Manuel de exaltación de Mollepata.
 
 
Así, para cumplir su compromiso, el arriero mandó hacer secretamente otra imagen, obra que fue encomendada a un imaginero indio de la zona y fue este otro Santo Cristo el que entregaron a la Catedral del Cusco. La escultura, de facciones grotescas y anatomía asimétrica, fue modelada en pergamino de llama, con el busto hueco y muy poco valor estético. Sin embargo, es admirada y querida por los pobladores de la ciudad de Cusco por sus portentosos milagros y fue así desde el momento que ingresó a la Catedral y le llamaron Cristo de la Buena Muerte.
El 31 de Marzo de 1650 un terremoto asoló la ciudad. En las múltiples replicas del terremoto los cusqueños sacaron las imágenes a la calle, pero no se detuvieron las replicas hasta que sacaron en procesión al Cristo negro, que hasta entonces estaba olvidado en su altar. Fue colocado en la puerta de la Catedral mirando a la ciudad con la creencia de aplacar las constantes repercusiones del sismo. Por éste evento fue bautizado como Señor de los Temblores.
En el año de 1720, la ciudad del Cusco fue asolada por una peste que sólo se detuvo después de sacar en procesión al Santo Cristo y es así como, por decisión del pueblo fue proclamado Patrón Jurado del Cusco, desplazando al Patrón Santiago que había sido nominado como tal por los españoles en 1646.
            Cada Lunes Santo el Taytacha Temblores es sacado en procesión seguido de millares de hombres y mujeres en una procesión respetuosa y callada, recorre la ciudad, llenando de bendiciones a su pueblo y renovándole su protección.
            El Lunes Santo de hace tres años, la protagonista de nuestra historia se acercó al Taytacha para rogarle por su sanación de la enfermedad de Parkinson, de la que había sido diagnosticada solo tres meses antes. Y la mujer activa, responsable y trabajadora, que tuvo que dejar su trabajo debido al avance de la enfermedad, se encontró inclinada ante el Taytacha, con las manos juntas delante del pecho en el mudra de oración y los ojos llenos de lagrimas rogando por su sanación y preguntando el porqué de su enfermedad. Pero no duró mucho su ruego porque de alguna manera su oración fue respondida de inmediato. Sintió dentro de ella la necesidad de dejar de hacer preguntas, sintió dentro de ella la necesidad de dejar de pedir, sintió dentro de ella la necesidad de dejar de llorar porque algo en su interior la decía que buscara por ella misma su propia sanación. Levantó los ojos llorosos llenos de gratitud al Taytacha y se fue con la determinación de dedicarse en cuerpo y alma a su propia sanación.
            Desde ese momento comenzó a leer, a informarse, a buscar terapias, a retomar sus clases de yoga, a meditar y a cambiar sus hábitos de vida. La enfermedad comenzó a estancarse y un buen día comenzó a remitir, hasta el extremo de que sigue diagnosticada de Parkinson, pero sin temblores. Su mejoría es asombrosa, y sigue trabajando en ella misma porque aun quedan algunas secuelas.
            Ante tal mejoría, comenzaba a plantearse la posibilidad de volver a incorporarse al mundo laboral, sin saber muy bien como, ya que sabe que no puede abandonar sus terapias, ni su yoga, ni sus meditaciones, que son la base de su sanación. De esto se encargó el Taytacha.
            Este Lunes Santo volvió a ver al Taytacha en su procesión, volvió a darle gracias por su sanación como había hecho el año anterior, volvió a recibir la bendición del Cristo, y se sentó al lado de una señora que resulto ser coordinadora de una ONG en Cusco. Entablaron conversación y en esa conversación la coordinadora de la ONG, al enterarse de la historia de nuestra protagonista, y saber que entre otras cosas era profesora de español, la ofreció dar clases de español a mujeres que solamente hablan quechua. Ya están organizando las clases. Sin comentarios.
            ¿Todavía hay alguien que piensa que no existen los milagros?
            Los milagros existen, pero tienen que ir acompañados por el trabajo personal, por la fe en uno mismo y en Dios, por la voluntad y por la paciencia.